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domingo, 21 de marzo de 2021

Escribano montesino


Los días previos al despunte primaveral, hacen que las aves estén muy activas por el proceso ampliatorio de la luz diurna (fotoperiodo). Fotoperiodo, es la cantidad relativa de luz y oscuridad en un periodo de veinticuatro horas. Éste, aúna el proceso planificador, en el caso de las aves, del momento adecuado para preparar la reproducción teniendo en cuenta la construcción del nido, las cópulas, el cúmulo de nutrientes para la producción de huevos etc.
Según David Lack, no comienzan las aves su ciclo reproductor amoldándose a la mayor cantidad de alimento disponible como sugerían otros investigadores, si no por la duración del día.
“Un individuo que inicie la reproducción con una duración del día cuyo resultado sea tener polluelos en el momento adecuado dejará muchos descendientes, y los genes para reproducirse en el momento adecuado se heredarán en la siguiente generación. Aquellos individuos que respondan a una duración del día equivocada -y se reproduzcan demasiado pronto o demasiado tarde- dejarán pocos descendientes, si es que dejan alguno, y serán meros recuerdos en la evolución”.

Así, encuentro al macho de escribano montesino Emberiza cia ocupado en advertir con su canto a los rivales del comienzo de un periodo de dispersión y emparejamiento. Ya no serán bienvenidos otros machos competidores a su territorio, tan sólo las hembras que vean en él al consorte adecuado para iniciar la cría.








       

viernes, 19 de marzo de 2021

Escríbano soteño


Dentro de unos días, habrán pasado tan sólo 4 décadas desde la primera vez que vi sobre un solariego peirón de viejo ladrillo y rudas piedras al colorido escribano soteño Emberiza cirlus. La estampa de aquel pajarillo sobre el ático piramidal de aquel rogatorio próximo a la descompuesta carretera del pueblo de Codos, me dejó boquiabierto. Detuve la bicicleta tras acercarme todo lo que pude y, al mirar con los prismáticos, quedé prendado tanto de sus colores como de la fuerza de su canto. Un precioso macho expandía su voz a los cuatro vientos, iluminado por un matinal flujo de luz solar que se colaba entre el declive de redondeadas lomas.

Había llegado hasta allí desde Zaragoza en una bicicleta de las que se estilaban antes, modelo “Verano Azul”; un plato y un piñón para sacar todo el rendimiento posible a los 66 km de entonces por estrechas carreteras parcheadas. Nada que ver con el snobismo bicicletero actual. Era otra visión diferente de rodar, ligero de equipaje y con un enorme entusiasmo y curiosidad por recorrer pueblos perdidos, bastante más perdidos que ahora.

Salían los lugareños con sus mulos hacia el monte a trabajar la tierra, en el cruce de la carretera, una "charradica" (conversación) con el pastor para contrastar temas actuales de aquel entonces. El perro, trabajador, perimetraba al rebaño de ovejas durante la parada.

Peirón de Las Almas; Codos (Zaragoza). En esta misma construcción pude contemplar al llamativo ejemplar de escribano soteño cantando un 28 de marzo de 1981.

El peirón es una columna u obelisco de intención devota que se halla junto a las entradas y salidas de los pueblos y junto a los caminos, con una cruz o imagen religiosa.

Macho de escribano soteño trinando desde un almendro.


Hembra de escribano soteño con su plumaje críptico.






martes, 16 de marzo de 2021

Trepador azul


Escucho nítidamente la voz alarmada del trepador azul Sitta europaea, este pajarillo que trepa y desciende por los troncos de los árboles con una facilidad asombrosa. Tan sólo la ardilla Sciurus vulgaris es capaz de hacerlo boca abajo con la precisión del trepador. 
Está muy atareado en adecentar una oquedad practicada por el pico picapinos Dendrocopos major ya abandonada. 
El viejo tronco del abiótico álamo apenas sirve, tan sólo, para buscar alimento y un lugar de nidificación para ambas aves.

Sale el trepador azul de la oquedad con restos de viruta y otras impurezas una y otra vez del que podría ser el posible nido futuro. Sube y baja, cambia de ramas repetidamente, ramas melladas por multitud de cicatrices provocadas por el pico cincelador del picapinos e insectos barrenadores de la madera.
No le agrada en absoluto al trepador la presencia del pico picapinos, y su audible regaño llega con claridad hasta mis oídos. Pero, no sólo en este árbol inerte emite su protesta, también lo hace en otros que he tenido la oportunidad de observar con las mismas características.
Este pícido, podría perfectamente desfalcar el nido con huevos o pollos de nuestro protagonista, de hecho, también lo hace con las cajas anidaderas que carecen de una protección metálica en la entrada.

