martes, 14 de septiembre de 2021

La ajetreada corza




Por el monte, siempre que camino ganando altura, me sorprende el corzo Capreolus capreolus. Sus ladridos roncos rebotan por todo el roquedo al ventearme. Apenas su curiosidad da para unos pocos segundos de observación tras localizar su paradero. A veces, es fácil, otras muy complicado por la masa arbórea y arbustiva que lo protege.

Sobre las inclinadas repisas de los murallones pétreos, entre los tupidos arbustos y vegetación apretada, los corzos dejan a sus crías bien escondidas una vez han llegado al mundo. Si han de llamar la atención ante la presencia de cualquier peligro las madres salen a su encuentro confiadas en su gran capacidad física para alejarlo del corcino, su valor más preciado en este tramo de vital importancia.
Los apareamientos llegan en julio y agosto y, aunque la preñez dura siete meses, es interrumpida por la gestación retardada. Esta estrategia reproductiva se conoce como implantación diferida o diapausa embrionaria. El óvulo fecundado permanece en el útero, sin desarrollarse hasta el principio de la primavera, que es cuando comienza la gestación. Puede durar desde unas semanas hasta cinco meses según la fecha del apareamiento.
La implantación diferida en estos mamíferos evita riesgos para sus propias vidas en situaciones poco propicias o condiciones ambientales adversas. Se trata de hacer coincidir el nacimiento de sus crías con períodos favorables. La reproducción arrastra un gran coste energético, y beneficia disponer de recursos fiables como alimento suficiente y temperaturas adecuadas que garanticen la supervivencia de sus crías antes de dar a luz.

El mes de mayo pasado, tanto en la ida como en la vuelta de la senda de un encajonado barranco, coincidí con la ajetreada hembra de corzo que velaba desesperadamente por su descendencia. Apenas una parada para las fotografías en dos sesiones y, salir a paso ligero para no fatigarla más.
Esta corza se refugia en un cañón bastante transitado durante los fines de semana, ya que es un lugar muy sugerido por los medios de comunicación regionales. 
No me preocupa mucho su actividad, pues sé perfectamente que el corcino o corcinos estarán a buen recaudo. Tengo en cuenta, además, que la madre pecará de sobreactuación antes que de confianza.



sábado, 11 de septiembre de 2021

Acompañemos un tramo de campeo a la gineta



Me sorprendo de las enormes prestaciones de estas pequeñas
cámaras de vídeo trampeo con las que uno presencia variados detalles del comportamiento de animales tan esquivos como la gineta Genetta genetta.  

Un sotobosque ribereño del Ebro es el escenario perfecto para realizar un muestreo de fauna habitante del lugar. Hay una vegetación muy ceñida, sobre todo de zarzamoras abrazando al resto de plantas. Salvo este agradecido calvero natural, espacioso, con troncos en descomposición, lo demás es intransitable absolutamente dada la enorme maraña de árboles, arbustos y vegetación densa
Hay campos de labor muy productivos rodeando lo poco que queda de este bosque galería del río donde cigüeñas, garzas, zorros, etc., gustan de campear.

Con la primera toma de la cámara y, una panorámica agradecida, pude hacerme una idea de las sendas de la gineta, completando parte del circuito por donde deambula y poder instalarlas estratégicamente.

Sé que el resultado no es espectacular como el de las ginetas de grandes documentales, donde se aprecia esa extraordinaria agilidad en sus maniobras de caza, ascenso a árboles, e incluso, cortados rocosos. Sin embargo, ese caminar aparentemente secreto y tranquilo de la gineta me produce una gran satisfacción, dada la oportunidad de verla aunque sea en tonos grises, atravesando la noche. Algo que, de otro modo, resultaría bastante más complicado.

Las imágenes se han obtenido sin la utilización de ningún tipo de cebo.

