domingo, 27 de junio de 2010

Anidar entre alta tensión a cambio de paz


Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus)

Reconociendo el familiar reclamo del cernícalo vulgar vuelvo la vista, y tras observar con detalle, encuentro frente a mí a un milano negro que ha invadido su territorio. El macho de halcón con suma valentía, acude a desalojar al intruso propinándole severos ataques, impactando incluso contra el cuerpo de la mediana rapaz. Finalmente, aun esquivando perfectamente los ataques del pequeño halcón, el milano negro abandona ahuyentado.

El cernícalo vulgar, es un experimentado volador que se caracteriza por sus esquivos vuelos, inmovilizándose además en el aire mientras otea los alrededores sin dejar de agitar sus puntiagudas alas. Evidentemente, tampoco se acobarda ante la intrusión de águilas como la calzada, culebrera, perdicera e incluso la real.

En cualquier formación arbórea, yesífera, caliza, térrea, etc., distribuida por la totalidad de nuestra geografía española, la estridencia común del canto del cernícalo que casualmente nos puede sobrevolar en el momento más oportuno, nos hace levantar con curiosidad la vista. Sin embargo, la asiduidad de su presencia contrasta con lo atípico de algunos de sus hábitats y lugares de cría. No me refiero a ruinosas parideras, árboles o casas habitadas donde anidan esporádicamente, y que en cierto modo, no son tan habituales como las oquedades o las repisas de los erosionados tajos de tierra o roca fragmentada.

Ahora el talud arenoso lo ha cambiado por un gigantesco y aislado caserón de cemento y amplios ventanales fraccionados con cristales quebrados donde ubicar posaderos y nidos. El supuesto bosquejo, es una inexplicable masa de troncos de hormigón y metal cubiertos por un denso follaje de gruesos cables en todas las direcciones: la monótona rumorosidad que emite el fluido eléctrico de manera permanente va descomponiendo el ambiente acústico natural. Sí, todo artificial, pero es donde veo con asombro y por primera vez, a un viejo conocido que reclama y copula con toda naturalidad sobre el plano horizontal de un pórtico metálico que sujeta firmemente por medio de aislantes de porcelana, 220.000 voltios de alta tensión. Aquí el azar pende cada momento sobre las inconscientes aves que burlan diariamente la descarga mortal a cambio de una carísima calma con la que reproducirse sin apenas molestias.


Territorio de búho real abordado por la instalación de las energías ecológicas respetuosas con el medio ambiente. Cada parque eólico tiene en su base su correspondiente subestación eléctrica para concentrar y distribuir la energía.



Se trata de una subestación eléctrica, cuyo recinto vallado se halla estratégicamente ubicado en el centro de un coto de caza custodiado por un guarda. Todo parecen ventajas: los insectos abundan, no hay rapaces a las que desalojar o en algunos casos evitar, y tampoco hay avalanchas humanas de fin de semana. Una garantizada paz por la cual, únicamente el exceso de voltaje en un descuido, puede pasar factura a cambio de tanto bienestar. Nidos a escasa altura como el de urraca en un arbustivo olivo a 150 cm del suelo o, el de los gorriones comunes, golondrinas, aviones, grajillas, cernícalos y, por qué no: el de chova piquirroja en un ventanal protegido a cuatro metros del suelo, dan cuenta de esta realidad.


Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)


Los pollos de chova a punto de abandonar el nido, entre otros, serán testigos presenciales del liso cortado de cemento con una infrecuente panorámica de grava y altivas torres de hierro con entrecruzados cables. Aquí, el aguzado reclamo de sus progenitores y congéneres no está realzado por el acústico eco de sus cañones rocosos para que lo amplifiquen con fuerza desatada. Aquí como veo, no topan con el águila perdicera, la real o el gran duque; aquí sólo se enfrentan a la impasible e invisible descarga eléctrica que acecha con su amenazadora presencia. La desconocen y les es indiferente. El exceso de envergadura, multiplica el fatal desenlace: cuando los extremos de las alas producen una conducción simultánea (hacen masa), las consecuencias son de sobras conocidas. Cuando no, por crudo que parezca, son los predadores, expoliadores de nidos, o los tradicionales disparos de escopeta. La rentabilidad en cuanto a garantías de éxito durante la cría es comprensible para todas aves que han optado por este artificial cambio de hábitat. Hay alimento suficiente y plazas para anidar; y cómo no, la elección atrevida de esa frontera que marca la diferencia con el resto de los peligros naturales. Los cadáveres dispersos de algunas infortunadas aves, señalan que, en ningún lugar de la tierra la vida es fácil.


