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lunes, 24 de diciembre de 2012

La última culebra de escalera del año.

Interior del aljibe inundado; sobre uno de los tallos se apoyaba la culebra de escalera (Rhinechis scalaris). Los dos maderos los deposité posteriormente como plataforma para futuras víctimas.


En el último momento, cambié de idea y del lugar planeado sobre mi salida al campo. Elegí la llanura esteparia en busca de un territorio de búho real para interpretar, por los restos, la futura cría en el lugar. Fue entonces, cuando después de ver el trote mañanero del elegante zorro sobre el perfil del campo yermo, me topé con el viejo caserón de pastores junto a su tenebroso aljibe. Las últimas lluvias habían inundado el fondo de barro cuarteado y repleto de plantas marchitas. Con algo de fortuna, pude distinguir sobre un tallo seco la cabeza apoyada en la parte anterior del cuerpo a un ofidio, el resto lo cubría el agua con algo  más de un metro de profundidad. Era una culebra de escalera aferrada a una esperanza de vida que menguaba a cada segundo. Los reptiles son muy resistentes, de hecho, representan uno de los eslabones más fuertes en la sufrida evolución de la tierra a pesar de haber cambiado poco su aspecto morfológico; probablemente, sea en parte, el éxito de su supervivencia. Por la postura, sospechaba que todavía estaría viva, así que, actué a toda velocidad. Llevo siempre una cuerda larga en el coche que cumple muchos de los objetivos que me marco, si no son muy temerarios. Como no tenía otro modo de acceder al ofidio, coloqué un gancho metálico en el extremo con la idea de prenderla en su punto de equilibrio, sospechando que sería complicado si la culebra no colaboraba. Acerté a engancharla de uno de sus anillos y, me dejó sorprendido la reacción de la agotada culebra al aferrarse al gancho, eliminando entre las dos opciones, la de evitarme por temor a cambio de morir irremediablemente en el agua. Es un acto más común de lo que parece, cuando las posibilidades de supervivencia son escasas en algunos animales, el instinto descarta las imposibles a cambio de las más probables, aunque ninguna de las dos sea  la salvación, si puede ayudarles.
No sabría calcular el tiempo que podía llevar la culebra dentro del aljibe pero, podría ser que ya estuviese aletargada entre el barro seco del fondo antes de que llegaran las lluvias provocando su estado actual. Un ralentizado infierno para cualquier ser vivo.

Cuando por fin la tuve en mis manos la introduje en el coche, la sequé y la dejé sobre el salpicadero frente al sol para que tomara temperatura gradualmente antes de soltarla. Entre las ruinas de un cobertizo rural lleno de mojones de piedras a su alrededor la deposité con total garantía.
Son muchas las culebras de escalera que logro apartar de las carreteras o sacar de los aljibes, no puedo dedicar entradas a todas ellas por que sería demasiado repetitivo pero, ésta concretamente, me pareció una historia bastante dramática para exponer el destino trágico en el que acaban muchos seres vivos y, además, uno se queda solventando estas acciones inmensamente satisfecho.
Con la temperatura corporal baja, los ofidios son muy manejables y mansos.
 

 Se acomoda para tomar el sol.
 
Mientras voy a depositar los maderos en el pozo, ubico a la culebra sobre el salpicadero para que se solee placenteramente.

¿Desde cuándo ofidios y humanos nos llevamos bien?...parece decir la feroz culebra de escalera una vez que ha conseguido acercarse a su temperatura ideal.

Finalmente (al parecer era más el temor a la cámara de fotos que a mí) sin contemplaciones pero con precaución, la libero entre el rocaje. Ella decide encumbrarse en una piedra grande para tomar el sol.

