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jueves, 23 de enero de 2020

El circuito del colirrojo tizón




Las abruptas murallas calizas, muelas y collados ibéricos quedan sumidas en un paréntesis invernal complicado, de soledad, en parte, abordado por la escapada temporal de los colirrojos. Los invertebrados se protegen del rigor invernal utilizando sus mejores estrategias de diapausa, refugiándose entre los recovecos mas inaccesibles. Esto obliga al tizón a buscar suerte en altitudes mas bajas donde sus potenciales presas estén mas confiadas por la alternancia de días mas benignos. 


Hembra de colirrojo tizón Phoenicurus ochuros durante su ruta típica de campeo.



Desde cualquier lugar urbano, se le puede ver actuar sobre una atalaya suficientemente elevada del suelo. Allí, monta la guardia avizorando el terreno en busca del movimiento de invertebrados. Tiene varios puntos de ataque para sorprenderlos que visita repetidamente. Alguna vez se han posado sobre el capó del coche y el espejo retrovisor. Así son ellos, utilizando con interés los oteaderos mas prácticos y productivos.





Hay personas como Marta, amante de la fauna del lugar cuyos inviernos no son tan monótonos, que es muy atenta con los pájaros. Tiene la amable costumbre de contentar a estos alegres vecinos temporales aportándoles alimento en un plato para que superen los días mas difíciles. Y los colirrojos, en efecto, le responden dando buena cuenta de un manjar resolutivo para esta complicada estación. La acompañan con su presencia vivaz de un modo incomprensible para muchos, pero, que recrea y entusiasma a quienes ejercen estos desinteresados detalles con las aves cercanas.










martes, 7 de septiembre de 2010

Ésta es la historia del joven colirrojo tizón


- (13- 07) Agotada la espera en el nido artificial a unos padres que inexplicablemente no acudieron, opté por trasladarlo a casa. Recuerdo la áspera voz de alarma emitida al ser capturado, incluso, se negó a comer en la primera ocasión. Al cabo de una hora, todo era diferente.


No he podido evitar acordarme de los primeros días de vida del colirrojo tizón de la anterior entrada. Por ello, he confeccionando este post sobre el entrañable pájaro al que cierta suerte, cambió su vida. Quiero dedicarlo a todos los voluntarios que se dejan la piel luchando por los animales. Necesitamos de vez en cuando que, este tipo de historias nos estimulen y fortalezcan, y por supuesto, nos oxigenen la moral.

Era la segunda semana de Julio, y tenía unos planes espectaculares para el seguimiento del halcón peregrino, el alimoche y el águila calzada. Sin embargo, comencé prospectando el barranco del búho real para retirar las plumas de cárabo que semanas antes se comió el joven búho. Me detuve ante un puñado de negras plumas de chova piquirroja despojadas de su dueño, también depredado por la gran rapaz nocturna. Esto se animaba, y de qué manera. Pero…, surgió el imprevisto al escuchar un trémulo y repetitivo piar. Me encontraba en los límites de un nido, pensé. Hasta que por fin el nido, bueno, el pequeño desafortunado sin nido, apareció lentamente. Se arrastraba penosamente sobre la irregular ladera, pegado a la base de una sabina y apoyándose con sus alas debido al daño en una de sus patas. Al verlo, eché la vista al cielo y después a él. Temía la que se me avecinaba. Lo dejé recogido en mi gorro de invierno y me fui. Esperé desde una distancia prudencial a vista de prismáticos alguna solución, y no apareció ningún progenitor que la diera. Era de lo más extraño. Es obvio que, dada la acelerada regularidad metabólica de un pollo pequeño de paseriforme, éste no aguantara mucho tiempo sin comer, y de él no sabía nada, ni siquiera, acerca de su última comida. Encontrar su nido era una quimera, rodeado como estábamos de un mar de rocas.

Era el pájaro o la semana de vacaciones. Ahí estaba el dilema, un dilema que mi conciencia despejó al momento.



