jueves, 18 de marzo de 2010

Una chova muy especial

Primavera de 1997


Un córvido, es lo más parecido a un perro pero cubierto de plumas. Así me lo ha parecido siempre que he tenido la fortuna de convivir con algún ejemplar criado en cautividad.




Todo comenzó bajo el imponente farallón calizo de “Peña Palomera”, cerca de Jaraba (Zaragoza). Un mal nacido, había tiroteado a palomas, grajillas, y cómo no, a los padres de una pequeña chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax). Todas las aves, aparecían esparcidas víctimas del escopetero irracional. Solamente había sobrevivido un ejemplar, que unas personas recogieron asustado. Les comenté mi intención de llevarla al centro de recuperación, si ellos, no tenían inconveniente. Y no lo tuvieron.

Al final, ni la recogió el encargado del centro a causa del trabajo pendiente, ni yo se la acerqué. Ambos, por falta de tiempo.




Son aves sociables las chovas, y se afianzan pronto a sus cuidadores, por lo que alimentarla no fue difícil.

Pasó los días de cuidado y atención en el interior de una galería acristalada y espaciosa, donde escasamente daba el sol, pero, le permitía ejercitar la musculación alar con pequeños vuelos. Sacándola varios días a la semana, disfrutaba en su ambiente rupícola, aprovechándose además, del necesario baño solar. Mediante extrañas posturas, ofrecía al sol cada parte de su cuerpo, entregándose a un profundo éxtasis de placer. Meterla en la caja de vuelta a casa, era una operación algo complicada, que resolvía con pequeñas argucias. No era fácil.

Durante una de las últimas salidas, la Chova, lucía un plumaje negro brillante, irisado y completo, además de un vuelo firme, aunque inexperto. Aquel día, saltó enérgicamente de mi hombro ante la presencia de una rapaz que, afortunadamente, resultó ser un halcón abejero. Reconozco que lo pasé mal, pues el córvido realizó la maniobra más indebida.




Era este lugar en principio, el elegido para liberar más adelante a la joven chova piquirroja, pero tan sólo, habitaban la cortadura tres parejas de la misma especie con sus jóvenes volantones. Uno de ellos, de su edad, había sido devorado por el búho real, a juzgar por el montón de plumas hallado. El lugar, lo descarté de inmediato.



Joven de búho real (Bubo bubo)

El último día la Chova lo pasó en soledad. Ya era capaz de deambular con seguridad libremente por los cortados de su nuevo hogar. Había descubierto un espléndido bando de jóvenes chovas piquirrojas acompañadas por adultos que me hostigaban, como es natural, al verme en su compañía. Trataba de lanzarla contra ellas, buscando el efecto explicado por Konrad Lorenz con sus grajillas en cautividad, cada vez que éstas, se perdían atraídas por las alas de los bandos de cornejas a las que seguían casi obsesivamente. Pero no daba resultado, la Chova volvía a mi hombro, o a mi cabeza.




Incluso, un día entero en libertad del córvido, no fue suficiente para romper ese lazo de impregnación conmigo, y al marcharme estando ella a más de 300 metros, pensé que se quedaría allí, sin embargo, potentes graznidos delataron su intención bajando hasta mi hombro a la velocidad del rayo. Ese día fue el definitivo, y sabía cómo hacerlo. Esperé a la penumbra, y deposité a mi preciada Chova en lo alto de una covacha segura y resguardada, quedándose inmóvil como estaba previsto.




Al siguiente día, lunes, volví después de trabajar, era las ocho y media de la tarde. Le traje algo de comida, la llamé, y enseguida apareció. La adaptación al lugar, se iba completando correctamente.

El martes, no tuve noticia del negro córvido; lo busqué y lo llamé desesperadamente sin querer encontrar nada más que su voz de respuesta. Volví a casa con enorme pesar y cavilación. Me consolaba, no haber hallado restos de plumas.




De nuevo regresé sobre el páramo pedregoso del roquedo calizo. La fui llamando al mismo tiempo que la buscaba inquieto, cada vez más nervioso, puesto que sumaba el segundo día desaparecida. El sol declinaba poco a poco, y la luz se iba consumiendo como las esperanzas de encontrarla. Era tarde, y escuché aproximarse al grupo de chovas concentradas para pasar la noche. Al sobrevolarme, volví a llamarla con fuerza desatada, y el bando fue superándome a la vez que se alejaba. A punto de derrumbarme, una de las chovas se descolgó de la bandada posándose en lo alto de un bloque de roca; en principio, pura casualidad, pero…, al mostrarle la comida y llamarla simultáneamente, agitó las alas exactamente igual que lo hizo al ser alimentada durante la cría. Respiré aliviado, y más, cuando después de permanecer escasos segundos mirándome, emprendió de nuevo el vuelo reincorporándose a su nueva familia.
Probablemente, y según Konrad Lorenz, la joven Chova había sido aleccionada por los adultos de la comunidad. Esa breve duda en el córvido, lo demostraba claramente: se había roto nuestro vínculo familiar definitivamente. Ya, era libre.


