Una de las facetas mas atractivas de este pájaro es, precisamente, escucharlo cantar desde lo alto de cualquier punto elevado en días de lluvia o mal tiempo.
Todavía es invierno y las calles están pobladas de vacío y luz artificial en la mañana temprana. Apenas comienza la vida y el trasiego humano de la mano del alboroto va in crescendo. La jauría automovilística aparece con sus fauces imaginarias. Con belfos fruncidos, dan la impresión de morder al osado que trata de cruzar el paso de cebra. Se cierran además, cuando otro conductor espera en un ceda el paso un detalle, inexistente. El semáforo, caprichoso para el acelerado, borra el verdor de sus leds amenazando con el anaranjado y rojo. No viene bien a los apresurados, gustosos de apurar el tiempo de encame. La prisa es mala consejera y, por esta causa, conductores aguardando en los cruces sufren esa irresponsabilidad y contestan furiosos adheridos al claxon. Érase un hombre a un claxon pegado; salvando las distancias, como escribiría Francisco de Quevedo a Góngora dedicándole a su exponente nariz, soneto tan famoso.
Redundando en el conocido escritor del Siglo de Oro, abandono la calle zaragozana bautizada con su ilustre nombre. Esta otra, mas tranquila, me ausenta de tanto cretino.
Con mi estrés a cuestas, la voz aguda y melódica de un pájaro salpica desde lo alto de una azotea toda la manzana. Me llega al alma. Ventanas, madrugadoras, van alumbrando encadenadas al nuevo día. Y, paso tras paso, evadiéndome, atravieso un espacio imaginario hacia la naturaleza donde el melancólico canto me descongestiona, aliviando mi reclusión urbana y tormentosa. El recorrido asfaltado da paso a las laderas rocosas de las barrancas, y las fachadas al murallón calizo que flanquea el río. Todo lo provoca el zorzal charlo desde lo alto de una antena. Una de sus antenas desde las que muchas mañanas de camino al trabajo lo escucho recitar, charlar compartiendo ese pequeño retazo de libertad que todavía uno guarda entre sus valores mas inmensos.
Zorzal charlo Turdus viscivorus.
Es el mismo pájaro cantor exclusivo de los días de niebla, frío y lluvia, desafiando al mal tiempo en la cumbre de una antena, tejado, o árbol todavía desnudo. Alienta la moral y reparte ánimo para soportar este confinamiento provocado por un virus inmisericorde.
El último día que lo avisté actuaba en una de sus antenas, esta vez frente a mi ventana, altanero y vivaz durante la tarde moribunda de finales del mes pasado.
Unas fotos apresuradas de este mirlo pecoso, recordarán mi admiración hacia este pregonero de las nacientes mañanas.
Zorzal charlo (urbano) campeando en la jardinera de un parque zaragozano.
Zorzal charlo (rural) vigilando alrededor, concienzudamente, antes de beber.
El comportamiento receloso del zorzal charlo campestre es diferente al confiado del urbano.
Ánimo, gente de todo el mundo.
Desde casa, un fuerte abrazo...
Qué bonitas fotografías. Si algo valoro de Suiza es que aquí pasan los meses y los años sin escuchar un claxon.
ResponderEliminarSin duda alguna, Suiza es un gran país de lo mas concienciado con la naturaleza. Sé que tengo mucho de suizo en el corazón.
EliminarSaludos.
Nunca he escuchado el canto de esta ave, pero sea como sea, son de agradecer sus trinos mañanaeros, anunciando un nuevo día, ajeno al devenir de estos tiempos. Yo, por mi trabajo, salgo todos los días - excepto los de lluvia - al campo y, por tanto el confinamiento es bastante llevadero. Y cuando estoy en casa, como ahora, tengo la suerte de que un macho de Mirlo se ha instalado en mi barrio y es toda una gozada escuchar su melodioso canto posado en alguna antena o saliente de un tejado. Ellos siguen a lo suyo.
ResponderEliminarSaludos y ánimo, que ya vendrán tiempos mejores
Bueno, el tono aflautado del zorzal es el mismo que el del mirlo; ambos inquietantes.
EliminarTambién tengo la fortuna de escuchar al mirlo, sobre todo al atardecer con esos conciertos tan profundos que dan paso al final del día.
Tal como me cuentas Pini, no tengo ninguna duda de tu agradable compañía con semejante cantor.
Que lo disfrutes muchos años, sobre todo, estos días de reclusión para que la moral no se derrumbe.
Saludos y buena semana.
Son bonitos, por aquí se ven bastantes. Besitos y salud.
ResponderEliminarSi, preciosos y, como el mirlo, en las ciudades hacen mucha compañía.
EliminarBesos.
Preciosa entrada!
ResponderEliminarApesar do "confinamento" a que nos submetemos por conta do "inimigo", podemos vez por outra vir aqui passear na natureza tão bem vivida e contada pelo nobre amigo do outro lado do oceano.
Gracias, gracias! Se cuida!
Um beijo
Pesado, pesado se me está haciendo el encierro al no tener alma urbana.
EliminarQué ganas tengo de salir de nuevo al monte para vivir nuevas historias en la
naturaleza.
Cuídate y disfruta de los días en familia.
Besos...
Por mi zona son muy ariscos, tengo la impresión de que será por el cariño con el que se recibe a escopetazos a sus primos invernantes.
ResponderEliminarEs un gusto oírlos cantar, tan melodiosos y claros.
¡Saludos!
Ya hace años que los charlos habitan la ciudad de Zaragoza y, supongo que muchas mas españolas. Con la cantidad de jardineras existentes en los parques, tienen espacio de campeo para hartarse.
EliminarNo es difícil verlos durante los riegos con la tierra blanda del césped rebuscando entre el barro a sus presas. Además, son muy dóciles y permiten un acercamiento imposible en el campo.
Saludos.
Nunca lo he visto ni en el campo ni en la ciudad, aunque si lo hubiera visto no lo hubiera identificado. El rural es más desconfiado, corre más peligro y sabe que le va la vida en ello. Un abrazo.
ResponderEliminarNo es muy difícil si lo ves en lo alto de la rama de un árbol cantando un día desapacible. Estos animan mucho los días grises de lluvia. Es de lo mas atrayente de este pájaro.
EliminarUn abrazo.