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miércoles, 5 de abril de 2023

PALOMA BLANCA

 

Llamó tanto mi atención su blancura sobre la destacada roca caliza, entre verdes y azul celeste, que decidí dedicarle esta sencilla entrada en plena Semana Santa.  

Cómo me gustaría, por otro lado, que la simbología con la que cada cual decida interpretarla sirviera para el bien común y el respeto. 

Buena semana.


domingo, 25 de octubre de 2020

Bravía...


 

La paloma bravía Columba livia es un ave, como su nombre indica, montaraz y muy brava. Nada tiene que ver esta brava columbiforme con sus homólogas palomas domésticas o urbanas. Ésta es un ave físicamente más rápida y de poderoso vuelo, capaz de burlar sobradamente al halcón peregrino Falco peregrinus, su enemigo más especializado y récord absoluto en velocidad.

Se ha denostado tanto a estas aves en las ciudades por parte de un sector humano que, por decirlo de algún modo, su nombre ha sido injustamente despreciado.

En la repisa bajo el puente sobre el río Mesa aguardaba la paloma. Pensé en el ataque del halcón peregrino, capaz de mermar en una persecución fugaz toda su fortaleza. Parecía descansar. Recuperarse. 
Estoica, luchadora con sus fuertes aletazos, trató de zafarse cuando la cogí. Después, ya no ofreció resistencia. De la zona ventral supuraba una herida con muy mal aspecto y desagradable olor. La herida, por el motivo que fuese, se había infectado descontroladamente. Desconocía qué pudo ocurrir. Poco importaba.
La llevé a casa acomodándola en una caja a oscuras. Se tranquilizó. Su mirada cristalina, inalterable, no reflejaba la agonía mortal tres horas después de su traslado.

20/10/2020

Farallón vertical de caliza donde anidan las palomas bravías junto a las grajillas. 

Otras batallas de la paloma bravía:

https://lanaturalezaquenosqueda.blogspot.com/2011/11/la-sombra-del-azor.html


miércoles, 18 de abril de 2018

Escapar de la muerte



Paloma bravía Columba livia. Ejemplar reposando y recuperándose de la fatiga tras escapar del halcón peregrino. Una criatura con fuerza y precisión. Me agrada dedicarle esta entrada por ello. 

En las entrañas del barranco, canalizado por inmensos cortados calizos, la voz de los pequeños pájaros se multiplica en volumen; también el siseo por la fricción del aleteo de algún buitre cambiando de atalaya o el profundo reclamo montaraz de las chovas piquirrojas. Todo se amplifica en un espacio tan cerrado.

Estaba muy concentrado siguiendo con la cámara el vuelo de una chova piquirroja. Entre la sonoridad del campo tan apacible, un brutal estruendo seco a unos 3 o 4 metros sobre mí me dejó paralizado. No sabía cuál era el origen del sonido que, como un estallido, tan sólo duró unas milésimas de segundo. Algo mas me hizo falta para reaccionar del susto y ver alejarse al halcón peregrino hacia mi izquierda y a la afortunada paloma hacia la derecha; ambos, envueltos en el vertiginoso picado. El colúmbido se incrustó en una zarza de la base de un nogal, desesperada, y el peregrino planeo reclamando con estridencia. 



Como es costumbre, tomé asiento sobre una de tantas rocas y anoté lo vivido. Algo así conviene anotarlo, dada su espectacularidad fuera de lo común (me refiero a la escasa distancia del picado sobre mí de la rapaz). 

Pasados unos 20 minutos, me acerqué a ver el estado de la paloma. Escuché un aleteo intenso, el ave trató mediante potentes aletazos de abandonar el interior de la zarza y, finalmente, lo consiguió. Se posó en la rama baja de un nogal, reposando cerca de una hora. Tan sólo me acerqué con prudencia para analizarla, y me alejé después para no estresarla mas todavía. La paloma había vencido una importante batalla, tenía una gran experiencia en su haber con tan pocas horas de vuelo ya que su plumaje juvenil así lo atestiguaba.



