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miércoles, 13 de marzo de 2013

Y...el búho real, acudió de nuevo



  
Búho real delimita su territorio
Cañón del río Mesa 13- Junio- 2009

Hoy me he levantado con ganas de recorrer el barranco donde cría el búho real. A pesar de salir temprano el calor ya se hace patente y, a las 6´30 h. apenas se nota ya el frescor matinal. El trabajo para hoy es la búsqueda del nido y poder examinar su contenido, nada mejor que estas fechas para ello, puesto que los pollos ya lo han abandonado y la idea es saber si ha criado por la zona localizada. 
Desde el posadero de “La Peana” dentro de una llamativa oquedad, comienzo a registrar toda la base rocosa de los cortados. Cuando alcanzo el espolón que separa ambas caras del mismo farallón, despegan ahuyentados dos volantones de búho real. Su vuelo, todavía deficiente, no les da más que para despegar de la ladera y aterrizar en la base de una sabina negra y del cortado a unos cincuenta metros más adelante. No he querido continuar y abandono el lugar. 
Para calmar a los jóvenes, no se me ha ocurrido otra cosa que imitar el ulular del adulto. Pasados tres tonos, el macho me contesta -¡Vaya! y parece muy molesto por mi intrusión incluso a plena luz del día- evidentemente, no era esta mi intención. Sobrevuela la zona alta del cortado amenazándome con su presencia y su voz. Lo observo con detenimiento en la estampa defensora de su feudo a la vez que su mechón gutural brilla incluso en horas de mucha luz. Es bravo, valiente y entregado a su complicada labor de salvaguardar su extensión territorial. A pesar de caminar en silencio, la rapaz sigue contestando durante media hora más.
 
 

El ardor territorial demostrado por los búhos reales más irascibles no tiene horario.

Cañón del río Mesa  24- Junio- 2012
Tres años después necesito comprobar, aprovechando el buen día de sol, la continuidad del gran búho en el mismo paraje. A las 9´28 h. imito como tantas veces la voz de nuestra mayor estrigiforme desde el sendero, y acude rauda sobrevolando el cañón de un paredón a otro. Apenas se posa y es incordiada por otras aves. 
A las 10´30 h. transito por la zona superior del cañón hasta alcanzar el punto desde donde fotografié hace unos años a la hembra de búho real encamada en una repisa. Aquel año depredó a una hembra de águila calzada en el nido cuando protegía a su pollo de pocos días de edad. De nuevo repito el ulular y poco tarda en contestar. Continúo plagiando su voz y lo escucho cada vez más cerca. El calor se deja notar y descanso apoyado sobre un gran escalón rocoso dejando la cámara a mi derecha. Insisto…y, aparece como una exhalación ascendiendo súbitamente hasta posarse a cinco metros de mi persona sobre el canto del roquedo. La respiración se me corta y el corazón se acelera. El búho real se ha posado y mira hacia atrás, simultáneamente trato de coger la cámara temblando inevitablemente, ese gesto lo advierte la rapaz girando de inmediato la cabeza hacia mí, y sus ojos inmensos me deslumbran con su fuego anaranjado -no doy con el botón, no logro el enfoque, no doy una-. 
Todo transcurre tan deprisa que lo único que consigo es lo que podéis apreciar en ambas fotos. Es lo que tiene no ser previsor.
Hacía muchos años que no tenía al búho real posado tan cerca. En su huida, es acosado por una hembra de halcón peregrino, seguramente, la misma que atacó a uno de sus pollos hace un par de años. El halcón peregrino es, tal vez, la rapaz que con más inquina ataca al gran búho.

La mayoría de las ocasiones que distintos ejemplares de esta gran rapaz de la noche me escucharon imitar su canto por segunda vez, parecieron reconocer el engaño y, aunque podían saberlo, su instinto territorial les obligaba a contestar pero, a buen recaudo.