                                         https://youtu.be/lZqsGV1SqWc

                                                      

domingo, 21 de marzo de 2021

Escribano montesino


Los días previos al despunte primaveral, hacen que las aves estén muy activas por el proceso ampliatorio de la luz diurna (fotoperiodo). Fotoperiodo, es la cantidad relativa de luz y oscuridad en un periodo de veinticuatro horas. Éste, aúna el proceso planificador, en el caso de las aves, del momento adecuado para preparar la reproducción teniendo en cuenta la construcción del nido, las cópulas, el cúmulo de nutrientes para la producción de huevos etc.
Según David Lack, no comienzan las aves su ciclo reproductor amoldándose a la mayor cantidad de alimento disponible como sugerían otros investigadores, si no por la duración del día.
“Un individuo que inicie la reproducción con una duración del día cuyo resultado sea tener polluelos en el momento adecuado dejará muchos descendientes, y los genes para reproducirse en el momento adecuado se heredarán en la siguiente generación. Aquellos individuos que respondan a una duración del día equivocada -y se reproduzcan demasiado pronto o demasiado tarde- dejarán pocos descendientes, si es que dejan alguno, y serán meros recuerdos en la evolución”.

Así, encuentro al macho de escribano montesino Emberiza cia ocupado en advertir con su canto a los rivales del comienzo de un periodo de dispersión y emparejamiento. Ya no serán bienvenidos otros machos competidores a su territorio, tan sólo las hembras que vean en él al consorte adecuado para iniciar la cría.








       

viernes, 19 de marzo de 2021

Escríbano soteño


Dentro de unos días, habrán pasado tan sólo 4 décadas desde la primera vez que vi sobre un solariego peirón de viejo ladrillo y rudas piedras al colorido escribano soteño Emberiza cirlus. La estampa de aquel pajarillo sobre el ático piramidal de aquel rogatorio próximo a la descompuesta carretera del pueblo de Codos, me dejó boquiabierto. Detuve la bicicleta tras acercarme todo lo que pude y, al mirar con los prismáticos, quedé prendado tanto de sus colores como de la fuerza de su canto. Un precioso macho expandía su voz a los cuatro vientos, iluminado por un matinal flujo de luz solar que se colaba entre el declive de redondeadas lomas.

Había llegado hasta allí desde Zaragoza en una bicicleta de las que se estilaban antes, modelo “Verano Azul”; un plato y un piñón para sacar todo el rendimiento posible a los 66 km de entonces por estrechas carreteras parcheadas. Nada que ver con el snobismo bicicletero actual. Era otra visión diferente de rodar, ligero de equipaje y con un enorme entusiasmo y curiosidad por recorrer pueblos perdidos, bastante más perdidos que ahora.

Salían los lugareños con sus mulos hacia el monte a trabajar la tierra, en el cruce de la carretera, una "charradica" (conversación) con el pastor para contrastar temas actuales de aquel entonces. El perro, trabajador, perimetraba al rebaño de ovejas durante la parada.

Peirón de Las Almas; Codos (Zaragoza). En esta misma construcción pude contemplar al llamativo ejemplar de escribano soteño cantando un 28 de marzo de 1981.

El peirón es una columna u obelisco de intención devota que se halla junto a las entradas y salidas de los pueblos y junto a los caminos, con una cruz o imagen religiosa.

Macho de escribano soteño trinando desde un almendro.


Hembra de escribano soteño con su plumaje críptico.






martes, 16 de marzo de 2021

Trepador azul


Escucho nítidamente la voz alarmada del trepador azul Sitta europaea, este pajarillo que trepa y desciende por los troncos de los árboles con una facilidad asombrosa. Tan sólo la ardilla Sciurus vulgaris es capaz de hacerlo boca abajo con la precisión del trepador. 
Está muy atareado en adecentar una oquedad practicada por el pico picapinos Dendrocopos major ya abandonada. 
El viejo tronco del abiótico álamo apenas sirve, tan sólo, para buscar alimento y un lugar de nidificación para ambas aves.

