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lunes, 30 de diciembre de 2019

Calandrias




Este sábado pasado había una gran explosión de vida en campo abierto. Labrantíos plagados de aves.
Tierra aguardando los surcos del tractor para el resurgir de nuevas cosechas.
La naturaleza retomó de nuevo el pulso de la normalidad tras la borrasca Elsa, protagonizada por el fuerte y molesto viento.

Un cielo tachonado de calandrias dejaba caer, como una catarata, sus trinos. Y así, con vuelo decidido, asaltando las alturas, rivalizaban en la reconquista del espacio. El homocromo plumaje teñido de tierra y piedra, las hace desaparecer en el suelo para protegerlas de sus enemigos naturales. Precaución en todos los sentidos. En la planicie no conviene destacar salvo para despuntar a cielo descubierto como perseidas el fragor de su canto con arabescos aéreos. Preludio del apogeo nupcial.


Calandria Melanocorypha calandra.


Mimetismo sorprendente el de estas aves cuando permanecen posadas.

Antaño; no sé si en la actualidad seguirán con esta práctica tan abominable, los pajareros de jaula examinaban concienzudamente las planicies en busca de los nidos de estas aves. Enjaulaban a los pollos en vecindad con canarios y jilgueros, cuyo canto aprendían a modular, añadiéndole espléndidas variaciones.

Su alimentación se compone de invertebrados y semillas, pero, se las mantenía en cautividad estrictamente a base de éstas últimas.

Extracto del libro PÁJAROS DE NUESTROS CAMPOS Y BOSQUES de Pedro Ceballos y Francisco Purroy. 





Los llanos ocráceos de dinámica reverdeciente, borran el plumaje a los aláudidos posados. Pero, por desgracia, también acumulan la muerte dormida de los plaguicidas agrícolas, letales para su población y futuro. 


Corrales y tablas de cultivo.


Aljibe artesanal tapiado con piedra del lugar.




Calandrias disputando en vuelo. Toda una exhibición acrobática sin límites en las llanadas zaragozanas.