ATENCIÓN: no les tengas miedo; sé prudente

Aglifos, son los ofidios que carecen de glándulas y aparato inoculador de veneno, como la culebra de escalera. 
No quiero que las fotografías induzcan a error por la aparente mansedumbre del ejemplar manipulado. La falta de reacción del colúbrido es debido a la baja temperatura que padece tras permanecer en el agua fría con una temperatura muy baja; el calor las reactiva de nuevo recuperando su agresividad. Si no estás acostumbrado a este tipo de situaciones y quieres ayudar a rescatar alguna culebra de algún aljibe o de la carretera, utiliza guantes gruesos y mangas largas recogidas en ellos. Por medio de un palo puedes apartarla del asfalto y, si has de sacarla de un aljibe utiliza una bolsa de cualquier material, si es de plástico, abrirla inmediatamente una vez cumplido el rescate para que no se asfixie. Si las temes demasiado, acude a quien pueda hacerlo por ti; no olvides que la lenta agonía que padecen es terrible.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Culebra bastarda y de escalera rescatadas de un aljibe.



A estas alturas, el ejemplar de la imagen estará reposando en lugar seguro y con unos cuantos días del ciclo letárgico ya consumidos, afortunadamente.
Hace dos semanas como en otras ocasiones, Fernando y quien escribe, prospectamos unos aljibes de la estepa monegrina, precisamente para auxiliar dado el caso, animales prisioneros de estas inmisericordes trampas tantas veces mortales. Sobre el suelo embarrado y húmedo del aljibe, tratando de buscar refugio bajo una enorme losa de piedra, la mediana culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) trataba inútilmente de acomodarse en un lugar idóneo inexistente. Era evidente que, ya debiera de estar inactiva bajo los efectos del periodo de letargo. Un ofidio respetable de tamaño considerable. Las escamas o placas supraoculares a modo de cejas destacadas le dan un aspecto fiero y amenazante. Los mayores ejemplares pueden superar los 200 cm de longitud, siendo las hembras más voluminosas. Su coloración general es variable, existiendo individuos marrones, pardos, grises y oliváceos (estos últimos los más frecuentes). Es una especie típicamente mediterránea.

La culebra bastarda, es una culebra opistoglifa al igual que la culebra de cogulla (Macroprotodon brevis), con los colmillos inoculadores de veneno asentados en la parte posterior de la boca. Para el hombre, la mordedura de estos colúbridos no reviste el menor peligro debido a la posición retrasada de dichos dientes inyectores que dificulta una mordedura eficaz y, por supuesto, nunca resulta mortal que se sepa. Existen también en la península, otros dos grupos que albergan al resto de estos reptiles apodos: aglifos; ofidios carentes de glándulas y aparato inoculador de veneno como la culebra de agua, y: selenoglifos; ocupado por las temidas víboras cuyos colmillos acanalados y conectados a unas glándulas venenosas inyectan un efectivo veneno paralizador y mortal para sus presas mas habituales. Los dientes se retraen al abrir y cerrar la boca.


Levantando la enorme piedra aparecieron multitud de escarabajos del género Blaps acompañando al ofidio. La imagen impresiona bastante.

Apenas ofreció resistencia la culebra bastarda durante su captura; todo lo contrario de haber sido durante el estío que, hubiéramos alucinado con su furia. Ser ectotermo, optimiza la temperatura corporal de los reptiles pero, les hace depender exclusivamente de la temperatura ambiental en la que se hallan. Al ser el día señalado bastante frío, el colúbrido yacía prácticamente inactivo. Me llamó bastante la atención su mirada perdida, tal vez, por la incapacidad de defenderse. Notaba además como sus ojos giraban levemente, supongo que, analizando sus escasas posibilidades de escapatoria.



Si he de recordar a esta mimética y recatada serpiente lo haría desde la niñez, cuando buscaba afanosamente por curiosidad todo tipo de insectos en la base de los árboles durante el silencio estival del mediodía. En la arboleda, cuando ni siquiera los pájaros cantaban de puro calor, se dejaba oír en ocasiones un estruendo repentino y fugaz, que a su vez, agitaba las altas hierbas a su paso, era aquel, un momento escalofriante de suspense que me dejaba helado.



Durante este verano pasado, hallé una culebra bastarda de gran tamaño soleándose entre la vegetación herbácea de un sendero junto al río Ebro. Sólo asomaba su verdoso lomo, paré con firmeza y en silencio; el ofidio, arrancó tan rápidamente que desapareció de modo increíble. La velocidad de esta culebra es su principal defensa si dispone de terreno libre para huir. Solamente cuando se siente acorralada, actúa de modo muy agresivo.



