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jueves, 12 de noviembre de 2020

Te estoy viendo...


Hembra de cabra montés Capra p. hispanica. Su recental probablemente aguardaba oculto entre las frondosas Ephedras de la repisa en lo alto del escarpe. La atención de su progenitora se multiplica.

Ciertamente, la mayoría de las veces, los animales ya nos han cazado con su mirada activa durante nuestra intrusión en la naturaleza. El escaso ruido que podamos provocar lo detectan rápidamente, al igual que nuestros leves movimientos, incluso, si permanecemos quietos. La vigilancia es un baluarte imprescindible en su vida diaria, de ella dependen en gran medida para alimentarse y sobrevivir. La falta de atención en un descuido, puede costarles la vida. 

Estornino negro Sturnus unicolor atisbando en derredor para comprobar la seguridad necesaria antes de acceder al nido.

Un águila calzada Hieraaetus pennatus se solea relajadamente sobre una terrera.
Su silueta llamó mi atención, pero ella, hacía rato que vigilaba mis pasos.

La chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax se ha posado en el roquedo, la he visto llegar. Lo más importante para ella, parece ser, controlar mis intenciones.

Macho de roquero solitario Monticola solitarius. Centinela del entramado rocoso, siempre pendiente de los acontecimientos externos desde cada una de sus atalayas.

Algunas criaturas no se esmeran demasiado en vigilar correctamente y son fácilmente sorprendidas, como este zorro Vulpes vulpes durmiendo profundamente en un altillo rocoso. 


jueves, 5 de noviembre de 2020

Aires de grandeza



Son las 10´06 horas y tengo enfrente a un águila real Aquila chrysaetos joven del año sobrevolando la zona de nidificación del águila de Bonelli Aquila fasciata.

Comienza a arreciar el viento por el efecto Bárbara, una borrasca creciente. El viento es templado y los buitres leonados Gyps fulvus se animan a volar. Al águila real parece ocurrirle lo mismo. Es tan fácil y cómodo sostenerse en el vacío que, su vuelo se impregna de habilidad extraordinaria. Sin esfuerzo.

Persigue a los buitres en su órbita haciéndolos acelerar en su calmado planeo. Aboca, además, al resto de necrófagos que reposan plácidamente, obligándolos a reanudar un vuelo inapetente y forzado.
Sube, baja, quiebra entre los verticales farallones, fija objetivos a los que amagar ataques, incluso, prende una rama del pino con sus garras tirando de ella sin arrancarla.

Así, ha estado la joven águila real durante un buen rato deleitándome con su pericia aérea. Estábamos tan a gusto, ella dibujando sus piruetas y yo observándola que, temía la aparición de la pareja de águilas de Bonelli.

20/octubre/2020 Cañón del río Mesa.

  







lunes, 2 de noviembre de 2020

Águila de Bonelli vs alimoche



Con el hilo de la anterior entrada, intentando ver cómo el alimoche Neoprhon percnopterus exploraba su nuevo cortado de cría encontrando otras oquedades oportunas; consideré dos. En el año actual, la rapaz carroñera tuvo dos pollos y la irascible águila de Bonelli Aquila fasciata uno.

La órbita del alimoche se solapa con la territorial del águila de Bonelli y, esta causa, provoca ciertos enfrentamientos. 

Ese día, embelesado con los planeos y recortes del pequeño buitre, lo seguía atento durante la prospección metódica realizada a media altura de las moles verticales calizas. Cómo me gusta el desparpajo con el que se posa en los nidos de los buitres leonados Gyps fulvus en busca de alguna ocasión. Los grandes leonados lo reciben estirando sus cuellos para defender su nido.

Volaba el necrófago como una hoja otoñal colgada de una brisa soportable, ajeno a mi mirada. Y, en décimas de segundo, la velocidad del alimoche se multiplicó considerablemente. Un pequeño margen de tiempo me dio la oportunidad de prender la cámara para constatar el duelo aéreo de estas dos medianas rapaces tan maniobreras.

Quizá estemos demasiado acostumbrados a los planeos estáticos de los alimoches, sin embargo, verlos en acción desvela su impresionante capacidad de desmarque. En este ataque repentino del águila de Bonelli, logra salir exitoso del lance. No le resulta muy complicado esquivar, de igual modo, a diferentes rapaces que osen atacar su silueta blanquinegra.

