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domingo, 30 de diciembre de 2018

Entre el búho real y yo (otro modo de vivir la naturaleza)



Es tan extraordinaria la sensación de interactuar con el gran búho que, aunque se repitiera eternamente, no dejaría de sorprenderme ni un momento. 
Las fotografías corresponden a esta primavera pasada, en otro encuentro más con dicha estrigiforme. Todos los años dispongo de un lugar habitado por esta magna rapaz nocturna que visito con interés y dedicación, allí voy siguiendo su vida; cómo regenta su feudo y el desarrollo de la cría con el equipo óptico.
Los machos de búho real con mayor ardor territorial, no tienen ningún inconveniente en abandonar su posadero ante la amenaza de otro macho relacionada con su territorio; incluso, durante la luz del día.

En este caso, siguiendo el curso de un nido tan peculiar por su ubicación, tenía cierta desazón sobre el número de pollos y su estado. El nido era inabordable con el telescopio desde cualquier punto de observación; tanto desde arriba, como desde abajo. La única opción era la de imitar la voz del búho real. En otras ocasiones, los pollos cuando escuchan el canto del gran búho se tranquilizan y contestan con una voz áspera, audible, asomándose confiados. La primera vez que contestaron a mi voz imitando la del macho de búho real fue en el cañón del río Dulce en Guadalajara. En aquella ocasión, se acercaron con soltura dos jóvenes volantones sobre una roca a unos 20 metros de distancia, su voz era una especie de siseo áspero, discreto, pero audible como he comentado.

La oportunidad para ocultarme era bastante propicia, ya que bajo las inmediaciones del cortado de nidificación hay un frondoso sotobosque de corpulentos árboles. Comencé mi turno plagiando el canto de búho real y pude observar a dos pequeños búhos asomándose con curiosidad y contestando. Seguramente no habría más; dos cabezas y la alternancia de dos reclamos lo confirmaba. 
La zona está muy humanizada y la gente deportista es habitual. Para que os hagáis una idea, el nido que comento estaba a 4 metros bajo un camino muy transitado por bicicletas, corredores y algún vehículo. Esta rapaz nocturna se ha abierto paso hasta lugares insospechados cerca del ser humano, eso sí, pasando muy desapercibida. Por esta causa, hago cierto seguimiento desinteresado para comprobar que el tránsito de ciclistas y vehículos no resulta problemático para la familia de búhos. Por cierto, salieron adelante. 
No hace falta modificar nada, la hembra elige el lugar convencida de la buena ubicación para sus retoños y, los ciclistas, su deporte. Que cada uno siga su curso.


El macho de búho real me tantea con su voz.


Contesto y se gira con rapidez para confirmar el origen de la voz del oponente.

Satisfecho con el resultado era el momento de retirarme, hasta que noté entre el arbolado la silueta descomunal del macho de búho real buscándome. Me oculté bien bajo el dosel forestal, aunque pronto dio conmigo por el engaño. Le contesto y me contesta; me está cercando poco a poco con gran efectividad. Descubre al final mi emplazamiento y, como siempre, prima más en su irascibilidad la voz del impostor imitándole que mi persona.
Finalmente, concluyo el plagio (es como una retirada) y la rapaz prosigue durante 20 minutos más ululando, evidenciando su mandato territorial. El búho real zanja la intrusión a su favor y, de nuevo, se recoge para descansar y aguardar la dura jornada nocturna.


  Con una exactitud pasmosa, la rapaz da con mi escondite.


En este viejo apunte (expuesto a continuación) os podéis hacer una idea de toda la trama sobre la reacción y expresión de un macho de búho real instigado por un supuesto invasor de su territorio (imitando su canto); desde que escucha el desafío, hasta que se recoge. 

9 de marzo de 2003, 10´30 a 12´30 horas.

Estoy ubicado en lo alto de un barranco cerca del borde del camino. He revisado con el telescopio el nido del bloque de caliza hallándolo vacío. Aquí la tranquilidad es más complicada por la circulación de vehículos a motor que arrasan los caminos.