Cañón del río Mesa 12- 7- 2012

Son las 7´30 horas y me ubico casi en el mismo lugar que la última vez desde donde imité la voz del búho real. Esta vez, hago uso de la red de camuflaje extendida sobre mí y la roca que queda a mis espaldas. Nada más imitarlo recibo contestación, todo es muy rápido, tan rápido que aparece sin apenas darme tiempo a situar el enfoque de la cámara a su imagen. Lo esperaba sobre la misma roca frontal de la última vez pero, ahora, lo hace sobre una del lado derecho y, el movimiento, aunque leve del objetivo, lo alerta y se va. 
A partir de esta secuencia, sé que todo por hoy ha terminado. Le contesto con unos tonos más, pero desisto para que se recoja. El acalorado macho sigue mis intenciones guardando mucha distancia, no deja de contestarme y tampoco se acerca. Finalmente se oculta en el hueco de una fisura sobre rocas desprendidas. Desde lo alto, casi en la cima destella su blanco mechón encendido, palpitando cada vez que ulula sin descanso. Como tantas veces, la rapaz suele tardar unos treinta minutos en callar después de la provocación 9´00 h.  
Es altanero, orgulloso, soberbio y con una gran bravura en lo concerniente a la defensa de su territorio, el papel más importante para un macho de búho real si quiere tener un lugar adecuado que ofrecer a la hembra. Por supuesto, no sólo sirve ofrecer un buen territorio, sino además, ser un excelente cazador.
 
A las 9´30 horas descubro a mi lado derecho a la hembra que no está oculta del todo y, como puedo apreciar, ha estado atenta al duelo de voces. Tampoco es la primera vez que las hembras de esta especie se interesan por nuevos pretendientes; la fidelidad de la que tanto se habla entre búhos reales es muy discutible.


Nota: siento no poder contar con todas las imágenes que me gustaría para acompañar los datos.

domingo, 22 de enero de 2012

Regresó el proscrito (Bubo bubo)

Hembra de búho real en su posadero, aprovechando la fronda perenne del enorme pino. 

“Reencuentro” podría titularse la línea de paz entre el búho real y el hombre después de la masacre sin justificación contra animales carnívoros que aniquiló a miles de éstas y otras criaturas inocentes durante y después de la dictadura. Una ley propuesta por el franquismo y llevada a cabo por simpatizantes y detractores del régimen. La izquierda y la derecha siempre se han puesto de acuerdo para ignorar el bienestar de los animales y sacar beneficio material y lucrativo de éstos y del medio ambiente sobreexplotándolos. Especulación difícilmente reversible como la destrucción de nuestras costas, basada en el hormigón sin límites fruto de la codicia de ambas orientaciones políticas. Pero no quiero continuar con los devaluados políticos, no merece la pena, ya tienen sus voceros propagandistas particulares y leyes a su favor que les absuelven.

 

El 11 de agosto de 1953 el Boletín Oficial del Estado presentó un decreto del Ministerio de Agricultura, firmado por entonces jefe del Estado Francisco Franco, y el ministro Rafael Cavestany, una irracional condena a muerte de las aves de presa y demás animales carnívoros, enemigos según ellos, del patrimonio cinegético. Decía así:

A propuesta del Ministerio de Agricultura y previa deliberación del Consejo de Ministros, dispongo:

Artículo primero. Se podrá declarar obligatoria la constitución en cada provincia de Juntas de Extinción de Animales Dañinos y Protección a la Caza.

Artículo segundo. Son sus competencias procurar el suministro y distribución de venenos, lazos y demás medios de extinción. Premiar a los alimañeros y a cuantos demuestren de modo fehaciente su aportación en la lucha contra los animales dañinos.

