sábado, 16 de junio de 2012

LAVADEIRA MASCARADA (Fluvicola nengeta)


















Se da cierto aire con la collalba rubia (Oenanthe hispanica) por la coloración, salvo que el antifaz de la lavadeira (Fluvicola nengeta) es menos vistoso. Pero nada tiene que ver la lavadeira con la collalba, habitual ésta última de los paisajes áridos.
Este pájaro de la familia Tyrannidae tiene unos 16 cm de longitud, y contrasta llamativamente por su plumaje blanco, negro y gris. Habita las zonas húmedas con matorral o bosques tropicales o subtropicales y bosques antiguos muy degradados. Prácticamente, utiliza el mismo nicho ecológico que la lavandera blanca (Motacilla alba), de hecho, su comportamiento recuerda mucho a ella.



















El nombre de “lavadeira” se debe a su predilección por los cursos de agua y el de “noivinha por su coloración blanca predominante.
Durante su incansable trasiego, cual activa lavandera, no deja ningún rincón por escrutar a la búsqueda de artrópodos o cualquier invertebrado que pueda descubrir. En la zona ajardinada de un parque en la ciudad de Resende, me deleité con la observación esporádica de este pájaro saltando en corto vuelo. La intención, por lo visto, era la de atrapar las telas de araña bajo los bancos de cemento; después, trataba de hallar al arácnido.



















Presenta una amplia distribución geográfica en Brasil, y en la región noreste del país, siendo muy habitual en la mayor parte del este de dicho país, incluyendo los estados de Sao Paulo, Río de Janeiro, Paraná y el sur de Minas Gerais. Además de Brasil, posee una población separada en la costa del Pacífico de Perú y Ecuador. 
Se ha convertido en un ave muy urbana.



































Retomo, de nuevo, la nutrida sección de fauna brasileña con aves fáciles de observar. Nunca se sabe si os tocará viajar algún día, y si no, pues disfrutadlas aquí. 


martes, 12 de junio de 2012

Sorprendente historia en un nido malogrado de búho real



 
Hembra reposando

He rescatado esta observación de 2002 para aquellos seguidores que apreciáis de buen grado las historias extraordinarias acaecidas en la naturaleza. Una observación, donde solamente coincidir en el lugar adecuado y en el momento oportuno, me ofreció la privilegiada oportunidad de vivir este acontecimiento tan extraño ocurrido a una familia de búhos reales.
Espero que también alimente vuestro interés.

 
Nido malogrado. La flecha superior indica la presencia de la paloma; la izquierda el huevo huero y, la derecha, el segundo pollo muerto.

Ciertamente, la escena no puede ser más desoladora. En el interior de la oquedad del pequeño cortado ribereño descubro a un pollo de búho real (Bubo bubo) de cuatro semanas de edad muerto. Yace boca abajo, al lado de un huevo huero y de una paloma bravía decapitada y carente de rémiges. La presa en el nido,  revela la atención paterna al joven con puntual provisión de alimento; sin embargo, en algún punto crítico del ciclo reproductor, la dinámica familiar se desmoronó propiciando tan devastador final.
Si buscáramos entre el abanico de probables hipótesis sobre el hecho acaecido, tal vez, coincidiéramos en asegurar que la malograda cría de esta rapaz nocturna, fue provocada por una continuada molestia al nido causada por la intrusión de alguna persona. Pero, para darnos una idea de la cantidad de conjeturas erróneas que pueden barajarse ante escenarios capciosos como el mencionado, comprobaremos zanjando más elucubraciones, el verdadero desenlace de tan peculiar historia.

Nos remontaremos 66 días (hasta el 23 de febrero de 2002) descubriendo a la hembra incubando en su nido rocoso.
Aguarda la rapaz nocturna semioculta entre la sombra interior de una raquítica ephedra que cubre parte de la entrada. El río transcurre a lo largo del escarpe calizo de escaso porte, apagando la sed de las pequeñas tablas de labor que sobreviven en este árido entorno deforestado y de baja altitud. La presencia de hortelanos con sus aperos mecánicos de labranza no ha supuesto hasta la fecha, impedimento ni abandono de la crianza  por parte de estas rapaces durante 15 años de reproducción reconocidos. Hay un camino de acceso a los cultivos del páramo a 120 metros del nido, con más tránsito (sobre todo de motos) durante los fines de semana. La carretera comarcal se sitúa a unos 250 metros de dicho nido ubicado en solana. En días festivos, la afluencia circulatoria alcanza en horario de 18´00 a 20´00 h. los 60 vehículos a la hora, evidenciando una considerable presión humana.