La piel áspera del desvencijado chopo cabecero se reviene, envejecida, quebradiza, carente del flujo de savia que la hidrataba en vida. Infinidad de invertebrados rondan tras ella en otro mundo oscuro y separado del exterior. Un mundo cuya llave inmisericorde poseen los pájaros carpinteros, trepadores, agateadores y un sinfín de aves exploradoras de este abrigado nicho ecológico.
Son muy beneficiosos los viejos árboles sucumbidos por el paso implacable de los años. Su proceso de descomposición es el mejor reclamo para atraer insectos xilófagos perforadores de la madera. Renunciar a ellos significa arriesgar la salud de los demás que todavía conservan la vida; incluidos los frutales del agricultor. Siempre fue un grave error talarlos para el fuego. Esos titánicos muertos en pie, han ofrecido una enorme fuente de alimento a las aves insectívoras atraídas por los insectos que devoraban sus resecas entrañas.

Trepador azul Sitta europaea








Pico picapinos Dendrocopos major





lunes, 8 de febrero de 2021

El sociable mito (Aegithalos caudatus)


Un mito Aegithalos caudatus se posa en el extremo de una fina rama de zarza. Intenta prender un mechón de lana de oveja sujeto en la maraña espinosa. Habitualmente, muchos mechones quedan agarrados al zarzal cuando pastorea el ganado ovino al paso. El pequeño pájaro, ha de hacer una maniobra de equilibrio debido a la flexibilidad de las punzantes guías y ponerse boca arriba. Tras apoderarse con el pico de una parte del mencionado material, se posa en un cornicabra Pistacia terebinthus. Allí, realiza unos movimientos de equilibrio muy hábiles, quedándose suspendido de la rama. De este modo, ayudado con el mentón y el pecho, el pequeño párido aprieta y reduce el despeluchado girón de lana para transportarlo mejor a su futuro nido.

5/marzo/1997 soto del río Huerva (Zaragoza)

No he tenido muchas ocasiones de ver nidos de mito. Pero sé, que la ardua labor constructora es digna de elogio y admiración.
El nido del mito es una ovalada y flexible construcción muy bien trabajada, con un orificio superior de entrada. Manejan materiales tan delicados como musgos de hojas pequeñas que forman ganchos y entretejen con habilidad, utilizando aros sedosos de las mullidas crisálidas de huevos de araña para crear un sucedáneo de velcro. El interior del nido está forrado con miles de pequeñas plumas aislantes, etc. lo que supone a estos pequeños pajarillos más de 2000 viajes para su recolección. Esta excelsa construcción para la pareja, requiere de un intenso trabajo que puede durar entre quince y veinte días.

Quienes han dedicado tantas horas al estudio científico de los mitos respecto a la  elaboración de sus nidos, fueron desterrando con prudencia el manido uso del instinto como único impulso motivador de estas aves constructoras destacadas. Han recopilado pruebas convincentes que avalan multitud de cualidades en los mitos además de su instinto, como por ejemplo: aprendizaje y memoria, experiencia, toma de decisiones, coordinación y colaboración. Toda esta amalgama de virtudes colaborativas en los mitos, sobresale mejorando sustancialmente su conducta constructora para abordar con enorme éxito el complicado entramado de sus nidos durante toda su duración.


Los mitos, tienen una portentosa vista capaz de detectar insectos ocultos de diferentes tamaños, como la araña de la imagen. Además, estos pajarillos de grades ojos, ven invertebrados de reducido tamaño que escaparían a la visión humana.



sábado, 23 de enero de 2021

Bisbita pratense


Una nevada descomunal, para estas latitudes, ha dejado todo perdido de blanco. Muchos paseriformes buscan apresurados arbustos y matojos semicubiertos donde introducirse para buscar alimento; insectos, semillas, etc. Ahora, las aves, parecen haber perdido algo de temor ante el observador, dada su prioridad por alimentarse desesperadamente. Perder calorías es un inconveniente que pueden pagar muy caro con este frío. Han de mantener su temperatura corporal de 40 gr.

Cruje la nieve a mi paso, helada y resplandeciente. Deslumbra su albura en todo el campo asilvestrado, donde los pajarillos pululan algo desconcertados buscando su sustento. Años atrás, todo este territorio ribereño fue cultivo de chopos, talados ya definitivamente.

Los pasos consumen poco a poco el trayecto establecido y, repetidas veces, salen lanzados al vuelo como una ola creciente unos pajarillos de plumaje discreto. Rompen el silencio en ese preciso momento con una penetrante voz de alarma, abandonando el escenario importunados. No tardan en posarse de nuevo. Ahora, con más sigilo, puedo observarlos detenidamente. Son bastante confiados y se dejan ver con facilidad una vez localizados a pesar de su críptico plumaje.

Los bisbitas comunes Anthus pratensis se reparten por doquier en nuestro territorio, optando preferentemente por zonas deforestadas cubiertas de pastos húmedos. Se inclinan claramente, durante su invernada, por los sectores más térmicos de la Península Ibérica.