Estaba exhausta, todavía sentía el aroma del paisaje circundante, podía escuchar los sonidos de la naturaleza y ver el día tan extraordinario que brillaba a su alcance. Me imaginaba todo lo comentado mientras la miraba, victoriosa frente a las garras descolgadas del volador mas veloz de toda la fauna del planeta. Temblorosa, -quién sabe lo que pasaba por su cabeza-, se aferraba a la rama del nogal, analizando quizás, la ventaja en una escapada que no olvidará jamás. Sus ojos se cerraban lentamente evidenciando la incontenible fatiga.
Sin duda, cuando se congregue con los suyos, la alerta por la experiencia le otorgará un plus extra sobre alguna paloma primeriza que, tal vez, no supere la dura prueba.


Es difícil escapar a los ataques del halcón peregrino.

Es una extraña sensación acompañar por segunda vez a una paloma que escapa literalmente de la muerte; una lo hizo de un joven azor (escuché su jadeo desde mi ubicación) y ésta, joven, de un halcón peregrino adulto.
La vida es el máximo valor de un ser vivo en este planeta y, cuando la pelea una paloma, una carraca, un abejaruco, una oropéndola, etc. no hay belleza que posicione mas a unas que a otras frente a la muerte; la vida por dentro es lo mismo en todas ellas. 
La presa desmembrada por su cazador es roja, la sangre lo tiñe todo, y su muerte, paradójicamente, es un día más de vida para él. 
Por hoy, ha vencido y obtenido el día mas de vida la paloma y, entre vencedores y vencidos transcurre esta trama biológica. Algo tan importante a lo que muchos humanos han perdido el respeto para pasar agradables días de caza, de muerte, truncando la oportunidad valiosa de vivir a todas ellas a cambio de un macabro y mediocre pasatiempo innecesario en esta civilización. 
Cuando vivo estas escenas de lucha por la vida, mas detesto la sinrazón de la caza, el cazador y su manido derecho a matar por diversión.


Halcón peregrino Falco peregrinus.




lunes, 14 de noviembre de 2016

Paloma zurita (Columba oenas)


Los cantiles calcáreos son balcones ideales para exponer vocalmente sus intenciones los machos de paloma zurita Columba oenas. Desde allí, zurean machaconamente, aderezada su voz por el eco de un espacio encerrado por la roca. A cualquier hora diurna sin desdeñar incluso las horas más calurosas, como las chicharras bajo el intenso calor, resulta audible su arrullo desde cualquier promontorio intentando atraer la atención de la hembra. El verde metalizado a ambos lados del cuello destella cuando sus pulmones se llenan y vacían de aire, convirtiéndolo una vez exhalado, en voz grave y ahogada como una súplica constante.

Muy vulgarizadas por la gente a causa de las palomas domésticas, las palomas silvestres siguen pareciéndome unas aves extraordinarias.

Muy parecida a su pariente próxima la paloma bravía Columba livia, se diferencia de ésta por carecer del intenso obispillo blanco y tener las franjas alares menos marcadas. El iris de los ojos es de un castaño oscuro que apenas se aprecia con el negro de las pupilas; en las bravías es de un tono anaranjado rojizo.
Es la menos urbana y en la ciudad coincide poco con la alimentación de palomas domésticas y torcaces.

Macho de zurita arrullando


Si la paloma torcaz tiene un enemigo a su medida como es el azor Accipiter gentilis, la bravía y la zurita tienen al halcón peregrino Falco peregrinus.
En el entramado rocoso del cañón del río Mesa no faltan las persecuciones de los peregrinos en busca de presas con las que subsistir.
La última secuencia que pude presenciar fue la de una infortunada paloma zurita, alcanzada por el macho de un peregrino rebosante de energía dispuesto a demostrar a la hembra su capacidad cazadora. Una ofrenda para aceptar ésta el emparejamiento y su disponibilidad reproductora.