Curiosamente, cuando me disponía a abandonar el lugar, descubro por casualidad dentro de la oquedad cercana al cierre del barranco a un ejemplar de búho real que descansa en su interior, temeroso. La oquedad está a un metro y medio de altura. Contra la piedra del fondo y la penumbra de la cavidad, la rapaz se funde con acentuado mimetismo. Sorprendentemente no ha levantado el vuelo, y a una distancia de unos 50 metros me observa con detenimiento.
Después de una hora frente a frente, sin cantearse, el búho real cierra tan sólo ligeramente los ojos sin abandonar su férreo control visual. No le veo los penachos cefálicos tapados por el techo rocoso, podría tratarse de un macho pero, tengo mis dudas.

Sólo me queda una alternativa, la de imitar su voz y esperar la reacción del ave. Tengo el telescopio a 60 aumentos y veo los detalles de la rapaz tan nítidos como el día. La primera tentativa al imitar su canto impacta de modo súbito, cambiándole la expresión facial mientras abre progresivamente los ojos. El plumaje se recoge pegándose al cuerpo, dándole una silueta ahusada y los penachos se yerguen simultáneamente. El disco facial, ahora, se marca mucho más. Es como si actuara como receptor parabólico de los pabellones auriculares. Se separa del fondo de la oquedad. Ahora, su silueta en la entrada se percibe sin ningún tipo de dudas; es un macho y sus ojos arden tanto como su ánimo guerrero. 
Ya no se esconde, he pasado de ser un peligro a ser un intruso ante el que defenderá su territorio. Comienza a ulular destacando su fanérico mechón de blancas plumas de la región gutural. Con las alas medio caídas, las rectrices plegadas y levantadas me mira con fijación y desafío. Sus pupilas contraídas por la luz del día ceden margen al rojo anaranjado del iris de sus ojos, dándole un aspecto demoníaco pero admirable y espectacular.

Ceso la imitación para evitar su salida completa al exterior, aunque la rapaz continúa con su actitud combativa. Transcurridos 13 minutos salta de la oquedad volando hasta posarse en una fisura pétrea con el plumaje henchido y los penachos enhiestos, sin dejar de ulular. Esquiva los ataques de los aviones roqueros que llegan como proyectiles y, de nuevo, levanta el vuelo hasta ocultarse en el interior de una encina ubicada en mitad de la ladera a unos 80 metros de distancia de la oquedad mencionada. Su belicosidad se desvanece al no recibir contestación. Una vez acomodado en el interior de la fronda del árbol de escaso porte, cierra los ojos y dormita tranquilamente. Su ahuecado plumaje y penachos erguidos culminan la escena de un vencedor, recogido a buen recaudo hasta la noche.

Si en mis ilusiones infantiles hubiera figurado la realidad de poder interactuar con esta maravillosa rapaz algún día, no me lo hubiera creído. 
Convertirme en un búho real más, desborda las expectativas que siempre rondaron por mi mente inquieta.








Unas afiladas uñas como dagas despuntan de sus dedos musculados, terribles para sus presas. 


Cuando la rapaz no recibe contestación después de superar un tiempo entre 15 y 20 minutos, abandona con la labor cumplida, que es su victoria ante el adversario.  


Mi único propósito con este tipo de entradas es el de dar a conocer la sensación extraordinaria de empatizar con la fauna salvaje pero, con el esfuerzo propio. Este tipo de acciones no son nada fáciles de ver en el monte, por ello, trato de acercarlas para ofrecerlas a la gente interesada y muy respetuosa con la vida silvestre. 
Muchas veces me he preguntado si rompía algún canon ético con la naturaleza actuando como impostor, pero, sé con convencimiento que no. Para el búho real sólo soy un problema asumible de todos cuantos tiene que solventar y, personalmente, conociendo su lenguaje de gestos, entrar como competidor en su territorio y marcharme como vencido le genera más autoestima. Es mi opinión como observador de esta grandiosa rapaz nocturna. De todos modos, sólo el búho real tiene la última palabra.

