sábado, 11 de enero de 2020

Cogujada montesina




Cómo ha cambiado todo en el medio rural. No digo que lo haya hecho para mal, sino todo lo contrario. Se aprecian comodidades desconocidas en aquellos años, tan severos por la carestía alimentaria y rectitud política. Uno no termina de olvidar ciertas vivencias de antaño, sobre todo, por la sencillez de vida y la combinación de amabilidad y apoyo entre la gente de los pueblos.
Me viene a la memoria el trabajo tan agotador ejercido por los agricultores que segaban con los únicos aperos disponibles; la hoz y la guadaña (apenas había tractores). La hoz castigaba mucho la zona lumbar por las horas transcurridas con la misma postura, arqueada para cortar con la afilada hoja la base de las cañas de cereal. La guadaña era algo más cómoda y permitía hacerlo erguido, con un movimiento semicircular de izquierda a derecha. Ambas opciones estaban acompañadas de horas de sol aplomador. De sol a sol en una paramera donde la sombra era inexistente, salvo en el interior de las construcciones de piedra donde se guardaba la mies, pero, que se convertía en un horno igualmente. Las mujeres también estaban allí, al pie del cañón y al ritmo laboral establecido.





Recuerdo del mismo modo a los gorriones en el pueblo, tanto, como la compañía descarada de las cogujadas en el campo. Tenían una cresta muy graciosa y eran muy atrevidas correteando por los labrantíos y ribazos, además de posarse en los muros de piedra entre pajares. No sabía si eran montesinas o comunes pero, me resultaban curiosas por el plumaje mimético y el copete eréctil. Unas veces correteaban y otras emprendían vuelos de exhibición con cantos aéreos mostrando una fortaleza inusual. En sus carreras sobre las eras donde se trillaba, parecía que se desplazaban sobre ruedas. Apenas se apreciaban las patas por la velocidad de las zancadas cuando corrían en estos espacios llanos. La búsqueda de invertebrados era para ellas un correcalles, sobre todo durante la cría de sus pollos.
Así las recuerdo. 





Hoy los pajares y corrales antiguos cayeron en desuso. Algunos se restauraron como buenamente se pudo y, otros, se hicieron nuevos. Aquellos vencidos por el abandono y el paso del tiempo, atestiguan con la desesperación de sus ruinas la dureza del campo vivida por pastores y agricultores en años muy difíciles.














martes, 31 de diciembre de 2019

Recicladores de nuestra basura



Oropéndola Oriolus oriolus.

Irrumpe primaveral, áurea como el preciado metal, tan codiciado. Es oro puro entre terciopelo verde, de fugaz y resplandeciente vuelo. Una ráfaga luminosa en el sotobosque a la par que inadvertible cuando se posa. A veces, como el viento; se escucha pero no se ve.
Este pájaro de alamedas y sotos ribereños donde el rumor del agua no cesa, siempre causó gran impacto en la mirada de los amantes de las aves, sobre todo, por la fanérica combinación negra y amarilla tan vivaz. 
Soy gran admirador del pájaro de oro por su fulgor deslumbrante durante el breve paso entre las frondas de los árboles. Siempre atento a su esquivo vuelo.





El dramaturgo Joaquín Calvo Sotelo en un breve programa de Televisión Española de los años setenta "La bolsa de las palabras", se extasiaba con la descomposición silábica de oropéndola. O-ro-pén-do-la, recitaba con inusitado placer, explicando minuciosamente la raíz etimológica del melódico término. Péndola "pluma" y, oro en referencia al plumaje dorado. Comparaba metafóricamente un péndulo de oro con el ave por su vuelo ondulado y de brillo áureo. Repetía con la fuerza que le caracterizaba en su complicado programa, el nombre del pájaro desde una televisión joven y pujante, donde la falta de escolarización imperaba en aquellos años. 
Cómo echo de menos este tipo de programas en la actualidad.


El río Ebro arrastra en su cauce infinidad de basura generada por los habitantes de las poblaciones ribereñas. Todo el arbolado de las orillas atrapa estos restos en sus ramas, reteniéndolos durante años. De ellos se abastece nuestra protagonista.



Pero dejando aparte el asombro que causa la bella oropéndola; una vez pasado el otoño, me desmoralizó descubrir un peculiar nido vacío de esta ave. Ya no era aquella construcción de finas hierbas alternadas con restos de lana e inflorescencias (pelusa) de los chopos, etc. El nido conservaba el cuenco elaborado con finas hierbas y el perímetro tenía el revestimiento suave que sujeta el cuenco a las finas ramas del árbol escogido. Sin embargo, ese amarre a la horquilla había sido sustituido por toallitas y restos de compresas. Vertidos humanos sin control que derivan en la utilización de estos materiales del futuro. El futuro de la basura gestada por el hombre. Basura que ya no sólo utilizan milanos negros, cigueñas, buitres leonados, etc. para la construcción de sus nidos; ahora, también incluye al pájaro dorado.