A la izquierda un joven de paloma torcaz Columba palumbus y a la derecha joven de paloma zurita Columba oenas, ambas con tonos más apagados.



sábado, 17 de noviembre de 2012

ROLINHA ROXA (Columbina talpacoti): la microtórtola.





Cuando fotografíe a la tórtola del alféizar no sabía que se trataba de un ave especial con historia incluida ¿Qué hacía allí la pequeña tórtola? Pues aguardar a que se abriera la ventana de la oficina para recibir alimento de su benefactor. Cuando el hombre abrió, al darse cuenta de mi atención e interés, sonriente, me enseñó una fotografía del ave comiendo los granos que le ofrecía en el interior. Me comentó que, a veces, impacientada, picoteaba el cristal. No faltaba ningún día a la cita, relataba amablemente y con enorme satisfacción. Además añadió, que disfrutaba mucho con ellas. Por cierto, una encantadora mujer también amante de las aves, fue traduciendo la breve conversación.
Es una pequeña tórtola de 17 cm de longitud y 47 gramos de peso, poco mas grande que un gorrión y menor que un estornino. Existe un ligero dimorfismo sexual en ambos géneros respecto al tamaño y coloración, mayor en el macho cuyo plumaje es marrón rojizo y cabeza gris-azulada; la hembra es parda.

Fue una de las especies más tempranas en habitar medios antropógenos que, como suele ocurrir en las columbiformes, tienen tendencia a éstos lugares donde los beneficios son innumerables. Es muy común en zonas ajardinadas y visitante de comederos artificiales.
Se alimenta de todo tipo de semillas silvestres que es capaz de consumir y, como las palomas, también, de restos comestibles desechados por los humanos.
Son belicosas a la hora de disputar alimento y territorio frente a sus congéneres, a pesar de agruparse ocasionalmente.

Como otras colúmbidas a la hora de nidificar, prepara una estructura de pequeñas ramas apelmazándolas con excrementos para darle consistencia; concluye  la obra con unas ramitas mas finas donde depositará dos huevos. El nido queda muy oculto entre la fronda de árboles y arbustos.

Abunda en cualquier población urbana brasileña así como en Méjico, Perú, Paraguay y Argentina.
Tortolita castaña, tortolita rojiza o palomita colorada es como se la conoce en sus lugares de distribución, siempre en diminutivo aludiendo su minúsculo tamaño.

  

Rolinha roxa (Columbina talpacoti) campeando en un espacio abierto rodeado de bosque.

 

  
Más sobre Columbina talpacoti:

http://www.birdlife.org/datazone/speciesfactsheet.php?id=2564


domingo, 4 de noviembre de 2012

Aquella balsa en un día de calor




Hembra de ganga común (Pterocles alchata)


No, no, no. No es lo mismo, sobre todo en días tórridos, ahuecar y llenar la palma de la mano con agua fresca del arroyo y llevártela a la boca mediante pequeños sorbos que amorrarte (como dicen en mi tierra) de cabeza directamente sobre el agua y succionarla hasta completar el cupo necesario de hidratación. Es el único modo de colmar la sed placenteramente y sentirse absolutamente satisfecho. Vamos, de mitigarla de un tirón sin incómodas pausas viendo con impotencia como escurre el agua entre los dedos. 