 
Dibujo a lápiz (Búho real, Bubo bubo).

CRONOLOGÍA DE LAS FECHAS DE INTERÉS

 24 – 03 – 2002  El cielo está completamente despejado por la acción persistente del viento frío, siendo la temperatura agradable a resguardo. La correcta instalación del observatorio frente al nido es fundamental una vez  tomadas las medidas preventivas pertinentes, por esta razón, lo ubico próximo a una escorada retama al lado derecho. De este modo, permito que la hembra de búho real se sienta más protegida en el interior de la cavidad; hecho comprobado en otras ocasiones al facilitarle el ocultamiento frente a la presencia del observador.
Incuba posicionada hacia la derecha, desviando ocasionalmente la mirada y mostrándose más sosegada. Sus penachos están levantados y los ojos semicerrados. Dormita pausadamente.
A unos cien metros del nido un tractor laborea el hortal, mientras una pareja de ánades reales atraviesa fugaz la galería forestal que acompaña al río. Nada empaña la tranquilidad del ave ajena al ruido conocido.

- 29- 03- 2002-

El sol destella esporádicamente debido al paso de cúmulo-nimbos mientras la hembra de búho real descansa en la oquedad sombreada. Cierra casi los ojos ante la repentina aparición del inoportuno sol que la ciega desde el horizonte. Permanece inmóvil, parpadeando levemente. Un cuidadoso movimiento del cuerpo me hace sospechar la existencia de los recién nacidos pollos, resguardados bajo el denso plumaje materno.
Abandono la observación prospectando el farallón calizo y sobre un espolón rocoso a 120 metros del nido detecto un desplumadero de la rapaz; la víctima es una hembra de ánade real. Más tarde, cruzando el soto ribereño, ahuyento  a un solitario macho de la misma especie.

- 20- 04- 2002-

A última hora, el sol da de lleno en la cámara de cría. La progenitora (es la que se encarga del cuidado exclusivo de los pollos), desplaza la cabeza ligeramente y a través de las acículas de la ephedra controla mi presencia. La penumbra acentúa la escasa visibilidad y el pequeño de los pollos comienza a moverse, sin embargo, el mayor que permanece de espaldas a la entrada de la oquedad, no varía su postura pasiva. Intenta defecar reiteradamente pero alguna complicación intestinal se lo impide. Apenas consigue evacuar una minima cantidad fecal que se adhiere al plumón caudal. Tanta inmovilidad y apatía en este pollo resulta preocupante. Contrariamente durante las reproducciones anteriores, al concluir el día, las crías siempre multiplicaban su actividad.

- 21- 04- 2002-

Compruebo abatido el fatídico desenlace final y descubro al pollo que yace inerte sobre el sustrato arenoso. Su hermano dormita apaciblemente aunque se mueve con frecuencia. Llega incluso, a subirse sobre el cadáver.
Apenas hay cambios de conducta dentro del comportamiento habitual en estas nocturnas a lo largo del resto del día.
El pollo muerto, ha permanecido sin ser retirado del mismo punto durante todo el día.

- 22- 04- 2002-

Ahora mi interés se centra en descubrir a duras penas el cuerpo sin vida, puesto que la madre y el hermano me impiden escrutar con claridad los rincones del reducto familiar.
Afortunadamente al desplazarse el polluelo, deja al descubierto los restos medio consumidos del hermano. Estos han sido depositados en la despensa donde el adulto guarda despojos sobrantes de las cebas y posteriores capturas. Sólo queda de él la zona abdominal y las garras. El aprovechamiento íntegro del pequeño se hace patente; la progenitora resolverá de este modo, diversas cebas postreras.

 
Extremidad inferior del primer pollo de búho real depositada en un posadero de sus progenitores. Algunos ejemplares de esta especie suelen mantener el nido limpio de restos de presas.

- 27- 04- 2002-

Han transcurrido seis días desde la muerte del infortunado pollo y de nuevo, continúo el seguimiento del hermano a través del telescopio.
En puertas de la noche, el pequeño búho parece activarse al desentumecer sus músculos. De nuevo, se repite la escena; el pollo defeca anormalmente, quedándole un hilillo fecal suspendido de la cloaca. Los síntomas son los mismos que consumieron la vida de su compañero de nido. Tras el escaso movimiento,  siguen horas de quietud sobrecogedora y, la agonía, parece avanzar inexorablemente. 

