Cuando formas parte del paisaje pasas desapercibido, o por lo menos, el búho real Bubo bubo te considera parte de él. A los naturalistas y gente que nos gusta ir de un lado para otro disfrutando de la fauna silvestre, el búho real nos atiende recelosamente. A veces se achanta, y cuando sobrepasamos su barrera de seguridad emprende el vuelo a gran velocidad para evitar a los vecinos belicosos que van tras él con saña.
Somos, aunque nos duela, un inconveniente con el que se enfrentan los animales que descansan durante nuestra semana laboral, precisamente, por las molestias que les ocasionamos cada fin de semana con nuestras incursiones, aunque sean bien intencionadas.
Refiriéndome al búho real por ser el protagonista de esta entrada, la rapaz está mas habituada a los habitantes asiduos del campo que a los urbanitas.
Sé, por innumerables observaciones, que a los agricultores y a los pastores el búho real los mira con menos recelo que a mí cuando llego desde la ciudad a contemplarlo durante unas horas; aunque sea silenciosamente, como he hecho siempre, desde el mismo lugar y con la correspondiente distancia recomendable (una en la que haya que utilizar los 60 aumentos del telescopio). Lo digo por la cantidad de veces en las que la rapaz ha obviado a los camperos rurales fijando su mirada en mi persona, aún estando mas distante que ellos. En incontables ocasiones he visto al ganado pastar cerca del nido de la rapaz con sus pollos, al agricultor con su ruidosa máquina labrando, y he sido mas controlado que ellos.
Recuerdo un ejemplo que no olvidaré jamás debido al alboroto de un labriego en una tabla de viñedos. La silueta del búho real se adivinaba entre las ramas de una sabina negral Juniperus phoenicea. Por el posadero, se trataba de la hembra. A la izquierda, bajo el cortado calizo una persona mayor trabajaba con un arado romano y su asno tiraba duramente para abrir surcos. El animal obedecía casi a la perfección las órdenes de su cuidador, aunque de vez en cuando, los errores del asno eran corregidos mediante estridentes juramentos e improperios repetidos por el eco del barranco en todas direcciones.
Todo lo observaba y escuchaba el búho real que, ante el alboroto esporádico, no perdía la ocasión de fijar su mirada hacia la fuente del escándalo. También, con mayor fijación, dirigía su mirada hacia mi persona; aunque me hallaba más apartado que el labrador, para el gran búho, paradójicamente, yo era el intruso a controlar. Lo curioso era la insistente mirada que la rapaz tenía hacia mi posición inmóvil, al contrario de la del enojado y bullicioso agricultor al que vigilaba ocasionalmente.
La diferencia era previsible; el lugareño con su modo de vida pertenecía al paisaje, y yo, venido de la urbe, era la novedad.
A pesar de todo, ultimada la faena en la tabla de sarmentosos viñedos el animal de tiro fue recompensado con un buen morral de paja y cebada.
No es lo comentado un reproche para quienes disfrutamos del campo, pues no somos los únicos que desvelamos al búho real durante su descanso. De hecho, contabilizados muchas veces los segundos de sueño de la rapaz, no superaba los 16 segundos dormitando. Cualquier paloma bravía Columba livia, bando de grajillas Corvus monedula, chovas piquirrojas Pyrrhocorax pyrrhocorax, bulliciosos cernícalos Falco tinnunculus y demás habitantes del roquedo pueden interrumpir a la gran rapaz nocturna durante su descanso; incluidos los pequeños pájaros que pululan entre los arbustos donde se halla reposando.
La insistente mirada de este macho de búho real hacia el mismo punto obedece, con frecuencia, a la intención de asegurarse preventivamente el lugar donde dirigirse en caso de huida si el peligro se acrecienta.
Si no abusamos en exceso mirando fijamente hacia su punto de reposo y sin acercarnos demasiado, la rapaz finalmente se afianzará con nosotros y podremos disfrutar de su pausada somnolencia y tranquilidad.
Gracias a la distancia, a pesar de limitar mucho la calidad de las imágenes, puede uno presenciar detalles que, de otro modo, pueden pasar desapercibidos.
Si algún ave se posa cerca lo alertará, como pude ver en una ocasión con una paloma bravía. Vi como el búho real desplegaba las vibrisas (plumas táctiles que rodean el pico) cerrando simultáneamente los ojos (supongo que para eliminar el llamativo rojo-anaranjado de su iris), ambos se observaron muy de cerca, rígidos y expectantes. La paloma se fue y el búho real plegó las vibrisas y se acomodó de nuevo.
Qué bien descrita la conexión que suponen dos miradas que se cruzan y fijan. Cada uno evalúa al otro y enjuicia sus posibles intenciones, a la par que busca encontrar la vía de escape, por si acaso.
ResponderEliminarMientras no es el caso, algo siempre subjetivo, las posiciones se mantienen y las miradas se sostienen; tan sólo se interrumpe el intercambio cuando alguno de ellos se mueve, bien acercándose o alejándose.