Sale el trepador azul de la oquedad con restos de viruta y otras impurezas una y otra vez del que podría ser el posible nido futuro. Sube y baja, cambia de ramas repetidamente, ramas melladas por multitud de cicatrices provocadas por el pico cincelador del picapinos e insectos barrenadores de la madera.
No le agrada en absoluto al trepador la presencia del pico picapinos, y su audible regaño llega con claridad hasta mis oídos. Pero, no sólo en este árbol inerte emite su protesta, también lo hace en otros que he tenido la oportunidad de observar con las mismas características.
Este pícido, podría perfectamente desfalcar el nido con huevos o pollos de nuestro protagonista, de hecho, también lo hace con las cajas anidaderas que carecen de una protección metálica en la entrada.

La piel áspera del desvencijado chopo cabecero se reviene, envejecida, quebradiza, carente del flujo de savia que la hidrataba en vida. Infinidad de invertebrados rondan tras ella en otro mundo oscuro y separado del exterior. Un mundo cuya llave inmisericorde poseen los pájaros carpinteros, trepadores, agateadores y un sinfín de aves exploradoras de este abrigado nicho ecológico.
Son muy beneficiosos los viejos árboles sucumbidos por el paso implacable de los años. Su proceso de descomposición es el mejor reclamo para atraer insectos xilófagos perforadores de la madera. Renunciar a ellos significa arriesgar la salud de los demás que todavía conservan la vida; incluidos los frutales del agricultor. Siempre fue un grave error talarlos para el fuego. Esos titánicos muertos en pie, han ofrecido una enorme fuente de alimento a las aves insectívoras atraídas por los insectos que devoraban sus resecas entrañas.

Trepador azul Sitta europaea








Pico picapinos Dendrocopos major





domingo, 14 de marzo de 2021

Escuadrón de cercetas


En los galachos, olvidados por la partida del río Ebro tras labrar otros cauces, se instalan pequeñas colonias de ardéidas y multitud de aves acuáticas. Son visitados, además, por anátidas, dada la tranquilidad del agua sosegada.
La barrera del ocráceo carrizal en estas fechas se levanta como un muro infranqueable hacia el espacio acuático y, por mucho que intentemos elevar la vista, no conseguiremos nada más que escuchar algunos habitantes del marjal. Ahora, bastante silencioso.

Avanza la mañana y la niebla se deshilacha definitivamente mientras el sol se adueña del paisaje. Se descubren poco a poco los colores ocultos por la veladura nubosa.

Ya estoy cerca del calvero que abre la estanca. Sigiloso, intento aminorar la marcha para tratar de sorprender al grupo de cercetas Anas crecca de las que vengo escuchando su tenue voz como un coro intermitente de pitidos metálicos. La franja del carrizal mantiene a muchas aves resguardadas de los enemigos naturales.
Un paso en falso me expone con antelación a los ojos de la primera cerceta. Ésta, con la cabeza erguida, recelosa, arranca con una desmedida potencia arrastrando al resto del bando como una explosión de colores unidireccional. La fina cortina de minúsculas gotas de agua proyectadas por las aves destella como una insignificante borrasca, abriendo pequeñas ondas concéntricas al contactar con la superficie acuosa.
Con qué fuerza ascienden casi verticalmente desde el agua y, sin perder la organización de grupo mientras giran con velocidad y orden cual limícolas, buscan el momento de apretarse de nuevo en la seguridad del agua.

Sé que es una especie muy común, sin embargo, mi mirada se pierde embelesada tras su marcado sincronismo durante el vuelo. Es un momento clave para estos patos ir mejorando la garantía de su capacidad voladora, sabiendo guardar bien los espacios para compactar el grupo y generar una férrea defensa contra rapaces veloces como el halcón peregrino Falco peregrinus
Hay que evitar a toda costa rezagarse para no facilitar ningún ataque aéreo.