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viernes, 6 de abril de 2018

Treparriscos con plumaje estival en el cañón del río Mesa



Treparriscos (Tichodroma muraria) con su plumaje de gala en los farallones calizos del cañón del río Mesa (Zaragoza) 31/3/2018

"El montañero que penosamente asciende por las clavijas del circo de Cotatuero, superando con dificultad el paredón vertical que arranca de los últimos pinos, en el incomparable paisaje del Parque Nacional de Ordesa, se queda perplejo cuando un ave extraña, de vuelo caprichoso y mariposeante, pasa a su altura, casi rozándole, para desaparecer en el dédalo de rocas y cascadas circundantes. Ha sido un fugaz encuentro con el treparriscos, cuyas alas redondeadas de color carmesí y negro -con amplias motas blancas en el borde-, junto con su trayectoria irregular, como de murciélago, le hacen inconfundible".



Así comienza el texto de Pedro Ceballos y Francisco J. Purroy en el libro "PÁJAROS DE NUESTROS CAMPOS Y BOSQUES" dedicado a los guardas forestales del antiguo ICONA. El libro, me lo regaló mi tío, entonces guarda forestal del soto de la Cartuja de Miraflores en Zaragoza.
Me chocó mucho el pájaro de la foto y la narración, tanto, que cuatro años después de su publicación vería al treparriscos en el mismo lugar aproximado que dataron los autores. 
Fue un 4 de abril de 1981 durante un acelerado ascenso por las clavijas de Cotatuero, atravesando desafiantes muros pétreos del macizo pirenáico cuando me encontré con el treparriscos. Pronto llamó mi atención el pájaro, y la realidad no tenía nada que ver con la imagen apática de la fotografía del libro. El ave se movía por la roca con una sincronía nerviosa que me dejó boquiabierto. Sus patas provistas de largas y afiladas uñas se agarraban a los más mínimos salientes con una precisión milimétrica. Mediante un agitado batir de alas de carmesí destellante, se equilibraba abriéndolas al tiempo de impulsarse en cada ascenso. 
Cuando el treparriscos desapareció, después de haberle prestado la máxima atención, prometí regresar cuantas veces hiciera falta a este lugar pirenaico para verlo de nuevo. Sin embargo, no se hizo imprescindible la alta montaña para seguirlo, ya que las bajas temperaturas de esta cordillera hacía que estas aves se dispersaran por enclaves de la geografía española menos duros en invierno.
Desde entonces, he visto muchas veces al treparriscos pero, menos de las que hubiera querido. 
Recuerdo un apunte excepcional -por lo menos para mí- de un ejemplar con el vistoso plumaje estival en unos roquedos turolenses el 23 de abril de 1991; estaba precioso con ese gris oscuro dorsal y garganta negra contrastados con el intenso rojo de coberteras alares y rémiges con lunares blancos en fondo negro.





De nuevo, he tenido la fortuna de observarlo con su librea reproductora y, no, no era en los Pirineos, era en el espectacular cañón del río Mesa. El pájaro trepador de roca, incansable buscador de invertebrados ocultos en las grietas y orificios de variado tamaño, me sorprendía de nuevo en su peña mas visitada. Es un macizo rocoso con enormes posibilidades de alimentación, gracias sobre todo, a la inclinación exterior de la cima, protectora de las inclemencias atmosféricas a la multitud de insectos que en ella se refugian.
Puede verse este preciado pájaro en los roquedos del cauce del río Mesa a partir de la última semana de octubre, dependiendo de la meteorología de las altas cumbres. 






Con paciencia y constancia, presenciaremos las capturas de invertebrados protegidos en las grietas que, el pájaro escalador, pinzará con gran destreza haciendo uso de su fino y alargado pico. 


Una ráfaga de viento frío levanta el manto de plumas que cubre el fanérico carmesí del ala.  




Colgado del techo de un gran diedro en la roca, el treparriscos demuestra la agilidad y fortaleza de la que es capaz para prospectar todos los resquicios hallados al paso. 
El techo está lleno de geodas fragmentadas al haberse desprendido una enorme losa caliza.


Mediante las imágenes se puede apreciar la fuerza de agarre a la piedra mientras registra las diversas fisuras.