Mucha gente puso manos a la obra, y entre ésa gente, los hubo espabilados pero miserables. Sabían de los nidos y de la extraordinaria capacidad cazadora de esta gran rapaz de la noche, el búho real.
Consistía su cometido en aguantar a los pollos tapándoles el pico para que no comieran el tiempo necesario y que la estancia durara mas, para hacerse de éste modo, con las presas depositadas por los progenitores. Su desarrollo debido a una alimentación deficiente, se alargaba y, por ello, se cobraban más presas. El final de la trama concluía con la muerte de los pollos antes de abandonar el nido y, por consiguiente, se cobraba la cantidad de dinero estipulada al presentar las garras de los mortificados búhos en cualquier ayuntamiento.
No hace falta decir la cantidad de animales que fueron exterminados por aquellos que se dedicaron a tal ocupación. El búho real, entonces, pasó a ser una rapaz muy escasa, recluida a los
lugares más apartados donde rara vez acertaba a pasar el hombre.

 

Cuando veía mis lechuzas y mochuelos, soñaba con la observación del gran coloso de la noche, el búho real. Lo imaginaba en los altos riscos de las sierras más importantes por su altitud, sin embargo, fueron capaces de aguantar en cotas más bajas al abrigo de la lejanía en el olvido.
Todavía en los años ochenta, ver al reservado búho real era un acto tan flamante como el de la citación de cualquier rareza. El hecho de comentarlo ante los demás ornitólogos abría expectación.
Afortunadamente esto ya es pasado, y en el presente, las noticias son al fin más alentadoras, a pesar de que algún exaltado amante de los halcones peregrinos considere ahora al Gran Duque una plaga. El búho real no ha hecho nada más que reconquistar sus antiguos feudos, arrebatados por la ineptitud de aquellos exterminadores que rompieron el pacto de no agresión con la naturaleza, los que en su momento, indirectamente, favorecieron al halcón y a otras especies.

 

De aquí a un tiempo atrás, aparecen citas del búho real en lugares inverosímiles, como el de un ejemplar posado en el alféizar de un bloque de viviendas en un barrio de Madrid; el de una pareja que crió en la jardinera de un chalet de una urbanización también madrileña y, en Zaragoza, su observación también es posible en espacios urbanizados de la ciudad con citas en el extrarradio.
Quiero terminar con unas observaciones curiosas comentadas por Fernando Tallada. Él me acompañó personalmente a este pueblo del que extraje las fotos publicadas. Los datos que expongo a continuación son suyos, de observaciones de la pareja de búho real asentada en este pequeño pueblo aragonés, llano y deforestado.

Me cuenta que, éstas rapaces anidaron en el caserón contiguo a los pinos, y la gente llegó a ver a los pollos volantones cuando salían por una ranura de la vieja puerta de la tapia, caminando por la calle. Por las noches, marca su territorio desde lo alto de la torre de la iglesia posado en la veleta. En su contra está, la manía súperpredadora que afecta a los escasos cernícalos primilla de la zona, y que, según me comenta Fernando, lo hace arañando las tejas de los edificios abandonados, y si es posible, las mueve para atrapar a los pollos y a los adultos.
La recuperación del búho real no es el problema de todo esto, convendría quizá, estudiar en profundidad la falta de conejos, su alimento básico, exterminados por la mala actuación del hombre.


 

El grupo de pinos está ubicado en una zona particular tapiada al lado de la plaza
del pueblo.

 

En lo alto de la torre, suele ulular sobre la veleta.

martes, 8 de junio de 2010

El pequeño búho, no sobrevivió

 

No pudo ser. Es lo que tiene un post en suspense, y este sábado pasado lo comprobé. No he querido adulterar la realidad omitiendo por honestidad el desenlace final y definitivo del pequeño búho. Quería informaros entre otras cosas como ejemplo de lo acaecido, la dificultad de supervivencia que sufren incluso los poderosos durante esta fase vital tan delicada. La pequeña rapaz nocturna, sospecho que no pasó de la segunda noche. En el mismo lugar donde la deposité, unas pocas plumas agarradas a un reseco tomillo me dieron la pista inexorable. Lo demás, es una larga serie de hipótesis que ya no me interesan. Ahora, la muerte del pequeño búho, reforzará las posibilidades de éxito del segundo.