 
Hembra de ortega (Pterocles orientalis)

El modo de beber de diferentes especies de aves es lo que veía desde mi observatorio con mucha atención durante un día de calor agobiante y prácticamente insoportable. Cuando las aves se acercaban a beber a la charca perdida en el páramo, sólo las columbiformes (palomas y tórtolas) y las pteróclidas (gangas y ortegas) bebían directamente el agua sin necesidad de echar la cabeza hacia atrás para tragarla. Este fenómeno se conoce como  peristalsis y consiste en sumergir el pico hasta la comisura del mismo y bombear o succionar el agua mediante contracciones del esófago, como hacemos los humanos.
Otros ejemplos similares y rápidos para ingerir líquidos es el de las suimangas (Nectariniidae) y los colibríes (Trochilidae) que lo hacen mediante una lengua protráctil y acanalada. Los loros (Psittacidae) baten hacia arriba el agua provistos de una lengua gruesa y corta. Aunque no sumergen el pico hasta sus comisuras como palomas y gangas, ninguno de estos tres grupos necesita variar su postura para beber.
Las aves marinas, pelágicas, aquellas que se pierden mar adentro, pueden beber agua salada gracias a unas glándulas situadas cerca de los ojos y, mediante una función similar a la ejercida por los riñones al filtrar la sangre, la sal es eliminada por los orificios nostriles. 
Tal vez, lo más cómodo sea conseguir el líquido necesario de las mismas presas capturadas por sus depredadores o, mediante otro tipo de alimentos consumidos por otras especies igualmente adaptadas a los espacios áridos, esteparios o desérticos que, por eliminación de los desechos nitrogenados en forma de ácido úrico (uricotelismo) reduce la demanda fisiológica del agua.

 
Grupo de jóvenes palomas torcaces (Columba palumbus)

Abrasándome dentro del hyde, atendía visualmente los minúsculos y fugaces tragos de variados pajarillos mientras bebían, entraron entonces, recelosas, unas torcaces y unas ortegas, enchufaron el pico en el agua y la bombearon sin mover la cabeza con tragos que se adivinaban perfectamente. Una vez saciadas, la paladeaban complacidas y satisfechas al haberse quedado bien a gusto…y yo, desde el interior del hyde muerto de sed al haber consumido el agua de la botella, solo me quedó el consuelo de pensar desde mi desesperación: ¡así se bebe, si señor!

 
Pombão  (Patagioenas picazuro). Paloma de distribución meridional en Brasil; también presente en Argentina, Bolivia y Paraguay.

 
Urracas (Pica pica) bebiendo en la balsa.
Las narinas de la urraca de la izquierda quedan al descubierto mientras sumerge la mitad del pico para beber, no así en las columbiformes y pteróclidas que quedan bajo el agua. Mientras la urraca de la izquierda coge agua, la de la derecha, en la segunda fase, levanta la cabeza para que el líquido penetre por gravedad y, simultáneamente, vigila el entorno. Esta sucesión intencionada de vigilancia a la hora de beber es propia de muchas aves; unas vigilan mientras otras beben.


viernes, 12 de octubre de 2012

Por fin, pude ver a la Paloma Migratoria.

Paloma migratoria hembra; Passenger pigeon (Ectopistes migratorius).

“Sólo era posible recoger unas cuantas de las innumerables aves abatidas y muertas que había por el suelo, que siguieron derribándose de los nidos y cargándose en una fila casi ininterrumpida de carros, mientras el suelo se llenaba cada vez más de pájaros vivos, agonizantes, muertos y putrefactos…El horror duró mucho tiempo, demasiado…Unos enanos con apariencia de hombres, vestidos con ropas viejas y harapientas, con la cabeza cubierta por una tela basta y calzados con zapatos viejos o botas de goma, iban de un lado a otro armados con palos y mazas y abatían los nidos, mientras otros árboles se desplomaban y se quebraban sus ramas repletas; todo para acceder a las crías de los pájaros.”

“El espectáculo que Etta Wilson (Michigan, Estados Unidos) observó en 1870 con sus ojos de niña fue el principio del fin de las palomas migradoras  norteamericanas.”

Paloma migratoria macho; Passenger pigeon (Ectopistes migratorius).

