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jueves, 12 de noviembre de 2020

Te estoy viendo...


Hembra de cabra montés Capra p. hispanica. Su recental probablemente aguardaba oculto entre las frondosas Ephedras de la repisa en lo alto del escarpe. La atención de su progenitora se multiplica.

Ciertamente, la mayoría de las veces, los animales ya nos han cazado con su mirada activa durante nuestra intrusión en la naturaleza. El escaso ruido que podamos provocar lo detectan rápidamente, al igual que nuestros leves movimientos, incluso, si permanecemos quietos. La vigilancia es un baluarte imprescindible en su vida diaria, de ella dependen en gran medida para alimentarse y sobrevivir. La falta de atención en un descuido, puede costarles la vida. 

Estornino negro Sturnus unicolor atisbando en derredor para comprobar la seguridad necesaria antes de acceder al nido.

Un águila calzada Hieraaetus pennatus se solea relajadamente sobre una terrera.
Su silueta llamó mi atención, pero ella, hacía rato que vigilaba mis pasos.

La chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax se ha posado en el roquedo, la he visto llegar. Lo más importante para ella, parece ser, controlar mis intenciones.

Macho de roquero solitario Monticola solitarius. Centinela del entramado rocoso, siempre pendiente de los acontecimientos externos desde cada una de sus atalayas.

Algunas criaturas no se esmeran demasiado en vigilar correctamente y son fácilmente sorprendidas, como este zorro Vulpes vulpes durmiendo profundamente en un altillo rocoso. 


viernes, 19 de junio de 2020

La Roca



Las cámaras de foto-trampeo tienen la ventaja de trabajar sin nervios y sin el apresuramiento del fotógrafo impaciente. Lo hacen solas y sin gran parafernalia; tan sólo ajustadas previamente, cumplen su labor. A pesar de la inferior calidad de imagen en comparación con las réflex, suplen bien esa deficiencia con capturas de grandes escenas si la ubicación es la correcta. Para documentar ciertos comportamientos o avistamientos, es una herramienta imprescindible.

Hace una semana ubiqué la cámara en un altillo calizo escogido al azar, simplemente para comprobar el abanico de oportunidades que esta modalidad técnica puede ofrecer.

La primera inquilina espontánea de la Roca es la chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax, muy activa. 

Un buitre leonado Gyps fulvus joven, del año anterior, aterriza en el bloque pétreo. La Roca comienza a animarse. Es la rapaz que vive de la muerte. La aguarda pacientemente buscándola cubriendo grandes distancias aéreas. Es su modo de vida; topar con la agonía por enfermedad o accidente mortal de otras criaturas. .






Aparece una sosegada hembra de cabra montés Capra pyrenaica hispanica. Como suele ocurrir en estas ocasiones, lo hace fuera del marco ideal. 


Por fortuna, la hembra se acomoda en la Roca, y con sorpresa incluida; un precioso recental de pocos días. 
La panorámica nos permite comprobar el detalle de las ubres productoras de leche para alimentar al chivo.

La madre vigila constantemente el terreno de cría. Con su vástago, tan vulnerable, apenas se habrá alejado del lugar. 


El chivo, temeroso, abierto a las curiosidades de la vida.




Parecen muy coordinadas vigilando en derredor su seguridad.

Otra hembra acude al mismo punto de la Roca.


¡Sorpresa! Esta vez es una madre de dos recentales, algo mayores que el anterior. Una pena que estén fuera de plano pero, es un buen detalle de la familia.


Solo uno de los hermanos se decide a culminar el bloque rocoso.


¡Vaya brinco! No hay duda de la gran agilidad del pequeño.


Al bajar la hembra del pedestal pétreo percibo un detalle terrible, su extremidad inferior izquierda está amputada.
La vida continúa. No hay tiempo para otra cosa que no sea el cuidado de los pequeños a su cargo.

Otros pajarillos como el roquero solitario y el escribano montesino se han posado en la piedra pero, la ínfima calidad no era ideal para exponerlas.
La verdad es que este método tiene muy buenas prestaciones.