Desgraciadamente, la cadena trófica en el campo no siempre transcurre como una historia con final feliz, ni siquiera, para los que habitan el ático de la pirámide ecológica; y si así fuera, de ningún modo lo sería para sus víctimas. La muerte del pequeño búho supondrá un leve respiro a sus potenciales presas que, podrán recuperarse de esa presión cinegética ejercida sobre ellas por los búhos adultos al atender a un pollo menos. Ahora, los progenitores tendrán más tiempo con menos esfuerzo y más eficacia para dedicárselo.

Después de observar al primogénito, reconozco que está muy desarrollado, fuerte y receloso. Nada más verme a gran distancia se ocultó rápidamente. Buena señal y buenos reflejos.


Me comentan otros seguidores del búho real que, la inexistencia de la primavera causada por fríos y abundantes lluvias persistentes, han mermado notablemente el curso normal de la reproducción en prácticamente casi todas las criaturas silvestres. Por lo visto, también hay crisis en el mundo animal. El búho real, es uno de los mejores bioindicadores del estado poblacional de la caza en los territorios donde habita.

lunes, 24 de mayo de 2010

Experiencias de un pequeño búho real


El sábado pasado, me adentré en un cañón calizo con la intención de comprobar la cría del búho real en su antiguo nido. Hacía calor y por fortuna, la zona a prospectar estaba sombreada. No había rastro alguno de presas ni de plumones que atestiguaran su presencia.

Apenas pasaron unos minutos, escuché un insistente reclamo de áspero siseo a intervalos de cuatro y cinco segundos. Era sin duda un pollo de búho real. Pero… ¿Dónde estaba? Esa era mi prioridad; encontrarlo entre tanta maraña vegetal y anotar el hallazgo y el número de pollos en el nido a vista de telescopio. Es raro el reclamo en los pollos de búho real si no es por causas de necesidad como hambre y falta de contacto físico con los suyos. Pedir alimento ocurre durante el atardecer, y la pérdida de contacto en cualquier descuido.

Cuándo lo localicé caminaba por la cuerda floja a dos metros del suelo, buscando desesperadamente ganar altura a través de una afilada repisa apoyándose con las alas abiertas. Fue al tenerlo en el centro del campo visual de los prismáticos y siguiendo su penosa travesía, cuando apareció como un relámpago el halcón peregrino. En una vertiginosa pasada con un espectacular giro (el de un excepcional volador), logró arrancarlo del cortado y lanzarlo al vacío. La protectora sabina le amortiguó el golpe. El peligro del pequeño búho era evidente y su insistencia en el reclamo tenía una finalidad: escuchar la del hermano o progenitora para situarse y regresar, aunque el hermano no contestaba. Descubrí a este último poco después, posado a la sombra de una alargada oquedad a mayor altura; unos treinta metros.

Desde el otro lado del roquedo sombrío y cruzando el cauce seco, alcancé el otro frente rocoso donde el sol daba con ganas. Lo primero que encontré fue una tejonera en activo a cinco metros de distancia suya.
-Pequeño, hoy no es tu día, me dije: o sí, ¡qué narices! Te voy a llevar con tu hermano, que será seguramente el lugar donde se ubica el nido y donde estarás más protegido-.
Después de acomodarlo en la oquedad de la extensa repisa, desaparecí. Y observándolo desde la lejanía, el reclamo no se escuchó más.


Entre la primera y segunda foto hay unos minutos de intervalo para apaciguar al pollo después del sobresalto con el halcón peregrino y mi irrupción posterior. Una vez tranquilizado, le quité todas las pequeñas garrapatas sujetas al interior del párpado izquierdo y a la comisura ocular derecha. Me sorprendió la quietud con la que me dejó actuar.

 

Detalle de las garras, espero que de un futuro cazador. Las plumas que recubren la parte superior de las garras sirven también, como el resto del plumaje, para silenciarlas cuando sobresalen al descolgarse sobre su presa. Y, los lóbulos de las almohadillas plantares, tienen la finalidad de sujetar con firmeza, junto con las uñas, a su presunta e incauta víctima.

