sábado, 30 de junio de 2018

Vista interior del nido de búho real en la torre de una iglesia



De todos los nidos de búho real que he visto, tanto de manera particular como en fotografías expuestas en las redes sociales me quedo, por su exclusividad, con el de la torre de una iglesia. Allí en lo mas alto de la construcción, dentro de la cúpula, el búho real asciende rompiendo la regla básica y manida del gasto de energía a la hora de ubicar el nido en un lugar de fácil acceso, habitualmente localizado en las cortaduras rocosas bajo el páramo de su cazadero, dejándose caer en planeo con el peso de la caza. Sin embargo, esta hembra, responsable de seleccionar esta extraordinaria ubicación, prescinde de ésta norma básica. Ha de esforzarse, por lo tanto, desde la llanura de la estepa monegrina para encumbrarse a la elevada torre con la presa a cuestas y alimentar a su prole; también el macho. Probablemente, la seguridad del lugar suple ampliamente el esfuerzo anual de ascensión al nido durante la reproducción de estas aves de la noche. La ocupación repetida por esta pareja del mismo nido durante muchos años, así lo avala.





Quería, a los que seguís este blog, interesados con las noticias del búho real -tal como me hacéis llegar mediante Emails-, acercaros las imágenes del interior de la cúpula donde la pareja de estas magnas nocturnas traen al mundo a sus pupilos. Ya habéis conocido a la familia y el exterior de la torre de la iglesia Nuestra Señora de la Luz en el pueblo de Valfarta (ver enlace). Ahora toca sentir el palpito de curiosidad infinita, tan humano, y asomarse al claustro nidal del búho real, en este caso, del medio antropógeno. 

¿Por qué subir a la torre? Porque SEO Birlife quería instalar una webcam para deleite de los amantes de esta especie y seguir en directo la cría de esta pareja de búhos reales en lo alto de la torre de dicha iglesia. Era una ocasión única para divulgar este curioso acontecimiento acaecido exclusivamente en una construcción de culto religioso.



Terminada la cría, evidentemente con todos los permisos reglamentarios para ello, accedimos por la estrecha y lúgubre escalera espiral de oscuras paredes. El mismo camino tan sobado por quien tuvo, además de tantos y tantos peldaños de por medio, la responsabilidad de tañer la atronadora campana para reunión de fieles; conmemorando celebraciones y apenadas despedidas. 

La estancia del campanario, amplia y de enormes aberturas verticales, conectaba mediante una escalera portátil a la trampilla de subida al piso final. No fue tan fácil, había tantos excrementos de paloma encima que se había bloqueado la tabla de cierre. Hubo que emplearse a fondo para levantarla, y la polvareda de todo tipo de restos al caer provocó una espesa nube irrespirable causada por el contenido acumulado durante años. La avalancha polvorienta y opaca nos dejó ligeramente blanquecinos.
Accedimos por los peldaños verticales de la vieja escalera hasta el habitáculo circular donde la cúpula se estrechaba y se cerraba en lo mas alto; justo el apoyo de la veleta.
El recinto ventilado por los ventanales romboidales dejaban entrar una tenue luz. Todo el suelo era una prolongado forro de huesos de las presas capturadas en el largo historial de cría del búho real. Algunas piezas óseas quebradas se clavaban en nuestras rodillas y palmas de las manos a medida que gateábamos realizando un análisis superficial de los restos. Las presas mas habituales, por lo tanto potenciales, eran los lagomorfos (conejo). Había además, gran cantidad de micromamíferos y palomas; de hecho, las columbiformes ya no anidaban en el mismo lugar. 
De este reducto fue desalojada también la lechuza, sin embargo, es posible que fuera por las obras de reforma de la iglesia que por la llegada del búho real. En algunos rincones, pollos momificados daban fe de su existencia pasada. 



Mi mirada descansó durante bastantes minutos observando la depresión nidal situada entre dos de los ojos circundantes de la torre. Pronto imaginé a la hembra tumbada, incubando o atendiendo a sus vástagos. 



Al final, por problemas técnicos, la instalación de la cámara no se llevó a cabo, y la estancia del Gran Duque sigue y seguirá prolongando el hermetismo misterioso de cada año. 
De todos modos, con las imágenes, podréis haceros una pequeña idea del desarrollo anual de la cría de estas portentosas rapaces nocturnas afincadas en esta increíble estancia. 
Tres han sido los pollos que ha sacado la pareja este año.



