viernes, 16 de octubre de 2009

Araña lobo (Lycos tarentula)

 
La araña lobo (Lycos tarentula) es un arácnido de la familia Lycosidae (Lycos en griego significa lobo), aunque su nombre precisamente, no hace honor a las costumbres del cánido; sobre todo, en lo que a gregarismo se refiere.

Los machos adultos son menores que las hembras, y miden de 19 a 25 mm. Los pedipalpos, son más grandes y las patas proporcionalmente más largas. Su coloración es también más llamativa. La hembra es parda con marcas más oscuras y líneas en las patas. Mide de 27 a 30 mm. Los machos, alcanzan a vivir unos dos años, muriendo poco después de la madurez sexual. Las hembras más longevas, llegan a los cuatro años o más.

Excavan túneles en el suelo que sólo abandonan por la noche. El diámetro de entrada es de 2 a 3 cm, con una profundidad de unos 30 cm, forrada de hierbas y palitos unidos con seda para evitar los ataques del escorpión (Buttus occitanus), su más señalado depredador.

Habitan tanto espacios secos como húmedos, siempre que sean abiertos y soleados.

Las arañas lobo perciben el movimiento con sus ojos pequeños y luego enfocan con dos ojos de mayor tamaño. Pero siguen dependiendo sobremanera de los estímulos táctiles, con el que perciben las vibraciones cómo: los pedipalpos, y vellos sensibles conectados a terminaciones nerviosas.

Se abalanzan sobre la presa, la agarran con sus apéndices anteriores y la dan muerte con una picadura mortal. Su veneno, produce una lesión local en las personas que puede ser dolorosa, con inflamación y ampollas claras, que ceden espontáneamente entre los 4 y 7 días. No hay riesgo de muerte. Tranquilos.

Durante la reproducción, las hembras receptoras cubren el suelo con hebras de seda impregnadas con feromonas, es una señal para los machos. Antes de copular, el cortejo masculino consiste en emitir sonidos (estridulaciones), vibraciones (tamborileo del suelo) y exhibiciones. El macho abraza a la hembra desde arriba e introduce el esperma con sus pedipalpos.

Al cabo de 1-8 semanas aparece la primera ooteca (es el envoltorio esférico de seda para proteger y transportar los huevos). La hembra lo prepara de la siguiente manera: extiende en el suelo la seda con el abdomen mediante movimientos rítmicos hasta tejer una superficie uniforme y circular. Dentro, deposita la puesta y después la cierra uniendo y sellando los extremos hasta conseguir un envase circular. La ooteca queda adherida a las hileras de la hembra, quien siempre la lleva consigo: nunca la deja sola y, la defiende con fiereza.

Las crías suelen nacer al cabo de 3-6 semanas. La madre, transporta a su descendencia a todas partes en su dorso, infatigablemente. Éstas, desmontan en pequeños grupos para alimentarse y beber, volviendo a trepar a la madre.

A veces la hembra muere de vieja llevando las crías, quienes la devoran parcialmente, ya que están programadas para aprovechar toda fuente de energía.

La mayoría de las arañas (más de 34 mil especies) sobre todo, las de menor tamaño que buscan un nuevo territorio o emparejarse, lanzan su seda al aire y se dejan trasportar a cientos de metros, e incluso, centenares de kilómetros de distancia.

Terreno donde se fotografió a la araña lobo, cerca del río Ebro.

La primavera y el otoño, son estaciones propicias para la expansión de los arácnidos voladores, mediante el sistema aerostático, pero sin gas.

Aquí tenemos parte, de otra característica del otoño; la dispersión de las independizadas crías de araña.

Nuestra araña lobo, que tiene su descendencia durante estas fechas, como demuestra las fotografías realizadas en octubre, se dispersará por vía terrestre, como establece su conducta vital, arraigada a la firmeza del suelo.

Es la segunda vez, que tengo el privilegio de observar de cerca a una hembra con sus pequeños. Un placer.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El coronador de nuestras cumbres. Buitre leonado


Reveladora imagen de un adulto receloso, captado por Javier Abrego, durante el carroñeo de pollos de granja.