- 28- 04-2002-

Las verdes espigas se mecen con el viento sobre el extenso labrantío del páramo. El cielo, salpicado de cirro-cúmulos, tamiza la luz solar filtrada por las nubes en un día caluroso y agradable. No siempre la naturaleza se muestra generosa, la vida tiene muchos matices, y el amargo, lo padece estoicamente la hembra de búho real. Me recibe alertada, con los penachos cefálicos levantados y mirándome atentamente con los ojos entreabiertos, aunque minutos después, menos recelosa, desvía la mirada. Este hábito común entre la rapaz y el observador, rompe hoy la monotonía de pasados encuentros desde el momento en que vislumbro al malogrado pollo postrado ante el vientre materno. Todo ha terminado; asisto estupefacto a una desgraciada situación poco común de equilibrio poblacional de la especie, hasta ahora, desconocida para mí.

- 29- 04- 2002-

La posición del cadáver no ha variado y la hembra lo acompaña algo apartada.
No deja de sorprenderme la extraña conducta de tamaña estrigiforme cuyo proceder resalta dos interesantes facetas extremas; una despiadada y otra maternal. Fue capaz de descuartizar a una de sus crías sin vida para nutrir a la otra. Hoy, continúa permaneciendo junto a ésta dos días después de su muerte.
El viento abate en volandas los penachos erguidos de la rapaz, y sus amplios ojos de mirada fija no se apartan ni un segundo de mí. La contemplo con detenimiento y algo afligido, forjándose un interrogante que no cesa de golpear mi mente ¿Qué hay detrás de esa curtida mirada de apariencia feroz mientras acompaña los restos mortales de su cría? Interesante enigma.

- 30- 04- 2002-

En la oquedad del pequeño cortado ribereño ya no queda vida. Encuentro al pollo tumbado boca abajo con la cabeza apoyada en su mandíbula inferior. Abriéndole el pico, compruebo que las larvas de Lucilia caesar copan todo el orificio digestivo retorciéndose espasmódicamente dentro del prometedor festín.
Con la intención de hallar los restos en prospecciones posteriores, son marcados los tarsos de la paloma y del pollo de búho real utilizando unas bridas negras de plástico y rodeándolas sobre su vértice flexor (como si fuera una anilla). De este modo, tras su localización, se podrá comprobar a posteriori si la extracción de las mismas se lleva a cabo presumiblemente por uno de los progenitores tras visitar el nido, pretendiendo quizá, aprovechar la carne del columbido.
No es la primera vez que nidos malogrados de esta rapaz, son visitados y despojados de los restos por sus moradores.

Han transcurrido dos días y dentro del nido sólo queda el cadáver del pollo en avanzado estado de descomposición. Éste ha sido movido ligeramente y la paloma no está. Recorro la parte baja, media y alta de los cortados, descubriendo a 200 metros del nido una de las extremidades del primer pollo del búho real. A 300 metros, anteriormente, hallé un mechón de plumones, seguramente del mismo ejemplar correspondiente a la otra extremidad posterior, salvo que ésta, debió ser devorada por algún carroñero.

No cesan aquí los hallazgos, y frente al nido, a unos 150 metros localizo la paloma bravía sobre una repisa. Desciendo para comprobar su identidad y en efecto porta la brida, salvo que ahora, carece de las rectrices y el ala derecha ha sido arrancada hallándose al lado de un plumón del búho real; la paloma está agusanada. El lugar corresponde al antiguo nido de “1996” y curiosamente, la tierra del interior  aparece arañada. La lectura ofrece cierta orientación, parece que el macho extrajo la presa del nido, quizá, con la intención de refrendar la ceremonia nupcial en un nuevo intento de repetir el ciclo reproductor. Desgraciadamente la cría de reposición no se llevó a cabo, pero como dato significativo, sirva el de la localización de una hembra de búho real incubando un tres de mayo de 1997(observación personal).

 
Restos de la paloma bravía sobre la repisa donde el macho ofreció a la hembra un nuevo lugar para anidar. El colúmbido ya había sido retirado del nido malogrado por éste. 
En el círculo, aparece un plumón del búho y el ala de la paloma, arrancada. Cuando el macho requiere la atención de la hembra, ulula y va desplumando la presa que servirá de ofrenda nupcial.