- (13- 07) Es la expresión más tierna de cualquier ser vivo que se siente atendido y protegido por sus padres. En este caso, la inmovilidad era crucial para reparar el daño en la pata izquierda, que por fortuna, no estaba fracturada, tan sólo contusionada.


- (15- 07) Cuando despertaba me miraba, y seguidamente, pedía ser cebado con desesperación. Le alimentaba con intervalos de treinta a sesenta minutos; dependiendo del tamaño de las piezas que comía.

Para comprobar la cría del alimoche, la del águila calzada y el vuelo de los aprendices jóvenes de peregrino, recorría en tiempo récord ida y vuelta desde casa hacia el observatorio la distancia existente para anotar la observación. Siempre que, no excediera los 60 minutos para no impacientar a la criatura.


- (15- 07) Entre 25 y 30 insectos pequeños era capaz de consumir a diario el peque por su boquita de no alternarlos con otros alimentos más accesibles. Las aves insectívoras añaden a su dieta el líquido imprescindible que contiene el cuerpo de los invertebrados; por lo cual, no necesitan beber agua.

Aquí me acompañaba en la mesa del granero, en la parte más alta de la casa. Mientras, iba observando con el telescopio el trasiego de los buitres leonados atendiendo a sus vástagos, muy crecidos en estas fechas.


- (15- 07) Posiblemente, ésta sea la clave de su caída del nido paterno; la inquietud, o esa lucha rival entre hermanos por alzarse demasiado ante la ceba. Una de las dos causas pudo desequilibrarle.
Si os fijáis, el punto de apoyo es la pata derecha, la izquierda se queda suspendida. No paraba ni un momento, y tras alimentarlo, lo introducía en una caja con poca luz. Así, se calmaba.


- (17- 07) Concluida la convalecencia, comenzaron las primeras andadas entre las macetas y maderas del corralillo en el pueblo. Un espacio más amplio le proporcionaría mayor fortalecimiento de los músculos y la captura de sus primeras presas.


- (18- 07) Uno de los primeros contactos con nuevas texturas; las telas de araña, de ellas, tendrá que extraer gran parte de su dieta alimenticia. También, comenzó a buscar piedrecillas, ingiriendo las de tamaño más adecuado; éstas, son útiles para triturar los alimentos en las cuatro bandas musculares que componen la molleja. En su interior se produce la rotación de un área a otra del ventrículo, moliéndose el alimento con ayuda de dichas piedras que suplen la carencia de dientes, propios de los mamíferos.


- (20- 07) Seguramente, quien tenga animales en casa; un perro, un gato, en fin, cualquier mascota, habrá observado esta inquietante mirada, profunda e impresionable. No pude resistirme a fotografiarla. El colirrojo, aceptó de buen grado su nuevo recinto en la ciudad.


- (23- 07) La higiene y cuidado del plumaje es una de las tareas más importantes y a la que más tiempo dedican las aves. Por ello, los baños en agua, sirven para alisar y reorganizar las plumas, además de eliminar impurezas.



- (28- 07) Sobre el alfeizar de la ventana donde descansaba tantas veces, posa con su radiante e impecable plumaje; siempre atento y curioseando.
He disfrutado mucho con sus vuelos acrobáticos, sus quiebros sorteando los carros de compra y demás utensilios aparcados en la galería. Me entusiasmaban esos pequeños detalles como: sentir el calorcillo de sus almohadillas plantares al posarse sobre mi brazo; estar atento cuando acicalaba su plumaje, para ver, cómo pasaba las plumas una por una entre su pico, peinándolas. Así, puede uno pasarse largo rato, incluso horas, observando cómo las aves organizan y repasan meticulosamente la maraña de sus plumas, una labor vital para su correcta función.