El buitre leonado (Gyps fulvus), es la rapaz cuya silueta, siempre aparece en el campo visual de nuestros prismáticos. Planeador constante, viajero infatigable de largas singladuras y sobre todo: eficaz en sus prospecciones cuando de hallar carroñas se trata.

Es un ave muy familiar en el entorno antropógeno, pudiéndosele considerar como una especie más de la

fauna semidoméstica que cohabita con el hombre.


Estampa que define por sí sóla el binomio ancestral entre buitre y ser humano.


Después de la intensa jornada de cría, iniciada desde finales de diciembre hasta últimos de agosto, los progenitores pasan dichas pruebas de atención a su descendencia, con una perseverancia infinita.

Han de efectuar largos desplazamientos, soportar agresivas disputas en las carroñas para llevarles los mejores bocados, procurar menguar los espacios de tiempo entre cebas y, obstinarse en la dura protección del pollo ante la inmisericordia del sol y la lluvia. Son todas ellas, labores de un enorme desgaste físico para estas gigantescas aves planeadoras.

Por supuesto, han de evitar ser victimas del veneno, siendo esta una cuestión de azar impuesta por la

irracionalidad del hombre.


El joven, a la izquierda, ya no tiene acceso al nido. Sus progenitores, le despachan al haber cumplido su etapa familiar.

A pesar de volar correctamente, es ahora, cuando comienza un verdadero calvario para este inexperto.


Una de mis pasiones es precisamente, la prospección de laderas bajo los cortados calizos, en busca de estas y otras aves accidentadas. Son bastantes los cúmulos de plumas hallados bajo sus colonias pero, de jóvenes que perecieron en circunstancias desconocidas. Es tan difícil coincidir en el momento oportuno…

Hay veces en las cuales, la persecución a un joven buitre leonado con problemas se complica, puesto que, aún con sus facultades mermadas, guardan cierta capacidad de desplazamiento. Llegan en ocasiones a agotarme y, a volverme loco en la desesperada carrera monte a través. Lo más dramático, es encontrarlo muerto posteriormente pasados varios días, al no haber logrado el ansiado objetivo.



Los accesibles cadáveres, de las mal llamadas alimañas, son la tentación al hambre de los carroñeros. El alimentarse de su carne, puede suponer la muerte, si han sido previamente envenenados.


El año pasado, cerca del nacimiento del río Asón (Cantabria), hallé a un ejemplar joven de la mencionada carroñera, tumbado sobre la gravilla al lado derecho de la estrecha carretera. Parecía aguardar su destino irreversible, con la línea de la agonía.

La escasa gente de paso por el lugar, curioseaba, pero…, (es de comprender, desconociendo a semejante ave, y con su volumen, que fueran capaces de recogerla). Paré inmediatamente, y a la par, hizo lo mismo otra persona, colocándose algo apartado del ave en cuestión.

Utilizando una vieja colcha y con mucha precaución, se la eché encima; pues el picotazo de una rapaz tan poderosa como el buitre leonado, podría herir de consideración y acarrear serias infecciones.

Todo sobraba en aquel ejercicio de captura, la rapaz, no tenía fuerza ni para quejarse.

Le ofrecimos algo de agua que fue consumida con desesperación. Poca, ya que pasado tanto tiempo sin beber, saciarle, no era recomendable.


No es tan difícil hallar los cuerpos yertos, de los malogrados jovenes


Imaginaros, la lenta agonía que padecen estas criaturas, cuando están abandonadas a su suerte en lugares ocultos, hasta que son devoradas incluso, durante su débil hilo vital.

Pero el caso presente, terminó por fortuna de la mejor manera posible. La persona que también se preocupó del necrófago, tenía a su mujer encargada del centro de recuperación de fauna. Que casualidad más oportuna.


La población de buitres leonados, ha sufrido muchos vaivenes a lo largo de su historia en compañía del hombre moderno. Una de las peores lacras es el veneno, sin olvidar las absurdas normas comunitarias cumplidas a rajatabla para, racionar los animales muertos y distribuirlos en apestosos muladares excesivamente organizados y de salubridad muy deficiente.

