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martes, 22 de octubre de 2019

El éxtasis del mirlo




El mirlo Turdus merula es madrugador, habitante de las sombras interiores de los arbustos y maraña vegetal. Todo un especialista en esos medios penumbrosos. Gruñón cuando se le sorprende y poeta en los atardeceres montaraces, sujeto a su recital aflautado y melodioso. Sus grandes ojos ven con poca luz entre los zarzales y apretada vegetación en busca de sus presas predilectas; lombrices y todo tipo de invertebrados ocultos entre la hierba y la hojarasca. A veces, entra en una especie de locura desbordada sacudiendo las hojas despiadadamente, quedándose de muestra como un setter inglés. Espera con paciencia a que algún insecto oculto en el envés de las hojas intente ponerse a buen recaudo, o simplemente incorporarse después del torbellino provocado por él.





De la naturaleza salvaje a la doméstica urbe, con toda la confianza, este pajarillo se ha establecido en el medio antropógeno con enorme éxito. 
Descarado entre los paseantes, prosigue con su habitual técnica cazadora sin apenas inmutarse. En las ciudades se le puede observar a placer y ver sus costumbres mas inverosímiles.



Hace una mañana agradable en la ciudad que vio morir al gran pintor aragonés Francisco de Goya; Burdeos. En su jardín botánico los carboneros andan curioseando sobre las ramas a los visitantes, y los mirlos, campean entre los tallos de todo tipo de plantas, árboles y arbustos del lugar. El sol matinal muy agradable y nada picajoso asoma entre el follaje denso de la arboleda.



Un mirlo intencionado aparece sobre el lomo revestido de musgo en una vieja tapia. Husmea apercibiéndose de la normalidad del escenario y baja con la seguridad de un experto taimado. Lo sigo con enorme interés, como si presintiera algo especial en su conducta. No le condiciona mi atención y va a lo suyo. Parece buscar un rincón que satisfaga una necesidad imperiosa. 
Dentro de un punto enmarcado de la jardinera se tumba moribundo, como clamando al cielo. Sin embargo, revive, disfruta del abrigo solar con una suerte de posturas agónicas pero complacientes. Intriga este comportamiento algo excéntrico, pero, deslumbrante. El sol obra el milagro de la vida.





"La luz solar es un factor muy importante para la vida de la mayoría de los seres vivos terrestres. Entre sus mayores beneficios está la síntesis de la vitamina D en la piel, indispensable para el metabolismo del calcio".

Burdeos, Francia 20 agosto 2019


jueves, 18 de enero de 2018

El madroño de un pueblo


Hay un madroño de tamaño medio en una jardinera de la calle de un pueblo de la Sierra madrileña del Rincón. No importa el pueblo ni el nombre de la calle, sólo el alegre árbol nutrido de frutos desarrollados y colores luminosos. 
Destacar, faltaría más, el buen gusto de quien plantó en su día tan preciado ornamento, pues cumple con creces dada la belleza en conjunto de sus hojas perennes y rojizos frutos con el cometido de su benefactor. 


Madroño Arbutus unedo. Florece en el otoño o principios del invierno, al tiempo que maduran los frutos del año anterior, de modo que se puede ver simultáneamente en flor y fruto. 

Me permite, personalmente, admirarlo por su curiosa cobertura foliar perenne, frutos rojos y dispersos ramilletes de flores blancas, cabizbajas. Un árbol de Navidad con alboradas campanillas y bolas granas, resguardado junto a la rústica casa de la incipiente nevada, incesante desde la madrugada. El paisaje pierde su policromía en favor de una blanca cubierta que lo esconde todo. Algunas aves urbanas y otras no tan urbanas visitan mas el núcleo humano, favorecedor de innumerables posibilidades de subsistencia. Es aquí donde el ornamental madroño se convierte en un benefactor mas para otras criaturas, ahora con la nieve, algo perjudicadas. Los mirlos consumen una gran variedad de alimentos vegetales y, para los inviernos crudos, nada mejor que árboles y arbustos generosos como éste. 





Me quedo perplejo y muy atento. Hace falta muy poco para incentivar mi curiosidad, para mirar y sentir de cerca el esfuerzo por la vida de criaturas tan comunes como el negro mirlo común. Conocen el madroño, se adivina fácilmente por las llegadas directas al ramaje para prender sus frutos e incluso los del suelo, también maduros y mas disponibles para comer. Hay alimento de sobras y los enfrentamientos son escasos entre las aves. El árbol se convierte en un espacio neutral para los mirlos a modo de refugio, hasta encadenar otra jornada venidera de tiempo menos frío que obligue a los mas imprudentes invertebrados a salir de sus escondites.

2 de diciembre 2017

Mirlo común Turdus merula.