

Todavía rondan en mi mente aquellas
imágenes en blanco y negro vistas en los vetustos televisores de la época,
donde unos pequeños gansos a duras penas podían seguir el paso acelerado de su
cuidador. Paseaban y nadaban con él donde quiera que fuera; su padre adoptivo
era el conocido etólogo Konrad Lorenz. Éste científico, descubrió por
casualidad que un polluelo de ánsar gris adoptaba como madre el primer ser
dotado de movimiento que le “hablara”, incluso, escuchándolo desde el interior
del huevo. Seguirán instintivamente los pollos a ese ser animal o humano, y
también inanimado que reconozcan por medio de sonidos o por ser lo primero que
vean al salir del cascarón.
Pero fue una grajilla quien lanzó a
Lorenz a su carrera como estudioso del comportamiento animal y, la que le dio
más popularidad en sus trabajos etológicos. Sin embargo, también se le atacó
por tratar de trasladar sus ideas acerca del comportamiento animal al
comportamiento de los seres humanos. Alcanzó fama mundial como padre de la etología, y por la importancia reconocida
de sus trabajos en este campo y en otros le fue otorgada la concesión del
Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1973 junto a Nicolás Timbergen, gran
conocedor de la conducta social de las gaviotas.

Después apareció Félix Rodríguez de
La Fuente, un
conversador incansable, envuelto en la emoción de sus propias historias, capaz
de transmitirlas con una pasión fuera de lo común, casi, con la voz prestada de
la mismísima naturaleza. Las rapaces y el lobo encabezarían su pasión. Benigno Varillas en la biografía dedicada al naturalista
comenta: “a raíz de su primer contacto con el lobo, intentó establecer
con éste la misma relación que había logrado con las aves de presa: una
comunicación íntima, un conocimiento profundo de sus movimientos, necesidades,
costumbres y capacidades. Veinticinco años después de aquel primer encuentro,
en la primavera de 1965, los cánidos salvajes irrumpieron de nuevo en su vida.”
Contaba Félix:
“En mi infancia, muchas veces oía
aullar a los lobos en las noches invernales. Nada más sobrecogedor, más
hermoso, por otra parte, en la noche estrellada del alto páramo de Castilla,
que el aullido lejano del lobo. Es como si la Tierra no hubiera perdido su espíritu salvaje,
como si conservara todavía algo del lejano Paleolítico. Es como si la Tierra estuviera viva,
lozana y palpitante.”
Y, en
aquellas casettes tan populares que regalaba la marca de yogures Yoplaît en los
años 70, se expresaba el naturalista plenamente convencido:
“Hace quince años, decidí hacerme
lobo, transformarme en un lobo más para, hablar con los lobos, para asistir a
sus cónclaves, para integrarme en una manada, y para desvelar los secretos del
más desconocido, aunque sea uno de los más populares e incluso de los más
míticos de los animales. Al escuchar estas palabras en la grabación, alguno de
vosotros pensará: que exagerado es nuestro amigo Félix, nos va a decir que se
ha hecho lobo, y nosotros lo acabamos de ver en la televisión con una camisa y
una chaqueta de campo de color caqui.”

El porqué
de todo esto, está relacionado con la idea concebida a raíz del atento
seguimiento que dediqué a estos grandes e ilustrados amantes del comportamiento
animal. Precisamente, para extrapolar sus conocimientos y prácticas a una idea
totalmente casera, superficial y descabellada con el único objeto de contactar
en libertad con el búho real. Lorenz con sus gansos y sus grajillas, Félix con
sus lobos y rapaces, y yo tratando de buscar cual visionario el modo de acceder
a tan reservada rapaz de la noche; cosas de soñadores.
Y
entonces… ¿cómo acercarme al búho real?...haciendo uso del reclamo, pero no del
reclamo enlatado y mecánico de los artefactos reproductores de sonido, sino mediante
el plagio a pulmón batido, con voz natural controlada por mí. O, por lo menos,
así lo llegué a creer. Pero no fue tan sencillo.
Búho real (Bubo bubo), ejemplar recién liberado.
La entrada “Búho real (Bubo bubo): el superpredador y sus presas (2)” es
actualmente la más visitada de este blog. Reconozco que dicha rapaz por su
grandiosidad, belleza salvaje y hermetismo genera enorme tirón entre los
observadores de aves. Es por ello, por lo que he decidido dedicar a quienes tanto
intriga el misterio de esta portentosa rapaz nocturna las observaciones
seleccionadas que más me impresionaron a lo largo de aquellos años dedicados a
su seguimiento.
No se trata de un trabajo científico, pero no por ello, perderá
interés en cuanto a la gama de datos curiosos observados en diversas ocasiones.
Son los apuntes más personales que poseo; creo que no os dejarán indiferentes. Hay
muchas preguntas en el aire… ¿Cómo se oculta el búho real? ¿Cómo abandona el
posadero? ¿Duda esta rapaz sobre la ubicación del lugar cuando acude a por una
presa escondida previamente por él? ¿Cómo copula la pareja? ¿Cómo se exhibe
ante la hembra el macho? ¿Cómo muere un búho real en su territorio? etc....No
seré yo quién conteste a las preguntas, pero sí os contaré tal y como viví todo
en riguroso directo, al fin y al cabo, era lo que perseguí toda mi vida. Algunas
vivencias son increíbles, por lo tanto, apelo al sagrado código ético de los
ornitólogos. Las conclusiones finales, serán las vuestras. Espero de corazón
que las disfrutéis tanto como yo.
Destacaría el enorme carácter
territorial de algunos machos de búho real y, la presunta infidelidad de
algunas hembras con sus parejas.