Espero que hayáis disfrutado con esta entrada final que cierra el año. 
Os deseo lo mejor para el año entrante y, una grandiosa naturaleza por descubrir.
Gracias por vuestra atención.

domingo, 28 de octubre de 2018

Bajo la mirada del búho real (Bubo bubo hispanus)



Desde un camino agrícola hay un punto donde se aprecia a la hembra de búho real (Bubo b. hispanus) cuando está tumbada en el nido en tiempo de incubación. Este año no la vi y aguardé hasta julio para determinar la causa de su ausencia; sabía que otro nido ubicado en la zona superior había sido usurpado por una pareja de buitres leonados.
Sobre otro cortado, ya en julio, comprobé el estado del nido y vi dos huevos enteros separados; estaban agujereados, probablemente vaciados por córvidos. Tras apreciar los rastros de excrementos y un encame pegado a la repisa, imaginé que las cabras montesas habrían bajado y ahuyentado a la hembra que incubaba.

Decidí aprovechar la tarde del sábado pasado para deleitarme con el búho real ahora que está en pleno apogeo amoroso. Quería cerciorarme tras el fracaso de la puesta, si la pareja estaba en el territorio. Me gusta saber de estas rapaces colaborando con los agentes medioambientales del lugar.
Aunque el macho de búho real no esté en celo, la custodia de su territorio está vigente a lo largo del año. Su atención hacia la hembra intentando formar pareja, me dará ventaja para saber de él en su feudo y será mas sencillo atraerlo. 
Hace muchos años que imito el ulular del búho real y, gracias a ello, tengo inmejorables ocasiones para analizar su conducta sin tapujos. No lo hago por fotografiar a la rapaz, ya que la observación es mas emocionante con los prismáticos o el telescopio que desde el visor de la cámara donde los detalles son mas imprecisos. Me gusta enlazar con la rapaz y entrar en su mundo salvaje con una gran dosis de concentración, y poder así, apreciar y sentir mejor su esfuerzo por la lucha territorial. Pero, sobre todo, porque es una sensación indescriptible poder conectar con estas rapaces de la noche mediante la imitación de su canto utilizando la voz propia. 
En este mismo territorio, hace algunos años, estuve con una hembra de otra pareja anterior, cerca de tres horas. Ella me prestó mucha atención, pero, no tenía nada para ofrecerle. 

Se han hecho muchos trabajos de campo sobre esta rapaz, sin embargo, nadie mejor que el búho real para revelarme detalles privados de su vida campestre. Quiero añadir que, no es tan sencillo que los búhos reales entren al engaño, por lo tanto, los fracasos son también numerosos. Que entren al plagio podría depender de su carácter belicoso o receptivo.

"Los búhos reales ocupan una gran variedad de hábitats, desde bosques de coníferas en las taigas del norte hasta desiertos cálidos en el sur. Los prerequisitos mas importantes para la elección del territorio son, probablemente, una abundancia de comida adecuada y buenos lugares para anidar." 

Rapaces Nocturnas de Europa Heimo Mikkola


CRONOLOGÍA DE LA SECUENCIA

Búho real acude al desafío de otro posible macho invasor de su territorio 18´44 horas






Escuchando mi voz (imitando la de otro macho competidor), el dueño del territorio me descubre pronto en el fondo del barranco después de guiarse acústicamente. 


No sólo ha de enfrentarse con un competidor, además, ha de seguir las evoluciones de la hembra que (sospecho por la mirada insistente del macho) se halla enfrente. Ha de esforzarse para conquistarla frente al invasor.


El cambio de atalaya es habitual en el marcaje territorial de la rapaz y no dejará de controlarme desde sus puntos mas señalados.
Al contaminar el escenario con mi presencia (por no estar oculto en hyde) el búho real mantiene una distancia prudencial; supongo que da mas importancia a mi voz de plagiador que a mi persona. 



Sé que le resulto extraño, porque mi voz le suena como la de un competidor pero, no mi forma humana. Su mirada fija hacia mi ubicación la alterna con su canto territorial. Si fuera un congénere invasor me atacaría sin dudar. 



El macho de búho real acostumbra a emitir su voz en todas las direcciones para dejar de manifiesto a otros rivales la propiedad de su territorio.