El monstruo de las toallitas cuesta 120 millones al año en España: "Algunas marcas las venden como desechables, pero no lo son", eldiario.es


lunes, 30 de diciembre de 2019

Calandrias




Este sábado pasado había una gran explosión de vida en campo abierto. Labrantíos plagados de aves.
Tierra aguardando los surcos del tractor para el resurgir de nuevas cosechas.
La naturaleza retomó de nuevo el pulso de la normalidad tras la borrasca Elsa, protagonizada por el fuerte y molesto viento.

Un cielo tachonado de calandrias dejaba caer, como una catarata, sus trinos. Y así, con vuelo decidido, asaltando las alturas, rivalizaban en la reconquista del espacio. El homocromo plumaje teñido de tierra y piedra, las hace desaparecer en el suelo para protegerlas de sus enemigos naturales. Precaución en todos los sentidos. En la planicie no conviene destacar salvo para despuntar a cielo descubierto como perseidas el fragor de su canto con arabescos aéreos. Preludio del apogeo nupcial.


Calandria Melanocorypha calandra.


Mimetismo sorprendente el de estas aves cuando permanecen posadas.

Antaño; no sé si en la actualidad seguirán con esta práctica tan abominable, los pajareros de jaula examinaban concienzudamente las planicies en busca de los nidos de estas aves. Enjaulaban a los pollos en vecindad con canarios y jilgueros, cuyo canto aprendían a modular, añadiéndole espléndidas variaciones.

Su alimentación se compone de invertebrados y semillas, pero, se las mantenía en cautividad estrictamente a base de éstas últimas.

Extracto del libro PÁJAROS DE NUESTROS CAMPOS Y BOSQUES de Pedro Ceballos y Francisco Purroy. 





Los llanos ocráceos de dinámica reverdeciente, borran el plumaje a los aláudidos posados. Pero, por desgracia, también acumulan la muerte dormida de los plaguicidas agrícolas, letales para su población y futuro. 


Corrales y tablas de cultivo.


Aljibe artesanal tapiado con piedra del lugar.




Calandrias disputando en vuelo. Toda una exhibición acrobática sin límites en las llanadas zaragozanas. 


miércoles, 18 de diciembre de 2019

Quebrantahuesos andaluces




"Acabamos de subir al quebrantahuesos cobrado y, sin tiempo apenas de poner en buen orden nuestro cobijo, cuando ya trazaba sus círculos por el aire su pareja, exhortándonos a permanecer inmóviles.
   Pasaron diez minutos cuando, de pronto, oí el graznido de un cuervo y, mirando cuidadosamente hacia afuera a través de las ramas de la pantalla, lo vi revoloteando con vuelo ligero alrededor del poderoso gypaeto. Ambos pasaron muy próximos a nosotros, pero pronto volvieron a desaparecer detrás de un relieve de las rocas, y unos segundos más tarde volví a sentir de nuevo el zumbido de las alas y sin darme ni siquiera tiempo de encararme la escopeta se precipitó el quebrantahuesos al interior de su covacha. De nuevo contemplé su larga cola, otra vez volvió a girar el ave solamente después de vocearle reiteradamente. El primer disparo la precipitó pared abajo, pero otra vez consiguió recuperar el equilibrio, abriendo sus alas, saliendo, como la anterior, en dirección contraria, hacia el valle. Mi segundo tiro le quebró una pata, que le quedó colgando. A unos cientos de metros de nosotros, por encima de un olivar, plegó de pronto las alas hacia abajo y se desplomó a tierra como una piedra. Bajé de prisa por la ladera y encontré mi hermosa presa rodeada ya por algunos pastores. Cargados con los dos quebrantahuesos regresamos a la hacienda. En menos de media hora había logrado cobrar dos de estas rapaces apareadas, y tan extremadamente raras e interesantes.

   Durante las horas de la tarde del mismo día volvimos a subir juntos al emplazamiento del nido, y enviamos a algunos cazadores y pastores a la pared rocosa para que bajasen la cría que en el mismo había. Un paisano de los operarios de la hacienda, que anualmente escala nidos, tomó la determinación de descolgarse hacia abajo con una escala de cuerda por la peligrosa y difícilmente alcanzable pared rocosa, y a traernos en un cesto al joven quebrantahuesos".

Extracto del libro Altos Vuelos del autor Alfonso de Urquijo. Diario basado en el viaje cinegético a España del archiduque Rodolfo, príncipe heredero de Austria-Hungría realizado en abril, mayo y junio de 1879.


Entre la realeza, ornitólogos con escopeta que abastecían museos de todo el mundo con las piezas cobradas, cazadores, pastores y la utilización indiscriminada de venenos, asolaron las serranías andaluzas donde este buitre-águila con barba Gypaetus barbatus imperó en sus valles hasta desaparecer bajo una persecución continuada. Todo, causado por la mano exterminadora del hombre. 
 