Ahora, alzando de manera incontrolable el nivel de dificultad, llegó para este desdichado volador, el muro eólico, enclavado inoportunamente en lo alto de nuestras sierras.

La energía que llaman limpia; y que lo será, cuando la efectividad de sus turbinas, nos deje el cielo despejado de esta emblemática rapaz de vuelo prospector incansable.



Este ejemplar, ha sido una buena reserva de alimento durante más de un día para algún oportunista. Paradojas de la vida, en el mundo del carroñeo.


viernes, 18 de septiembre de 2009

Cardera (Vanessa cardui)



La luz directa del sol ha concluido, y con ella, los brillos. Solamente su reflejo, ilumina tenue y agónico, el final del día.

Los colores, víctimas de la incipiente penumbra, se desvanecen agrisándose. Obviamente, sin perder ni un ápice de su; ahora turbia, suave, pero atractiva policromía alar.



¿No os recuerda a algún pájaro?


martes, 15 de septiembre de 2009

Rana bermeja (Rana temporaria)



En mi semana de estancia en el pueblo de Molló (Girona), cerca de la frontera de Francia, tuve la fortuna de topar con este bello ejemplar de rana temporaria. Estaba sobre una pradera húmeda cercana al río Ritort.
La capturé y, fui incapaz de sujetarla sin que se me escurriera de las manos; así, unas tres veces; parecía una pastilla de jabón.
Finalmente decidí dejarla, y saltó al arroyo; desde allí, me permitió posando con este desparpajo, que le hiciera una serie de fotos.
Para qué engañarnos, ha salido tan preciosa y con esos ojazos que, le sobran todos los besos del mundo.
Espero que os guste.




viernes, 11 de septiembre de 2009

Culebra de belleza y altura









CULEBRA VERDIAMARILLA (Coluber o, Hierophis viridiflavus)

La vi por primera vez en papel, en la página 70 del tomo n º 7 de la enciclopedia Fauna Ibérica, de “Félix Rodríguez de la Fuente”. Fue para mi, el tomo más esperado por su especial contenido, allí, estaban todos los grandes de la montaña.

Su llamativo diseño, con vermiculadas manchas amarillentas sobre un fondo verde muy oscuro, casi negro, llamó mucho mi atención y, su escasa distribución, más todavía.

Estaba relegada a la dureza del norte pirenaico y poco se sabía de ella. Su hermetismo y especialización integrados en el bosque húmedo, la convertían en una misteriosa desconocida, que alimentaba mi curiosidad.

Este ejemplar, fue capturado cerca de la carretera (como no podía ser de otro modo),estaba soleándose entre la recortada hierba, cerca de una pendiente muy pronunciada y boscosa: hayas, robles, servales preciosos, avellanos etc. conformaban este enclave cercano a la cabecera del río.


Mi hija mayor me avisó de la presencia del ofidio, me acerqué y… -¡una verdiamarilla!, a lo que la culebra, supongo, reaccionó de forma distinta… -¡humanos! Poniendo tierra de por medio. Muy veloz deslizándose, traté de sujetarla por su parte terminal para no perderla, y al apreciar su flexibilidad con el giro súbito de la cabeza y la boca abierta de par en par, la solté de inmediato hacia atrás, sin percatarme de la presencia de mi hija menor y mi mujer que curioseaban demasiado cerca, a mis espaldas.

Estaba claro el desenlace…, estampida y horror.

Nunca esperamos ni deseamos que nos echen una culebra, salvo que vaya bien sujeta, y ésta, tenía mucha agresividad.

Era tanta la humedad, que multiplicaba su agilidad, por ello, era comprensible la necesidad de su cotidiana exposición al sol, para escapar del entumecedor efecto de la penumbra forestal de un bosque tan apretado.


La sesión de fotos se produjo en un tiempo muy breve (sufro demasiado el estrés de los animales cautivos), y lo más destacable sin duda, el precioso contraste de sus escamas; amarillo tachonado sobre un fondo oscuro e irisado.

La furia en el ataque, equivale proporcionalmente a un imprevisto de vital importancia como el acaecido; la defensa (huida y, enfrentamiento), aunque no tiene la agresividad de la culebra de escalera (Elaphe o, Rhinechis scalaris).

