La gallina ciega
Contaba con pocos años de edad, y aquel día, me inquietó comenzada la penumbra, escuchar en aquella ocasión a mis tíos decir: -¡Venga, vamos a darnos prisa que nos va a coger “la gallina ciega”! Se referían sin duda, a las prisas de última hora antes de anochecer, cuando el tiempo se acababa y había que volver a casa una vez terminada la tarea prevista en el campo o la huerta. Los misterios y la noche, eran una mezcla tenebrosa para un crío cuya cabeza no dejaba de cavilar intensamente. Es por eso, por lo que nunca pregunté: -qué demonios era la gallina ciega. No entendía esta expresión como la necesidad de concluir una tarea aprisa para no llegar tarde a casa, sino, como la necesidad de escapar de allí antes de que nos atacara la maldita gallina ciega. Pensaba. Que por cierto, no sé si sería ciega, pero…, temblaba imaginando que pudiera aparecer a oscuras con un aspecto endemoniado y unos ojos blancos
luminiscentes o algo parecido.
Naturalmente, el miedo es libre. Y, para una mente infantil, todavía más.
Ahora sé, que la gallina ciega; la sorda, como la llaman en Cantabria, es un ave pequeña, inofensiva, fantástica, de abigarrado plumaje y una mirada muy expresiva. Su vuelo, parsimonioso, se asemeja al de las rapaces nocturnas. A veces, se la confunde con una de ellas. Es activa desde el atardecer, alimentándose protegida por la oscuridad de la noche hasta el amanecer. Durante el día, descansa agazapada en su encame. Vive, envuelta en la soledad acogedora de los bosques más húmedos y frondosos que aún quedan en nuestra geografía ibérica. Sobre todo, los del norte.
Por supuesto; ni es ciega, ni sorda; es, todo lo contrario. Ambas creencias, se fundaban en la característica forma zigzagueante de su vuelo quebrado al despegar súbitamente, dando la impresión de volar “a ciegas”. La sorda: era debido a la capacidad de aguantar inmóvil gracias a su logrado mimetismo entre la hojarasca, levantando el vuelo como último recurso. Las liebres, tampoco son sordas.
Quedan tan pocas becadas, como bosques naturales en nuestro país. País de progreso y desarrollo, donde las escopetas que persiguen a nuestras becadas son como los Kalashnikov: arrasadores, y exterminadores allí donde aparecen. La codicia de una gastronomía grosera y esnobista, amparada por restauradores renombrados, está llevando a nuestra “dama del bosque”, “pájaro de las tempestades” o, “dama de los ojos de terciopelo” como la denominan con aprecio quienes las estudian y respetan; a la irremisible extinción.
¿No serán capaces estos amantes de la naturaleza (como ellos mismos se autodenominan), de comprometerse seriamente a realizar una moratoria de caza para asegurar la recuperación de esta especie?
Más sobre la becada.
Detalle de las rémiges primarias y secundarias.
Parte terminal de una secundaria. Arriba: estandarte externo. Abajo: estandarte interno.
Detalle en las rémiges terciarias del abigarrado color y dibujo; idóneo para el camuflaje sobre la hojarasca.
El filamentoso plumón (hipopluma), de color agrisado claro que nace del cañón de la pluma, tiene una función termoaislante en el ave.
la penumbra del atardecer, activa a la becada que permanecía oculta entre la vegetación.
los días de niebla, son ideales para campear, y la becada, los aprovecha difuminándose entre el húmedo meteoro.
Los suelos reblandecidos por la humedad, son ideales para extraer invertebrados de los que se alimenta esta especializada ave. Incluso, las troncas deshechas por la descomposición, también son una gran oportunidad para hallar alimento.