Esta manifiesta crudeza reseñada en el libro Life counts (La extinción y sus causas) vivida por la pequeña Etta, marcó en su memoria seguramente, aquel penoso momento de caos irracional llevado a cabo por la avaricia desenfrenada de aquellos que perdieron, sin duda, el sentido común.
En la entrada que dediqué a la paloma migratoria (Ectopistes migratorius) con el titulo de “Martha: la triste historia de un final”, podéis leer algo sobre la breve existencia de esta especie que, a pesar de componer bandadas de más de mil millones de ejemplares, fue desapareciendo por obra del hombre en tan sólo cuatro décadas.

 

No voy a negar que aquel día en el museo me produjera cierta congoja, angustia, no sé… verlas en primer plano tras el frío cristal, donde descansaba esta pareja de palomas migradoras en el Natural History Museum de Londres. Ya intenté verlas en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid en los años ochenta, pero, no la tenían.
Reconozco que Londres es una ciudad maravillosa, pero he de confesar que este viaje precisamente, fue realizado ex profeso para ver lo que nos quedó de aquella preciosa especie que tan bien ilustró y relató sobre su encauzado exterminio el naturalista J. James Audubon, considerado el primer ornitólogo de América.

Fachada del Natural History Museum (London). Desde 1881 este soberbio edificio alberga en la actualidad unos 70 millones de especimenes.

 
El espacioso interior deja ver la meticulosa construcción muy detallada, desde donde preside la sala una escultura de Charles Darwin.


miércoles, 27 de abril de 2011

Desde el banco del parque


Primeras horas de la mañana. Los gatos consiguen ahorrar mucha energía mediante prolongadas siestas, más que cualquier otro animal y éstas, se acentúan a medida que envejecen. Su sistema sensorial altamente sofisticado (entre ellos el oído), le advierten de cualquier amenaza ante posibles peligros.


A veces, uno hace todo lo contrario de lo que pensaba hacer antes de salir de casa. De salir a la búsqueda de pequeños pájaros del parque, acabé sentado en un banco de piedra decorado con atractivos baldosines situado frente al estanque de cisnes y patos. Me gusta por supuesto, además, mirar la vida desde un punto fijo a la vista de los animales que, familiarizándose con la presencia humana, terminan aceptándola de buen grado. Al final, hubo en este horario temprano más tránsito animal del que pudiera esperar, y bastante entretenido por la curiosidad de su comportamiento. Gatos, cotorras argentinas, urracas, estorninos negros, gorriones, carboneros, tórtolas turcas, currucas capirotadas y un agateador común, pasaron confiados por este pequeño espacio del jardín botánico dentro del más amplio, parque de José Antonio Labordeta.

Dos mujeres tirando de un carro de compras se encargaban de distribuir por puntos muy concretos comida para gatos, bueno…comida para todos los habitantes del parque como observé posteriormente. Por lo que pude comprobar, los gatos ya estaban familiarizados con ellas. Me quedé mirándolas detenidamente por su labor altruista, y ellas hicieron lo mismo, pero, percibí cierta mirada de desconfianza hacia mí, deduciendo que tal vez, alguien les habría recriminado esa conducta.

Pues eso es todo, que no es poco, desde el banco de un animado parque. Personalmente, mirando la conducta siempre interesante de cualquier especie animal, se puede pasar un rato muy agradable y relajante sin alejarse de casa.


El gato es un depredador muy eficaz. Muchas veces, la muestra de acecho y predisposición no indican un posible lance de caza, sino el resultado instintivo de una ocasión estimulada por la oportunidad que brinda el momento.
“Oreja cortada” se acerca sigilosamente a un grupo de palomas torcaces que ingieren plantas escogidas del césped.



Las colúmbidas no se alteran ante la presencia del felino. Finalmente, unos patos del estanque picoteando brotes cercanos al gato ilusionado, le hacen desistir de su constructivo sueño.