domingo, 20 de junio de 2010

Un nido peculiar: (tórtola turca)


Macho de tórtola turca (Streptopelia decaocto)

La tórtola turca (Streptopelia decaocto) pertenece a las colúmbidas, familia que también engloba a las conocidas palomas. Esta ave proveniente de Asia meridional, irrumpió en la península ibérica a finales de los sesenta, y ha sido capaz de colonizar nuestro territorio con un extraordinario éxito. Su capacidad de anidar en cualquier lugar, tanto urbano, industrial como ajardinado (hasta cinco o seis veces al año), le ha proporcionado ventajas excepcionales en el campo de la seguridad (al evitar depredadores) y en el de la alimentación, al amparo garantizado de los asentamientos humanos. Una elección de lo más acertada, sin duda.

Con más genio que sus parientes las palomas domésticas, las turcas, no permiten mediante enconadas persecuciones que las urracas o cualquier ave, se acerquen a su parcela de nidificación. En un gigantesco plátano (Platanus hybrida) de una avenida de Zaragoza, una pareja de urracas tuvo que abandonar la construcción de su nido ante la presión de las tórtolas que ya incubaban en el mismo árbol. Los nidos de tórtola, son un conjunto escaso de pequeñas ramitas entrecruzadas, que permiten ver a través de las fisuras de su estructura los huevos de la puesta si se mira desde abajo.

El caso es, que andaba trabajando con una plataforma elevadora, y topé con un nido casi terminado de tórtola turca. Había aprovechado ésta, el recodo de una bandeja de las que utilizan los electricistas para canalizar los cables que alimentarán a la máquina climatizadora; y claro, faltaban los cables por colocar. No tuve más opción que la de retirarlo. Mi sorpresa fue, al comprobar uno de los materiales utilizados; había en el entrelazado de ramas herbáceas, viruta larga y fina como el alambre, proveniente de recortes de la chapa con la que se fabrican las cajas, conductos y demás piezas de los climatizadores en esta fábrica. No sólo los milanos negros, cuervos, cigüeñas etc., aportan elementos de origen humano a sus nidos, sino que estas aves invasoras (ordenadamente), se decantan por la nueva tecnología para realizar construcciones más sólidas. El filamento metálico, más maleable, facilita el entrelazado de las ramillas. Por el contrario, los perfiles cortantes del metal, son la cara negativa y peligrosa del nuevo material.


No es una creación abstracta de Tàpies, sino un destartalado nido de tórtola turca. Tampoco es que esté inacabado, que lo está, pero no esperéis mucho más para su conclusión salvo alguna ramita final. Y, en algunos casos dependiendo del individuo, el refuerzo del cuenco aportando excrementos para darle consistencia.


Detalle del entrelazado de las finas tiras metálicas.
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domingo, 13 de junio de 2010

Ofidios: camisas de usar y tirar

Culebra de escalera joven (Zamenis scalaris) 160cm.
                 
Uno de los aspectos más llamativos de la biología de los ofidios es la capacidad de cambiar su piel. Lo hacen cada cierto tiempo al finalizar su utilidad, debido al prolongado uso en condiciones extremas donde viven estos reptiles. Esta acción se conoce científicamente como “ecdisis”. Los restos de la piel o muda que encontramos casualmente enredados entre la maleza de nuestros montes, son popularmente conocidos con el nombre de “camisas”. 

 

Culebra de collar joven (Natrix natrix)150cm.

