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viernes, 30 de diciembre de 2011

La magia del río Ebro.

 

Cuatro grados bajo cero marcaba en el panel del coche al parar cerca de la ribera del Ebro a siete km. de Zaragoza. Apenas, la alborada, dejaba una luz capaz de adivinar los contornos de la arboleda. Iluminaba mas el blanco uniforme de la escarcha que la tenue luz del alba. No había otra expresión más locuaz para definir el ambiente meteorológico que la sentida en mis propias carnes: hacía un frío que pelaba, sin más. 
Desde luego, con fe ciega, era mayor mi ansiedad por disfrutar de este paraje tan particular que el de sucumbir ante la penuria del frío. Tan sólo, buscaba curiosear por la orilla del río e intentar fotografiar alguna garza real. A medida que avanzaba por el pasillo de tamarices pisando sobre un manto verde y blanco de hierba helada, el frío húmedo, me atenazaba cada vez más. Ni un alma se dejaba ver en los alrededores, solamente un enorme jabalí que, como yo, sufrió el sobresalto del inesperado encuentro. 

Al final del paseo, entre vegetación espesa y desnuda, se avistaba la margen abierta del Ebro. La diferencia térmica entre el agua y el aire, provocaba una veladura misteriosa de bruma. Allí surgió el milagro, la magia, la fascinación y el asombro. Una veintena de garcetas grandes (Egretta alba) junto a garzas reales (Ardea cinerea), cormoranes (Phalacrocorax carbo), azulones (Anas platyrhynchos), cercetas (Anas crecca) y otras tantas aves más discretas, llenaron el espacio mitigando el frío y el silencio. Boquiabierto, solté lastre, cogí la cámara ya preparada y, con ISO alto para ganar velocidad, disparé a todo cuanto pude en la hora y media que estuve de pie sin cantearme; puesto que las ardeidas, muy desconfiadas, trataban de dar forma a mi silueta con el cuello erguido. 

Terminadas las fotos, minimizado el tiempo por la emoción y la sorpresa, olvidé el gélido amanecer, y después, me acomodé para terminar la mañana frente a los rayos del sol, que incidían de lleno sobre el río y sus efluvios de vapor. Reconozco que la mañana vivida, era infinitamente más bella que las fotos presentadas. Aun así, espero que os ayuden a imaginarla.

 
Garcetas concentradas en un lugar estratégico y confortable. Muy recelosas.


 
A medida que avanza la mañana temprana, las garcetas ocupan distintas parcelas
en busca de alimento.  Poco a poco, el avance de la alborada cambia de tonalidad. Cuando el sol asoma, la calidez de su luz inunda el espacio ribereño.




 
El sol templa el ambiente, y las garzas, abandonan escalonadamente el punto de concentración.


 
Otros azulones llegan.

 
Andarríos chico y ánade real.

 
Lavandera blanca levantando insectos en vuelo rasante para capturarlos.

 
Andarríos chico controlando aguas someras.
 
Garceta grande.

 
Comparativa de tamaños entre garceta grade y garza real.

Cormoranes antes de la sesión de secado del plumaje.

 
Una agachadiza común prospecta entre la bruma casi despejada.

jueves, 7 de julio de 2011

Un tiempo que no volverá: por Alejandro Lucea


Foto: Wikipedia

Expongo a continuación, un acertadísimo artículo del mes pasado escrito en el diario “Heraldo de Aragón” por Alejandro Lucea, redactor jefe de deportes de dicho periódico.
Reconozco después de leerlo que, la primera persona que me vino a la memoria por su gran dedicación a la parte romántica de la montaña fue Javier Barbadillo, que nos deleita hábilmente con curiosidades de todo tipo acaecidas en los montes de su blog “El Último Rincón”. A diferencia de los protagonistas del artículo, él, nos pone al alcance y sin ánimo de lucro toda la riqueza natural existente en nuestras montañas.