La tórtola turca se ha adueñado prácticamente de los parques y de sus recursos junto con las palomas, pero, aquí en este espacio recogido los gorriones utilizan otra estrategia que no tiene competidores, y es la entrada en las jaulas de especies exóticas que se exhiben dentro de este recinto para compartir comida con sus inquilinos.


Los gatos asilvestrados se adaptan bastante bien al entorno viviendo solos, aunque prefieren vivir en comunidades o colonias. Hay lugares como el parque donde pueden vivir con un nivel muy apto de plenitud y comodidad, y alternar la comida que les ofrece la gente con las presas que logran capturar como: ratones, ratas jóvenes, gorriones, tórtolas y estorninos negros entre otras.


Es difícil que en los grupos establecidos entren gatos nuevos y, en estos grupos siempre hay un ejemplar dominante ¿lo veis claro? Podríamos llamarlo “Perdonavidas”. Por lo que observé, el resto parecía evitarle.


Aquí vemos el fruto de la pareja de las amables mujeres dedicadas a la alimentación de estas criaturas, las cuales, bien pudieron vivir en compañía de humanos antes de ser abandonadas por sus dueños, como ocurre desgraciadamente con mucha frecuencia.


Y aquí vemos también el efecto secundario de la labor de las amables mujeres que por fortuna no resulta perjudicial, sino, altamente positiva para muchas aves del parque beneficiadas por ello. Las urracas poseen una bolsa gular dilatante que hace de almacén del alimento sobre todo en época de cría, por lo que tras sus visitas quedan escasos restos de comida.


Los estorninos más desconfiados, prefieren guardar fila bajando poco a poco y extremando la seguridad para acceder a su ración de pienso.

sábado, 5 de marzo de 2011

MARTHA: La triste historia de un final


Martha

En mi antiguo colegio -de régimen interno en los años 70-, recuerdo todavía, el rumor sobre la interesante posibilidad de disponer para los amantes de la lectura, de una biblioteca amplia y muy bien surtida de ejemplares. La idea personalmente me cautivó, más que nada, al asegurarme una vez comprobada la diversidad de sus volúmenes, que habría incluida una buena colección de libros sobre fauna. De este modo cuando de crío encontrabas algún pajarillo, adquirías consultándola un cierto conocimiento sobre sus costumbres y alimentación, y así, podías ponerlo en práctica. La biblioteca cuando se terminó tenía para mi sorpresa una abultada fila de curiosos esperando, cada uno, entusiasmado con sus lecturas preferidas; ya fueran cuentos, tebeos o cómics. Allí conocí a Martha y su peculiar historia, una historia trágica e incomprensible cuyo nombre y final nunca olvidé, y que sigo recordado con incredulidad escribiendo estas líneas.



Martha, para cualquier profano en el conocimiento de las aves era sólo una paloma más. Una especie sumada a otras tantas existentes en las enormes extensiones del territorio americano. Sin embargo, Martha, fue el resultado vergonzoso, miserable y nada ejemplar de la nefasta voracidad del ser humano. De cómo una especie abundantísima pasó en cuatro décadas a la desoladora y total extinción. Esta paloma nació en cautividad, mientras se buscaba desesperadamente un ejemplar macho con la intención inútil de salvar la especie. Se ofrecieron sumas importantes de dinero por el hallazgo de algún espécimen libre. Pero el dinero nunca se hizo efectivo. Hojeando libros, totalmente hechizado con la documentación de esta columbiforme, seguí conociendo más datos sobre Martha y su destino. Era la última, que se supiera, de su especie.



A las 13´00 horas del día 1 de septiembre de 1914, fue encontrada muerta en el fondo de la jaula del zoológico de Cincinnati después de 29 años de cautiverio. Su cuerpo se donó a La Smithsonian Institution donde se conserva naturalizada. Aquel infausto día, sucumbió definitivamente toda esperanza. Fue el último viaje de esta especie migradora.