Un ejemplar de esta especie que hallé atropellado en la carretera, tenía en su aparato digestivo dos topillos semidigeridos; quizá, los atrapó acorralándolos en su galería subterránea.


El momento de liberar a un animal siempre es especial. Al lado, había una enorme pila de piedras donde se introdujo finalmente, muy protegida.






A esta joven y preciosa culebra de escalera (Rhinechis scalaris) de fase gris, la liberamos del aljibe, e indirectamente, de la culebra bastarda.


Los aljibes eran construcciones utilizadas para estancar el agua de abrevar el ganado.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Culebra de escalera: no le tengas miedo...




Esta Semana Santa en El Cañón del Río Mesa apenas salió el sol, y es natural en los animales ectotermos (de sangre fría) aprovechar el calor de cualquier lugar para calentarse y reactivarse. Desgraciadamente, el asfalto es uno de los espacios más fatídicos de concentración del calor, tan necesario para estos reptiles apodos que precisan optimizar su temperatura corporal. Los atropellos son el resultado de una mala costumbre, agravada por la mala conciencia de irracionales conductores sin escrúpulos.

Estos días atrás, una mujer paseaba tranquilamente cuando se detuvo horrorizada al ver un ejemplar de culebra de escalera (Rhinechis scalaris) en el centro de la carretera; afortunadamente, poco transitada es esos momentos. La vi que gesticulaba, y a pesar de creerse que el ofidio estaba muerto se negaba a pasar por ese tramo de la calzada. También pensé lo mismo, que la culebra por su quietud estaba muerta, hasta que al acercarme reaccionó levemente. Un coche se acercaba a lo lejos y la empujé dirigiéndola hacia la cuneta para capturarla posteriormente y llevarla lejos, sobre la ladera del monte con suficiente protección y cobertura de matorral.
Cuando busqué con la mirada la presencia de la mujer, ésta había desaparecido. No me dio tiempo de comentarle la nula peligrosidad del alargado reptil a pesar de la apariencia agresiva. Mientras la apartaba del asfalto se erguía sobre su tercio anterior, amenazante, llegaba incluso, a morder la pernera del pantalón debido al acoso. Esta culebra tiene bastante “mal genio” pero no es venenosa, por eso sobreactúan; lo digo para aquellos que las temen aunque las respetan profundamente. Conocerlas un poco, ayuda a controlar su temor infundado.

Siempre que me es posible parar el automóvil, aparto, guardando la prudencia oportuna sobre el resto del tráfico, cualquier reptil que reposa vivo en la carretera.



Es uno de los ofidios más confiados, y ello, lo paga caro ante sus múltiples enemigos. Puede alcanzar los 160 cm de longitud. Es una gran trepadora de taludes, roca y arbustos para la búsqueda de pollos en los nidos, que complementa con las presas más habituales, los micromamíferos: ratones, topillos y musarañas. Muy crepuscular y nocturna en gran medida.


Al soltarla se deslizó algo parsimoniosa sobre mi pierna, y seguidamente, buscó refugio entre las piedras de un muro, sin prisa aparente se puso a salvo.


Tutorial de Javier Fernando Robayo Coral.
Año tras año, unos 50 trabajadores de la construcción resultan muertos por caídas de “escaleras”. Más de la mitad de las personas que resultan muertas son personas que estaban trabajando en las “escaleras”.
Por el contrario, ninguna persona ha resultado muerta por una culebra de “escalera”. Protégelas.

domingo, 13 de junio de 2010

Ofidios: camisas de usar y tirar

Culebra de escalera joven (Zamenis scalaris) 160cm.
                 
Uno de los aspectos más llamativos de la biología de los ofidios es la capacidad de cambiar su piel. Lo hacen cada cierto tiempo al finalizar su utilidad, debido al prolongado uso en condiciones extremas donde viven estos reptiles. Esta acción se conoce científicamente como “ecdisis”. Los restos de la piel o muda que encontramos casualmente enredados entre la maleza de nuestros montes, son popularmente conocidos con el nombre de “camisas”. 