LA SUELTA

Salió tímidamente de la caja y se posó en mi brazo. Ante él, se abría un mundo de nuevas posibilidades en el mismo lugar que le vio nacer. La demostración de vuelo fue espectacular. Ejecutó un descenso de ladera vertiginoso, añadido a una extraordinaria capacidad de desplazamiento entre el hueco de las sabinas. Con adornados y esquivos vuelos rasantes fue sorteando todos los arbustos de su trayectoria. El aspecto físico, me dejó suficientemente convencido.

Estos grandes cortados de roca caliza, aportarán toda la gama de insectos posible para sustentar al pájaro rupícola por excelencia, capaz de alcanzar los 3300 metros de altitud en Sierra Nevada, según (Pleguezuelos 1992).
Con la llegada del frío, los colirrojos abandonarán los enclaves más duros de la alta montaña, instalándose en los pisos termo y mesomediterráneo. Ocuparán áreas cultivadas y zonas de pastizal y matorrales de temperatura menos rigurosa. En la vertiente mediterránea preferentemente, se establecerán con otros ejemplares provenientes de Centroeuropa.


- (31- 07) Ésta, fue la última fotografía realizada al ave en total libertad. Sobre una deshilachada rama de sabina negra, como le corresponde. Es un redondeado arbusto desde donde gusta cantar a esta especie sobre su picuda copa, con el fin de alertar a sus competidores.
Desde aquí, fue alejándose poco a poco a medida que inspeccionaba el terreno, hasta desaparecer. Me lo puso muy fácil. Era lo mejor para zanjar esta fugaz historia.

NOTA: nunca coger un pájaro aunque parezca desamparado (comprobarlo con fiabilidad). Sus padres seguramente estarán atentos atendiéndolo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Colirrojo tizón (joven)



Un pequeño pájaro de plumaje tiznado en la parte anterior y rusiente en la posterior, ha ascendido con velocidad vertiginosa a lo alto de una redondeada sabina negra franjeada en su fondo por rocas. Con porte altanero y un ligero vibrar de cola, emite con decisión una aguda y ajustada melodía que secunda tras un leve intervalo con un raspante final breve, rompiendo así, el silencio del entorno. Cuando concluye con su canto, desaparece. Es el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros).

Siempre me llamó la atención desde la infancia, ese desparpajo con el que marca su zona territorial este solitario pájaro, utilizando para ello, cualquier adecuado promontorio. Un pajarillo que, tal vez, nos acompañe desde las primeras construcciones humanas del neolítico, cuando el hombre se hizo sedentario. Quizá, aprovechara para anidar las bondades de la piedra convertida en poblado y levantadas por el futuro agricultor y ganadero; obteniendo de la estabulación de bueyes, cabras y ovejas, parte de su dieta insectívora con mayor ventaja que entre su originario hábitat rocoso.

Desde los adobes de las humildes casas de antaño, hasta los monasterios y castillos de tallados sillares y construcción señorial, nos acompaña oportunista, el colirrojo tizón. Utiliza los resquicios más sorprendentes que uno se pueda imaginar. Yo mismo vi entre los capiteles de alabastro de un monasterio; en el de “Suso” concretamente, un nido con pequeños pollos. Los progenitores, alimentaban con insectos a sus pollos cuando los visitantes despejaban ligeramente la zona.



El gris del dorso y el vientre, junto con el rojizo de la cola y supracobertoras caudales de este joven, parece haberlos imitado de la coloración básica habitual de su entorno calizo. Las hembras adultas tienen un plumaje similar al de los jóvenes.



Joven colirrojo de unos 26 días de edad.


Dos solitarios. Un macho de roquero solitario ( Monticola solitarius) a la izquierda y, un bello ejemplar macho de colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros); ambos, sobre una curiosa atalaya.

Los machos de colirrojo tizón a diferencia de las hembras y jóvenes, lucen en su cara y pecho, un negruzco plumaje tizón que, junto con las manchas alares blancas y las rectrices rojizas, complementan la llamativa librea nupcial previa al emparejamiento.