Entrada relacionada con la cabra montés.
https://lanaturalezaquenosqueda.blogspot.com/2019/12/pies-de-cabra.html

domingo, 15 de diciembre de 2019

Pies de cabra




Agobiante hyde. Una continuada e infinita ventana con orejeras. Un pobre horizonte meditabundo, complementado por la esperanza fugaz de una ansiada especie a la que fotografiar; si hay suerte. Paciente aguardo, aguzada impaciencia cuando uno se desespera. Sin embargo, no deja de ser el mejor sistema para obtener fotos de aceptable calidad.
Ahora, nada mejor que una buena sentada en una cómoda y despejada piedra para avizorar el terreno en busca de algo interesante con que alimentar la curiosidad.




Así lo hice días atrás. Me apetecía presenciar el escenario natural con todo su esplendor. La vida inerte frente a mi mirada absorta e indisciplinada.
Pasaron los minutos tan rápidos como el envite de los fringílidos fugaces, apresurado su vuelo por la necesidad de nuevas oportunidades. Tiempo que fulminan los seres al llenar el entorno serrano de peñascales y azulada bóveda.




Abandonó el punto muerto de mi abanico ocular una hembra de cabra montés al introducirse en mi campo de atención. Sin prisas. La caída de algunas piedras delataron su presencia; escandalosas en una vallejada repleta de silencio. Con los prismáticos atisbé a la cabra con renqueante caminar. La causa; una herida sangrante en el cuarto trasero izquierdo. No parecía de disparo, ya que hubiera reventado la extremidad. Sospeché de una mala caída trepando o descendiendo con sus "teóricamente" infalibles pezuñas, mas fiables que unas pies de gato en la escalada. De cruces y placas están salteadas las montañas por ello, y las cabras, también sucumben ante imprevistos tramposos agazapados en la roca.





Dueña de su paciencia, avanzaba estoicamente con la fuerza de la vida, atravesando ajustadas repisas y sorteando empinadas laderas. Abordando una travesía que facilitara un destino seguro para desarrollar un futuro posible.
Un joven macho montés encelado se acercó. Me sorprendió (según mi interpretación personal) como a su celo, se anteponía un cierto temor a la sangrante herida de su congénere. No obstante, la vida empuja fuerte para procrear, y el macho, la acompañó. No estaba la hembra entregada en absoluto al período nupcial. Tampoco el macho montés perseveró.




Intento entender las experiencias de los animales y, la de la cabra, me hizo reflexionar para no bajar la guardia. Un buen mensaje para los que acostumbramos a seguir rutas hostiles como la de estos montaraces animales en nuestro campeo.

Todos estamos expuestos a los accidentes, aun tomando las precauciones oportunas. El fallo de cálculo nos lleva a errores fatales cuando la roca está impregnada de gravilla, tierra o líquenes húmedos.

Una joven cabra yace bajo un roquedo calizo. La muerte, por causa desconocida, bien podría deberse a un mal cálculo.


jueves, 23 de mayo de 2019

Nido malogrado de búho real (1ª parte)




Observar desde caminos, como si mi persona correspondiera a la de cualquier agricultor o ganadero de la zona, da mas tranquilidad a las aves aposentadas en sus nidos.
Con el búho real Bubo bubo hispanus funciona bien, si no te sales del trazado. Te observa, pero, condicionado por tu acción de seguir la marcha y no demorarte en la parada demasiado tiempo. Hay que disimular, aunque parezca absurdo, cuando se mira. A los animales no les gusta mucho las miradas fijas hacia su ubicación, se sienten localizadas y, por ende, vulnerables.





En esta ocasión, no vi a la rapaz en el nido a pesar de la distancia marcada para no molestar, ni siquiera, utilizando el telescopio. Entonces, desistí del lugar para dedicarme a otras zonas.
El mes de junio del pasado año, acudí otra vez para ver posibles rastros y me encontré con el nido desvalijado. Los huevos habían sido devorados, probablemente por córvidos. No sabía qué podía haber ocurrido hasta que aprecié la repisa llena de excrementos y huellas de cabra montés Capra p. hipanica. Es posible que la cabra utilizara el oculto lugar para descansar repetidamente, lo que daría al traste con la puesta del búho real.


