Escucho
nítidamente la voz alarmada del trepador azul Sitta europaea, este pajarillo que trepa y desciende
por los troncos de los árboles con una facilidad asombrosa. Tan sólo la ardilla Sciurus vulgaris es capaz de hacerlo boca abajo con la precisión del trepador.
Está
muy atareado en adecentar una oquedad practicada por el pico picapinos Dendrocopos major ya
abandonada.
El viejo tronco del abiótico álamo apenas sirve, tan sólo, para
buscar alimento y un lugar de nidificación para ambas aves.
Sale
el trepador azul de la oquedad con restos de viruta y otras impurezas una y
otra vez del que podría ser el posible nido futuro. Sube y baja, cambia de
ramas repetidamente, ramas melladas por multitud de cicatrices provocadas por
el pico cincelador del picapinos e insectos barrenadores de la madera.
No
le agrada en absoluto al trepador la presencia del pico picapinos, y su audible
regaño llega con claridad hasta mis oídos. Pero, no sólo en este árbol inerte emite
su protesta, también lo hace en otros que he tenido la oportunidad de observar con
las mismas características.
Este
pícido, podría perfectamente desfalcar el nido con huevos o pollos de nuestro protagonista,
de hecho, también lo hace con las cajas anidaderas que carecen de una protección
metálica en la entrada.
La
piel áspera del desvencijado chopo cabecero se reviene, envejecida, quebradiza, carente
del flujo de savia que la hidrataba en vida. Infinidad de invertebrados rondan tras
ella en otro mundo oscuro y separado del exterior. Un mundo cuya llave
inmisericorde poseen los pájaros carpinteros, trepadores, agateadores y un
sinfín de aves exploradoras de este abrigado nicho ecológico.
Son
muy beneficiosos los viejos árboles sucumbidos por el paso implacable de los años.
Su proceso de descomposición es el mejor reclamo para atraer insectos
xilófagos perforadores de la madera. Renunciar a ellos significa arriesgar la
salud de los demás que todavía conservan la vida; incluidos los frutales del
agricultor. Siempre fue un grave error talarlos para el fuego. Esos titánicos
muertos en pie, han ofrecido una enorme fuente de alimento a las aves insectívoras
atraídas por los insectos que devoraban sus resecas entrañas.