La queratina, tiene un papel muy importante en la consistencia epitelial. Es una sustancia de gran resistencia al desgaste, presente en las escamas de los reptiles, uñas de mamíferos y picos de aves, etcétera. Es un compuesto inerte y de escasa elasticidad, por lo que su aplicación parcial a las heridas de la piel como: cortes o erosiones, resulta incompatible, dada su incapacidad para regenerar zonas concretas. Estos factores adversos, obligan a las serpientes cada determinado tiempo a renovar su piel. Dicha acción, la realizan con cierta periodicidad a lo largo del año. Los jóvenes, de crecimiento más rápido, mudan varias veces; mientras que los adultos, de crecimiento más lento, suelen hacerlo la mitad que éstos.




La culebra viperina (Natrix maura), dependiente del agua, es una culebra que puede alcanzar los 100cm., aunque su tamaño más habitual sea el de 70cm. La hembra es algo mayor.

Al cambiar su piel, la serpiente genera una secreción lechosa bajo la piel vieja, ablandándola. Esto le da una tonalidad gris-azulada y apagada (como la protección plástica de la pantalla de un móvil). La secreción es absorbida al cabo  de unos diez días, y la nueva piel, está lista para sustituir a la deteriorada. La muda se inicia desde la cabeza, una vez la serpiente encuentra el lugar adecuado para frotar su hocico contra algo áspero: una piedra, tronco o matorral, con objeto de levantar y despegar alguna escama labial. Tras Enganchar el fragmento desprendido, el ofidio se desliza, y la vieja piel se va despegando lentamente de su cuerpo, (como si tiráramos de la boca de un calcetín dándole la vuelta). Al terminar con la muda, su coloración y dibujo son nítidos y brillantes, (como la pantalla del móvil al quitarle dicha protección). Al secarse la piel desechada, presenta un aspecto y textura similar al celofán. Este fenómeno le permite desarrollar el volumen de su cuerpo, sanar heridas y eliminar parásitos externos.


Culebra lisa meridional (Coronella girondica). La mayoría de los ejemplares tienen como media los 60 cm., que sobrepasan fácilmente, llegando excepcionalmente a los 80cm.

Hubo un tiempo en el que recogía todas las camisas. Era algo enfermizo por llamarlo de algún modo (me lo decía un amigo). Pero no sólo recogía este tipo de restos, sino, todos los demás. Desde entonces hasta ahora, y gracias a la fotografía, me los llevo en la cámara, y dejo los originales para aquellos que estén por la labor o con la suerte de encontrarlos.


Culebra verdiamarilla (Hierophis viridiflavus) 180cm. Distribución: Pirineo y zona oriental del País Vasco.


Víbora hocicuda (Vipera latastei) De 60 a 75 cm.

Cuando una culebra tiene la cabeza cubierta de escamas como el resto del cuerpo, la cabeza triangular con las pupilas verticales y una expresión muy amenazadora, entonces se trata de una víbora (vipéridos). Éstas si que hay que mirarlas con precaución, familiarizarnos con el riesgo que entraña su peligrosidad ya que, pueden hacernos caer en un fatal error de cálculo.


Primer plano de la cabeza de un ejemplar de pequeño tamaño. Se aprecia el cuenco ocular, las placas craneales y las escamas; todo inverso. Entre las cuencas oculares están las placas superciliares, y en el centro, la placa frontal; ésta última es alargada, y más estrecha que las superciliares: son rasgos inconfundibles de la bastarda. En el resto de colúbridos, la placa frontal es tan ancha o más que las superciliares.


Vista de las escamas ventrales de la camisa.


Escamas dorsales.

 

Ayudada por la reseca vegetación, la culebra bastarda ha dejado su antigua piel.

 

La culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) es la mayor de la península y de Europa. Puede alcanzar los 240 cm de longitud. Las hembras son menores. 
Camisa de culebra bastarda: 180 cm. A la izquierda y casi a mitad de la funda, hay un euro que sirve de referencia.

martes, 8 de junio de 2010

El pequeño búho, no sobrevivió

 

No pudo ser. Es lo que tiene un post en suspense, y este sábado pasado lo comprobé. No he querido adulterar la realidad omitiendo por honestidad el desenlace final y definitivo del pequeño búho. Quería informaros entre otras cosas como ejemplo de lo acaecido, la dificultad de supervivencia que sufren incluso los poderosos durante esta fase vital tan delicada. La pequeña rapaz nocturna, sospecho que no pasó de la segunda noche. En el mismo lugar donde la deposité, unas pocas plumas agarradas a un reseco tomillo me dieron la pista inexorable. Lo demás, es una larga serie de hipótesis que ya no me interesan. Ahora, la muerte del pequeño búho, reforzará las posibilidades de éxito del segundo.