CONCLUSION

Siempre se nos ha presentado al búho real como una criatura atroz y despiadada y, en cierto modo lo es, aunque su tiranía es ejercida exclusivamente sobre sus presas durante la labor cinegética con el único fin de alimentarse y avituallar a su prole.
En el atípico cuadro reproductor de esta pareja, destaca el enigmático comportamiento de la hembra hacia su pollada. Curiosamente, guarda un riguroso espacio de tiempo antes de determinar el aprovechamiento del primer vástago y el abandono del segundo. No he hallado relación equivalente a esta conducta en bibliografías consultadas. (Mikkola, 1983) comunica de modo superficial algún desenlace fratricida entre hermanos de edades distintas, existiendo la posibilidad de adelantar la hembra esa labor de ceba a costa del menor muerto o moribundo. Esta conducta es extrapolable a un determinado grupo genérico de las estrigiformes. Matar y comerse al hermano es corriente entre búhos y otras aves rapaces (Andersson, 1982). En la lechuza, cuando el más joven de la pollada perece desnutrido - al no moverse ni emitir sonido alguno-, el adulto lo considerará  como si fuera una presa, alimentando con él al resto de la prole (Mikkola 1983).

¿Distingue nuestro búho real a sus pollos muertos de las presas del nido? Probablemente, si. El primer pollo agonizaba durante la tarde, tal vez muriera al oscurecer y fue respetado hasta la siguiente noche; el segundo, fue movido ligeramente, siendo extraída la paloma selectivamente por el macho que debió de utilizarla como ofrenda nupcial, y que evidentemente, no aceptó la hembra por su estado putrefacto (sería como regalar a una novia las mismas flores pero marchitas).

Todavía quedan muchas lagunas por descubrir en la apasionante conducta del búho real. Poco a poco, con precisión de cuentagotas, aparecen detalles inéditos arrancados de su comportamiento hermético, oculto celosamente en el corazón de las serranías donde campea en libertad.

Después del mencionado relato, conviene concluir destacando el hallazgo de un nido con dos huevos abandonados en mayo de 1994. El año anterior, en el mismo cuenco, descubrí apoyado contra la roca un pollo de escasa edad muerto. Estos dos fracasos reproductores del búho real adquieren hoy una dimensión enigmática sujeta a múltiples conjeturas, con la salvedad de no caer bajo la hipótesis errónea más accesible: la de molestia humana-.

 
Estos pollos volantones pertenecen a otro nido que tampoco corrió mejor suerte. 
De los tres que nacieron, el más pequeño fue devorado por los hermanos; tal vez, murió después de recibir escasas cebas de los adultos. Los hermanos de la fotografía pudieron ser presa del águila real (probablemente, por los restos hallados).

 

martes, 5 de junio de 2012

Fritillaria hispánica: Cañón del Río Mesa.



Hace un par de semanas, caminando por el borde exterior de una repisa en un farallón a considerable altura, descubrí bajo las ramas de una franja de pinos (Pinus halepensis) cuatro ejemplares de fritillaria hispanica. Son plantas muy sugestivas, con una flor en forma de campana similar a un tulipán cabizbajo. Sus pétalos son de un atractivo color rojizo surcados longitudinalmente en el centro por una franja verdosa en cada uno de los seis que posee. Es una planta bulbosa; liliácea, propia de terrenos secos y rocosos. Puede alcanzar los cincuenta centímetros de altura. Florece de finales de marzo a mayo; los ejemplares fotografiados corresponden a abril y mayo y están ubicados en una zona escarpada de la parte superior de un enorme cortado calizo de acceso complicado. 





Puede parecer, por sus colores discretos, que sus flores pasen desapercibidas pero, ese porte altanero que poseen, por lo menos los ejemplares de esta zona, las hacen ampliamente más llamativas y coquetas.
Quizá la sencillez, la soledad de estas plantas adornadas con esa flor tan peculiar y esa rectitud, motiven mi admiración.
Espero que las disfrutéis intensamente como yo. Lo merecen. 


Probablemente, el paso esporádico de cabras o corzos por esta ruta, fuera el motivo desgraciado que afectó a esta fritillaria. A pesar de todo, logró soldar la fractura del tallo favorablemente, quedando tendida en el suelo, pero, reincorporándose ligeramente a duras penas. Un bello ejemplo de superación, sin duda.

sábado, 2 de junio de 2012

Observando un nido de picapinos.