Un cuarto de hora después (19´00 horas) ceso la imitación de su voz; sé que el búho real confirmará su victoria con veinte minutos mas de canto territorial desde mi silencio, acaparando entonces toda la atención de la hembra. 




A las 19´23 horas el macho me vigila en silencio, es una pausa que me desconcierta un poco. Me extraña que no abandone el lugar. 


La tensión de la contienda se nota en el plumaje pegado al cuerpo, aunque los penachos (verticales en la exhibición) van cayendo lentamente.
Quién me hubiera dicho de pequeño, viendo aquellas imágenes tan lejanas del búho real en libros de naturaleza, que llegaría a comunicarme en el futuro con esta soberbia rapaz de la noche.


Cuando son las 19´45 horas y la luz escasea, la silueta del macho se relaja notablemente (el plumaje se ahueca y los penachos caen mas todavía). Tras este leve descanso (no lo había visto nunca) el búho real acude al encuentro de su pareja que comienza a reclamarlo con un ulular mas tenue y agudo, seguido de una voz de contacto mas áspera y corta.

Cuando abandono el barranco, veo la negra silueta recortada de nuestro protagonista sobre una sabina negral, emitiendo su voz monótona e insistente. 
La luna ofrece una luz generosa que me ayuda a caminar cómodamente y, como no, ayudará además en las labores amorosas de la pareja.
Espero que el año que viene, la pareja, tenga mejor suerte con la puesta.



Esta entrada, quiero dedicarla personalmente, a los seguidores/as de esta magna rapaz de la noche con los/as que comparto la misma pasión.


lunes, 24 de septiembre de 2018

Las dos caras del mochuelo




En lo alto de postes, tejados, promontorios y ruinas el mochuelo Athene noctua monta la guardia. Cada altozano supone un pedestal soberbio para la ilustre nocturna.
No se esconde de los peligros del día, aunque su atención es permanente. Enumerar a sus enemigos sería casi una tarea interminable. Su querencia por las zonas culminantes resulta un tanto contradictoria teniendo en cuenta sus hábitos nocturnos. El mochuelo cuando dormita lo hace complacido. Seguro de algunas aves del entorno, como estorninos negros y gorriones, que avisarán con sus voces de alarma cuando haga aparición cualquier rapaz, sobre todo el fugaz gavilán en vuelo de caza.
Como prácticamente todas las especies, el mochuelo necesita del sol para absorber la vitamina D encargada de metabolizar el calcio (entre otras utilidades del sol). Sin embargo, el sol bien puede tomarse desde un lugar mas seguro sin exponerse tan procazmente.
Los sesteos del mochuelo son breves como los de cualquier rapaz nocturna, y las disputas de gorriones y estorninos, también pueden perturbar su descanso sin tratarse de una señal de peligro inminente.


Fijaos en la escasa diferencia al primer golpe de vista entre la faz del mochuelo (arriba) y la nuca (abajo); da el pego con su "falsa cara". 



Después de tantos aguardos mirando la silueta del mochuelo recortada con descaro en puntos altivos y, conociendo el riesgo de dicha acción, me pregunto si el extraño dibujo de la nuca semeja una falsa cara. Una faz accesoria, de aviso para el cazador de turno mientras nuestro mochuelo está de espaldas, dando a entender a su enemigo que su ataque será en vano al haber sido descubierto. Así, durante los escasos segundos que dura su somnolencia ante la duda engañosa, podrá el mochuelo girar su verdadero rostro y calcular para escabullirse de la muerte a su refugio mas seguro. 


Las mismas imágenes mas ampliadas del mochuelo mirando de frente y...


...de espaldas con su característico dibujo 


La somnolencia al mochuelo en lugares elevados, muy visibles, le genera de vez en cuando algunos sustos. 

Abajo una falsa alarma; los ojos entreabiertos, el plumaje ahuecado y la garra recogida desaparecen en cuestión de milésimas de segundo, adoptando una figura completamente diferente por el estrés de la situación.



Ilustraciones extraídas de la Guía de aves , España, Europa y región mediterránea de Lars Svensson, Killian Mullarney y Dan Zetterström; Ediciones Omega. 