 

En esta parte final de la repisa se quedó el joven aventurero, a unos diez metros del hermano.

 

A la izquierda de la imagen está la oquedad nido. Si os fijáis, hay un leve escalón que los pequeños pollos saltaron prematuramente para recorrer y curiosear los alrededores, dando lugar a este tipo de accidentes. Muchos de ellos no tienen la fortuna del protagonista y acaban devorados por depredadores que deambulan por la base del cortado.



Restos de presas halladas en el nido: arriba a la izquierda; plumas de mochuelo y extremidad posterior de garduña: abajo a la izquierda; mechones de púas de erizo, y a la derecha; plumas de búho chico y paloma bravía. Un superpredador en toda regla.

martes, 20 de octubre de 2009

Búho real: encuentro con una madre de armas tomar


Hay que considerar sin duda alguna, la valentía de un búho real desprotegido durante el día para, defender a sus crías.

Un territorio


Los nidos de búho real suelen instalarse comúnmente, en escarpes verticales de alturas diversas. La abrupta dificultad orográfica del terreno, depende de los materiales geológicos que la componen, como: yesos, calizas, o tajos arcillosos entre otros.

En cuanto a la abundancia de vegetación donde ocultar el nido, también repercute la orientación de los farallones; siendo la cara norte por la humedad acumulada y horario solar menos intenso, la que favorece una mayor cobertura vegetal.

La predilección selectiva de la oquedad, repisa, o fisura para nidificar, es labor de la hembra, y sus preferencias suelen ser muy amplias, dependiendo de sus exigencias individuales: desde espaciosas oquedades de tres metros de anchura por dos de altura; hasta un ajustado hueco de 50 cm. de anchura por 30 cm. de altura.

Los nidos y posaderos, son más habituales en umbría que en solana.

Hay también, nidos accesibles en la base del cortado, y otros, inabordables por su altura, ubicados en la zona media vertical a 40 metros o más.

Es increíble la diferencia de carácter entre ejemplares de la misma especie. La progenitora frente a mí, controla también, los ataques de otros enemigos que atacan por la retaguardia.


En el caso que nos ocupa, el nido además de accesible, -pues no superaba los 2 m. de altura del suelo-, se sitúa en un escalonado bloque calizo de no más de 15 m de altura.

Sin embargo, la cobertura vegetal reinante muy tupida de: romeros, aliagas, ephedras, sabinas negras, enebros, cornicabras, carrascas, etc., le ofrecen la necesaria protección durante el desarrollo de la cría.

Frente a este pequeño bloque rocoso, hay otro de mayores dimensiones (unos 70 m de altura), que es utilizado como alojamiento por la pareja de adultos de dicha rapaz nocturna durante, y fuera del periodo reproductor. Aunque no anidan en él, por la habitual algarabía del centenar de buitres leonados hacinados, que aquí pernoctan. Si lo utilizan como posadero, aprovechando la presencia abundante de poblados arbustos de todo tipo.

Esta imagen, revela la estrategia de la hembra al cambiar de lugar, quizás, buscando mi espalda para desconcentrarme.


Revisión de la zona de cría


La fecha crítica de desarrollo de los pollos había culminado, y éstos, ya no se hallaban dentro del nido. Era el momento ideal para abordarlo y, recoger despojos de las presas más interesantes que habían quedado abandonados. Todo el material de deshecho disponible, serviría para un posterior análisis alimentario del búho real.

Recién llegado a la base del nido, y amagar el ascenso, comienzo a escuchar de la hembra de búho real su estridente voz de alarma.- De todas las progenitoras de esta especie que conozco, es la segunda en reaccionar de modo semejante-. Por lo tanto, su estridencia vocal no me resultaba desconocida.

Las notas son cortas, pero muy agudas y audibles en toda la vaguada montaraz.