Hembra de picapinos; sin mancha roja en la nuca.

No me gusta hacer fotografías a los nidos, porque, de un modo u otro, el fotógrafo entorpece el desarrollo normal de las cebas a los pollos. Para hacer fotografías de gran calidad, uno tiene que estar literalmente pegado al nido. La cosa cambia cuando la ubicación de dicho nido se halla al lado de una carretera; más transitada por coches en fin de semana y llena de paseantes del balneario y, algunos escaladores. En este caso, las aves son más permisivas con la presencia humana. Evidentemente, respetando la distancia respecto al nido. Las especies nidificantes, de una manera u otra, aceptan estos ligeros inconvenientes cuando el lugar es idóneo para sus necesidades.
A principios de año se talaron gran cantidad de chopos en este tramo del río Mesa quedando sus riberas despojadas y vacías. Tan sólo quedó una breve muestra aislada, en la cual, nidifica esta pareja de pico picapinos (Dendrocopos major) a gran altura en un enorme chopo. Pasé todas las horas de la mañana deleitándome con estas policromas criaturas de contrastados blancos, negros y rojos; una combinación fanérica propia de aves fuertemente territoriales.

Es en el pico picapinos donde mejor se aprecian las características propias de nuestros pájaros carpinteros. Disponen en su especializado equipo morfológico de unos pies zigodáctilos; el cuarto dedo queda hacia atrás, y no hacia delante como en otras aves. Sus afiladas uñas se enganchan a cualquier resquicio de la corteza del tronco. El tercer apoyo lo constituyen sus rectrices; plumas de la cola con un raquis elástico pero de fuerte constitución. Finalmente, para soportar la acción percusora mientras trabajan la madera, una estructura ósea engrosada y esponjosa amortigua los golpes en el cerebro. Su larga lengua, útil para extraer las larvas de la madera, dispone de un estuche craneal donde se recoge.
Es comprensible que estas aves despierten tanta admiración cuando percuten en la madera de su futuro nido con tan sobrada capacidad.

Macho de picapinos; con mancha roja en la nuca.
          
En esta foto, no distinguí si el ave capturaba hormigas o remataba algunas imperfecciones de la entrada.

 

Accediendo con alimento al nido desde la parte trasera del tronco.


  
Con comida para los pollos.                   

La limpieza es esencial para mantener la higiene en un habitáculo tan cerrado. Ambos ejemplares después de cebar a los pollos se deshacen de los excrementos del fondo del nido. Por esta causa, las heces quedan envueltas en diminutas astillas; otras aves las prenden directamente de la cloaca de sus pollos.

 
Despliegue fanérico del plumaje; detalle que apenas se aprecia a simple vista durante su vuelo fugaz.



El vuelo de los pájaros carpinteros tiene una trayectoria ondulante. En la foto, como un proyectil, abandona el nido y, en los siguientes pasos; abrirá las alas,  se impulsará y, de nuevo, aprovechará la inercia con las alas plegadas.

Entre la estresante atención de los pollos, unas ramas contiguas al nido hacen de descansadero y puesto de vigilancia.


                             
La madera seca emite con el tamborileo de los pícidos un sonido inconfundible. Según los estudiosos de estas aves, cumple una misión de comunicación acústica para frenar la presencia de otros machos y atraer la atención de alguna hembra. Mientras construyen el nido también el rojo de la nuca envía señales ópticas.
El sonido en las ramas secas es más agudo, y en los troncos más hueco y grave.

Difícil equilibrio; con una pata, rascándose el mentón.

La madera también les es útil para rascarse la cabeza.



Descanso para mantener la pulcritud del plumaje.


 

Tan común y tan extraordinario.

jueves, 31 de mayo de 2012

Pasarela natural para infatigables trabajadoras: (Crematogaster scuttellaris)



Los álamos lo ponen todo perdido. Antes que broten sus hojas en los meses de febrero y marzo, ya aparecen precoces los amentos. Los frutos en capsulas guardan semillas parduscas que, una vez liberadas, vuelan por doquier como copos de nieve. La  diseminación acontece en abril y mayo. Gracias a su abundante pelusa las semillas se desplazan lejos transportadas por el viento. Lentamente, van posándose, convirtiéndose en un manto blanco que lo cubre todo.


