Cómo ha cambiado todo en el medio rural. No digo que lo haya hecho para mal, sino todo lo contrario. Se aprecian comodidades desconocidas en aquellos años, tan severos por la carestía alimentaria y rectitud política. Uno no termina de olvidar ciertas vivencias de antaño, sobre todo, por la sencillez de vida y la combinación de amabilidad y apoyo entre la gente de los pueblos.
Me viene a la memoria el trabajo tan agotador ejercido por los agricultores que segaban con los únicos aperos disponibles; la hoz y la guadaña (apenas había tractores). La hoz castigaba mucho la zona lumbar por las horas transcurridas con la misma postura, arqueada para cortar con la afilada hoja la base de las cañas de cereal. La guadaña era algo más cómoda y permitía hacerlo erguido, con un movimiento semicircular de izquierda a derecha. Ambas opciones estaban acompañadas de horas de sol aplomador. De sol a sol en una paramera donde la sombra era inexistente, salvo en el interior de las construcciones de piedra donde se guardaba la mies, pero, que se convertía en un horno igualmente. Las mujeres también estaban allí, al pie del cañón y al ritmo laboral establecido.
Recuerdo del mismo modo a los gorriones en el pueblo, tanto, como la compañía descarada de las cogujadas en el campo. Tenían una cresta muy graciosa y eran muy atrevidas correteando por los labrantíos y ribazos, además de posarse en los muros de piedra entre pajares. No sabía si eran montesinas o comunes pero, me resultaban curiosas por el plumaje mimético y el copete eréctil. Unas veces correteaban y otras emprendían vuelos de exhibición con cantos aéreos mostrando una fortaleza inusual. En sus carreras sobre las eras donde se trillaba, parecía que se desplazaban sobre ruedas. Apenas se apreciaban las patas por la velocidad de las zancadas cuando corrían en estos espacios llanos. La búsqueda de invertebrados era para ellas un correcalles, sobre todo durante la cría de sus pollos.
Así las recuerdo.
Hoy los pajares y corrales antiguos cayeron en desuso. Algunos se restauraron como buenamente se pudo y, otros, se hicieron nuevos. Aquellos vencidos por el abandono y el paso del tiempo, atestiguan con la desesperación de sus ruinas la dureza del campo vivida por pastores y agricultores en años muy difíciles.
Bonito homenaje a la tierra y los que la trabajaron con tanto esfuerzo. Y a los que les debemos la vida en comparación cómoda que hoy tenemos. Tierra en esos muros. Y tierra en el color de las plumas de esas discretas aves del páramo.
ResponderEliminarSaludos Javier
Aquellos años de menos recursos pero, mas unión a la hora de luchar y salir adelante con lo poco que había. No me pesa para nada haberlos vivido en un pueblo bastante lejano del progreso.
EliminarA veces, no todo vale.
Saludos Fermín.
Excelente trabajo Antonio, mi enhorabuena. Quería comentarte algo sobre el blog Antonio escríbeme al correo y te explico algo que te puede interesar. Un saludo
ResponderEliminarJuan, que soy Javier ¿No te habrás confundido de blog?
EliminarDe todos modos, gracias por pasar.
Saludos
Por aquí predomina la común y es de esa aves que para los que trabajamos en el campo, nos resulta superfamiliar, pues le gusta de la presencia humana y ella nos alegra la faena con sus silvidos y evoluciones en busca de los insectos que levantamos con nuestras labores.
ResponderEliminarMe da pena ver estas construcciones en ruinas, pues han sido testigo de los aconteceres de de sus habitantes, para lo bueno y para lo malo. Tenemos ahora una vida más cómoda,un trabajo menos duro, pero ya estamos viendo el precio que estamos pagando, en todos los aspectos.
Como siempre, un placer leer tus entradas.
saludos
Muy buena visión la tuya Pini y, en efecto, realista del todo. No nos van a engañar; lo digo por quienes corresponda meternos estiércol en la mente para hacernos ver que todo se arreglará.
