
Ave juvenil con plumaje de primer invierno.
No colecciono citas de aves accidentales pero, cuando Carlos
Pérez me comunicó el avistamiento del falaropo picogrueso (Phalaropus fulicarius) cerca de mi antiguo
barrio de Casablanca en Zaragoza, no pude resistirme. No era la rareza lo que
impulsó mi decisión de acudir -hasta ahora debe rondar la veintena de citas en Aragón-,
sino la oportunidad de conocer a una especie que, como comentaba el etólogo
Vitus B. Dröscher en su libro “La vida amorosa de los animales”, es la hembra
la que lleva los pantalones. En esta especie los papeles están invertidos y, es
ella la que viste en época de celo con la más colorida librea mientras el macho
lo hace con un plumaje más discreto. Por supuesto, la hembra es, además, algo más
corpulenta y fuerte que el macho, razón por la cual deberá defender y preparar
el territorio para ellos, encargados después de la incubación y el cuidado de
la prole. Mientras, ellas, proseguiran sus batallas con otras hembras para
proveer de huevos a mas nidos; tres, cuatro o incluso cinco para después,
iniciar su viaje migratorio. Como conducta antagonista de los falaropódidos se
podría citar al combatiente (Philomachus pugnax) cuyos machos despliegan unas
vistosas melenas de plumas para exhibirse ante las hembras, muy disputadas entre
ellos aunque, después de la cópula, se desentienden de ellas. No olvidemos que,
un plumaje exuberante en belleza por su colorido, es también un gran atractivo
para los predadores al ser más detectable. Por ello, las hembras de falaropo
sufren muchas más bajas que los machos poseedores de un discreto plumaje.


En cada ser circulan varias hormonas sexuales masculinas y
varias hormonas femeninas. Cualquier animal y también cualquier persona tienen en
sí algo de hermafrodita. Pero, en general, preponderan en las hembras todas las
hormonas femeninas y en los machos todas las masculinas. En el comportamiento
poliándrico de los falaropos, las hembras cuentan con la cantidad de hormonas
femeninas suficientes para estimular la producción de huevos, sin embargo, el
dominio de las masculinas (segregadas por el ovario de las hembras) fomenta en
ellas la belleza, musculación y agresividad necesaria con la que disputarse a
los machos, enfrentándose a sus rivales féminas con objeto de ser fecundadas
por los elegidos. En cambio, un número mayor de hormonas femeninas predestinan
a los machos de falaropo a un comportamiento pacífico y femenino. Gracias a
dichas hormonas (prolactina), provoca en ellos la caida de las plumas pectorales en época
de celo. En la zona desnuda se concentra mucha sangre, para calentarla, formando
lo que se conoce como parche de incubación o placa incubatriz, necesaria para
dar calor a los huevos durante la incubación y a los pollos recién nacidos. A
las pocas horas de haber nacido, los pollos pueden valerse por sí mismos
acompañados de su progenitor.
Esta es una táctica convenientemente desarrollada entre la
mayor parte de las aves costeras que anidan en el Artico, donde la temporada es
extraordinariamente corta.


Son aves pelágicas; viven en el mar fuera del periodo
reproductor abarcando grandes extensiones de aguas litorales. Vuelan con gran
precisión. Aunque son buenos nadadores impulsados por sus dedos lobulados no están
capacitados para bucear. El plumaje abigarrado facilita el aislamiento en los
fríos espacios del norte ártico. Desde allí, tras un prolongado viaje transoceánico
alcanzarán sus zonas de invernada en mares tropicales. Algunos ejemplares como el de la imagen, pueden llegar a visitar la costa española, y raramente, zonas del interior.



Fue el pasado viernes 15 de noviembre a las 15´30 horas cuando pudimos
ver al falaropo picogrueso entre las zonas de remanso donde se alimentaba en la
rehabilitada planta potabilizadora antigua de Zaragoza. Carlos y yo tuvimos que
dar algunas vueltas siguiéndolo hasta conseguir estas tomas. Evidentemente, no
era nuestra presencia lo que ahuyentaba al ave, sino la búsqueda de lugares idóneos
donde alimentarse. En la zona donde se ubicó finalmente, pudimos verlo a placer
sin que recelara demasiado.