6/junio/2020 Cañón del río Mesa







Alimoche y águila de Bonelli compartiendo columna térmica en el espacio aéreo neutral. 


jueves, 29 de octubre de 2020

Bajo el peso del gavilán



El poder físico del águila de Bonelli Aquila fasciata había relegado al alimoche Neophron percnopterus a otro farallón donde ubicar su nido. 
Entre el bosque montaraz de pino carrasco Pinus halepensis, bajo sus afiladas copas, seguía los pasos de estos necrófagos que consolidaban su lugar de cría para evitar los encontronazos con la irascible rapaz de pecho blanco.

Con la tarde avanzada, mi atención se centró en la maraña acicular de los pinos.  Fueron cayendo del cielo tardío, espaciadamente, multitud de zorzales Turdus philomelos en peregrinación prenupcial, cubriéndose entre las ramas bajas y retorcidas de los pinos. Amparados por las copas de las altivas píceas podía sentir desde mi escondite el desconcierto y semblante temeroso de estas aves migradoras, tratando de escapar de la rapaz mas perseverante de la fronda boscosa. El gavilán Accipiter nisus pendía del espacio, soberbio, amenazante…

El peligro pasó cuando el más despistado erró en su estrategia defensiva.

Cañón del río Mesa, Zaragoza 12/03/2020



sábado, 28 de marzo de 2020

Así se curte una perdiz roja




Nota de campo 3-8-2013 

El cielo está despejado con algo de viento y un calor notable a primeras horas de la mañana.
La escandalosa voz de alarma de una perdiz roja Alectoris rufa atruena la vaguada del reseco labrantío. Como no puede ser de otro modo, mi mirada la busca entre un mar arbustivo del mosaico campero. Es obvio que la gallinácea tiene descendencia, de ahí su inquietud maternal.


Juvenil de aguilucho cenizo Circus pygargus en campo labrado.



Una hembra de aguilucho cenizo prospecta el perímetro del campo labrado. Ha localizado a la perdiz roja con sus crías ya crecidas pero, vulnerables.
La rapaz presiona con su silueta tratando de incomodar a los pollos para que el mas nervioso rompa su cerco de seguridad y salga huyendo al descubierto. Uno de ellos, cuando el aguilucho se lanza a tientas sobre el arbusto para acelerar el proceso, sale volando para cambiar de lugar. La rapaz lo persigue in extremis pero, la rapidez y destreza del joven la deja sin ninguna posibilidad de captura. La gallinácea joven sella con la hazaña mencionada una gran experiencia de gran valor para el resto de su vida. Así se va curtiendo, poco a poco, un futuro luchador para asegurar la especie.





10´00 horas, la hembra de aguilucho cenizo se posa en el campo yermo a unos cinco metros de la orilla. Utiliza el tiempo para acicalarse. 
Después de un largo rato de espera, decido abandonar cuando son las 11´30 horas. 
La rapaz todavía no se ha movido del mismo sitio. En todo el tiempo transcurrido, la hembra de perdiz no ha cesado su grito de alarma.





Curiosamente, la base del equilibrio ecológico se ciñe a la habilidad de sus componentes para adquirir conocimiento y experiencia, trampolín de la supervivencia. 

Aquel mismo año, sabiendo de la victoria del pollo volantón de perdiz, descubrí en el posadero de una pareja de búho real de Guadalajara las plumas de un joven aguilucho cenizo al que la jugada no le salió nada bien.



Grupo de 24 perdiganas corriendo por la carretera (foto en papel 1989). 

Antes de que se limitara la velocidad a 50 km. hora por este tipo de carreteras frecuentadas por ciclistas, ya lo hacía concienciado para no atropellar a este otro tipo de corredores. 



miércoles, 18 de marzo de 2020

Águila de Bonelli ultimando el nido



12 de marzo 2020

Es increíble la ubicación del nido de esta águila en el cañón del río Mesa. No debo dar detalles puesto que la más mínima referencia daría con su emplazamiento fácilmente. 
Me chocó bastante la construcción liviana de escaso aporte leñoso y de una similitud extraordinaria con el anterior. Ambas plataformas apenas asoman de la oquedad elegida y aunque la rapaz accede cómodamente, el interior es bastante ajustado. Un buitre leonado no podría arrebatárselo por superar su cuerpo el tamaño idóneo de entrada.