EliminarTengo la sensación de que observando detenidamente las estructuras abandonadas y arruinadas, acompañadas por los pajarillos habituales del entorno, ganamos una cierta sensación de paz; una paz que hace tiempo dejamos de disfrutar. Como bien dices, "el precio que estamos pagando en todos los aspectos".
Gracias.
Saludos.
Tempos bons e difíceis, agora “facilitados” pela modernidade... construções de uma época preciosa que caem num abandono sem tamanho...
ResponderEliminarGracioso passarinho... um relato repleto de vida!
Um beijo
Tuve grandes momentos de felicidad a pesar de las carencias. Otros tiempos en los que había una unión mas sincera y posible gracias al tiempo disponible. Es extraño que, ahora, con mas medios de locomoción, veas menos a los familiares.
EliminarQuien lo haya vivido, sabrá a qué me refiero.
Besos...
Hola Javier.
ResponderEliminarSiempre me llama la atención la cresta que tiene está pequeña ave. No se cual será su función, pero seguro que alguna tiene ...
Un saludo
Pues hipótesis habrá a saco. Seguro que tiene su función pero, es realmente complicado sacarle una utilidad al curioso copete de las cogujadas que contente a todo el plantel científico.
ResponderEliminarNos quedamos con la gracia de estos pájaros.
Un saludo.
Pues has traido a mi memoria recuerdos de mi infancia, el duro trabajo del campo, las labores de cada estación, con frío o con calor, los pajares y edificaciones agrícolas levantados con materiales como el adobe, hoy derruidos por el abandono y los fenómenos meterológicos, como muestra de un pasado y de unas vivencias nunca olvidadas. Recuerdo estas aves corrreteando como si tuvieran ruedas, pero ahora me entero que se llaman cojugadas.
ResponderEliminarUn saludo.
Es agradable recordar, evidentemente, los recuerdos agradables sobre todo. Aunque mi estancia era esporádica por las vacaciones en verano, me tocaba ayudar y era una labor bastante sufrida.
EliminarCuando has visto todo este paisaje habitado y, ahora, desolado, algo parece morir en nuestro interior.
Saludos.
La mecanización nos hizo la vida más próspera y más fácil. Por eso no entiendo que se tenga ahora tanto miedo a la robotización. Será cuestión de hacer las cosas con cabeza.
ResponderEliminarYo estas cosas no las viví. Pero me recuerdan mucho a cosas que me ha contado mi madre, sobre los agricultores del Júcar manchego. Las gentes se envolvían en ropajes para protegerse del sol, bajo el que se tiraban horas recolectando, segando, sembrando..., nadie tocaba lo del huerto de nadie a no ser que ellos mismos te lo dieran: "No toques esas manzanas, que son del Satur". Ahora la aldea donde pasó mi madre largo tiempo de su juventud se cae poco a poco. Cortaron el olmo gigantesco del centro, porque le dio grafiosis, quedó el tocón y en su hueco anidaban los abejorros, yo lo vi. Hace mucho tiempo de todo aquello. La naturaleza, en cierto modo, va recuperando cosas que eran suyas en las aldeas viejas y abandonadas, a la vez que nosotros le metemos caña por otras partes, ya sabes.
ResponderEliminarMe alegro de ver este homenaje tuyo a la gente que cultivó la tierra, adornado todo con pajaricos típicos de los pajares viejos.
Un abrazo Javi.
Pues tu madre te ha dado un historial de aquellos tiempos impecable. Es cierto lo del ropaje para el sol. Recuerdo aquellos sombreros de paja sujetos por enormes pañuelos que portaban las mujeres del campo, con objeto de evitar el sol lateral en la cara.
EliminarSeguramente tu madre te hablaría de la dureza del campo pero, imagino que también, de los momentos tan especiales a pesar de las carencias, pues eran inolvidables por entrañables. El respeto era una norma de saber estar y convivir.
Un abrazo Guillermo.