viernes, 21 de enero de 2011

Contrafuego


Alcornocal (Quercus suber) Cambarco (Cantabria)

La pintura “intumescente” es un material compuesto por elementos que, bajo la acción calorífica del fuego, cambia su estructura reaccionando entre ellos para formar un aislamiento multicelular. Dicha pintura se aplica con un espesor de 625 micras, según normas vigentes.
La alta temperatura del calor del fuego, provoca un aumento de volumen en la pintura de hasta cien veces su espesor nominal por intumescencia de la película de pintura aplicada, con una capacidad aislante del fuego que protege la estructura de la construcción interponiendo una barrera útil que aumenta el tiempo de aislamiento en el cual, las altas temperaturas podrían afectarla y destruirla.
Es una protección pasiva contra el fuego. La mayoría de las estructuras de edificaciones fabricadas en todo tipo de materiales, se hallan protegidas por estos productos ignífugos por normas obligatorias de seguridad. Es el tiempo necesario para que la actuación de los bomberos sea lo más efectiva posible.

Y precisamente, lo comentado con anterioridad, fue lo que pasó por mi cabeza cuando vi esta ladera quemada con los alcornoques supervivientes reverdeciendo. Gracias a esa capa mágica intumescente de corcho, los alcornoques evitaron el achicharramiento de su núcleo vital. La función más importante del corcho en el alcornoque es la de protegerle del fuego, muy frecuente en las regiones de clima mediterráneo donde se asienta. Es una protección fabricada magistralmente por las células muertas y huecas que, se van creando desde el interior de la capa madre hacia el exterior. Al arder, sólo lo hace la parte exterior más porosa, quedando la interior cerrada a la entrada de aire y por lo tanto, a la combustión. De este modo, aunque el follaje sea destruido, queda protegida su zona vital, pudiendo rebrotar una vez extinguido el incendio. Por eso, estaban vivos.





La recogida de corcho en lugares con alcornocales densos, da trabajo a la gente del campo, y en esta labor, hay especialistas en descortezarlos minimizando los daños al árbol.



El descortezamiento por la demandada utilidad del corcho, deja al árbol desprotegido ante la posibilidad de un incendio.


La corteza es de color grisáceo, poco densa y con multitud de grietas profundas a lo largo del tronco en los árboles que no han sido nunca descorchados.

lunes, 17 de enero de 2011

Gato de montes



He perdido la cuenta de los perros que libremente circulan por muchos pueblos, y que con cierta alegría, se apuntan como acompañantes de senderistas y amantes del campo. Todos parten de la misma base estratégica para acoplarse al paseo: mirada cómplice, lametazos con agitación general del cuerpo y…en cuestión de segundos, amistad consolidada.
El perro es muy activo y gregario, como su antecesor el lobo, que ya desde tiempo inmemorial logró un importante lazo afectivo con el hombre y sus intereses, en el que compartieron tareas y alimento, además de compañía. Eran ambos, cazadores sociales y jerárquicos, con técnicas muy similares de caza y por supuesto, grandes competidores.

Bueno, al tajo. Entre los cánidos atrevidos, recuerdo uno en Pelegrina (Guadalajara) que comenzó con ganas la travesía, hasta que su trayectoria temprana se desvió por la presencia de un corzo al que persiguió sin descanso y a toda velocidad monte arriba, y monte abajo. Al cabo de un considerable espacio de tiempo apareció, pero, ya no tenía ganas de pasear tras consumir la dosis de golpe.
El problema de estos encuentros cuando la intención del ornitólogo es la de ver pájaros, pone de manifiesto la inadecuada opción de acompañamiento de un perro que, seguramente, ahuyentará todo a su paso. Sin embargo, cuando la ilusión del perro es enorme, soy incapaz de arrebatársela. Un samoyedo deambulaba suelto en la casa rural donde me hospedé unos días que pasé en Asturias. Insistió en acompañarme y como sospechaba, las aves iban desapareciendo ante su presencia. A la mañana siguiente opté por irme sin él. Abrí la puerta cuidadosamente pero…detrás de la rendija encontré una mirada fija que conectó simultáneamente con la mía, una lengua ondulante y una poblada cola agitándose de un lado a otro. Mirando al espacio, acepté resignado mi atadura cómplice con el jubiloso can, ante la incapacidad de negarle una condición tan arraigada en su naturaleza social. La compañía voluntaria de un perro desbordado por tantas sensaciones, disfrutando de olores y actividades diferentes, es crucial, y lo viven intensamente, por ello, no tengo inconveniente alguno en sacrificar la observación de aves a cambio de pasear con un gran compañero.
Después de concluir la aventura y descansar en el sofá de casa, escuchaba con claridad el reproche de su “dueña” por la suciedad y la gran cantidad de semillas aprehendidas en su espeso pelaje que le daban un aspecto deplorable. Supongo que, el perro, comprendería tras el placer de una buena aventura el sacrificio que conlleva la penitencia de cargar con una buena bronca.