-El ulular del macho, es de tono más alto y grave que el de la hembra, a pesar de ser el primero, de menor peso y tamaño-. Sin embargo, la voz de alarma en la hembra, aunque es más aguda, suena más.

Enseguida vuelvo la vista, y la descubro al borde, en lo alto del farallón calizo mirándome fijamente y, apartada de la pequeña encina que le ofrece cobijo. Sus ojos, abiertos al máximo, apenas dejan destacar las imperceptibles pupilas perdidas en un mar anaranjado. Su dorso, con las plumas erizadas y las alas ligeramente ahuecadas, evidencian sin duda, una amenaza en toda regla.

Para cerrar el conjunto de detalles iracundos, el más impactante es; ver sus mechones filiformes (vibrisas táctiles blancas alrededor del pico) y los dedos de sus garras, ensangrentados. Seguramente, de haber alimentado a los jóvenes intrépidos, ocultos en las inmediaciones del nido.


Todo transcurre en torno a las 11 horas de la mañana. Quiero irme, y por ello provoco indirectamente la salida de la rapaz que vuela con decisión, rodeando perimetralmente mi ubicación.

Ya no sé qué hacer, porque cada movimiento mío, lo interpreta como una amenaza. Opto de inmediato por acomodarme, apoyado en la pared y mirándola a placer. Estoy asombrado por la valentía y arrojo de tan guerrera madre, y sin apartar su mirada de mí, va sorteando y esquivando todas y cada una de las aves hostigadoras que la asedian, como: cernícalos, mirlos, aviones roqueros, grajillas etc.

No he visto jamás, tanta entrega en defensa de la progenie, en rapaces.

Tengo que señalar, su capacidad simultánea de control hacia mi persona, y a la de los especímenes aéreos atacantes. Cómo no, sopesando también, la nefasta posibilidad de ataque del águila real cuyo territorio comparten. Casi nada, dos parejas del gran búho real en el mismo feudo que el de la reina de las aves, ésta última, depredadora ocasional de jóvenes búhos.

Territorio de la rapaz; incluidas dos hembras de cabra montés y un recental.


El carácter de una madre


No consentí la posibilidad de una tercera vez, y en prospecciones posteriores para controlar a los jóvenes, desaparecía solamente al oír la voz amenazante de la madre.

Pero no quiero terminar, sin comentar el placer de mí derrota (simulada), ante el audaz desafío del búho real.

Fue el año siguiente muy semejante al anterior, pero, esta vez la rapaz hiló más fino, quiero decir: con mayor presión amenazadora.

Me acechó a tan sólo 20 metros de distancia, porque el joven esta vez, se hallaba en la base del cortado completamente desprotegido. Era una vía de riesgo transitada por mamíferos depredadores. Le cogí rápidamente, lanzándolo con sumo cuidado a una repisa con vegetación abundante, y con vuelo torpe, logró ocultarse adecuadamente. No pasó desapercibida la acción presenciada atentamente por su progenitora, y ello, fue el detonante. Temía incluso, por mi integridad física. Quedé mirándola escasos segundos y reaccioné, ésta vez, le daría la batalla por ganada al salir corriendo.


De impresionante e indescriptible, detallaría la sensación que me provocaba al sentir aquella mirada espectral y de animadversión, incluida la fuerza sonora de chasquidos y desgarradores alaridos. Miré hacia atrás unos segundos, cuidando de no tropezar, y recuerdo sin lugar a dudas, esa sensación de victoria por parte de la hembra de búho real. Se regodeó desde la roca, con un gesto muy propio de satisfacción en las aves al sacudirse el plumaje, y acicalarlo después. Todo un ejercicio de calma posterior, a una labor ofensiva bien realizada.

De nuevo, y alejado ya, volví a mirarla. Se despachó con un potente vuelo de casi dos metros de envergadura y algo más de tres kilos de peso, ascendiendo con soberbia a su posadero habitual de la pequeña encina. Allí se ocultó a continuación, en su puesto estratégico de guardia.


Hembra acicalándose en su encame.