 

Culebra de collar joven (Natrix natrix)150cm.

La queratina, tiene un papel muy importante en la consistencia epitelial. Es una sustancia de gran resistencia al desgaste, presente en las escamas de los reptiles, uñas de mamíferos y picos de aves, etcétera. Es un compuesto inerte y de escasa elasticidad, por lo que su aplicación parcial a las heridas de la piel como: cortes o erosiones, resulta incompatible, dada su incapacidad para regenerar zonas concretas. Estos factores adversos, obligan a las serpientes cada determinado tiempo a renovar su piel. Dicha acción, la realizan con cierta periodicidad a lo largo del año. Los jóvenes, de crecimiento más rápido, mudan varias veces; mientras que los adultos, de crecimiento más lento, suelen hacerlo la mitad que éstos.




La culebra viperina (Natrix maura), dependiente del agua, es una culebra que puede alcanzar los 100cm., aunque su tamaño más habitual sea el de 70cm. La hembra es algo mayor.

Al cambiar su piel, la serpiente genera una secreción lechosa bajo la piel vieja, ablandándola. Esto le da una tonalidad gris-azulada y apagada (como la protección plástica de la pantalla de un móvil). La secreción es absorbida al cabo  de unos diez días, y la nueva piel, está lista para sustituir a la deteriorada. La muda se inicia desde la cabeza, una vez la serpiente encuentra el lugar adecuado para frotar su hocico contra algo áspero: una piedra, tronco o matorral, con objeto de levantar y despegar alguna escama labial. Tras Enganchar el fragmento desprendido, el ofidio se desliza, y la vieja piel se va despegando lentamente de su cuerpo, (como si tiráramos de la boca de un calcetín dándole la vuelta). Al terminar con la muda, su coloración y dibujo son nítidos y brillantes, (como la pantalla del móvil al quitarle dicha protección). Al secarse la piel desechada, presenta un aspecto y textura similar al celofán. Este fenómeno le permite desarrollar el volumen de su cuerpo, sanar heridas y eliminar parásitos externos.


Culebra lisa meridional (Coronella girondica). La mayoría de los ejemplares tienen como media los 60 cm., que sobrepasan fácilmente, llegando excepcionalmente a los 80cm.

Hubo un tiempo en el que recogía todas las camisas. Era algo enfermizo por llamarlo de algún modo (me lo decía un amigo). Pero no sólo recogía este tipo de restos, sino, todos los demás. Desde entonces hasta ahora, y gracias a la fotografía, me los llevo en la cámara, y dejo los originales para aquellos que estén por la labor o con la suerte de encontrarlos.


Culebra verdiamarilla (Hierophis viridiflavus) 180cm. Distribución: Pirineo y zona oriental del País Vasco.


Víbora hocicuda (Vipera latastei) De 60 a 75 cm.

Cuando una culebra tiene la cabeza cubierta de escamas como el resto del cuerpo, la cabeza triangular con las pupilas verticales y una expresión muy amenazadora, entonces se trata de una víbora (vipéridos). Éstas si que hay que mirarlas con precaución, familiarizarnos con el riesgo que entraña su peligrosidad ya que, pueden hacernos caer en un fatal error de cálculo.


Primer plano de la cabeza de un ejemplar de pequeño tamaño. Se aprecia el cuenco ocular, las placas craneales y las escamas; todo inverso. Entre las cuencas oculares están las placas superciliares, y en el centro, la placa frontal; ésta última es alargada, y más estrecha que las superciliares: son rasgos inconfundibles de la bastarda. En el resto de colúbridos, la placa frontal es tan ancha o más que las superciliares.


Vista de las escamas ventrales de la camisa.


Escamas dorsales.

 

Ayudada por la reseca vegetación, la culebra bastarda ha dejado su antigua piel.