El profesor José Antonio Valverde en sus Memorias de un biólogo heterodoxo, cita como fuente a Justo Cuadros, antiguo guarda mayor del Coto Nacional de Cazorla-Segura. Estima que podían quedar entre diez y veinte parejas de quebrantahuesos allá por los años cincuenta. Por si fuera poca la presión ejercida por todos estos colectivos de destrucción, se amplia la persecución con la ayuda mas eficaz; la de la Administración gubernamental franquista.
"En 1953 se crea la Junta de Extinción de Alimañas y en 1960 el Coto Nacional de Cazorla-Segura. Ambos hechos fueron nefastos para el quebrantahuesos. Con la primera se sembró el campo español de estricnina en cebos y huevos rellenos de muerte. Con el segundo, la propia Administración facilitó el veneno a los guardas, para ser colocado por todo el territorio acotado". Precisamente, Cazorla fue el escenario final de esta singular rapaz. Allí desapareció el último quebrantahuesos en 1986, conocido por los habitantes como "El Solitario".
 


Diez años después, un equipo de entusiastas de la especie inició la dura tarea de recuperar al quebrantahuesos, cuyo objetivo final es en la actualidad, el de fortalecer con garantías una población estable.
Ya no es difícil ver alguna de estas rapaces osteófagas sobrevolar el pueblo de Cazorla mientras uno se toma un refresco en un velador.




La reintroducción del quebrantahuesos en Andalucía y su recuperación es uno de los grandes logros de protección medioambiental en este país.
No he querido destacar los nombres de los dirigentes del proyecto sobre los demás, en parte, porque todos me parecen dignos merecedores de esta gesta lograda por su excelente trabajo individual; desde la dirección, hasta los encargados de lavar la lana para los nidos y adecentar las jaulas de cría.

A todos los que han participado en hacer realidad el vuelo del quebrantahuesos por las serranías andaluzas; gracias por tan exhaustiva labor. 

Pueblo de Cazorla.




Un cuervo en la jaula de los quebrantahuesos. 
En un lugar tan poco espacioso es normal que estos carroñeros tengan fuertes disputas. El cuervo canaliza su atención y evita de este modo sus enfrentamientos. 
Una gran idea del personal del centro para mantener la paz entre estos colosos.

La situación poblacional del alimoche en Andalucía es muy preocupante. También se trabaja en este centro para evitar la extinción del menor de nuestros buitres.







Tuve la fortuna de visitar este centro de cría del quebrantahuesos con Fernando y José Vicente el 21 de abril de 2018, ambos, trabajadores medioambientales. La experiencia no pudo ser mas aleccionadora, la linea de trabajo dejaba constancia del buen hacer de la Fundación Gypaetus. Sus quebrantahuesos cada día son mas fáciles de ver sobre las peñascosas sierras andaluzas. 


domingo, 15 de diciembre de 2019

Pies de cabra




Agobiante hyde. Una continuada e infinita ventana con orejeras. Un pobre horizonte meditabundo, complementado por la esperanza fugaz de una ansiada especie a la que fotografiar; si hay suerte. Paciente aguardo, aguzada impaciencia cuando uno se desespera. Sin embargo, no deja de ser el mejor sistema para obtener fotos de aceptable calidad.
Ahora, nada mejor que una buena sentada en una cómoda y despejada piedra para avizorar el terreno en busca de algo interesante con que alimentar la curiosidad.




Así lo hice días atrás. Me apetecía presenciar el escenario natural con todo su esplendor. La vida inerte frente a mi mirada absorta e indisciplinada.
Pasaron los minutos tan rápidos como el envite de los fringílidos fugaces, apresurado su vuelo por la necesidad de nuevas oportunidades. Tiempo que fulminan los seres al llenar el entorno serrano de peñascales y azulada bóveda.




Abandonó el punto muerto de mi abanico ocular una hembra de cabra montés al introducirse en mi campo de atención. Sin prisas. La caída de algunas piedras delataron su presencia; escandalosas en una vallejada repleta de silencio. Con los prismáticos atisbé a la cabra con renqueante caminar. La causa; una herida sangrante en el cuarto trasero izquierdo. No parecía de disparo, ya que hubiera reventado la extremidad. Sospeché de una mala caída trepando o descendiendo con sus "teóricamente" infalibles pezuñas, mas fiables que unas pies de gato en la escalada. De cruces y placas están salteadas las montañas por ello, y las cabras, también sucumben ante imprevistos tramposos agazapados en la roca.





Dueña de su paciencia, avanzaba estoicamente con la fuerza de la vida, atravesando ajustadas repisas y sorteando empinadas laderas. Abordando una travesía que facilitara un destino seguro para desarrollar un futuro posible.
Un joven macho montés encelado se acercó. Me sorprendió (según mi interpretación personal) como a su celo, se anteponía un cierto temor a la sangrante herida de su congénere. No obstante, la vida empuja fuerte para procrear, y el macho, la acompañó. No estaba la hembra entregada en absoluto al período nupcial. Tampoco el macho montés perseveró.




Intento entender las experiencias de los animales y, la de la cabra, me hizo reflexionar para no bajar la guardia. Un buen mensaje para los que acostumbramos a seguir rutas hostiles como la de estos montaraces animales en nuestro campeo.

Todos estamos expuestos a los accidentes, aun tomando las precauciones oportunas. El fallo de cálculo nos lleva a errores fatales cuando la roca está impregnada de gravilla, tierra o líquenes húmedos.

Una joven cabra yace bajo un roquedo calizo. La muerte, por causa desconocida, bien podría deberse a un mal cálculo.