Bueno, iba a ver otras especies el sábado pasado y me quedé embelesado con el búho real Bubo bubo. No hay nada mejor cuando se va al campo a ver aves que hacer lo que a uno le apetezca, incluso, cambiando la hoja de ruta.
Con este frío concentrado y de mayor persistencia que años atrás, es fácil ver al treparriscos Tichodroma muraria en los cañones interiores de la península, esa era mi intención. Las intensas nieves y bajas temperaturas acaecidas en sus núcleos de alta montaña dificultan su supervivencia haciéndoles bajar de esas inestables cotas a nuestros barrancos mas accesibles.
Durante la bajada por el camino entre las peñas calizas con el treparriscos en mente, paré a observar el viejo cornicabra sujeto a la roca, vistoso como un exuberante candelabro. Y allí, entre el enrejado ramaje del arbusto, estaba ella, la hembra de búho real. Sorprendentemente, me dedicó la primera mirada, desvanecida a continuación por otras mas panorámicas antes de cerrar los ojos y ahuecar su plumaje. Todo me gusta de ella, vamos, de la especie en general. Cómo explicar la sensación de placer producida por el bienestar de la rapaz, tranquila, sosegada mientras yo la miro con admiración bajo su evidente complacencia.
El día anterior acudí con los prismáticos pero, eran insuficientes para procesar los detalles. Al siguiente, lo hice con el telescopio apurando los sesenta aumentos, era un escenario impresionante. Veía sus párpados inferiores elevados hasta dejar una finísima ranura de alerta, sus oídos prestos a captar algún sonido alarmante y su plumaje pardo, semejando la nada entre tanta maraña.
Sabéis, tras aparcar al borde del camino a las ocho de la mañana, sin darme cuenta del tiempo transcurrido, desemboqué en las 13´00 horas; cinco productivas horas deleitándome con el reposo de la hembra de búho real. Sí, lo sé, alguno os preguntaréis cómo puedo estar tanto rato contemplando a una rapaz que no hace aparentemente nada. Bueno, a veces, es cautivador penetrar en la inactividad de esta rapaz para comprender ciertas cosas. El punto elegido está bien soleado, algo imprescindible para todo ser vivo. Los animales nocturnos también precisan del sol para asimilar ciertas vitaminas. Me gusta anotar el paso de especies por su posadero para ver cuáles le provocan mas inquietud. las chovas piquirrojas, por ejemplo, sólo la alteran si se acercan demasiado. Algún pajarillo entre las ramas le hace abrir los ojos y girar la cabeza en su dirección. La pareja de buitres, cuyo nido arreglado no es productivo este año, permanece en lo alto del cortado esperando la formación de corrientes térmicas para comenzar a volar cómodamente. Algunos movimientos de las carroñeras hacen al búho mirar hacia arriba con insistencia. Es al emprender el vuelo estruendosamente, cuando la rapaz nocturna se yergue súbitamente pegando su plumaje al cuerpo y cambiando radicalmente su silueta rechoncha por otra mas ahusada y erecta. Es posible que al ver una gran silueta, en principio, la confunda con la del águila real, a la que teme por ser su mayor enemigo, sobre todo, por predar sobre la población juvenil (datos propios). He visto mas de una vez a los búhos reales erizar el plumaje al paso del águila real. Sin embargo, una vez identifica al buitre, vuelve a su estado de reposo.
Se ven escenas interesantes observándolo sin descanso. Si no hay interacción activa del búho con sus vecinos, uno se centra en la belleza mimética del plumaje, sus penachos, sus garras, etc...
Una vez continuado el micro-sueño, despierta repentinamente y picotea una parte del plumaje con insistencia, lo arregla, y a descansar. Esta conducta la repite con diferentes partes de su plumaje, incluso con el de las garras. Las levanta indistintamente, baja la cabeza hasta conectar con ellas y las picotea, lentamente vuelve a su posición original y dormita.
Así va pasando el tiempo que le dedico gustosamente, y lo mejor de todo, es que ella me lo permite sin suponer un estorbo.
El camino es una ruta de acceso no muy transitado, por lo tanto, la rapaz parece aceptarlo sin sobresaltos; es el lugar idóneo para tal fin.
Esta pareja suele incubar entre la última semana de febrero y la primera de marzo.
Las fotos están hechas con un 400 mm. y recortadas.
Tengo una anotación curiosa de agosto de 2007 en este paraje calizo. Una explotación de larga duración en la cantera, está terminando con parte de este lugar tan pintoresco.
Durante un día de jornada laboral de dicha fecha, me acerqué a recolectar egagrópilas de esta rapaz. Caminaba en dirección a la cantera por el monte y escuchaba los motores de las excavadoras y del resto de la maquinaria. Repentinamente, todo el ruido cesó. A continuación, escuché y sentí el impacto de las ondas expansivas de una aterradora explosión seguida de una envolvente polvareda. El zumbido siseante, como de proyectiles, salió en todas las direcciones, probablemente fueran piedras disparadas por la explosión. Llegué a echarme al suelo y, acto seguido, salir pitando. No había dado veinte pasos de vuelta, cuando salió de una enorme sabina, creo, esta hembra de búho real. Me sorprendió en todos los sentidos su presencia estática dentro de la sabina con todas las estruendosas detonaciones acontecidas cada breve intervalo de tiempo, todo, a algo menos de cien metros de distancia.
Ser el culpable de interrumpir su descanso y no el bombardeo de la cantera, me dejó cariacontecido.
Ya sabéis, cada espécimen se adapta a lo que conoce y acepta dentro de su territorio, por inexplicable que resulte.
La misma hembra (probablemente) en su posadero a principios de marzo de 2006; han transcurrido doce años desde entonces. La foto la hice desde el mismo punto que las anteriores, pero, con la vieja colpix de nikon acoplada al telescopio. En este caso, descansaba sobre la rama izquierda del mismo arbusto.
Sus dos pollos volantones el mismo año, fotografiados también mediante la técnica del digiscoping desde el camino.