 

La culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) es la mayor de la península y de Europa. Puede alcanzar los 240 cm de longitud. Las hembras son menores. 
Camisa de culebra bastarda: 180 cm. A la izquierda y casi a mitad de la funda, hay un euro que sirve de referencia.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Aljibes: el pozo de la agonía




Si hay un ser vivo, capaz de desafiar las tórridas horas del agostado mediodía, ese es el lagarto ocelado (Lacerta lepida. Actualmente; Timon lepidus). Aguarda paciente, entre el sol y la escasa cobertura de los sisallos, los albardines o las capitanas aferradas a los ribazos y periferias el momento ideal para cazar o, sencillamente, mantener el reposo. La abrasada maleza del linde, separa las tablas del agobiado labrantío que se extiende por cualquier estepa aragonesa. Mientras, nuestro saurio, se permite el especializado placer de ignorar el aplomado calor, que, a duras penas el que escribe, soporta deshidratándose al amparo de una afilada sombra que se desvanece rápidamente.


Las intimidadoras fauces del lagarto ocelado, suponen una importante garantía para su defensa.


Esta, desgraciadamente, es otra variedad bastante más cruda de la formidable fortaleza; en este caso metabólica, del lagarto ocelado.



Fernando, me avisó de la situación del lacértido que se hallaba atrapado en el foso de un aljibe circular. Son construcciones generalmente de la forma mencionada, cuya utilidad es; la de recoger el agua de lluvia o, almacenar la que se vierta para abrevar el ganado ovino, habitual campeador de las duras estepas aragonesas. El poso de barro resquebrajado y cuarteado por la acción implacable de la sequedad, daba cobijo al verdoso “fardacho” (como se le conoce por el lugar) ocultándose cuando tan sólo, atisbaba un leve momento de riesgo en el alto vertical de la pared. La profundidad de las grietas en el barro seco era de unos cuarenta centímetros, y aun así, pese a la dificultad, logramos extraerlo una vez se había empotrado en ella, no sin antes arrancar uno de los bloques con mucho cuidado.


Las especies atrapadas en el fondo seco, generalmente mueren de inanición tras largos días de penuria.


Las imágenes apreciadas por vuestros ojos en la pantalla, son las del pobre lagarto exhausto, consumido casi en su totalidad pero, con la fiereza que les caracteriza; haciendo frente con sus fauces abiertas. No consideramos la necesidad de llevarlo al centro de recuperación, debido a la fuerza que todavía, y a pesar de todo, sacaba de sus mermadas reservas.

La pared de la vieja torre esteparia, le serviría de refugio junto a la opción de entrada a la misma, para que pudiera sorprender insectos abundantes en su interior.


Pareja de lagartos ocelados soleándose bajo un caluroso sol de Mayo.


Dedicaré otra entrada a esta maravilla de la evolución, con otro ejemplar en mejores condiciones, pues hay detalles de su comportamiento sumamente curiosos.

En el otro aljibe, la situación era mejor gracias a una parte sombría protectora de la humedad, apropiada, para la piel de varios ejemplares de sapo corredor (Bufo calamita) que permanecían aletargados bajo una

manta vegetal acolchada y uniforme.





Recogidas entre una piedra y el barro seco; las cuatro jóvenes culebras de escalera (Elaphe scalaris. Actualmente; Rhinechis scalaris), aguardaban ocultas el paso del tiempo frío medio aletargadas, debido posiblemente, a la incierta temperatura todavía no apta para el prolongado y esperado fin.

Concluida la necesaria sesión fotográfica, no exenta de sustos por el mal genio de dos de ellas (muy agresivas), dejaron constancia mediante activos lances de ataques continuados, de una marcada irascibilidad antes de terminar en la saca. Una vez liberadas bajo la segura protección de las amontonadas piedras extraídas del campo, regresaron a una nueva oportunidad sobre el terreno, ahora, con mejores expectativas.


Un ejemplar dócil. Por la forma estilizada de la cabeza, comprobareis que no muestra signos de alarma.