La falsa cara en la nuca es una realidad que no deja indiferentes a los observadores de esta especie. Algunos invertebrados utilizan falsos ojos para intimidar a posibles enemigos. Quizás, la del mochuelo sea otra estrategia similar, tal vez para despistar. 
En fin, todo un enigma...





viernes, 7 de septiembre de 2018

Hembra de búho real en zona humanizada



Me mira atentamente...con recelo. Es una desconfianza temerosa, originada quizás por la letal inmisericordia del humano escopetero con el que, probablemente, me relacione como especie.
En este caso, breve visita, nada mas que un momento para saber de ella y, mas adelante, de su descendencia. Ha de ser todo con máxima discreción, para no levantar sospechas ante la gente y que todo siga su curso natural. 

Por los restos hallados en este lugar, tal vez esta pareja de búho real Bubo bubo se instalara en el año 2015. Desconozco la cantidad de pollos que tuvo ese año, ya que sólo dispuse de indicios (restos óseos) del nido que utilizó. 
El año siguiente lo hizo en un lugar muy oculto, detrás de un vetusto álamo blanco que, a día de hoy, quedó desgajado por una fuerte tormenta de viento y lluvia y acabó secándose. Allí tuvo 4 pollos. En el 2017 se instaló en el mismo nido del año 2015 del que sacó 3 pollos donde pude ver a través del telescopio detalles muy interesantes de la cría. 
El año actual no logré descubrir a la rapaz hasta que se levantó para vigilar por un estrecho declive del nido, suponiendo que los pollos ya no necesitaban de su calor constante. Fueron muchas horas de atención infructuosas, sin premio, hasta que di con el rastro oportuno que me indicó la zona para concretar mejor el encuadre del telescopio. Siempre damos con los nidos mas detectables donde encontramos a la hembra tumbada en algún hueco despejado. Pero, como en éste caso, la rapaz hubiera pasado desapercibida para cualquiera, como así lo hizo, aún siendo un lugar extremadamente transitado por personas corriendo, en motos, coches y bicicletas. La rapaz tiene con este paraje una comunión total, al margen de la presencia humana, a la que soporta estoicamente desde el ventano discreto de su nido de turno. 
El año actual tuvo tan sólo 2 pollos en este nido, y no la vi acompañarlos hasta el final, supongo, por falta de espacio, dada su reducida capacidad.
Es curiosa la linea descendente del número de pollos, relacionada, tal vez, con el descenso poblacional del conejo.

Lo mas sorprendente, es la laboriosidad con la que cuida su nido favorito de 2015 y 2017, desde luego, el mas expuesto a la vista. Pensé por ello, que sería de nuevo elegido este año por el número de veces que lo visitó, al arañar el cuenco para mantener la tierra mullida. 
Este año ha hecho lo mismo, una vez abandonado el hueco de cría, la rapaz volvió a preparar el nido mencionado para desapelmazar la tierra. 
Seguiré atento a las nuevas visitas del nido de 2015 por parte de la hembra para confirmar la utilización del nido cada dos años, si en este cría por tercera vez el año que viene.

Valle del Ebro, Zaragoza 14 de abril de 2018 



Nido escarbado con las garras por el búho real (después de anidar en otro). De las cuatro crías realizadas por la rapaz en la zona, este nido es el mas utilizado y, por ello, cuidado.



Nota:
Las imágenes han sido tomadas, discretamente, desde un camino transitado habitualmente por ciclistas, corredores y alguna moto y coche (T 600 mm y recortadas). Incluso, hubo un aguardo nocturno para la caza del jabalí a 50 metros del nido.
La comprobación del nido se hace fuera de la época de cría; tan sólo para testimoniar si la tierra del cuenco presenta nuevos rastros por la visita de la rapaz.