Nido de búho real de frecuente utilización correspondiente a otra pareja
Con la expansión de la cabra montés, esta oquedad fue objeto de ocupación como paritorio de dicha especie. 
La superficie comparte excrementos del ungulado y restos óseos antiguos con egagrópilas desmenuzadas de la última crianza del búho real en 2018.   


Un primer plano muestra los restos óseos y una funda roja de la mandíbula superior de chova piquirroja, todo rodeado de excrementos de cabra montés.

Hice un seguimiento casi semanal de la repisa nidal borrando las huellas para comprobar la visita de la hembra al lugar. La rapaz seguía visitando su nido y marcaba el cuenco (fuera de la época de cría).
Para comprobar que se trataba del búho real y no de otra especie la que ahondaba la depresión del nido, coloqué una cámara de vídeo-trampeo muy pequeña.
El resultado fue interesante, a pesar de no conseguir el efecto deseado; ver a la rapaz nocturna arañar la tierra con sus garras.


Este huevo fue apartado del nido unos tres metros y consumido detrás del lentisco.



La entrada consta de cuatro partes, tres de ellas son vídeos de corta duración. Nos muestran el curioso acontecer en una repisa de poco mas de 6 metros cuadrados, donde hay un ejemplar notorio de lentisco, ruscos y hierba tierna alrededor del nido. 
Veremos tres especies actuando al margen unas de otras pero, con la autoridad indiscutible de la hembra de búho real visitando su nido.

lunes, 29 de mayo de 2017

Estampas de hembras de cabra montés

Cabras preñadas 15/04/2017

Aprovechando la verticalidad de los paredones calizos, entre brotes tiernos de plantas seleccionadas, las hembras de cabra montesa Capra pyrenaica hispanica ramonean todos los rincones con objeto de alimentarse y producir la leche necesaria para los tres o seis meses de lactancia de sus recentales a punto de nacer. Han pasado casi los 150-170 días de gestación, aún preñadas, caminan con soltura por las encrespadas rocas calizas. El parto tendrá lugar en mayo y junio.



Los gamones están a punto de florecer y contrastar en las laderas con el amarillo intenso de erizones y aliagas; entre el aroma montaraz de romeros y tomillos.
Después de producirse el parto, los recién nacidos aguardan muy vigilados por sus madres el momento de sumar fuerzas para ponerse en pie. El tiempo apremia, puesto que, si fueran sorprendidos por un poderoso predador, la madre poco podría hacer por él si no estuviera preparado.
Muchos de los nidos de búho real han sido usurpados por estos bóvidos, más fuertes que ellos. Personalmente, he podido comprobar como los espacios de expansión de jóvenes búhos, también son ocupados por hembras parturientas que encuentran estos cobijos ideales para traer al mundo a sus recentales.
Desde la base de los farallones calizos, me impresiona ver a las madres vigilar desde lo alto de cualquier fragmento pétreo sobresaliente el amplio espacio que se abre ante sus ojos, escudriñando todos los rincones con su inquieta mirada a la búsqueda de un peligro inminente. Con ello, la progenitora pretende ganar el tiempo necesario para el fortalecimiento de su vástago por si tuviera que salir a la desesperada.
Da igual que sea un joven búho real, la cabra montesa pendiente de su recental estará dispuesta a todo con tal de protegerlo: ver ejemplo.




Me gustan las escenas animales por su dinámica vital, y no me conformo solamente con ejemplares fotogénicos por su magnitud, si no por el concepto etológico dentro del enriquecido mundo de su biología; por muy sencilla que sea la especie. 

Hembra vigilando desde un punto rocoso elevado. El recental aguarda seguro y oculto en algún hueco de sabina negra o entre la roca.



Cuando el pequeño es capaz de sostener una buena carrera para ponerse a salvo, sigue a la madre. 


 Las cabras de monte se acomodan en cualquier lugar.



Del rebaño de ovejas, siempre hay alguna que se despista perdiendo la estela de sus congéneres.