Me imagino vuestra sorpresa viendo solamente fotos de un gato cuando el texto va de perros. Muy sencillo. El carácter nómada y gregario de los perros, heredado de sus parientes los lobos, da sentido a su fidelidad como acompañantes de la especie humana hasta donde sea preciso. Pero, cuando el acompañante es un gato, entonces sólo queda perplejidad y asombro.
Lo encontré acomodado en el solarete de una ventana, me siguió hasta casa y le di de comer. A la mañana siguiente se vino conmigo. Sospechaba que como otros, sólo me seguiría hasta las afueras del pueblo, pero éste fue más allá. Recorrió una considerable distancia, demasiada para ser un mamífero de límitación territorial, pero al acabarse su radio de acción el felino se vio desplazado y comenzó a inquietarse maullando. Corto paseo, y agradecido por la fidelidad del gato, de vuelta a casa. Los días siguientes comió muy bien. Se lo ganó con carácter, como los perros.




- Aprovechando para descansar y guardar el equipo.



- Masaje dorsal para aliviar los dolores del esfuerzo.




- También, cómo no, masaje en cervicales.



- Comprobación efectiva del masaje mediante un demostrativo giro.

martes, 11 de enero de 2011

El apogeo constructor del buitre leonado


Los días no han acompañado mucho a las salidas al campo, a causa sobre todo, de la persistente nubosidad y fuerte viento. Es sol apenas ha hecho aparición. Pero a pesar de estos inconvenientes sin relevancia, las escenas más habituales en estas fechas han estado a la orden del día.

El mes de enero, es sin duda un gran espectáculo para observar la faceta más importante de la biología del buitre leonado (Gyps fulvus); me refiero al inicio de la construcción del nido donde traerán al mundo a un pollo cada pareja y, que cuidarán con enorme dedicación. He pasado largas horas estos días observándolos en su quehacer diario. Los buitres en su afanoso trasiego, portan el necesario material vegetal al nido. Es una actividad frenética la de éstos gigantes voladores en busca de ramas para concluir la construcción de la plataforma. Ésta labor ocupa a ambos consortes, y decora el cielo con una abundante circulación de multitud de individuos viajando de un lado a otro, cargados con su correspondiente manojo de hierbas, ramas etcétera. Todo lo transportado, depende del avance de la obra.

La pareja que sigo con gran interés regenta una parcela muy atractiva, que cuenta con la ubicación nidal exterior y una amplia cueva donde guarecerse en caso de fuertes tormentas o calor estival. El macho tiene una coloración oscura y apagada, la cabeza y la gorguera apenas destaca del resto del cuerpo. La hembra es más atractiva, con la cabeza y gorguera muy blancuzca y plateada, su plumaje es mucho más pálido. Colaboran estrechamente los dos en la construcción, y además, en los remates y acabado del nido. El macho participa brillantemente en dicha labor; a veces, me da la impresión de que si por él fuera pondría hasta el huevo. Dependiendo del orden de elaboración del nido, vemos a unos ejemplares acudir a por ramas gruesas para cimentar el nido. Otros acuden a los pinos o a los romeros para recolectar ramas intermedias. Los más adelantados, arrancan manojos de fina hierba con la que tapizarán el cuenco que cobijará al huevo, y posteriormente, al recién nacido.

También desgraciadamente, existen hurtos de material. Si un nido queda vacío y sin la vigilancia oportuna, siempre aparece algún oportunista espabilado y mal compañero, contribuyendo ilegalmente al aligeramiento de plataformas ajenas.



Buitre portando hierba para el forro del nido; esta es la última fase de su construcción.



Algunos ejemplares abordan literalmente a los pinos para arrancarles las ramas más tupidas de sus copas.






Los más cómodos las arrancan de la parte baja, aunque sus acículas son más cortas y aportan menos cubrición.

martes, 4 de enero de 2011

EL rock de la charca



Estaba esperando impaciente la llegada de pájaros al abrevadero durante una larga mañana algo tediosa. Y, en un intervalo de soledad, apareció una hembra de roquero rojo. Se acerco tímidamente y con mucha cautela hasta la orilla.