“El pasado 21 de mayo Carlos Pauner coronaba el Lhotse y sumaba su undécimo ochomil; mientras que Javier Pérez conquistaba el primero. Lo que había sido simplemente una hazaña deportiva, se convirtió en el descenso y en los días siguientes en un circo. Cruce de acusaciones entre montañeros y médicos, polémicas entre los primeros, siendo la más espectacular la mantenida entre Juanito Oiarzabal y Edurne Pasaban, la primera mujer que culminó la carrera de los catorce ochomiles. Todo esto en torno al descenso del Lhotse, que obligó al rescate de Lolo González y fue agotador para los demás en especial para Oiarzabal.
Carlos Pauner tuvo mucho interés en aclarar que hizo tanto la ascensión como el descenso sin utilizar oxígeno y esto, que pudiera parecer un tema menor, para él no lo es, porque su reto es hacer las catorce cimas sin oxígeno. Hay que entender que el gran montañismo de hoy no solo es deporte, sino que también tiene un fuerte componente económico y comercial.
Polémicas como las citadas eran algo inusual, aunque también las hubo, en el alpinismo de hace unas décadas, pero son cada vez más frecuentes en el actual, porque han variado muchas cosas.
De las primeras expediciones fuera de España de los socios de Montañeros de Aragón al último éxito de Pauner, el cambio ha sido brutal. De la cuerda de cáñamo al sofisticado material que se emplea hoy va un abismo. Lo mismo ha sucedido con los sistemas de entrenamiento, con la preparación física y con el apoyo médico, que son fundamentales en el alpinismo moderno. Las montañas siempre son las mismas; pero el tiempo ha transformado todo lo demás. Hoy las expediciones se pueden seguir en tiempo real. Las conexiones vía satélite permiten que imágenes y textos lleguen inmediatamente y cada vez más periodistas se instalan en los campos base.
El tema eterno de la fatal atracción de los ochomiles ha inspirado muchas historias. Cuando hace un cuarto de siglo Reinhold Messner fue el primer ser humano en completar los catorce, su hazaña tuvo un contenido mucho más personal e íntimo. Era tiempos en los que el romanticismo impregnaba la actividad montañera. Hoy las expediciones cuentan con todos los avances tecnológicos, con un seguimiento excepcional de los medios de comunicación, con desplazamientos en helicóptero, con una alta profesionalización, con mucho dinero y prestigio en juego. En torno al gran alpinismo giran intereses económicos, deportivos, mediáticos e, incluso, políticos.
No importa que los catorce ochomiles sean un mito, porque esa extraña competición sin dorsales que inició Messner se ha popularizado hasta límites antaño impensables. Hay más de treinta y cinco cimas que superan los ocho kilómetros de altura. Están todas en Asia. El criterio para designar los catorce se estableció en la conferencia sobre el Himalaya organizada en 1983 en Munich. Se decidió entonces contar con macizos montañosos independientes, sin las numerosas cimas secundarias.
Quedan, aún, casos de romanticismo, como el del mallorquín Tolo Calafat, que perdió la batalla por la vida en el Annapurna. Su llamada desesperada -"¡sacadme de aquí, hacedlo por mis hijos!",-, su muerte solitaria, su lucha imposible contra el destino es de las que dejan huella; aunque muchos nos preguntásemos entonces qué hacía ahí un padre de familia con un hijo de un año y otro de ocho, cuyo trabajo no estaba relacionado con la alta montaña.
Ha aparecido y se ha extendido el profesionalismo. Deportistas que han hecho de su ejercicio montañero una profesión lo han convertido en más competitivo. Alberto Iñurrategui, el alpinista más joven que coronó los catorce ochomiles, decía que "pensaba que el montañismo es algo diferente a correr detrás de una marca, me gustaría volver a los orígenes, que no sea el ir pensando que la montaña es cumbre, sino que fuera de la cima hay muchos aspectos estupendos".
Hubo otros tiempos en los que el montañismo era más romántico, los medios muy inferiores y estaba en manos de magníficos aficionados, que tenían que compaginar su deporte con del trabajo. Hay quienes sienten nostalgia de esa época que no volverá y no entienden polémicas como las que se generaron en el Lhotse. Posiblemente, porque creen que manchan el espíritu puro que una vez tuvo”.

miércoles, 3 de marzo de 2010

En nuestras manos


Este arma, recoge los más espectaculares trofeos sin dejar un rastro negativo.

Somos nosotros, un experimento más de la naturaleza.


Por más que me esfuerzo en ser optimista, siempre hay gobiernos blandos que machacan mi esperanza.



No somos tan fuertes ni tan imprescindibles como pensamos.


La aversión hacia las serpientes se supera conociéndolas.


Con respeto, es más fácil convivir con las demás criaturas.


Detrás del mito, estamos nosotros.


Aprovechar sin despilfarrar los recursos que nos brinda la naturaleza, es la mejor manera de proteger el medio ambiente.

martes, 3 de marzo de 2009

PEQUEÑOS DETALLES


Nacemos en comunidades de todos los tamaños, aprovechándonos de sus estructuras...



...algunos, son creativos y disciplinados con la naturaleza...

...otros, prefieren el stress de la aglomeración y la jerarquía social...

...aunque hay quien, quiere llamar la atención desde el silencio y la soledad.


La muerte, agolpa fríamente los bellos recuerdos, y esas viejas ilusiones, ajenas al olvido, dan paso a nuevas esperanzas...

porqué complicarnos con obstinación difusa, cuando hay resquicios abiertos a claras oportunidades...

...teniendo maneras de brillar,construyendo con garantías o ...


... ser más sencillos, pero no menos eficaces.


Contrastemos la vida.

No nos empeñemos sólamente en vivir más tiempo...

...sino seguir ideales que nos acompañen y colmen nuestros
sentidos...

...antes de acabar vacíos y archivados en el cementerio.

Impulsemos el tiempo de nuestra vida...

...para que la dejadez no nos lleve al abandono...

...de la misma manera con la que muere nuestra historia.