No me consta que los buitres consuman su carne entre ellos tras la muerte de algún ejemplar. Pero, después de haberles hecho la puñeta con las leyes europeas para no arrojar animales muertos al campo, pienso ahora en la posibilidad de que este joven buitre de la foto, haya sido en parte, consumido por sus congéneres ante la carencia de alimento.
Las etapas básicas en la biología de cualquier ser vivo son: nacer, crecer, reproducirse y morir. La muerte es la consecuencia de la vida. Todo ser vivo tiene programado el mismo destino; la muerte. Para eliminar los restos de la muerte, hay gran cantidad de especies apropiadas que, por sus características necrófagas, abordan gustosamente esta importante labor; entre ellos y el más conocido es el buitre. Pero desgraciadamente el buitre, comedor de animales muertos, tampoco está exento de estas normas básicas de la vida, y cumple también con el papel encomendado al final de sus días; convertirse en residuo orgánico en descomposición.
Me imagino que no todo el mundo está dispuesto a curiosear estos hallazgos, o simplemente, no tiene estómago para acercarse al cadáver de un animal y analizarlo emulando la labor de un forense. Pero, para descubrir superficialmente qué depredador o necrófago ha consumido la carne del infortunado; buitre en este caso, basta mirar con detenimiento ciertas marcas características provocadas en su cuerpo por el pico de las aves o por los dientes de los mamíferos. Esta entrada de hoy tiene poco misterio pero resulta curiosa, sobre todo, para aquellos que tal vez, se hagan la pregunta oportuna ante el hallazgo de un fiambre durante alguno de sus paseos ornitológicos o rutas de senderismo.
El uso del pico y de los dientes indistintamente, tiene efectos paralelos a la hora de conseguir arrancar la carne (particularmente en carnívoros) del cuerpo muerto de la presa en cuestión (en este caso, de los buitres de las fotografías). El pico de las aves, trabaja como un perfecto sacabocados, además, funciona como unas pinzas capaces de arrancar hasta el más mínimo fragmento de carne incrustado en el lugar más inaccesible del esqueleto de su víctima. Por el contrario, los dientes insertados linealmente en las mandíbulas de los mamíferos, aunque muy poderosos, no tienen la precisión cirujana del pico de las aves; y mientras éstas son capaces de conservar el esqueleto de su presa casi intacto, los mamíferos lo descuartizan y trituran aprovechando así todos los huesos tiernos donde también encuentran la riqueza nutritiva del tuétano.
Si nos fijamos en el esternón, vemos los bocados provocados por el fuerte pico, probablemente, de otro buitre. Otra faceta muy importante para comprobar la autoría de las aves en el consumo de cadáveres, es el rizo en los tendones al tirar de ellos con fuerza mientras arrancan el músculo; los mamíferos los cortan con los molares. La limpieza de los huesos con el esqueleto apenas deteriorado, corresponde a una labor exhaustiva de picos muy precisos y laboriosos: milanos, alimoches, córvidos etc.
Restos consumidos por algún mamífero carnívoro.
Aquí, apreciamos perfectamente la marca característica de los mamíferos. La quilla del esternón ha sido mordisqueada al igual que el perímetro de su cavidad, junto a las costillas que protegen los órganos internos; faltan además, casi todas ellas y parte de la región pélvica, que ha sido igualmente recortada con las mandíbulas dentadas y consumida. Las extremidades posteriores, normalmente en presas grandes, se arrancan y son transportadas por los mamíferos carroñeros u oportunistas (zorros, tejones etc.), a un lugar más seguro para ser devoradas tranquilamente.