Como consecuencia de este mágico suceso (sé que es algo molesto pero, no deja de ser curioso), unas sinuosas líneas en el suelo llamaron mi atención. Se había formado una barrera de pelusa blanca, caída lentamente y compactada simultáneamente por el paso permanente de unas minúsculas hormigas (Crematogaster scuttellaris). Ese era el misterio; el tránsito infatigable de unas trabajadoras ejemplares trasformando las blancas hebras en una alfombra de fabricación propia.



Cuando la calzada se alza demasiado, el viento la derriba sin contemplaciones. Después, terminada la jornada de gloria, otra vez al cotidiano sendero de tierra. 


Los troncos de árboles caídos, son una tentadora opción para hacer un alto en el camino durante cualquier excursión. Nada mejor para descansar. Pero, ¡cuidado! Cuando vuestras posaderas vibren el tronco, sobre todo si es viejo, en cuestión de segundos subirán por ellas, muy enojadas estas violentas hormigas. Se colarán con suma facilidad entre vuestra ropa y os encenderán a picotazos sin que sospechéis, de momento, la causa de tanto escozor.


  
Hace años, fui su víctima y, creerme; después de sentarme en el tronco-banco de un balneario de Jaraba en Zaragoza, en poco rato, sentí sus mordiscos y picotazos por todo el cuerpo. Pinchaban como alfileres. Tuve que esconderme detrás de unos arbustos y quitarme camiseta y pantalones para sacudírmelas, olvidándome de los transeúntes.

Ya sabéis: ante la tentación de sentaros en un tronco, llamad con los nudillos o alguna rama para que salgan a recibiros. Lo harán belicosas y bravuconas, con su abdomen levantado y portando en él una gota de feromona que, naturalmente, atraerá a más individuos de la colonia también enojados. 
Desde luego, que poca hospitalidad.

viernes, 25 de mayo de 2012

Rata de agua (Arvicola sapidus)


                      Rata de agua (Arvicola sapidus)

Esta zona umbría del valle de Calmarza, domina el espacio cerrado del encajonado cañón que encauza, al todavía, cristalino río Mesa. Es un tramo interesante donde anida el picapinos, la oropéndola y otros tantos pajarillos habituales de los sotos. Donde el mirlo acuático se zambulle y posa sobre las piedras salteadas entre la corriente; la lavandera cascadeña deambula por el tierno limo en busca de insectos; el cárabo aguarda sobre el viejo nogal y la rata de agua corretea por sus desapercibidas galerías cruzando segura, una y otra vez, el cauce del río. 
La sequía se ha cebado en unas regiones más que en otras y, en este caso, el caudal del río Mesa la padece. A pesar de todo, el mirlo acuático da fe de la aceptable calidad del agua, ya que su alimentación consta principalmente de invertebrados característicos de aguas oxigenadas. 



Después del encuentro con la corza, dirigiéndome a casa tuve otro fugaz con una rata de agua. Hacía años que no veía ninguna, tal vez por no haber prestado atención a los lugares adecuados ni haberme fijado lo suficiente o, dada su actual situación, por ser cada día mas escasa. Dos horas tuve que aguardar pacientemente la reaparición de este arvicolino, pero, mereció la pena. Observar a este mamífero anfibio, nadador excelente, es un atractivo pasatiempo para el observador. 


Me contaban mis mayores que, las ratas de agua, eran apreciadas por su carne y se capturaban para comer; topos de agua las llamaban. Recuerdo que les preparaban una trampa artesanal que consistía en tres palos colocados hábilmente con un equilibrio muy inestable para que, una vez mordida la manzana pinchada en el extremo interior, se desmontaran con un leve tirón dejando caer una enorme losa pétrea apoyada entre éstos y el suelo. Al caer, la laja aplastaba al roedor. 


El abandono de las tierras de labor en los entornos rurales no ha debido favorecer a la rata de agua. Parte de su alimentación consistía en los frutos caídos de los árboles y los tubérculos de algunas hortalizas. Curiosamente, apunta Bang Dahlstrom en su guía de rastros y señales y, como consuelo del agricultor que, cuando una rata de agua comienza a devorar un nabo, hasta que no lo termina, no empieza otro. Creo que es un gran detalle por su parte. Pero, por lo visto para los hortelanos del Mesa, dicha acción no les eximía de las mencionadas trampas.

                            

                              Mirlo acuático (Cinclus cinclus)

                            
                      Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea)