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sábado, 1 de septiembre de 2012

SABER Y GANAR: tras los pasos del hombre.



Esta corneja cenicienta (Corvus c. cornix) también sabe sacar muy buen partido del Coliseo romano.

El hombre, desde tiempo inmemorial, incluso transformando agresivamente algunos hábitats a su conveniencia, ha favorecido con sus infraestructuras y, sobre todo, con la generación de residuos orgánicos, el asentamiento interesado de muchas especies animales que han visto colmadas sus principales necesidades biológicas a su lado. 
Las aves son grandes observadoras, y saben por ello, sacar el máximo partido de sus intrusiones en territorio humano donde las facilidades abundan. Sin embargo, el hacinamiento por la limitación de los espacios habitables así como la lucha por ellos, hacen que los ciclos fenológicos se aceleren gracias a la bonanza, y provoquen como en el gorrión común, abandonos prematuros de los pollos del nido por la desatención de los adultos dispuestos a criar de nuevo. Los etólogos conocen, debido al estrés que genera la ciudad en aves urbanas, ciertas aberraciones en su comportamiento. Ésta y otras tantas causas negativas, son la otra cara de la moneda.


 


Me recordó la estampa de este zorzal charlo (Turdus viscivorus) habitual en parques urbanos por su manera de alcanzar el agua de esta boca de riego a la de aquellos herrerillos que desmembraban las tapas de las botellas de leche con el mismo fin.
Los etólogos descubrieron que, hacia 1914, algún herrerillo (Parus caeruleus) consiguió acceder a la nata láctea de las botellas de vidrio perforando el aluminio que le separaba de su contenido. El lechero depositaba a la entrada de las viviendas la caja de leche, y los herrerillos, mediante un selectivo aprendizaje, fueron imitando la ocasión con el consiguiente y nutritivo resultado por todo el territorio inglés. Se fastidió el invento cuando los lecheros colocaron vasos vacíos de yogur boca abajo en el cuello de las botellas.

 Garceta grande (Egretta alba)

Garza real (Ardea cinerea)

Las garcetas grandes (Egretta alba) y las reales (Ardea cinerea) como el resto de ardeidos son tremendamente territoriales, pero, cuando existe un lugar -llamémoslo neutral, por el interés común- al que todas acceden dada su temperatura agradable para escapar de las crudas heladas, entonces la permisividad se acentúa debido al logro de un mismo fin; el de mitigar las bajas temperaturas del río. Pero, ¿cuál es ese lugar? pues la salida de agua templada de la depuradora de una gran ciudad al devolver al río el líquido elemento una vez tratado dentro de las instalaciones. Cuando el sol caldea la mañana, las garzas parecen independizarse, se separan  y pelean  por una buena parcela de pesca a lo largo del río. Se acabó la comunidad hasta la noche.


 

Como el agua de la depuradora sale templada en invierno, el contraste de temperaturas marca la diferencia, por ello, se convierte en una fuente de atracción y activación para los insectos de los que el bisbita alpino (Anthus spinoletta) llegado de cotas más altas, saca el correspondiente partido en días difíciles del frío invierno.




 Hembra de águila real (Aquila chrysaetos)

 Macho de águila real (Aquila chrysaetos)

Hay aves como esta pareja de águilas reales (Aquila chrysaetos) que descansan y montan la guardia utilizando torres de alta tensión de gran altura; en este caso, sobre el terreno seco y desabrigado de la estepa monegrina.
La instalación de aerogeneradores sobre nuestros montes, ha multiplicado el número de torres que soportan interminables cordones metálicos, cuyo fin, es trasladar la energía generada por estas turbinas a distintos puntos creando peligrosas autopistas eléctricas por los valles. No polemizaré sobre la incidencia beneficiosa o perjudicial de estos artefactos, como tampoco lo haré sobre la correcta o incorrecta valoración de los estudios de  impacto medioambiental realizados en los lugares donde se instalaron y se instalarán estos gigantes eólicos. Sé que mueren muchas aves, quirópteros e insectos víctimas de sus enormes palas, y también sé, que el impacto visual en el paisaje es demoledor. Las águilas y otras aves en un futuro próximo dispondrán de muchas más estructuras metálicas de este tipo para posarse y anidar.


Abejarucos (Merops apiaster)

No son sólo grandes rapaces las víctimas de los aerogeneradores, el 30% de aves muertas son aláudidos que, junto a vencejos abejarucos y otros pequeños pájaros difíciles de localizar en los muestreos, suman como mínimo hasta 2000 bajas anuales. Para animales carroñeros como el zorro, estas masacres se convierten en un productivo filón.

 


En este horrendo rincón vive y anida una pareja de búhos reales. Como el lugar es rico en especies presa, las rapaces nocturnas han aprendido a convivir con todo el despliegue metálico que lo rodea antes que abandonarlo. Como el águila real, su antagonista el búho real también utiliza las torres de alta tensión como atalaya de caza y descansadero.


jueves, 9 de agosto de 2012

EL ENIGMA DE LA GRAJILLA


 
Los apuntes de campo, son el diario personal de los observadores de la naturaleza. Son además, el recuerdo indeleble archivado que, de otro modo, con el paso del tiempo, podrían caer en el olvido perdiéndose para siempre. Por esta razón, mientras hojeaba algunos datos interesantes del búho real (Bubo bubo), me encontré con el extraño relato de una anotación que, aquel día, me dejó helado. 


Estribación Sierra de Arcos (Zaragoza), 21- 6- 2000.
Cielo despejado, viento suave, calor.
Prospección de la cara norte del barranco calizo.

Recorrida toda la abrupta loma del cortado calcáreo, voy descubriendo escondites bien camuflados, todos de origen vegetal como sabinas, enebros, ephedras, carrascas etc… donde se acumulan egagrópilas y otros restos de los jóvenes volantones de búho real. El caso es, que no logro dar con la ubicación del nido para hacer un listado de restos de presas, aprovechando que ahora, estará vacío.


Alcanzo uno de los amplios huecos de la cima, obra del implacable modelado kárstico y, comienzo a revisarlo. Descubro en su interior un ejemplar de grajilla (Corvus monedula) empotrado en un resquicio de escasas dimensiones. Creo que se trata de algún resto posterior capturado por el gran búho que ha depositado allí como reserva para nutrir a los jóvenes (*)
Sin embargo, al extraerla, advierto que el ejemplar está físicamente completo, sólo le falta la vida. Deduzco de su estado, que el proceso de momificación ha sido posible gracias a la temperatura estabilizada del interior de la covacha. El pico y los mechones filiformes que protegen las narinas tienen restos de tierra. 

Extrañado, coloco de nuevo al negro córvido en su lugar y lo examino con más detenimiento. En efecto, el vértice flexor de ambas alas queda casi por encima de su cabeza y, las patas, que arañaron la roca, trataron a toda costa de impulsar y forzar su cuerpo dentro de esta minúscula cavidad. En conjunto, la postura es de gran tensión, como si pretendiera perforar la roca desesperadamente. 
Empiezo a entender angustiado, lo del exceso de tierra en las narinas y el pico; el jadeo del ave tuvo que ser muy intenso. Algo aterrador viciaba el ambiente, pues la muerte del ave tenía visos de incontrolado pánico. Quizá la aparición de un inesperado depredador favoreció el pavor ante una muerte inminente. 
También las plumas del ala y la cola conservan restos de barro, parece que el córvido revoloteo antes de su parada final. 

Indagando más, dentro del marco posible de acción, veo que estaba entregado a la construcción del nido, así lo atestigua un pequeño cúmulo de ramas en la fisura que se abre apenas unos centímetros por encima de donde pereció.  



Al lado izquierdo y, en un oportuno saliente, excrementos del búho real; un posadero idóneo, despejado, muy útil para entrar y salir cómodamente la rapaz durante sus cacerías. Podría ser, posiblemente, que una fatal coincidencia durante la penumbra, originara un desagradable encuentro, provocando la alarma del córvido que incapaz de huir ante un depredador ataviado de excelentes facultades para desenvolverse en la oscuridad, no tuvo otra alternativa que refugiarse, sin opción de abandonar la cueva, en el mencionado hueco. El fuerte inexpugnable donde se atrincheró la grajilla, fue a la vez su tumba. Desorientada, quizá no dio con el ansiado hueco del nido más amplio y seguro. El estrés desbordante por la situación, pudo provocarle un shock paralizante y la muerte por asfixia.

(*) Los progenitores durante la temporada de cría, suelen ocultar restos posteriores de presas reservadas para alimentar a los pollos. Los guardan en el interior de arbustos y oquedades, de este modo, pueden resolver recuperando estos restos el problema de escasez y, además, cebarles sin la espera de futuras capturas.
 
Sobre las despensas del búho real:



domingo, 2 de octubre de 2011

Grajilla (Corvus monedula): cultura aprendida



Los córvidos dentro del orden de los paseriformes, incluyen a varias especies nidificantes en la península ibérica: cuervo (Corvus corax), corneja negra (Corvus corone c.), graja (Corvus frugilegus), urraca (Pica pica), chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) y piquigualda (Pyrrhocorax graculus), rabilargo (Cyanopica cyanus), arrendajo (Garrulus glandarius) y grajilla (Corvus monedula). Estas aves, están representadas en un total de 120 especies distribuidas por todo el mundo. Todas ellas destacan por su gran capacidad oportunista e inteligente, facultándolas para ocupar todo tipo de hábitats con un éxito sorprendente. Siempre tendré en mi memoria a estos córvidos como seres increíbles gracias a su gran riqueza gestual, propia de la cultura adquirida en sus comunidades fuertemente cohesionadas.

Recuerdo desde siempre en las grajillas, sus escandalosas manifestaciones de alarma. Alertaban al resto de aves y se cebaban conmigo tratándome como a un depredador más mientras intentaba observar cernícalos, mochuelos y demás pajarillos de los taludes. Volaban sobre mi cabeza, hostigándome alarmadas al caminar cerca de su zona de nidificación en las terreras. Otras veces, bastaba encontrar un grupo reposando en algún árbol, acercarme unos pasos para contemplarlo y, la más atenta, graznaba con una voz áspera y chirriante que alertaba a las demás. A continuación, tras captar todas el aviso de peligro abandonaban el emplazamiento. El lazo de unidad de todas ellas ante sus posibles y potenciales enemigos era un valor adquirido gracias a la eficaz enseñanza de padres a hijos.

Konrad Lorenz, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 1973 y etólogo universal, fue un apasionado y gran estudioso del comportamiento animal. Entre sus laboriosas dedicaciones, logró con la cría en cautividad de ejemplares de grajilla formar una colonia reproductora, y de ella, servirse el autor para sacar a la luz una larga e interesante serie de datos curiosos e importantes sobre la psicología de esta especie gregaria. Cuenta Lorenz que, los jóvenes de grajilla carecen de la base innata para reconocer a cada uno de sus enemigos naturales. Y, gracias a una elaborada conducta de atención y aprendizaje recibido activamente de los adultos mediante sus enérgicos gritos de alarma, imprimen en la tierna memoria juvenil importantes y vitales pasos preventivos para evitar y anticiparse al amplio abanico de predadores. Así también, cuando un congénere es capturado por un ave de presa, se congregan estas negras aves graznando sin cesar en torno a ella, con objeto de incomodarla, de hacerle ver que la captura de uno de sus miembros no va a ser en vano. Va a suponerle un incordio tan insoportable que no lo inolvidará o, lo pensará dos veces cuando se le presente otra ocasión. Esta conducta de emitir voces ásperas y escandalosas es extraordinariamente contagiosa entre los córvidos frente a sus captores. Está claro que les resulta rentable y, posee un incuestionable valor para mantener la especie.


El joven, en la izquierda, siempre está atento a las maniobras del progenitor. Los jóvenes permanecen en el grupo familiar durante un año en el que son educados convenientemente. Sus mejillas y nuca no tienen el llamativo gris plateado de los adultos. Son reproductores al segundo otoño.



Apunte de campo: 7- 2 -2010

Una blanquecina capa de escarcha cubre los campos de alfalfa ya cortados. Tienen estos, altos aspersores de casi dos metros de altura, y están ocupados a modo de atalayas por ratoneros (Buteo buteo), aguiluchos laguneros (Circus aeruginosus), cernícalos (Falco tinnunculus) y alguna garza real ( Ardea cinerea). El objetivo de estas aves es, indudablemente, la captura de topillos y otros micromamíferos. En unos pequeños cortados de arenisca, las grajillas ya se interesan por los nidos, ocupándolos para adecentarlos reparando los desperfectos. Vuelan de un lado a otro pero, ya no les presto atención.
Sigo observando el bullicio de las aves en un día soleado muy agradable. Es así hasta que escucho un desgarrador graznido de grajilla procedente de un viejo chopo semiseco y deshojado, un graznido que, como el fuego, se expande al resto del bando. Hago uso de los prismáticos con la idea de encontrarme a uno de estos córvidos en las garras de un azor (Accipiter gentilis). Me acerco más, por que no distingo a ningún azor y, repito la operación hasta que me siento. No hay ningún azor en el escenario y el griterío es infernal ¿Qué ocurre? No logro entenderlo por más que observo detenidamente. Parece que gritan alrededor de un congénere, quizá sea de otra especie o haya trifulca entre ellos…no sé, la curiosidad me está matando. Es cuando se mueven algunos ejemplares dejando un especio visible, el momento en el que distingo a una grajilla con un ala trabada en una gran rama caída sobre otra. El ave no sé como ha logrado acuñar su ala entre la cruceta de ramas pero, no cesa de gritar desesperada, y las demás, aunque no entienden quizá porqué gritan, se ven poseídas por esa voz solidaria aprendida de sus progenitores por imitación. Personalmente, no puedo hacer nada, si me acercara más, provocaría el pánico en la infortunada grajilla y podría romperse el ala al forcejear. Así que, espero pacientemente. El bando la acompaña en todo momento, y por fin, logra zafarse de la mal caída rama, entonces, abandonan todas juntas el chopo desmochado.

Entiendo cuando dice el genial etólogo Konrad Lorenz: “Resulta difícil imaginar qué tipo especial de vivencia experimentan, y que va asociada, sin duda, a una actividad instintiva que ha dejado una emoción profunda. Nuestros afectos –ira, odio, miedo- sólo se pueden comparar de una manera relativa con los correspondientes o análogos de los animales. No sabemos lo que experimenta la grajilla, pero no cabe duda de que esta vivencia es algo específico, con una enorme carga emocional. Esta ardiente emoción se graba en la memoria del animal, de manera increíblemente rápida”.

La voz de alarma heredada desde generaciones por aprendizaje, tiene una impronta tan indeleble que, como podemos apreciar por el contagio de sus voces, llega más allá del claro ejemplo de hostigamiento hacia sus enemigos, pudiéndose interpretar también como de apoyo o de ánimo en momentos de peligro de cualquier índole.


La chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) izquierda, y la grajilla (Corvus monedula) derecha, son muy diferentes en aspecto y morfología, sin embargo, comparten la misma inclinación insectívora y la de utilizar oquedades de cortados rocosos, terreras e interiores de casas abandonadas. La chova es más habitual ocupando roquedos fluviales y la grajilla taludes esteparios. Sus reclamos tienen un apreciable parecido, siendo el tono más agudo en las chovas y, más grave en las grajillas.


Una mirada incisiva a través de unos ojos tan llamativos, advierten de la presencia de un posible enemigo (imagen izquierda); seguidamente el córvido, pegando las plumas al cuerpo, se agacha levemente y comienza a emitir un graznido áspero, sonoro, molesto y de larga duración. Entonces toda la vida alrededor, además del grupo, se pone en guardia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Gritad chovas, gritad



Ver amanecer entre los erguidos riscos calcáreos mientras se respira el aroma montaraz de la vegetación mediterránea, no sería lo mismo sin el bullicio y la algarabía de estos córvidos, cuyas voces, se multiplican por el eco incesante de las vertientes rocosas y encañonadas de nuestras serranías. Son la voz indiscutible de estos espacios. Por idéntico orden, fuera de la época de cría tanto en el amanecer como en el anochecer, siempre alborotando, inician el agrupamiento en busca de zonas adecuadas de campeo, hasta su regreso al final del día cuando el bando se desarticula ubicándose cada pareja en su respectivos dormitorios roqueros. Como en el resto de la familia de los córvidos, la chova piquirroja (Phyrrocorax phyrrocorax) tiene en común una marcada adaptación gregaria en la que se incluye la defensa a ultranza de los miembros de la comunidad. La cohesión de los bandos, sobre todo en vuelo, es la mejor manera de prevenir los ataques de sus enemigos. Una rapaz, sólo se atrevería a picar contra un ejemplar aislado calculando la maniobra de choque o captura tras un veloz vuelo, evitaría así el impacto contra algún componente del grupo que pudiera invadir su radio de acción. Ya se encargan las negras aves de achicar espacios graznando con fuerza ante cualquier peligro.

Pero no es el canto una herramienta de las aves para inspiración de poetas precisamente. Su utilidad principal es la de proclamar el dominio de un territorio, tanto para atraer hembras como para alejar competidores; además de alertar de la presencia de predadores y mantener contacto canoro entre miembros de la bandada, etc.


Recuerdo hace unos años en plena estepa de redondeadas lomas yesíferas, ver caminar a dos chovas piquirrojas entre una maraña de albardines, romeros y tomillos. Campeaban separadas unos treinta metros la una de la otra, y cada tres segundos, reclamaba una y contestaba la otra. Así estuvieron durante veinte minutos, intercambiando constantemente mensajes tranquilizadores de voz breve. Las observaba desde un altozano, cada una por su ruta, entre ellas no podían verse debido a la espesa cobertura vegetal, por eso conectaban con un fugaz reclamo, o voz de contacto. Cuando llegaron a un punto despejado de encuentro, la comunicación acústica se reemplazó por la visual y las voces ya, apenas fueron necesarias.



- Beber por la caña del largo pico es tarea complicada para un ave con una herramienta tan especializada, con la que atrapa sobre todo, a gran cantidad de insectos que son la base de su alimentación.


- La parada en el abrevadero es un momento delicado, ya que las aves han de alternar con atención la compleja maniobra de beber y vigilar a posibles enemigos acechando.


- En ocasiones, también utilizan el interior de casas abandonadas para criar; este joven nos muestra la suya. A diferencia de los adultos, en los jóvenes el pico es más corto y de color más apagado, como las patas que son de un tono anaranjado sucio.