15 comentarios:

  1. Me ha recordado al capítulo XXI de El Principito. Tú domesticaste a la chova y la hiciste durante un tiempo dependiente de ti, pero luego supo incorporarse a su vida natural y en ella quedará el recuerdo de esa persoona que le salvó la vida.
    Como le dice el zorro al Principito: "...el tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Lo esencial es invisible a los ojos."

    ResponderEliminar
  2. -Qué dura se hace la despedida con esta especie. Pero qué grandes recuerdos de convivencia se generan. Siempre pienso; mejor, no toparme con ningún animal con problemas, aunque me los pueda pulir llevándolos al centro de recuperación.
    Como bien apuntas Ars: “lo esencial es invisible a los ojos”.
    Saludos.


    -Claro que si, Asterina. Todas las experiencias compartidas con animales, además de con personas; son, como dices: emocionantes. Y, cuan grato resulta poder compartirlas.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Mi más emotiva enhorabuena por esta entrada Javier.
    Cómo ya he dicho en otras veces, son historias breves que disfrutas leyendo!.
    Uno se siente realizado y con la conciencia bien tranquila de haber hecho las cosas bien aunque siempre quede algún resquicio en el interior de uno echando de menos a tal animal que compartio tu vida por un tiempo, aunque breve pero intenso. Nunca me canso de volver a leer El anillo del Rey Salomón de KL!
    un saludo

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias Juan.
    Estas vivencias compartidas con animales, cuyo verdadero protagonista considero que es el animal, deja de manifiesto, la capacidad de convivencia posible entre humano, y naturaleza.

    Tienes razón; las historias seleccionadas por KL, entre ellas, “Sempiternos camaradas”, son dignas de ser releídas tantas veces como haga falta.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Disfruté mucho con las lecturas de Konrad Lorenz, igual que he disfrutado con tu relato en versión ibérica.
    Esas relaciones son las que nos atan aún más fuerte...a la Vida de este gran planeta.

    Enhorabuena, Javier, por la historia (de principio a final feliz).
    Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Qué preciosa historia. Bonita, de verdad. Y suerte la tuya de haberla vivido. Me ha encantado.

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias a los dos: Javier y Mamen. Realmente, fue una experiencia con el córvido extraordinaria y llena de emoción.
    Escribir no es lo mío, y me hubiera gustado abreviar bastante más. Los posts demasiado largos..., acojonan. Lo siento.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  8. Hola Javier, que duro se tuvo que hacer soltarla después de llegar a esa camaradería, a esa complicidad.

    Que fantástica labor realizas con tus escritos y tu cuidado de la naturaleza y de su fauna.


    Un fortísimo abrazo.


    A Salto De Mata

    ResponderEliminar
  9. Muchas gracias Miguel. Ya sabes lo que es es amor en pareja, aunque sea con una pájara.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  10. Gracias Javier. Creo que todos al menos una vez, hemos tenido algun tipo de experiencia con aves u otras especies, de las cuales siempre se extrae un disfrute muy provechoso y una acción moralmente encomienble.
    Haces una gran labor, saludos
    (calceolusycentaureas.blogspot.com)

    ResponderEliminar
  11. Es una gran satisfacción dar suelta a un animal y ver que se adapta al medio para vivir libre.
    Los perrunos córvidos son además muy especiales.
    Muy bonita historia.

    ResponderEliminar
  12. He de reconocer, que me sorprendió bastante tan prematura reacción de independencia en el joven córvido. Pero..., por su puesto, eso me facilitó infinitamente las cosas. Si no la hubiese colocado a buen recaudo en la cueva al anochecer, todavía estaría con ella sobre el hombro.
    Son increíbles estas aves.
    Gracias Javier y Jesús por vuestro comentario.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  13. Emotiva historia la que nos cuentas de relación córvido-humano.
    Como bien dices, son unas aves especiales en este tipo de relaciones. Me alegro que consiguiera reintegrarse de nuevo en la naturaleza, con los suyos y, de que tu entendieras de que así debía de ser, pues hay muchas ocasiones en que ya el ave que cae en manos de un ser humano, ya queda cautivo de él. Esta chova, fue afortunada sin lugar a dudas. Un saludo

    ResponderEliminar
  14. Javier, a sua história me deixou com lágrimas nos olhos... parecia que eu estava vendo tudo, com meus próprios olhos.
    Você ajudou a pequena ave a se adaptar ao ambiente, afeiçoou-se a ela e ela a você... então, após a adaptação, ela se foi, mas você ficou com um sentimento dentro de si... queria vê-la bem, queria ter a certeza que ela tivesse sido bem acolhida ao seu bando.
    Ufa! Tudo acabou bem afinal! São esses pequenos relatos que me fazem voltar aqui e aprender cada vez mais. Com você e a natureza que nos cerca. Você é especial, saiba disso.
    Obrigada por compartilhar. Te quero muito bem.
    Felicidades.

    ResponderEliminar