Recordar como observación adicional, la pareja de águilas culebreras sobrevolando la zona.


Su longitud (ejemplar capturado): es de unos 115 cm., pudiendo alcanzar los 180 cm.

Es una gran escaladora, muy esquiva, dada su costumbre solitaria en la alta montaña.

Hiberna en grietas de las rocas o, cualquier madriguera adecuada, que puede compartir con otros congéneres o especies diferentes al llegar los primeros fríos otoñales.

Abandonado el letargo una vez comenzada la primavera, este esbelto ofidio, gracias a sus características anatómicas, es capaz de capturar ranas, roedores en sus galerías, trepar a los nidos de aves y consumir sus huevos y pollos, además de depredar sobre otros ofidios, incluidas las víboras.



domingo, 6 de septiembre de 2009

Pico de carpintero (Dendrocopos major)

El pico picapinos es algo mayor que un estornino. La hembra, carece de la llamativa mancha roja exhibida por el macho en la nuca. Ambos, destacan con el carmesí de sus plumas infracobertoras caudales, contrastando además, con el llamativo y alternado negro y blanco del plumaje.

Hay detalles muy interesantes, expuestos durante nuestros recorridos por el monte que no deben escapar a nuestra curiosidad. No sólo tenemos que disfrutar de la observación de las aves, mamíferos y demás seres vivos, sino también de sus obras tan bien estructuradas como: nidos y cubiles o, rastros como; huellas, restos de presas, desplumaderos y otros indicios, advirtiéndonos de su presencia aún sin haberlos visto previamente.

No hace mucho, encontré restos de conos de pino carrasco, cuyas brácteas estaban seccionadas longitudinalmente y algo destrozadas. Había un cúmulo de piñas más abajo del tronco del árbol, debido a la pendiente por la que habían rodado al ser consumidas sus semillas y, desechadas sus carcasas posteriormente.
Se trataba de un “taller” de picapinos (Dendrocopos major). Son lugares donde estos pícidos aprovechándose de la hendidura de los profundos surcos de la corteza de algunos árboles, e incluso, modificándolos ligeramente con su pico como en el ejemplo presente, son utilizados a modo de apoyo para sujetar cualquier fruto con cáscara o protección dura etc. y, acceder a su contenido con más facilidad.
La importancia de estas semillas debido a la gran concentración de productos almacenados en forma de aceites, almidón y proteínas, es crucial para muchos animales, sobre todo de cara al invierno, cuando precisamente se hallan maduras, facilitándoles una nueva fuente de alimento.
El piquituerto, es el más especializado en la extracción de estos frutos, los utiliza como alimento principal para su pollada, cuyas fechas de cría coinciden con el invierno.


El frecuente uso del hueco donde acopla el ave la piña, ha eliminado la aspereza de la corteza dejándola lisa, como lijada.


El cono encaja perfectamente en su hueco. El pájaro carpintero, de este modo, lo puede golpear con su afilado pico sin temor a perderlo. No tiene la finura del piquituerto, pero si, la efectividad.

El material desechado, se acumula bajo el tronco del árbol. En este caso, la mayoría de las piñas han rodado por la pendiente de la ladera.

sábado, 29 de agosto de 2009

Colirrojo tizón mosqueado (Phoenicurus ochruros)




Después de sentir desde la ventana del pueblo la estridencia vocal de sus potentes pulmones y, sin haberle reprochado semejante escándalo a partir de las cinco de cada mañana, le comento a Colirrojo que: me ausento una semana por vacaciones para ponerme como un tizón y…


-¡Pues no veas los humos del pajarico!

-¡Que me da la espalda, oye!


En fin, ya se le pasará.

Os espero dentro de una semana.


domingo, 23 de agosto de 2009

Soleándose, (Melitaea deione)



Únicamente, se trata de una serie de tres imágenes para, exponer ese gesto tan cotidiano y natural de esta bella mariposa (Melitaea deione) frente a los primeros rayos de sol, desplegando sus policromas alas e incidiendo en la importancia vital que, la radiación solar tiene en el organismo de la mayoría de los seres vivos.



