Mostrando entradas con la etiqueta Aves (Passeriformes). Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aves (Passeriformes). Mostrar todas las entradas

lunes, 30 de marzo de 2020

Zorzal charlo: cantor en mal tiempo



Una de las facetas mas atractivas de este pájaro es, precisamente, escucharlo cantar desde lo alto de cualquier punto elevado en días de lluvia o mal tiempo.

Todavía es invierno y las calles están pobladas de vacío y luz artificial en la mañana temprana. Apenas comienza la vida y el trasiego humano de la mano del alboroto va in crescendo. La jauría automovilística aparece con sus fauces imaginarias. Con belfos fruncidos, dan la impresión de morder al osado que trata de cruzar el paso de cebra. Se cierran además, cuando otro conductor espera en un ceda el paso un detalle, inexistente. El semáforo, caprichoso para el acelerado, borra el verdor de sus leds amenazando con el anaranjado y rojo. No viene bien a los apresurados, gustosos de apurar el tiempo de encame. La prisa es mala consejera y, por esta causa, conductores aguardando en los cruces sufren esa irresponsabilidad y contestan furiosos adheridos al claxon. Érase un hombre a un claxon pegado; salvando las distancias, como escribiría Francisco de Quevedo a Góngora dedicándole a su exponente nariz, soneto tan famoso.
Redundando en el conocido escritor del Siglo de Oro, abandono la calle zaragozana bautizada con su ilustre nombre. Esta otra, mas tranquila, me ausenta de tanto cretino.
Con mi estrés a cuestas, la voz aguda y melódica de un pájaro salpica desde lo alto de una azotea toda la manzana. Me llega al alma. Ventanas, madrugadoras, van alumbrando encadenadas al nuevo día. Y, paso tras paso, evadiéndome, atravieso un espacio imaginario hacia la naturaleza donde el melancólico canto me descongestiona, aliviando mi reclusión urbana y tormentosa. El recorrido asfaltado da paso a las laderas rocosas de las barrancas, y las fachadas al murallón calizo que flanquea el río. Todo lo provoca el zorzal charlo desde lo alto de una antena. Una de sus antenas desde las que muchas mañanas de camino al trabajo lo escucho recitar, charlar compartiendo ese pequeño retazo de libertad que todavía uno guarda entre sus valores mas inmensos.




Zorzal charlo Turdus viscivorus.

Es el mismo pájaro cantor exclusivo de los días de niebla, frío y lluvia, desafiando al mal tiempo en la cumbre de una antena, tejado, o árbol todavía desnudo. Alienta la moral y reparte ánimo para soportar este confinamiento provocado por un virus inmisericorde.

El último día que lo avisté actuaba en una de sus antenas, esta vez frente a mi ventana, altanero y vivaz durante la tarde moribunda de finales del mes pasado. 
Unas fotos apresuradas de este mirlo pecoso, recordarán mi admiración hacia este pregonero de las nacientes mañanas.


 Zorzal charlo (urbano) campeando en la jardinera de un parque zaragozano.


Zorzal charlo (rural) vigilando alrededor, concienzudamente, antes de beber.

El comportamiento receloso del zorzal charlo campestre es diferente al confiado del urbano.

Ánimo, gente de todo el mundo. 
Desde casa, un fuerte abrazo...

jueves, 23 de enero de 2020

El circuito del colirrojo tizón




Las abruptas murallas calizas, muelas y collados ibéricos quedan sumidas en un paréntesis invernal complicado, de soledad, en parte, abordado por la escapada temporal de los colirrojos. Los invertebrados se protegen del rigor invernal utilizando sus mejores estrategias de diapausa, refugiándose entre los recovecos mas inaccesibles. Esto obliga al tizón a buscar suerte en altitudes mas bajas donde sus potenciales presas estén mas confiadas por la alternancia de días mas benignos. 


Hembra de colirrojo tizón Phoenicurus ochuros durante su ruta típica de campeo.



Desde cualquier lugar urbano, se le puede ver actuar sobre una atalaya suficientemente elevada del suelo. Allí, monta la guardia avizorando el terreno en busca del movimiento de invertebrados. Tiene varios puntos de ataque para sorprenderlos que visita repetidamente. Alguna vez se han posado sobre el capó del coche y el espejo retrovisor. Así son ellos, utilizando con interés los oteaderos mas prácticos y productivos.





Hay personas como Marta, amante de la fauna del lugar cuyos inviernos no son tan monótonos, que es muy atenta con los pájaros. Tiene la amable costumbre de contentar a estos alegres vecinos temporales aportándoles alimento en un plato para que superen los días mas difíciles. Y los colirrojos, en efecto, le responden dando buena cuenta de un manjar resolutivo para esta complicada estación. La acompañan con su presencia vivaz de un modo incomprensible para muchos, pero, que recrea y entusiasma a quienes ejercen estos desinteresados detalles con las aves cercanas.










sábado, 11 de enero de 2020

Cogujada montesina




Cómo ha cambiado todo en el medio rural. No digo que lo haya hecho para mal, sino todo lo contrario. Se aprecian comodidades desconocidas en aquellos años, tan severos por la carestía alimentaria y rectitud política. Uno no termina de olvidar ciertas vivencias de antaño, sobre todo, por la sencillez de vida y la combinación de amabilidad y apoyo entre la gente de los pueblos.
Me viene a la memoria el trabajo tan agotador ejercido por los agricultores que segaban con los únicos aperos disponibles; la hoz y la guadaña (apenas había tractores). La hoz castigaba mucho la zona lumbar por las horas transcurridas con la misma postura, arqueada para cortar con la afilada hoja la base de las cañas de cereal. La guadaña era algo más cómoda y permitía hacerlo erguido, con un movimiento semicircular de izquierda a derecha. Ambas opciones estaban acompañadas de horas de sol aplomador. De sol a sol en una paramera donde la sombra era inexistente, salvo en el interior de las construcciones de piedra donde se guardaba la mies, pero, que se convertía en un horno igualmente. Las mujeres también estaban allí, al pie del cañón y al ritmo laboral establecido.





Recuerdo del mismo modo a los gorriones en el pueblo, tanto, como la compañía descarada de las cogujadas en el campo. Tenían una cresta muy graciosa y eran muy atrevidas correteando por los labrantíos y ribazos, además de posarse en los muros de piedra entre pajares. No sabía si eran montesinas o comunes pero, me resultaban curiosas por el plumaje mimético y el copete eréctil. Unas veces correteaban y otras emprendían vuelos de exhibición con cantos aéreos mostrando una fortaleza inusual. En sus carreras sobre las eras donde se trillaba, parecía que se desplazaban sobre ruedas. Apenas se apreciaban las patas por la velocidad de las zancadas cuando corrían en estos espacios llanos. La búsqueda de invertebrados era para ellas un correcalles, sobre todo durante la cría de sus pollos.
Así las recuerdo. 





Hoy los pajares y corrales antiguos cayeron en desuso. Algunos se restauraron como buenamente se pudo y, otros, se hicieron nuevos. Aquellos vencidos por el abandono y el paso del tiempo, atestiguan con la desesperación de sus ruinas la dureza del campo vivida por pastores y agricultores en años muy difíciles.














martes, 31 de diciembre de 2019

Recicladores de nuestra basura



Oropéndola Oriolus oriolus.

Irrumpe primaveral, áurea como el preciado metal, tan codiciado. Es oro puro entre terciopelo verde, de fugaz y resplandeciente vuelo. Una ráfaga luminosa en el sotobosque a la par que inadvertible cuando se posa. A veces, como el viento; se escucha pero no se ve.
Este pájaro de alamedas y sotos ribereños donde el rumor del agua no cesa, siempre causó gran impacto en la mirada de los amantes de las aves, sobre todo, por la fanérica combinación negra y amarilla tan vivaz. 
Soy gran admirador del pájaro de oro por su fulgor deslumbrante durante el breve paso entre las frondas de los árboles. Siempre atento a su esquivo vuelo.





El dramaturgo Joaquín Calvo Sotelo en un breve programa de Televisión Española de los años setenta "La bolsa de las palabras", se extasiaba con la descomposición silábica de oropéndola. O-ro-pén-do-la, recitaba con inusitado placer, explicando minuciosamente la raíz etimológica del melódico término. Péndola "pluma" y, oro en referencia al plumaje dorado. Comparaba metafóricamente un péndulo de oro con el ave por su vuelo ondulado y de brillo áureo. Repetía con la fuerza que le caracterizaba en su complicado programa, el nombre del pájaro desde una televisión joven y pujante, donde la falta de escolarización imperaba en aquellos años. 
Cómo echo de menos este tipo de programas en la actualidad.


El río Ebro arrastra en su cauce infinidad de basura generada por los habitantes de las poblaciones ribereñas. Todo el arbolado de las orillas atrapa estos restos en sus ramas, reteniéndolos durante años. De ellos se abastece nuestra protagonista.



Pero dejando aparte el asombro que causa la bella oropéndola; una vez pasado el otoño, me desmoralizó descubrir un peculiar nido vacío de esta ave. Ya no era aquella construcción de finas hierbas alternadas con restos de lana e inflorescencias (pelusa) de los chopos, etc. El nido conservaba el cuenco elaborado con finas hierbas y el perímetro tenía el revestimiento suave que sujeta el cuenco a las finas ramas del árbol escogido. Sin embargo, ese amarre a la horquilla había sido sustituido por toallitas y restos de compresas. Vertidos humanos sin control que derivan en la utilización de estos materiales del futuro. El futuro de la basura gestada por el hombre. Basura que ya no sólo utilizan milanos negros, cigueñas, buitres leonados, etc. para la construcción de sus nidos; ahora, también incluye al pájaro dorado.


El monstruo de las toallitas cuesta 120 millones al año en España: "Algunas marcas las venden como desechables, pero no lo son", eldiario.es


lunes, 30 de diciembre de 2019

Calandrias




Este sábado pasado había una gran explosión de vida en campo abierto. Labrantíos plagados de aves.
Tierra aguardando los surcos del tractor para el resurgir de nuevas cosechas.
La naturaleza retomó de nuevo el pulso de la normalidad tras la borrasca Elsa, protagonizada por el fuerte y molesto viento.

Un cielo tachonado de calandrias dejaba caer, como una catarata, sus trinos. Y así, con vuelo decidido, asaltando las alturas, rivalizaban en la reconquista del espacio. El homocromo plumaje teñido de tierra y piedra, las hace desaparecer en el suelo para protegerlas de sus enemigos naturales. Precaución en todos los sentidos. En la planicie no conviene destacar salvo para despuntar a cielo descubierto como perseidas el fragor de su canto con arabescos aéreos. Preludio del apogeo nupcial.


Calandria Melanocorypha calandra.


Mimetismo sorprendente el de estas aves cuando permanecen posadas.

Antaño; no sé si en la actualidad seguirán con esta práctica tan abominable, los pajareros de jaula examinaban concienzudamente las planicies en busca de los nidos de estas aves. Enjaulaban a los pollos en vecindad con canarios y jilgueros, cuyo canto aprendían a modular, añadiéndole espléndidas variaciones.

Su alimentación se compone de invertebrados y semillas, pero, se las mantenía en cautividad estrictamente a base de éstas últimas.

Extracto del libro PÁJAROS DE NUESTROS CAMPOS Y BOSQUES de Pedro Ceballos y Francisco Purroy. 





Los llanos ocráceos de dinámica reverdeciente, borran el plumaje a los aláudidos posados. Pero, por desgracia, también acumulan la muerte dormida de los plaguicidas agrícolas, letales para su población y futuro. 


Corrales y tablas de cultivo.


Aljibe artesanal tapiado con piedra del lugar.




Calandrias disputando en vuelo. Toda una exhibición acrobática sin límites en las llanadas zaragozanas.