Unos
álamos negros Populus nigra de la hoz de Pelegrina, se agitan con el viento
sobre el campamento del equipo de El Hombre y la Tierra. El sol, arranca destellos
áureos mientras bambolean sus copas rítmicamente con veladas luces intermitentes. Amarillentas
hojas interceptan la escena durante su caída, propagándose en el espacio como diminutas
partículas en forma de luminosos copos de nieve.
Toda
la esencia del otoño empaña con su colorido la cárcava del río Dulce. Entonces,
suena una música que inunda la estación que adormece el sotobosque. Una música
que penetra en lo más profundo del corazón humano dándole vida frente al ocaso
estacional de la naturaleza.
Es
una de tantas creaciones sinfónicas del turolense Antón García Abril. Un genio y
artesano de la composición musical, escenificador del drama, la tensión y el
sosiego de la vida silvestre. Otoños y primaveras, inviernos y veranos fusionados
con magistral poesía sonora gracias a su percepción sensorial, combinada con todas
las demás resonancias de la naturaleza. Un golpe de anhelo y esperanza capaz de
superar el desánimo de los días menguantes.
Si
Félix Rodríguez de la Fuente fue la voz de la naturaleza, es justo que la
música de Antón García Abril sea el fondo sonoro de todos los rincones vivos de
nuestro medio natural.
“Siempre
he intentado que la música se convirtiera en imagen y la imagen en música, y a
veces lo he conseguido”
Compositor de la banda sonora de los capítulos de El Hombre y la Tierra
Momentos otoñales
Viviendo los paisajes, las secuencias de la fauna Ibérica en todo su esplendor y, todo lo relacionado con la naturaleza, siempre me acompañó y me acompañará como sonido de fondo la extraordinaria música de Antón García Abril.