Unas décadas antes, a principios del siglo XIX fue cuando el este de los Estados Unidos asistía a un espectáculo único en el mundo: la migración de la paloma migratoria (Ectopistes migratorius) que iba a pasar el invierno a la zona más cálida de este país, en las costas del Golfo de México. La abundancia de estas aves era tal, que llegaban a oscurecer el cielo. Se dirigían al sur atravesando los valles por cientos de millones provocando un sonido atronador. Alexander Wilson, en 1810, contó uno que, en su opinión lo formaban más de dos mil millones de ejemplares desplazándose a una velocidad de 90 kilómetros por hora, y tan agrupadas que podía estimarse su densidad en cuatro animales por metro cúbico. Estos extensos bandos migraban irregularmente en escuadrones de hasta dos kilómetros de frente que tardaban horas en pasar sobre un mismo punto.



Las tribus de indios, las esperaban en determinados dormideros fijos cuando regresaban a dormir durante el invierno, pues la carne de estas aves era muy apreciada por ellos desde tiempo inmemorial. Con la llegada de los colonos procedentes de Europa todo cambió. Ante semejante abundancia, los cazadores blancos se unían tratando de superar en las partidas de caza, las unidades de su vecino. La puntería no era requisito indispensable para matar. Bastaba con disparar contra la masa compacta de las aves para atravesar varios ejemplares a cada disparo.



Audubon –el famoso ornitólogo americano- describe la espera en un dormidero. Al llegar los pájaros el estruendo que hacían al volar y revolotear, unido a los disparos, el fuego –pues se llegaban a prender árboles para que cayeran las palomas chamuscadas- y el griterío de la gente, componía una barahúnda ensordecedora de la que era imposible diferenciar los diversos elementos que la componían. Miles y miles de palomas cubrían el suelo al amanecer, y cuenta –Audubon- “cada uno recogió las que quiso y después soltaron a los cerdos para que acabaran con el resto”. En las enormes colonias de cría, que cubrían muchos kilómetros cuadrados, los nidos estaban tan apretados que llegaban a los doscientos en un solo árbol, y las ramas se quebraban bajo su peso. Allí la masacre era, si cabe, mayor que en los dormideros. Concretamente una de Michigan medía 45 kilómetros de longitud por 5 o 6 kilómetros de ancho.



Todo el mundo dejaba en esa época su trabajo dedicándose a cazar los pichones –muy gordos y grasientos a los 15 días de edad- que después dice M. Edey, “se comían frescos, secos o en vinagre, o se convertían en grasa o se salaban para cuando vinieran tiempos malos. Continúa M. Edey cifrando alguna de aquellas matanzas: “desde los nidales de Pensilvania, parte alta de Nueva York y Winsconsin se recibían noticias de haber embarcado en unas semanas medio millón, un millón o dos millones de palomas. Sin duda alguna otras tantas quedaban sin embarcar, abrasadas, pisoteadas, devoradas por los cerdos, estropeadas o simplemente sin recoger.



Tanta presión despiadada, dejó a las palomas desprovistas de lugares donde asentarse. Allá donde fueran, eran esperadas y tiroteadas, tanto por el día, como por la noche. El telégrafo daba cumplida información sobre la ubicación diaria de estas aves y por supuesto, las armas eran cada vez más sofisticadas. Desgraciadamente, a este ritmo vertiginoso, no hay especie capaz de soportar una persecución de tal magnitud y en 1890, apenas un centenar de palomas se desplazaba fugazmente. Pero la caza continuó.



En 1911 se ofreció una recompensa de 1500 dólares: no se adjudicó. Las palomas migratorias libres habían desaparecido y sólo quedaban en zoológicos donde su reproducción era pésima. En 1908 había siete palomas migratorias, y ya en 1910 tan sólo una, de nombre Martha. Martha fue la última representante de una especie que nutrió aquellos gigantescos bandos kilométricos que llenaron con su vuelo atronador el cielo americano. Fueron disecadas muchas palomas migratorias, porque eran unas aves muy bellas. Prácticamente se conservan en casi todos los museos de historia natural, aunque para nuestra vergüenza, ésta y otras tantas especies borradas del mundo no volverán a deambular con vida.