Lo que tan minuciosa e interesantemente describen con el búho lo he experimentado yo con alguno de los mamíferos con los que suelo encontrarme durante mis incursiones, si bien éstos permiten una mayor proximidad que las aves.
Como siempre, aguda observación e instructiva forma de narrarla. Siempre se aprende leyendo (te).
Un abrazo.
En las miradas está toda la magia del comportamiento animal. Pasar horas de quietud para analizarlas es toda una experiencia motivadora de la curiosidad humana, bueno, por lo menos para mí.
EliminarEntre mamíferos y aves, supongo que todo tendrá relación con la proximidad de éstos hacia los humanos a la hora de ser mas o menos receptivos. Pienso que lo mas importante es esa conexión nuestra, aunque fugaz, con otras especies que nos agrandan el alma gracias a las sensaciones vividas durante el encuentro.
Gracias Carlos.
Un abrazo.
Completamente de acuerdo...nosotros somos los raros, los extraños.Un saludo.
ResponderEliminarPor fortuna, aunque nos extrañen los animales salvajes, tenemos la deferencia de no acorralarlos con armas de fuego ni aparatos a motor devastadores.
EliminarSin ellos el monte sería mas equilibrado en todos los sentidos.
Saludos.
Cuanto conocimiento de campo, y minuciosidad en la observación, para captar esos pequeños detalles del comportamiento animal. Enhorabuena Javier.
ResponderEliminarNo sé Fermín, me considero observador y, en base a ello, me gusta analizar con vuestras opiniones esas pautas sencillas de la fauna en el campo que, tal vez, pasen desapercibidas para gente mas metida en aspectos científicos.
EliminarGracias.
Saludos.
Buen texto...denota esperiencia campera, con fotos de ese encuentro en cortado cálido . Enhorabuena. Yo llevo varios años trabajando fotográficamente con el búho. www.mad-foto.weebly.com
ResponderEliminarConozco tu trabajo y es extraordinario. Lo que veo a través del telescopio, tú lo fotografías con una calidad excelente.
EliminarMucha suerte y grandes recompensas.
Saludos.
Fico imaginando a tamanha contribuição, através das suas preciosas vivências e observações de campo, que você poderia dar a essa tal "gente mas metida en aspectos científicos". União do útil ao agradável para o desenvolvimento biodiversificado do planeta.
ResponderEliminarGentilíssima entrada com ótimos registros fotográficos minuciosamente narrados.
Um beijo
Gosto que da gente veja com bons olhos estas histórias expressadas com a ciência do observador singelo, cuja única função é a de alimentar a curiosidade daqueles que atendem as entradas.
ResponderEliminarJá sabes que são relatos analisados desde o ponto de vista de um sonhador.
Gostei muito de tua entrada mas, não tinha acesso aos comentários.
O rio Paraíba está como o rio Ebro nestes dias; realmente precioso.
Beijos...
Foi a última entrada do Sedimentos, uma despedida definitiva, por isso bloqueei os comentários. Deixei meu e-mail para quem queira manter contato.
EliminarOutro beijo
Bom, entendo...
EliminarSorte se há um novo projecto em tua mente.
Beijos...
Não tenho novos projetos de blog por enquanto; mas o meu projeto de usufruir da vida persiste.
EliminarContinuarei visitando os blogs amigos sempre que possível, inclusive o seu. Desejo o sucesso de sempre para o La naturaleza que nos queda do qual sou fã incondicional.
Beijos e abraços, precioso Javi
Bom, pois se algum dia há projecto aí estarei. obrigado por tua fidelidade e por teu amor à natureza.
EliminarBeijos...
A mi no me pueden ver, me tiene una manía de la pera, no consigo hacerles una foto decente, jejeje. Buen artículo Javier, me ha gustado mucho. Un abrazo desde Cantabria.
ResponderEliminarPero eso es por que no vas con ganado o con el tractor a faenar. No estaría mal meternos en el ganado de algún pastor disfrazados de cordero.
EliminarSuerte Germán.
Un abrazo.
Me ha recordado a las avutardas que permiten que los tractores pasen realmente cerca de ellas, con lo puñeteras que son por lo demás.
ResponderEliminar¡Saludos!
Así es, cada especie interpreta su mundo y, es que, dedican todo el tiempo del mundo a conocer a sus vecinos. Cuando el horizonte tiene un relieve de mas, enseguida es interpretado como algo raro y susceptible de peligro.
EliminarBueno, otra barrera para nosotros que trataremos de romper del mejor modo para todos.
Saludos.
Me apunto a tu sugerencia. Disfrazarnos de cordero, ternero o cualquier otro animal pero seguro que nos detecta y no se fía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero, sobre todo, controlando que no haya ningún macho en celo o acabaremos mal.
EliminarNada, mucha, mucha paciencia, no hay otra...
Un abrazo.