Hembra de búho real descansando en un pinar cercano a la iglesia donde anida.

domingo, 3 de junio de 2018

De urracas y tórtolas turcas.


De camino al trabajo, sobre las 6´55 horas, observo como una urraca Pica pica aborda el nido de una tórtola turca Streptopelia decaocoto que incuba tranquilamente. Apenas aprecio la pelea, tan sólo un forcejeo llama mi atención cuando veo aparecer entre las ramas de un pino carrasco donde se asienta el nido, al blanquinegro córvido. Arrebata a la tórtola uno de los huevos y lo estrella contra la rama donde está posada a escasos metros del nido, cayendo lo demás al suelo. El córvido come lo que queda adherido a la rama, cuando termina de picotearlo, baja donde se halla el resto del huevo, sin prisa. Una vez ha terminado, asciende hasta la rama que oculta el nido. Con desmesurada violencia, a la altura de la plataforma con la tórtola protegiendo el único huevo, picotea con fuerza su cabeza para obligarla a retirarse. La pequeña columbiforme aguanta aguerrida el envite belicoso, golpeando con sus alas a la urraca que, por mayor fortaleza, consigue su propósito apartándola lo suficiente para pinzar el último huevo y salir volando del lugar.
Esta vez la urraca ya no se para a consumirlo, sino que se lo lleva lejos, sabiendo que en el nido ya no queda nada. 


Vencida la tórtola comprueba los daños de su puesta en la minúscula plataforma de escasas y entrecruzadas ramitas. La malograda puesta se repondrá con otra nueva en otro lugar, dada la enorme facilidad de esta especie para ello.  

De vuelta a casa, veo el nido vacío ¿Dónde estaba el macho?
Algo no funcionó bien. Sólo pude ver a un ejemplar de tórtola campeando cerca, sin embargo, a pesar de ser un macho, parecía ajeno al problema.

No es la primera vez que observo enfrentamientos entre estas aves compitiendo por anidar en los árboles mas propicios para ello. Y, siempre, las tórtolas han ganado las batallas por su bravura conjunta. Su apariencia tierna encierra una belicosidad destacable a la hora de defender su feudo.


La urraca es un córvido oportunista muy entregado a la hora de explotar cada ocasión presente. La naturaleza no entiende de violencia, sino de oportunidades. Es obligado salir a buscar alimento y, éste, siempre provoca enfrentamientos por razones obvias.

Urraca explorando una comunidad de nidos de cotorra argentina en un parque de Zaragoza. 

Fotografía del blog Gatos en los árboles (gente solidaria con los animales).

Para apreciar lo que podría haber sido el daño a la tórtola adulta, incluso siendo capaz de defenderse, tenemos el ejemplo de ésta joven indefensa a la que le faltó poco para morir.
Por fortuna, fue recogida a tiempo tras un ataque de suma gravedad como se aprecia en la imagen. Es el método habitual de la urraca hacia los jóvenes pollos emancipados y sin experiencia; certeros picotazos en la cabeza hasta ocasionar la muerte. 
Ver la historia del pollo de tórtola pinchando aquí.

Las urracas picotean con fuerza y rabia el tronco donde se posan cuando descubren a un predador acechando o con alguna presa, graznando incesantemente. Hay que señalar, porque algunos lo pensarán, que, de la misma manera que se "roba" el alimento de la urraca (podría tener pollos) por la sensibilidad de la persona al actuar salvando a la víctima, los córvidos también dan al traste con el acecho de algunos predadores a los que sorprenden en plena faena. Por lo tanto, influyen también en la trayectoria cazadora del predador que podría tener descendencia a la que alimentar. 
Apiadarse de un animal herido es humano y comprensible; como es la necesidad delatora de los córvidos hacia los predadores para proteger a los suyos. 
La naturaleza expone; lo demás es habilidad para matar o vivir, e incluso, una gran dosis de suerte. 

Fortín bien escogido por una pareja de tórtolas turcas para anidar. 

Una semana antes, optaron por la O para anidar, pero, por su inestable base, no lo consiguieron. La P ha sido su definitiva elección. 

El macho, en este caso, atiende bien a su consorte. Vigila las inmediaciones del nido y consigue alimento con facilidad, ya que al lado de la gasolinera hay un bar que las surte de alimento fácil de conseguir. 



Macho acudiendo con alimento para la hembra en el nido.