Desgraciadamente, la cadena trófica en el campo no siempre transcurre como una historia con final feliz, ni siquiera, para los que habitan el ático de la pirámide ecológica; y si así fuera, de ningún modo lo sería para sus víctimas. La muerte del pequeño búho supondrá un leve respiro a sus potenciales presas que, podrán recuperarse de esa presión cinegética ejercida sobre ellas por los búhos adultos al atender a un pollo menos. Ahora, los progenitores tendrán más tiempo con menos esfuerzo y más eficacia para dedicárselo.

Después de observar al primogénito, reconozco que está muy desarrollado, fuerte y receloso. Nada más verme a gran distancia se ocultó rápidamente. Buena señal y buenos reflejos.


Me comentan otros seguidores del búho real que, la inexistencia de la primavera causada por fríos y abundantes lluvias persistentes, han mermado notablemente el curso normal de la reproducción en prácticamente casi todas las criaturas silvestres. Por lo visto, también hay crisis en el mundo animal. El búho real, es uno de los mejores bioindicadores del estado poblacional de la caza en los territorios donde habita.

viernes, 4 de junio de 2010

El abejaruco


-Macho de abejaruco (Merops apiaster) dispuesto a obsequiar a su pareja con una abeja.

“- El primero de los polluelos del profundo nido de los abejarucos, se asoma por primera vez en su vida a la puerta del nido. Descubre a sus vecinos los conejos, graciosos y alegres gazapos que parecen muñecos de peluche. Descubre también, a una inquietante criatura: el pacífico cernícalo, sin embargo, cazador de insectos. Y en el cielo, la libélula. Mira los alrededores de su mundo el pequeño abejaruco, y quizá llegue a ver posado en una rama, al joven alcotán…”

Félix Rodríguez de La Fuente. (El abejaruco II parte: serie de El Hombre y La Tierra.)

Comienza de nuevo otra interesante historia, ya que sus protagonistas están acabando o a punto de hacerlo. Me refiero, al largo túnel donde una vez terminado, depositará la hembra entre cuatro y siete huevos de color blanco. En la obra colaboran los dos, y el desgaste de sus picos por el efecto perforador será de algo más de un centímetro; dependiendo claro está, de la profundidad de la galería y la dureza del terreno. La longitud oscilará alrededor de los 190 cm; excepcionalmente alcanzan los 300cm. Cuando horadan con su afilado pico la compactada tierra para hacer hueco, una vez excavada, es arrastrada con ímpetu hacia fuera utilizando sus cortas patitas para empujarla.
Durante una corta observación, las ofrendas del macho a la hembra han sido frecuentes a primeras horas de la mañana; estas, suelen ser de todo tipo de insectos alados que capturan en vuelo mediante súbitos giros interceptando su trayectoria. He visto nidos a muy diferentes alturas en los taludes, pero el más curioso, fue uno al lado de un cruce de caminos y a ras del suelo. Una enorme piedra a modo de mojón sobre el agujero ya construido, servía de posadero para las ofrendas nupciales entre la extravagante pareja. Algún coche, tractor y ganado ovino que circulaban por el polvoriento camino, lo convertían en un lugar irrespirable durante largos segundos si no había viento que lo disipara.
Retomando la cámara de cría: la hembra y el macho turnándose, incubarán la puesta durante unos veinte días; después, nacerán los pollos que la habitarán entre veintiséis y veintiocho días. Finalmente, cumplida ya la estancia en el oscuro pasadizo: el primero de los polluelos del profundo nido de los abejarucos, se asomará por primera vez en su vida a la puerta del nido.



-En esta imagen se aprecia muy bien el desgaste del pico.




-El viejo tamariz engalanado de inflorescencias, sirve como posadero a estas policromas aves venidas del continente africano.


-Abejaruco ultimando las labores constructoras de la galería.