sábado, 30 de junio de 2018

Vista interior del nido de búho real en la torre de una iglesia



De todos los nidos de búho real que he visto, tanto de manera particular como en fotografías expuestas en las redes sociales me quedo, por su exclusividad, con el de la torre de una iglesia. Allí en lo mas alto de la construcción, dentro de la cúpula, el búho real asciende rompiendo la regla básica y manida del gasto de energía a la hora de ubicar el nido en un lugar de fácil acceso, habitualmente localizado en las cortaduras rocosas bajo el páramo de su cazadero, dejándose caer en planeo con el peso de la caza. Sin embargo, esta hembra, responsable de seleccionar esta extraordinaria ubicación, prescinde de ésta norma básica. Ha de esforzarse, por lo tanto, desde la llanura de la estepa monegrina para encumbrarse a la elevada torre con la presa a cuestas y alimentar a su prole; también el macho. Probablemente, la seguridad del lugar suple ampliamente el esfuerzo anual de ascensión al nido durante la reproducción de estas aves de la noche. La ocupación repetida por esta pareja del mismo nido durante muchos años, así lo avala.





Quería, a los que seguís este blog, interesados con las noticias del búho real -tal como me hacéis llegar mediante Emails-, acercaros las imágenes del interior de la cúpula donde la pareja de estas magnas nocturnas traen al mundo a sus pupilos. Ya habéis conocido a la familia y el exterior de la torre de la iglesia Nuestra Señora de la Luz en el pueblo de Valfarta (ver enlace). Ahora toca sentir el palpito de curiosidad infinita, tan humano, y asomarse al claustro nidal del búho real, en este caso, del medio antropógeno. 

¿Por qué subir a la torre? Porque SEO Birlife quería instalar una webcam para deleite de los amantes de esta especie y seguir en directo la cría de esta pareja de búhos reales en lo alto de la torre de dicha iglesia. Era una ocasión única para divulgar este curioso acontecimiento acaecido exclusivamente en una construcción de culto religioso.



Terminada la cría, evidentemente con todos los permisos reglamentarios para ello, accedimos por la estrecha y lúgubre escalera espiral de oscuras paredes. El mismo camino tan sobado por quien tuvo, además de tantos y tantos peldaños de por medio, la responsabilidad de tañer la atronadora campana para reunión de fieles; conmemorando celebraciones y apenadas despedidas. 

La estancia del campanario, amplia y de enormes aberturas verticales, conectaba mediante una escalera portátil a la trampilla de subida al piso final. No fue tan fácil, había tantos excrementos de paloma encima que se había bloqueado la tabla de cierre. Hubo que emplearse a fondo para levantarla, y la polvareda de todo tipo de restos al caer provocó una espesa nube irrespirable causada por el contenido acumulado durante años. La avalancha polvorienta y opaca nos dejó ligeramente blanquecinos.
Accedimos por los peldaños verticales de la vieja escalera hasta el habitáculo circular donde la cúpula se estrechaba y se cerraba en lo mas alto; justo el apoyo de la veleta.
El recinto ventilado por los ventanales romboidales dejaban entrar una tenue luz. Todo el suelo era una prolongado forro de huesos de las presas capturadas en el largo historial de cría del búho real. Algunas piezas óseas quebradas se clavaban en nuestras rodillas y palmas de las manos a medida que gateábamos realizando un análisis superficial de los restos. Las presas mas habituales, por lo tanto potenciales, eran los lagomorfos (conejo). Había además, gran cantidad de micromamíferos y palomas; de hecho, las columbiformes ya no anidaban en el mismo lugar. 
De este reducto fue desalojada también la lechuza, sin embargo, es posible que fuera por las obras de reforma de la iglesia que por la llegada del búho real. En algunos rincones, pollos momificados daban fe de su existencia pasada. 



Mi mirada descansó durante bastantes minutos observando la depresión nidal situada entre dos de los ojos circundantes de la torre. Pronto imaginé a la hembra tumbada, incubando o atendiendo a sus vástagos. 



Al final, por problemas técnicos, la instalación de la cámara no se llevó a cabo, y la estancia del Gran Duque sigue y seguirá prolongando el hermetismo misterioso de cada año. 
De todos modos, con las imágenes, podréis haceros una pequeña idea del desarrollo anual de la cría de estas portentosas rapaces nocturnas afincadas en esta increíble estancia. 
Tres han sido los pollos que ha sacado la pareja este año.



Hembra de búho real descansando en un pinar cercano a la iglesia donde anida.