De las otras dos restantes, una de ellas, era sumamente dócil. Qué cosas. La tuve encima, cogida con las manos y mirándola con entregada atención, mientras se deslizaba con suavidad entre mis dedos. No medían más de cuarenta centímetros, cada una de las cuatro. A pesar de su aparente inofensividad por su pequeño tamaño, y no disponer de glándulas venenosas, sus dientes pueden accidentalmente transmitir cualquier tipo de infección por muy remota que sea dicha posibilidad. Hay que andarse con cuidado, pero sin temerlas. Siempre huyen de nuestra presencia como alma que lleva el diablo.


Este ejemplar sin embargo, con las carótidas dilatadas, hizo justicia de su irritable carácter arisco y ofensivo.


Esta es, una pequeña muestra de la trampa mortal que para muchos animales entre aves, mamíferos, reptiles etc., suponen estos depósitos de agua; tanto llenos, como vacíos. Se han presentado muchas opciones para habilitar salidas de evacuación para los animales atrapados, pero ninguna al parecer, se lleva a cabo.



viernes, 11 de septiembre de 2009

Culebra de belleza y altura









CULEBRA VERDIAMARILLA (Coluber o, Hierophis viridiflavus)

La vi por primera vez en papel, en la página 70 del tomo n º 7 de la enciclopedia Fauna Ibérica, de “Félix Rodríguez de la Fuente”. Fue para mi, el tomo más esperado por su especial contenido, allí, estaban todos los grandes de la montaña.

Su llamativo diseño, con vermiculadas manchas amarillentas sobre un fondo verde muy oscuro, casi negro, llamó mucho mi atención y, su escasa distribución, más todavía.

Estaba relegada a la dureza del norte pirenaico y poco se sabía de ella. Su hermetismo y especialización integrados en el bosque húmedo, la convertían en una misteriosa desconocida, que alimentaba mi curiosidad.

Este ejemplar, fue capturado cerca de la carretera (como no podía ser de otro modo),estaba soleándose entre la recortada hierba, cerca de una pendiente muy pronunciada y boscosa: hayas, robles, servales preciosos, avellanos etc. conformaban este enclave cercano a la cabecera del río.


Mi hija mayor me avisó de la presencia del ofidio, me acerqué y… -¡una verdiamarilla!, a lo que la culebra, supongo, reaccionó de forma distinta… -¡humanos! Poniendo tierra de por medio. Muy veloz deslizándose, traté de sujetarla por su parte terminal para no perderla, y al apreciar su flexibilidad con el giro súbito de la cabeza y la boca abierta de par en par, la solté de inmediato hacia atrás, sin percatarme de la presencia de mi hija menor y mi mujer que curioseaban demasiado cerca, a mis espaldas.

Estaba claro el desenlace…, estampida y horror.

Nunca esperamos ni deseamos que nos echen una culebra, salvo que vaya bien sujeta, y ésta, tenía mucha agresividad.

Era tanta la humedad, que multiplicaba su agilidad, por ello, era comprensible la necesidad de su cotidiana exposición al sol, para escapar del entumecedor efecto de la penumbra forestal de un bosque tan apretado.


La sesión de fotos se produjo en un tiempo muy breve (sufro demasiado el estrés de los animales cautivos), y lo más destacable sin duda, el precioso contraste de sus escamas; amarillo tachonado sobre un fondo oscuro e irisado.

La furia en el ataque, equivale proporcionalmente a un imprevisto de vital importancia como el acaecido; la defensa (huida y, enfrentamiento), aunque no tiene la agresividad de la culebra de escalera (Elaphe o, Rhinechis scalaris).

Recordar como observación adicional, la pareja de águilas culebreras sobrevolando la zona.


Su longitud (ejemplar capturado): es de unos 115 cm., pudiendo alcanzar los 180 cm.

Es una gran escaladora, muy esquiva, dada su costumbre solitaria en la alta montaña.

Hiberna en grietas de las rocas o, cualquier madriguera adecuada, que puede compartir con otros congéneres o especies diferentes al llegar los primeros fríos otoñales.

Abandonado el letargo una vez comenzada la primavera, este esbelto ofidio, gracias a sus características anatómicas, es capaz de capturar ranas, roedores en sus galerías, trepar a los nidos de aves y consumir sus huevos y pollos, además de depredar sobre otros ofidios, incluidas las víboras.