
Paloma bravía Columba livia. Ejemplar reposando y recuperándose de la fatiga tras escapar del halcón peregrino. Una criatura con fuerza y precisión. Me agrada dedicarle esta entrada por ello.
Estaba muy concentrado siguiendo con la cámara el vuelo de una chova piquirroja. Entre la sonoridad del campo tan apacible, un brutal estruendo seco a unos 3 o 4 metros sobre mí me dejó paralizado. No sabía cuál era el origen del sonido que, como un estallido, tan sólo duró unas milésimas de segundo. Algo mas me hizo falta para reaccionar del susto y ver alejarse al halcón peregrino hacia mi izquierda y a la afortunada paloma hacia la derecha; ambos, envueltos en el vertiginoso picado. El colúmbido se incrustó en una zarza de la base de un nogal, desesperada, y el peregrino planeo reclamando con estridencia.

Como es costumbre, tomé asiento sobre una de tantas rocas y anoté lo vivido. Algo así conviene anotarlo, dada su espectacularidad fuera de lo común (me refiero a la escasa distancia del picado sobre mí de la rapaz).
Pasados unos 20 minutos, me acerqué a ver el estado de la paloma. Escuché un aleteo intenso, el ave trató mediante potentes aletazos de abandonar el interior de la zarza y, finalmente, lo consiguió. Se posó en la rama baja de un nogal, reposando cerca de una hora. Tan sólo me acerqué con prudencia para analizarla, y me alejé después para no estresarla mas todavía. La paloma había vencido una importante batalla, tenía una gran experiencia en su haber con tan pocas horas de vuelo ya que su plumaje juvenil así lo atestiguaba.

Estaba exhausta, todavía sentía el aroma del paisaje circundante, podía escuchar los sonidos de la naturaleza y ver el día tan extraordinario que brillaba a su alcance. Me imaginaba todo lo comentado mientras la miraba, victoriosa frente a las garras descolgadas del volador mas veloz de toda la fauna del planeta. Temblorosa, -quién sabe lo que pasaba por su cabeza-, se aferraba a la rama del nogal, analizando quizás, la ventaja en una escapada que no olvidará jamás. Sus ojos se cerraban lentamente evidenciando la incontenible fatiga.
Sin duda, cuando se congregue con los suyos, la alerta por la experiencia le otorgará un plus extra sobre alguna paloma primeriza que, tal vez, no supere la dura prueba.

Es difícil escapar a los ataques del halcón peregrino.
Es una extraña sensación acompañar por segunda vez a una paloma que escapa literalmente de la muerte; una lo hizo de un joven azor (escuché su jadeo desde mi ubicación) y ésta, joven, de un halcón peregrino adulto.
La vida es el máximo valor de un ser vivo en este planeta y, cuando la pelea una paloma, una carraca, un abejaruco, una oropéndola, etc. no hay belleza que posicione mas a unas que a otras frente a la muerte; la vida por dentro es lo mismo en todas ellas.
La presa desmembrada por su cazador es roja, la sangre lo tiñe todo, y su muerte, paradójicamente, es un día más de vida para él.
Por hoy, ha vencido y obtenido el día mas de vida la paloma y, entre vencedores y vencidos transcurre esta trama biológica. Algo tan importante a lo que muchos humanos han perdido el respeto para pasar agradables días de caza, de muerte, truncando la oportunidad valiosa de vivir a todas ellas a cambio de un macabro y mediocre pasatiempo innecesario en esta civilización.
Cuando vivo estas escenas de lucha por la vida, mas detesto la sinrazón de la caza, el cazador y su manido derecho a matar por diversión.

Halcón peregrino Falco peregrinus.