El lugar que utilizo para su observación es muy seguro y ofrece una panorámica excelente para no perder el mínimo detalle de su comportamiento. Cuando se posa, los sesenta aumentos del telescopio son suficientes para ahondar en los detalles de su morfología. En vuelo, los manejables prismáticos la persiguen en sus fugaces vuelos durante los vaivenes del trabajo cotidiano de la elaboración del nido. 

Son rapaces muy desconfiadas al acceder al nido, de no guardar una distancia (más exagerada que prudente) podría afectar a su conducta reproductora. Durante los dos días, incluso fuera del punto de observación, he visto a la hembra muy ajetreada y sin apenas descanso en su labor constructora para finalizar el forro del cuenco. Lo mas preocupante ha sido no ver al macho en ningún momento. Al día siguiente, incluso con la hembra en el nido (no sé si incubando) la escuchaba con agobio reclamar la presencia de su pareja. La voz, como desesperada, era desconcertante

Llevo viéndolas juntas desde 2015 y apenas se separaban. El año pasado no tardaba el macho en aparecer con alimento para abastecer a su consorte, o simplemente, montar la guardia cerca de ella.
Me queda esta duda, sin embargo, habrá que esperar más adelante.

Arreglándose el plumaje en uno de sus posaderos momentáneos 9´50 h..


Reclamando la presencia de su consorte.


No siempre la blanca pechera del águila de Bonelli es perceptible entre la inmensidad de la roca caliza. 



Cuando parte con una idea fija, sigue firme su propósito batiendo con fuerza sus alas.


Alterna con el pino las ramas frescas de encina.



Equilibrándose sobre la copa de la encina, arranca con el pico una rama de tamaño ideal a sus necesidades, ya en el tramo final de la construcción del nido.


A veces, adornado su vuelo con algún rodeo, rompe la incierta deriva con un quiebro repentino para cambiar de dirección antes de alcanzar la plataforma nidal.
El vuelo del águila de Bonelli puede arrebatar la mirada del observador durante horas. Es la magia del águila mas carismática de nuestra geografía.



domingo, 7 de julio de 2019

Jóvenes ratoneros.




El ratonero Buteo buteo es una rapaz conocida, y por fortuna, habitual; siempre  atractiva para el observador.
Es la rapaz eterna sobre el altillo de tantos maderos telefónicos al pie de las carreteras españolas. Paciente hasta aburrir al sol y a la prudencia de sus presas. Tal vez, el ser vivo que mas horas de sombra hace al día. También es el perdedor sistemático en las broncas con milanos negros y otras aves de su entorno.





Gimotea rodeado de urracas mientras defiende una rata de tamaño medio que pretende merendarse sobre las ramas deshojadas de un manzano en el hortal. Otro ratonero trata de disputarle su presa, sin quitar el ojo a la urraca que tira de la cola del roedor desde abajo buscando el anonimato entre tanto revuelo blanquinegro. 


Un ratonero defiende ante una corneja negra Corvus corone la captura de un topillo.



El ratonero siempre está sujeto a las provocaciones de los córvidos, como si vieran en él, su motivación mas representativa para el arte de hostigar.
Este Quijote de las rapaces, tiene muchos enemigos, que no dudarán en aprovechar la inocencia de los jóvenes para atacarlos. A un confiado ratonero que volaba a la altura de un águila de Bonelli Aquila fasciata le costó la vida por un descuido; desconocía su peligrosidad. Aunque poco común, es una presa notable en los nidos del búho real Bubo b. hispanus.  


Ratonero adulto, y progenitor. 


Ratonero joven del año. 

Hace un par de años, un joven ratonero del año murió de inanición según me informaron en el centro de recuperación donde lo llevé. No salía de mi asombro. Sin embargo, no debe de ser algo tan inusual en la naturaleza, sobre todo, si alguno de los progenitores es abatido o muerto por cualquier circunstancia. 

Observando la semana pasada a la más mítica rapaz de los postes, celebré gratamente la pesadez de dos jóvenes de este año reclamando a su progenitora la ayuda pertinente para seguir adelante.
Sólo falta que sus dotes como futuros cazadores no fallen, y puedan ocupar como siempre, esas atalayas de madera que realzan su quietud y perseverancia.


Aparte del aplomado sol, también soporta estoicamente la empapadora niebla llorona del invierno.