En cuanto a su distribución, sólo se conoce en el mundo en toda España, sur de Francia, noroeste de Italia y noroeste de África.




Vuela en dos generaciones a lo largo del año, y la oruga se alimenta de (Linaria antirrhinum). Vuela en zonas de baja y media montaña, y zonas próximas.

Datos: gentileza de Víctor Redondo.

jueves, 13 de agosto de 2009

Una corza solitaria


Hembra de corzo (Capreolus capreolus)

Suelo caminar con mucho sigilo, evitando en lo posible los espacios cargados de ramas caídas. Un chasquido imprevisto al pisar solamente una, alertaría a la fauna más cercana del lugar, escapando de mi presencia. Debo de ir con mucho tiento si no quiero quedarme solo.


Tampoco; a pesar de su vistoso plumaje, conviene cruzarse con el “chivato del bosque”; el arrendajo. Su voz de alarma, estridente y áspera, es como un portazo durante el sueño de la noche. Todos los seres del encinar le conocen, sobre todo, los depredadores que, como no, también andan sorteando las secas ramas buscando el efecto sorpresa.




Admito finalmente mi fortuna, al culminar la complicada travesía con la brisa a mi favor. Allí está, paciendo tranquilamente; buscando el verde y jugoso bocado tierno de escogidas plantas y, disponibles a lo largo de la ribera del menudo y recogido río.

No parece apercibirse de mi intrusión, la tengo tan cerca del objetivo de la videocámara que, podría acariciarla con la mano. Me dejo llevar por la emoción del momento, mientras mi corazón se bate con fuerza paso, a paso. Cada avanzadilla, reduce distancias y, acciona sensaciones internas de todo tipo.


El efímero encuentro, se rompe por el crujido de una rama inadvertida que, pisada; estalla en un mar de calma y silencio, cerrando anticipadamente este emocionante vínculo.




Da igual; la observación aunque breve, ha merecido la pena.


lunes, 10 de agosto de 2009

Comiendo con la musaraña.


Todos los bocadillos de tortilla de patata, tienen un problema en común, y la mayoría de las veces irritante. Aunque trates de partirlo o, sujetarlo con toda la amplitud de tus zarpas, siempre hay un trozo que cae al suelo (juramento).
Pero… la tortilla también activa la colaboración con el naturalista y, habiéndome sentado sobre un vetusto tronco con idea de almorzar, cayeron puntuales los susodichos trozos desprendidos del bocadillo. Apenas fijé la mirada en ellos, cuando un intermitente crujido generado bajo las hojas secas de los gigantescos plátanos, centró mi atención. He de confesar que, la tortilla también contenía algo de atún, y seguramente estimuló a éste corredor del oculto y enmarañado pasadizo. Cesó el ruido, y asomó un afilado hocico que vibraba en todas las direcciones, como la horquilla del avellano al descubrir el líquido elemento. Detectado el cuadrante de interés acudió raudo, de nuevo, bajo la protección de la hojarasca, y trincando el producto, desapareció.
Yo, personalmente, si es grande no lo perdono. Se revisa, se sopla y para dentro. Si cruje; el soplo ha sido insuficiente.

Después de repetir la operación dos veces, la tercera; consumió el alimento a 30cm de mis botas, y yo quietecito, sin perder ni un detalle, acompañado de una atrevida musaraña común (Crocidura russula).

Por cierto, es de los animales más groseros comiendo. No me niego a compartir comedor con criaturas de otra especie, entre otras cosas, por no discriminarlas, pero hacen mucho ruido al masticar y van perdiendo la comida por ambas comisuras.
Conclusión: musaraña, explícame cómo haces provocando semejante escandalera bajo el tapiz de hojas secas, para librarte de las rapaces nocturnas o, de cualquier depredador.

Las musarañas, son mamíferos de metabolismo muy acelerado, capaces de ingerir su propio peso cada día a base de invertebrados de los que se alimenta. Ésta peculiaridad depredadora le permite desarrollar continuados esfuerzos.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Salamanquesas: "un saurio perseguido"


Salamanquesa común (Tarentola mauritanica)

Es difícil, muy difícil la clemencia para éste reptil áspero, de piel rugosa y llena de excrecencias. Con ojos y mirada repulsiva, y lo que es peor; una capacidad ingrávida para desafiar la verticalidad de las paredes donde habitan los humanos.

