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viernes, 5 de marzo de 2021

Águila de Bonelli: defender la propiedad del nido


A las águilas de Bonelli Aquila fasciata, se las atribuye una irascibilidad desmesurada contra los buitres leonados Gyps fulvus. Podemos ver con algo de suerte en el campo, a pesar de su mermada población, sus fulgurantes ataques hacia los pacíficos carroñeros sin aparente razón. Sin embargo, hay algo más concreto que justificaría dichos ataques ejecutados por esta rapaz de pecho blanco. Toda necesidad biológica conlleva un gasto de energía y, el robo de ese esfuerzo, una reacción.

No son gratuitos los ataques del águila de Bonelli hacia los buitres. El período reproductor del gran necrófago comienza mucho antes que el de la mediana rapaz rupícola, por ello, pueden elegir frente a otros competidores del mismo hábitat dónde se instalarán para traer al mundo a su descendencia. Entonces, para los buitres, las plataformas añejas del águila de Bonelli son el lugar ideal para dicho cometido. El problema de estos robos, lleva a la rapaz cazadora a quedarse sin ubicación para anidar, por lo tanto, han de emprender rápidamente la construcción de otro nuevo incrementando el esfuerzo que ello supone.



Del mismo modo que el búho real Bubo b.hispanus en el nido es capaz de identificar el vuelo del águila real Aquila chrysaetos y otras rapaces molestas erizando por la reacción las plumas dorsales; el águila de Bonelli sabe sobradamente quién ocupa sus nidos, viéndose abocada a realizar duros ataques contra las aves carroñeras como usurpadoras.
El vecindario del roquedo se conoce perfectamente y, nada de lo que ocurre es casual.

Este año, bastantes buitres leonados van tardíos en su ciclo reproductor. La última semana de febrero los he visto atareados trasegando ramas para adecentar su plataforma nidal. He visto cómo el ejemplar que seguía como referencia, se posaba en el de un congénere para llevarse gran parte del fino forro del nido donde irá bien acolchado el huevo de la puesta. Impera entre las especies la ley del mínimo esfuerzo.

Miraba con atención al águila de Bonelli emparejada, cubriendo con elegantes vuelos su amplio territorio. Unos ataques al buitre leonado por parte del macho me ponen en guardia y sigo parte de ellos. Más tarde, la hembra acude veloz a un punto concreto. No he reparado en ningún momento de qué podía tratarse, hasta el final. No era un ataque a un buitre leonado en su nido, no. Era el ataque para desalojarlo de su recién construida plataforma. Tras dos años en nidos ubicados en ajustadas covachas, éste se ha decidido a anidar en uno exterior, eso sí, bien disimulado.

Las fulgurantes pasadas de la hembra de Bonelli hacia el buitre leonado son dramáticas. El necrófago se protege como puede, asumiendo que el temporal pasará pronto. Sin embargo, no parece tener la dueña del nido en disputa la idea de abandonar. 
La contienda se soluciona con el desalojo forzoso, asentándose la hembra en su elaborado nido como legítima dueña.

Mientras el macho realiza unos ataques, la hembra de águila de Bonelli detecta la presencia de un buitre leonado en su nido recién construido y va a su encuentro.






El buitre leonado se ha mantenido firme en su resistencia, aunque finalmente, desiste y abandona.

La hembra de águila de Bonelli recupera de nuevo su nido.


Al día siguiente, si es el mismo buitre, ocupa una vez más la plataforma del águila de Bonelli
De momento, es la última noticia de la que dispongo hasta una nueva visita.


Una pareja de águila real sobrevuela a gran altura el territorio de las medianas rapaces. Éstas, se limitan a marcar su presencia con reclamos de alarma.

NOTA:
Las imágenes del nido han sido tomadas desde 847 metros de distancia (Google Maps) para guardar un espacio prudencial.
Siento la pésima calidad de las fotos en estos casos.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Aires de grandeza



Son las 10´06 horas y tengo enfrente a un águila real Aquila chrysaetos joven del año sobrevolando la zona de nidificación del águila de Bonelli Aquila fasciata.

Comienza a arreciar el viento por el efecto Bárbara, una borrasca creciente. El viento es templado y los buitres leonados Gyps fulvus se animan a volar. Al águila real parece ocurrirle lo mismo. Es tan fácil y cómodo sostenerse en el vacío que, su vuelo se impregna de habilidad extraordinaria. Sin esfuerzo.

Persigue a los buitres en su órbita haciéndolos acelerar en su calmado planeo. Aboca, además, al resto de necrófagos que reposan plácidamente, obligándolos a reanudar un vuelo inapetente y forzado.
Sube, baja, quiebra entre los verticales farallones, fija objetivos a los que amagar ataques, incluso, prende una rama del pino con sus garras tirando de ella sin arrancarla.

Así, ha estado la joven águila real durante un buen rato deleitándome con su pericia aérea. Estábamos tan a gusto, ella dibujando sus piruetas y yo observándola que, temía la aparición de la pareja de águilas de Bonelli.

20/octubre/2020 Cañón del río Mesa.

  







sábado, 17 de noviembre de 2018

Sobre las cumbres calizas


Águila real, Aquila chrysaetos

Estoy concentrado en el vuelo sostenido del águila real. Planea como los buitres, sin embargo, no lo hace con mayor capacidad, sino con soberbia; afirmaría que asimilada por el poder ostentado sobre el resto de criaturas a lo largo del valle empantanado. Tiene la supremacía real para someter al resto de especies a su presión cinegética; hasta el búho real Bubo bubo, realeza de la noche, lo sabe y la teme.

El repiqueteo de unas piedras por el canchal me pone alerta. Es el ruido característico de algún mamífero caminando por la ladera que, al paso, con sigilo, las desplaza inevitablemente rompiendo su punto de equilibrio haciéndolas rodar. Pronto doy con él. Es un rebaño de cabra montés Capra pyrenaica hispanica caminando lentamente, cuyo frente dirige una hembra. Las más jóvenes sólo piensan en alcanzar el pasto que sacie su hambre, y los machos, también jóvenes, en un lugar tranquilo para descargar su fuerza contra el oponente y ganar la aceptación de las hembras para aparearse tras la victoria de la contienda. 
El ritual de combate lo llevan a rajatabla y, como puedo comprobar, con juego muy limpio. Ambos contendientes se dan tiempo, miden sus cornamentas, se elevan sobre sus extremidades posteriores y las chocan con fuerza provocando un gran estruendo, repetido por el eco debido al encajonamiento del lugar entre paredones calizos. Ahora, en época de celo, los ejemplares se dejan acercar más.



Bienvenida la estampa de esta especie que llena los montes del valle del río Huerva, antaño tan desolados y vacíos. Según los registros de los agentes de protección de la naturaleza, la expansión de la cabra montés llegó desde los Puertos de Beceite hasta este lugar allá por el año 2000; expandiéndose simultáneamente por el Sistema Ibérico hasta hoy. 


Excelente resumen documental en vídeo sobre el celo del macho montés; por el autor Javier Abrego García.

















Coronarse con grandes cornamentas es sinónimo de muerte. De este modo absurdo, termina la mayor cantidad de cabras montesas sus aspiraciones en la naturaleza; con el disparo fulminante de un cazador aventajado.