Una vez pegado al agua, se adentró con prudencia de un leve salto y…, ascendió con la velocidad del rayo propulsado por sus veloces alas. Agitándose en el aire con locura desatada. Entonces, comprendí porqué le llamaban roquero.


miércoles, 29 de diciembre de 2010

La silueta del martín pescador




El martín pescador (Alcedo atthis) es un ave privilegiada por sus atractivos y contrastados colores. Unas minúsculas alas le propulsan en vuelo, batiéndose incesantes y desplazándole a gran velocidad a escasos centímetros del agua. Su resplandeciente azul luminoso supracaudal, no escapa a la vista asombrada de todas aquellas personas que logran ver ese destello alejarse. En las jornadas de anillamiento de cara al público, el martín pescador es por su colorido la estrella de los pájaros. Así me consta cuando el anillador Carlos Pérez, lo muestra delante del personal que le atiende con gran interés durante la charla ornitológica. Al comentar lo datos biológicos del ave mientras lo saca de la bolsa de tela, una leve exclamación del grupo, unánime, cae con la suavidad de un suspiro. Personalmente, disfruto tanto del polícromo pájaro, como de la admiración que despierta en las personas congregadas.








Pero hoy este ejemplar no tiene color, tan sólo, penumbra y claroscuro en la alborada. Es un martín pescador sin colores, sin su esencia específica más reconocida. Gracias al blanco y negro de las imágenes entre las que destaca únicamente su silueta, podemos centrarnos en la paciente atención con que el ave observa la superficie del río. Es una faceta particular de esta avecilla muy entregada a la soledad de sus jornadas de pesca. Tiene varios posaderos por los que va rotando periódicamente a la espera de nuevas oportunidades. En cada uno de ellos, se repite fielmente la misma pose acechante con una intensa fijación al agua. La perseverancia es importante. Tarde o temprano, algún pececillo subirá a la superficie.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Feliz Navidad



El final de otro año se aproxima. Y, para animar la reciente entrada del invierno con su fría belleza, os dejo estas estampas de blancura luminosa. Espero que arranquéis con energía incombustible la búsqueda de más material para cubrir y compartir próximamente en nuevas entradas.


Que paséis unas Felices Fiestas.





sábado, 18 de diciembre de 2010

Abubillas para siempre.



Siempre es un placer recibir la visita de la viajera abubilla (Upupa epops) al finalizar febrero, cuando regresa del continente africano, su cuartel de invernada. Es un ave de librea caprichosa y llamativa, sobre todo, por esa combinación de blanco y negro muy destacada en vuelo. Pasea coronada con una extravagante cresta, replegándola voluntariamente según su estado de ánimo. Su monótono canto, abunda durante las demarcaciones territoriales en primavera, anunciándose simultáneamente ante las selectivas hembras disponibles.
Es cierto que para disfrutar de estos momentos especiales hay que aguardar al periodo de celo entre marzo y abril. Pero, ya no hace falta esperar su regreso en los viajes prenupciales para verla. Su costumbre parcialmente migratoria parece ampliarse, y, no solamente permanece en el sur y zonas costeras de Levante, sino que se la ve con más asiduidad por regiones del interior ibérico durante el otoño e invierno. No son poblaciones residuales provenientes de Centroeuropa como erróneamente se pensaba. Estas pequeñas poblaciones que rehúsan cruzar el Estrecho para alcanzar sus cuarteles de invierno en una amplia franja del continente africano, consiguen a pesar de las inclemencias invernales, hallar el alimento disponible en la península sin aparente dificultad.
Las citas de este coraciforme en los anuarios ornitológicos aragoneses cada vez abarcan más espacio en sus páginas. Su presencia ya no resulta tan extraña. Durante el mes de noviembre y ahora en diciembre, he visto con frecuencia en áreas despejadas y agrícolas a siete kilómetros de Zaragoza, varios especimenes de abubilla. Este sábado, he tenido incluso, la fortuna de observar a doce ejemplares juntos mientras campeaban por el terreno yermo de una desaparecida plantación de chopos. Ver el vuelo ondulante de una abubilla encandila. Pero, observar el desplazamiento de doce de estas blanquinegras aves ejecutando toda suerte de acrobacias, lo supera. Sus alas agitándose, actúan como heliógrafos. Destellos por doquier.

Me preocupa que la irrupción de algún invierno crudo cargado de fuertes y pertinaces heladas, pueda sorprender a estas magníficas aves insectívoras en su nueva andadura. Como le ocurrió un ventoso y gélido invierno de 1985 a las avefrías (Vanellus vanellus), cuyos picos, no podían perforar el terreno endurecido por las heladas para acceder y capturar a los invertebrados de los que se alimentaban. Murieron miles de estas aves completamente desnutridas.