A pesar de ser un excelente aliado nuestro, y librarnos de los más incómodos insectos pululantes de nuestras viviendas, no se ganan nuestra simpatía ni perdón.



Completamente inofensiva, ésta lagartija nocturna de aspecto mutante, o pequeño dragón, no escupe al pelo provocándole una prematura caída, ni su piel segrega sustancias tóxicas venenosas; eso es para las salamandras, anfibios de vivos colores con las que se les confunde, muy dependientes del agua. Tampoco se cuelan en los armarios roperos para devorar la ropa ni tantas otras leyendas urbanas y rurales.



Es triste, pero apenas se les dispensa amparo. Poca es la gente que se apiade de ellas, siendo finalmente víctimas del escobón o del insecticida. Se deshacen, con el convencimiento de obrar correctamente eliminando un riesgo.

He visto hasta la saciedad, matanzas de salamanquesas apaleadas inconscientemente por los críos en sus pasatiempos, (en la ciudad, son los videojuegos) cómo no, alentados por sus padres. Explicarles su error, es clamar en el desierto.



Al final, como Félix deja constancia en su Cuaderno de Campo (Anfibios), comenta: el leopardo y el halcón desaparecen por bellos; porque al hombre le apetece su piel o su presencia. Al pobre sapo y (salamanquesa) se les aniquila por feos.



“Por favor, acércate a ellas y descubre su insólito mundo. Son completamente inofensivas”



lunes, 3 de agosto de 2009

Agentes de la naturaleza



Este pasado sábado, de los cuatro interesantes reportajes de Informe Semanal, uno estaba dedicado a la tragedia de los incendios forestales. Algo tiene el bosque cuando arde que provoca en la gente tras el desgaste desolador de la impotencia, la rabia y el brote desenfrenado de las lágrimas.

El fuego, se lleva parte de la historia de los pueblos, y el fin del bosque, nos hace recapacitar sobre la soledad de nuestro futuro.


En el reportaje, reconocí a José Luís Lagares, a quién hacía tiempo, no veía. Era el agente forestal de la zona, persona encargada de velar por el espacio natural donde se encuentra una de las creaciones más fantásticas de la naturaleza: Los Órganos de Montoro (Teruel). Prominentes agujas calizas que apuntan al cielo, simulando un gigantesco órgano tubular pétreo.

Como decía; José Luís es batallador, entregado, y sobre todo, amante de la naturaleza, de su tierra y de su gente.


Lo comprobé por primera vez, en un debate de televisión acerca del problema de las grullas con los sembrados, exponía mediante férreos argumentos la defensa de estas aves viajeras. Su idea era: la protección y observación para disfrute público de La Laguna de Gallocanta, donde hacen escala.

Dejó contra las cuerdas y sin reacción alguna, al jefe del Servicio de Vida Silvestre de la Dirección General de Aragón (DGA), y al resto de los contertulios. Francamente, arrollador.


Entre otras tantas acciones defensoras del patrimonio natural, coincidí también con él, cerca de Ejulve, en la captura de unos furtivos cazadores de pajarillos en plena faena, tenían las redes puestas en una balsa de abrevar el ganado. Casualmente, uno de los guardias civiles del Seprona, era también un fascinado amante de las aves, y la detención tras la fuga de varios de ellos, convirtió la acción gracias a su convicción y perseverancia, en el triunfo de esta batalla contra la impunidad del furtivismo.

Gran cantidad de pajarillos de campo abierto, fueron felizmente liberados.


José Luís, ha recibido muchas amenazas de este tipo de gente, desconociendo sus reacciones futuras y creándole una cotidiana incertidumbre incómoda y estresante.

Al final de la jornada en el reportaje, la angustia de la tragedia le desmorona ligeramente. Las lágrimas, eran tan reales como la devastadora voracidad del fuego.


jueves, 30 de julio de 2009

Despensas del búho real (II)



Familia de lirones a la entrada de su cubil, ubicado a 150 centímetros de la base del roquedo.
En la entrada, yacían los restos sin cabeza de un joven de culebra bastarda, sospecho que en vida, con intención depredadora hacia los inquilinos.