Y…, ésta es la triste historia que… inmortalizó el nombre de Martha.
Aquel día, contuve la rabia en silencio, no daba crédito a lo leído.



Es impactante esta sugestiva obra de Walton Ford. Si se la puede clasificar como de surrealista, tiene para mí, un gran y profundo mensaje por tener cierta similitud con la imagen de Jesús arrastrando la cruz hasta lo alto del Monte Calvario. Aquí lo hacen las palomas en un escenario muy bien planteado por el autor, donde el caos que las colonias de estas aves sufría al ser sus árboles talados y quemados por una enfebrecida población de saqueadores, deja de manifiesto la crueldad padecida. Como Jesucristo, las palomas también portan el tronco de su penitencia, el tronco que como la cruz del Salvador, debería de suponer un motivo más para agregar a La Semana Santa de la vergüenza, donde el fariseísmo siempre tuvo y tiene los mejores asientos.

Fotografías: Wikipedia

domingo, 20 de junio de 2010

Un nido peculiar: (tórtola turca)


Macho de tórtola turca (Streptopelia decaocto)

La tórtola turca (Streptopelia decaocto) pertenece a las colúmbidas, familia que también engloba a las conocidas palomas. Esta ave proveniente de Asia meridional, irrumpió en la península ibérica a finales de los sesenta, y ha sido capaz de colonizar nuestro territorio con un extraordinario éxito. Su capacidad de anidar en cualquier lugar, tanto urbano, industrial como ajardinado (hasta cinco o seis veces al año), le ha proporcionado ventajas excepcionales en el campo de la seguridad (al evitar depredadores) y en el de la alimentación, al amparo garantizado de los asentamientos humanos. Una elección de lo más acertada, sin duda.

Con más genio que sus parientes las palomas domésticas, las turcas, no permiten mediante enconadas persecuciones que las urracas o cualquier ave, se acerquen a su parcela de nidificación. En un gigantesco plátano (Platanus hybrida) de una avenida de Zaragoza, una pareja de urracas tuvo que abandonar la construcción de su nido ante la presión de las tórtolas que ya incubaban en el mismo árbol. Los nidos de tórtola, son un conjunto escaso de pequeñas ramitas entrecruzadas, que permiten ver a través de las fisuras de su estructura los huevos de la puesta si se mira desde abajo.

El caso es, que andaba trabajando con una plataforma elevadora, y topé con un nido casi terminado de tórtola turca. Había aprovechado ésta, el recodo de una bandeja de las que utilizan los electricistas para canalizar los cables que alimentarán a la máquina climatizadora; y claro, faltaban los cables por colocar. No tuve más opción que la de retirarlo. Mi sorpresa fue, al comprobar uno de los materiales utilizados; había en el entrelazado de ramas herbáceas, viruta larga y fina como el alambre, proveniente de recortes de la chapa con la que se fabrican las cajas, conductos y demás piezas de los climatizadores en esta fábrica. No sólo los milanos negros, cuervos, cigüeñas etc., aportan elementos de origen humano a sus nidos, sino que estas aves invasoras (ordenadamente), se decantan por la nueva tecnología para realizar construcciones más sólidas. El filamento metálico, más maleable, facilita el entrelazado de las ramillas. Por el contrario, los perfiles cortantes del metal, son la cara negativa y peligrosa del nuevo material.


No es una creación abstracta de Tàpies, sino un destartalado nido de tórtola turca. Tampoco es que esté inacabado, que lo está, pero no esperéis mucho más para su conclusión salvo alguna ramita final. Y, en algunos casos dependiendo del individuo, el refuerzo del cuenco aportando excrementos para darle consistencia.


Detalle del entrelazado de las finas tiras metálicas.
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