A
las águilas de Bonelli Aquila fasciata, se las atribuye una irascibilidad desmesurada contra los
buitres leonados Gyps fulvus. Podemos ver con algo de suerte en el campo, a pesar de su mermada población, sus fulgurantes ataques hacia los pacíficos carroñeros sin aparente razón. Sin embargo, hay algo
más concreto que justificaría dichos ataques ejecutados por esta rapaz de pecho blanco.
Toda necesidad biológica conlleva un gasto de energía y, el robo de ese esfuerzo,
una reacción.
No
son gratuitos los ataques del águila de Bonelli hacia los buitres. El período reproductor
del gran necrófago comienza mucho antes que el de la mediana rapaz rupícola,
por ello, pueden elegir frente a otros competidores del mismo hábitat dónde se instalarán
para traer al mundo a su descendencia. Entonces, para los buitres, las
plataformas añejas del águila de Bonelli son el lugar ideal para dicho
cometido. El problema de estos robos, lleva a la rapaz cazadora a quedarse sin ubicación
para anidar, por lo tanto, han de emprender rápidamente la construcción de otro
nuevo incrementando el esfuerzo que ello supone.
Del mismo modo que el búho real Bubo b.hispanus en el nido es capaz de identificar el vuelo del águila
real Aquila chrysaetos y otras rapaces molestas erizando por la reacción las plumas dorsales; el águila de Bonelli sabe sobradamente quién ocupa sus nidos, viéndose abocada a
realizar duros ataques contra las aves carroñeras como usurpadoras.
El
vecindario del roquedo se conoce perfectamente y, nada de lo que ocurre es
casual.
Este
año, bastantes buitres leonados van tardíos en su ciclo reproductor. La última
semana de febrero los he visto atareados trasegando ramas para adecentar su
plataforma nidal. He visto cómo el ejemplar que seguía
como referencia, se posaba en el de un congénere para llevarse gran parte del
fino forro del nido donde irá bien acolchado el huevo de la puesta. Impera
entre las especies la ley del mínimo esfuerzo.
Miraba
con atención al águila de Bonelli emparejada, cubriendo con elegantes vuelos su
amplio territorio. Unos ataques al buitre leonado por parte del macho me ponen
en guardia y sigo parte de ellos. Más tarde, la hembra acude veloz
a un punto concreto. No he reparado en ningún momento de qué podía tratarse,
hasta el final. No era un ataque a un buitre leonado en su nido, no. Era el ataque
para desalojarlo de su recién construida plataforma. Tras dos años en nidos
ubicados en ajustadas covachas, éste se ha decidido a anidar en uno exterior, eso
sí, bien disimulado.
Las
fulgurantes pasadas de la hembra de Bonelli hacia el buitre leonado son
dramáticas. El necrófago se protege como puede, asumiendo que el temporal
pasará pronto. Sin embargo, no parece tener la dueña del nido en disputa la
idea de abandonar.
La contienda se soluciona con el desalojo forzoso, asentándose
la hembra en su elaborado nido como legítima dueña.
Mientras el macho realiza unos ataques, la hembra de águila de Bonelli detecta la presencia de un buitre leonado en su nido recién construido y va a su encuentro.
El buitre leonado se ha mantenido firme en su resistencia, aunque finalmente, desiste y abandona.
La hembra de águila de Bonelli recupera de nuevo su nido.
Al día siguiente, si es el mismo buitre, ocupa una vez más la plataforma del águila de Bonelli.
De momento, es la última noticia de la que dispongo hasta una nueva visita.
Una pareja de águila real sobrevuela a gran altura el territorio de las medianas rapaces. Éstas, se limitan a marcar su presencia con reclamos de alarma.
NOTA:
Las imágenes del nido han sido tomadas desde 847 metros de distancia (Google Maps) para guardar un espacio prudencial.
Siento la pésima calidad de las fotos en estos casos.