sábado, 23 de enero de 2021

Bisbita pratense


Una nevada descomunal, para estas latitudes, ha dejado todo perdido de blanco. Muchos paseriformes buscan apresurados arbustos y matojos semicubiertos donde introducirse para buscar alimento; insectos, semillas, etc. Ahora, las aves, parecen haber perdido algo de temor ante el observador, dada su prioridad por alimentarse desesperadamente. Perder calorías es un inconveniente que pueden pagar muy caro con este frío. Han de mantener su temperatura corporal de 40 gr.

Cruje la nieve a mi paso, helada y resplandeciente. Deslumbra su albura en todo el campo asilvestrado, donde los pajarillos pululan algo desconcertados buscando su sustento. Años atrás, todo este territorio ribereño fue cultivo de chopos, talados ya definitivamente.

Los pasos consumen poco a poco el trayecto establecido y, repetidas veces, salen lanzados al vuelo como una ola creciente unos pajarillos de plumaje discreto. Rompen el silencio en ese preciso momento con una penetrante voz de alarma, abandonando el escenario importunados. No tardan en posarse de nuevo. Ahora, con más sigilo, puedo observarlos detenidamente. Son bastante confiados y se dejan ver con facilidad una vez localizados a pesar de su críptico plumaje.

Los bisbitas comunes Anthus pratensis se reparten por doquier en nuestro territorio, optando preferentemente por zonas deforestadas cubiertas de pastos húmedos. Se inclinan claramente, durante su invernada, por los sectores más térmicos de la Península Ibérica.















lunes, 30 de noviembre de 2020

ANTÓN GARCÍA ABRIL: sinfonías de la naturaleza



Unos álamos negros Populus nigra de la hoz de Pelegrina, se agitan con el viento sobre el campamento del equipo de El Hombre y la Tierra. El sol, arranca destellos áureos mientras bambolean sus copas rítmicamente con veladas luces intermitentes. Amarillentas hojas interceptan la escena durante su caída, propagándose en el espacio como diminutas partículas en forma de luminosos copos de nieve.
Toda la esencia del otoño empaña con su colorido la cárcava del río Dulce. Entonces, suena una música que inunda la estación que adormece el sotobosque. Una música que penetra en lo más profundo del corazón humano dándole vida frente al ocaso estacional de la naturaleza.
Es una de tantas creaciones sinfónicas del turolense Antón García Abril. Un genio y artesano de la composición musical, escenificador del drama, la tensión y el sosiego de la vida silvestre. Otoños y primaveras, inviernos y veranos fusionados con magistral poesía sonora gracias a su percepción sensorial, combinada con todas las demás resonancias de la naturaleza. Un golpe de anhelo y esperanza capaz de superar el desánimo de los días menguantes.

Si Félix Rodríguez de la Fuente fue la voz de la naturaleza, es justo que la música de Antón García Abril sea el fondo sonoro de todos los rincones vivos de nuestro medio natural.

 

“Siempre he intentado que la música se convirtiera en imagen y la imagen en música, y a veces lo he conseguido”

Antón García Abril                                            

Compositor de la banda sonora de los capítulos de El Hombre y la Tierra



Momentos otoñales

Viviendo los paisajes, las secuencias de la fauna Ibérica en todo su esplendor y, todo lo relacionado con la naturaleza, siempre me acompañó y me acompañará como sonido de fondo la extraordinaria música de Antón García Abril







































domingo, 22 de noviembre de 2020

Andarríos grande; green sandpiper



Aprovechando una sentada en la orilla del río Ebro, por donde pululaba el centelleante martín pescador Alcedo atthis como un meteorito, aposté con la mirada por una rama sugerente donde sospechaba llegaría a posarse dicho pájaro de un momento a otro. 

Sobre mi posición, un enorme álamo blanco Populus alba daba una extensa sombra, por cierto, nada apetecible en la fresca mañana. Grandes ramas del árbol inmersas en la orilla aparentaban la estructura de un manglar, por lo cual, me sentía algo enjaulado entre toda la maraña del ramaje. Aun así, el fugaz torpedo azulado desfilaba delante de mis narices con velocidad endiablada, sorteando hábilmente todo el enramado sombrío.

Cuando pasó un tiempo prudente, supe que la coraciforme no iba a satisfacerme. Escuchaba su afinado reclamo en ambas direcciones, pero todo ello, no entraba en mis planes si no incluía la susodicha rama.

Me hizo olvidar la tensa espera un andarríos grande Tringa ochropus al posarse sobre un troco medio sumergido, al que posteriormente dirigí toda mi atención.

No tengo preferencias, aunque a veces, para tener una idea práctica es mejor y más sugerente apostar por una especie que mueva el proyecto vigente.

Voló hasta la orilla del carrizal y seguí sus evoluciones. Sin embargo, el ave no estaba muy convencida del lugar y tomó la dirección de mi observatorio. Poco se me tenía que ver para que no advirtiera el andarríos mi presencia, cuando al posarse sobre una piedra bajo la dichosa rama del martín pescador me mirara con esos ojitos negros de azabache, emprendiendo seguidamente un vuelo de huida con susto incluido. 



Cuando vuelan, el aleteo parece provocado por impulsos eléctricos. Como migradores, poseen esa gran capacidad de vuelo que los caracteriza. Ave común invernante pero, de atractivo semblante.

Más sobre el andarríos grande:

La siesta del andarríos grande