La primera parte de este tema, dejó claramente de manifiesto la desconocida conducta del búho real referente a sus despensas, a pesar de ser la rapaz
con más horas de estudio dedicadas, sobre todo, a su alimentación.
Gracias a los análisis de egagrópilas de Antonio Donázar (CSIC), Valentín Pérez Mellado (1980), Olsson (1979), Bondel y Badan (1976), y Heimo Mikkola (1974) entre otros; los más fácilmente impresionables, hemos quedado prendados ante el poder depredador del gran búho real (Bubo bubo).
En la última entrega, veremos alguna de las presas recién capturadas por el rey de la noche y guardadas en despensas provisionales.
Ahora quiero comentar algo sobre el lirón careto (Eliomys quercinus) protagonista de esta segunda parte, y no os dejéis engañar por la cándida expresión de este bello y simpático roedor que lo es, pero con alguna oscura laguna francamente espeluznante.
Es este un habitante típico del ecosistema mediterráneo, con unas cualidades morfológicas deslumbrantes que le permiten desenvolverse hábilmente tanto por los bosques, como trepando por las rocas, sencillamente una agilidad comparable a la heredada por la ardilla. Un roedor situado entre los 45 y 120 gramos (peso este último, cercano al del estado letárgico). Este paréntesis, consta de un período de inactividad invernal de noviembre hasta abril y, otro estival o “estivación” entre julio y agosto. El segundo, cuando no tienen la obligación de criar a su prole.
Voy a centrarme en la materia concerniente a la alimentación, muy variada dada su dieta omnívora. Según Carlos Sanz (Periplo) en su artículo sobre el lirón careto; estudios realizados en La Estación Biológica de Doñana indicaron que más del 80 % de su dieta es de origen animal (59,4% insectos; 13,3% arañas, escorpiones y otros invertebrados; 3,4% cera y miel; 5,2% pequeños vertebrados), mientras que los vegetales suponían tan sólo el 18,6% de los alimentos consumidos.
Lo más impactante es el enorme porcentaje de consumo animal en un roedor.
Es entonces cuando comprendo la verdadera misión suicida del lirón careto. No es casualidad su cómica aparición posterior, precedida por el paso fugaz del búho real cuando este accede a su presa depositada la noche anterior y que, abandona asustado por el relámpago de la cámara.
Al ver la secuencia una y otra vez, empecé a encajar las piezas despejando mis dudas, comprendiendo que la casualidad de los lirones hallados en las cercanías de los posaderos de búho real no era pura coincidencia. Así se gestó en este documento insólito, mediante el azar, la dinámica oportunista de tan menudo parásito comensal del hombre y como no, del búho real.



Macho de búho real penetra en la oquedad donde depositó la mitad trasera de una liebre. No se ve, porque fue imposible montar el equipo con vistas a la presa. Tampoco veía conveniente cambiarla de lugar para no falsear la escena.
A diferencia de la hembra, su consorte salió a tal velocidad que la cámara no tuvo tiempo de activar el flash.


El círculo blanco, marca la ubicación de la vitualla, almacenada detrás de las piedras.
El lirón se acerca por la derecha, con prudencia.


Esta escena, habla por si sola. Como un perro de caza, el lirón marca la posición de la pieza. Si era habitual visitante de esta despensa, con la frecuencia de utilización de la misma por el búho, la familia de enmascarados habrá satisfecho sus necesidades holgadamente.


Una instantánea casual y descriptiva del terrible y crudo hábito depredador del lirón careto. Tal vez este ratón de campo buscando refugio dio con la boca del cubil del lirón, pues la oquedad estaba repleta de sus excrementos.
En la época de celo, los violentos enfrentamientos entre los machos para conseguir a las hembras, pueden acabar, dado su acentuado carnivorismo, en un cruento final de la contienda, devorando el vencedor al derrotado.
También tras el letargo, si el macho despierta antes que la hembra, esta puede ser atacada y muerta para saciar su hambre.