Ataque de águila real a búho real
Tal como recordaba vagamente, la gran rapaz nocturna soportaba incomprensiblemente en lo alto de un cortado de roca caliza, las terribles embestidas hirientes de una pareja de águilas perdieras. Mi primera impresión infantil, fue la de un enorme búho algo bobo, estúpido por no defenderse ante los continuos ataques desmesurados de aquellas rapaces sin escrúpulos.
Tuvo que pasar bastante tiempo para, descubrir que aquella hembra de búho real vapuleada sobre el nido de águila perdicera, tan sólo era un montaje de la famosa serie documental de El Hombre y La Tierra. La rapaz nocturna con la mirada perdida, y temerosa de hallarse en un lugar remoto, lo soportaba todo, precisamente, por que alguien la colocó allí, en lo alto, a pleno día y sobre un nido con dos pollos, ni más ni menos que, de águila perdicera.
En un cañón, todos sus habitantes se conocen, interactúan de manera natural y sin bajar la guardia. A pesar de ser un hecho muy exclusivo, existen citas de capturas del búho real sobre juveniles de perdicera (Joan Real y Santi Mañosa, 1990); pero no es la tónica habitual, aunque si debe de influir a la hora de los enfrentamientos, unido además, a la competencia feroz por las presas del lugar. Un búho real, rara vez se expone en horas de tanta luz sobre un cortado. Por descontado; nunca lo haría sobre un nido de rapaces.
He visto a hembras de esta estrigiforme con sus pollos en nidos convenientemente ocultos y, sobrevolarlo buitres y águilas reales; solamente con las segundas, muestra una situación de incomodidad patente, erizando recelosa, el plumaje dorsal.
Ahora, toca devolver la dignidad y nobleza perdidas mediante unas imágenes que tergiversaron la realidad de un valiente luchador, y nada mejor que mediante una secuencia que demuestra claramente como un macho de búho real aguarda estoicamente el ataque de otro macho, en este caso, de águila real.
24- 04- 2004 Apunte de campo.
Los dos volantones de búho real, ya habían abandonado el nido. Su voracidad, hacía imprescindible la participación de ambos progenitores para atender a su demanda. A estas alturas del año las noches son más cortas, y la salida de las rapaces como era de esperar, se adelantó. En este caso el macho, poco más de una hora antes de iniciarse la penumbra, comienza a marcar su territorio sobre la copa de las sabinas en lo alto del farallón de Peña Gallera. Muy visible en sus manifestaciones, sobrevuela la cresta con cierta arrogancia, consciente de la complicidad de la noche al aproximarse, la cual, le encubrirá a la hora de cazar. La luz, es todavía muy buena y no pierdo detalle de sus atribuciones morfológicas, ni de ese desparpajo con el que se desplaza. En el último vuelo e inmóvil en la acopada sabina, su forma natural se deshace súbitamente, convirtiéndose en un abultado y rechoncho montón de plumas ahuecadas. Algo interfiere la cotidiana labor del búho, de este macho delimitador de su territorio compartido con otros vecinos, alguno, incluso más poderoso. En efecto, su osadía no ha escapado a la infalible vista del águila real, que patrulla ultimando la ronda de prospección territorial, quizás, antes de recogerse en su posadero.
Las imágenes captadas por Javier Abrego García, son muy elocuentes, y resumen fríamente el final de la contienda. A los dos, nos sobrecogió este documento tan espectacular visto en directo.
La experiencia grabada en la memoria del búho real, demuestra claramente su estrategia defensiva: consiste en aguardar el ataque del águila real para esquivarlo mediante un espectacular giro, con objeto, de colocar sus defensas contra las del águila.
Parece conocer el búho, el error mortal que supondría dar la espalda huyendo ante una rapaz de semejante tamaño que no dudaría en matarle.


Estas instantáneas son la mejor prueba documental del error de los jóvenes búhos ante los ataques del águila real. Ésta, no dudará en eliminar a un gran y efectivo competidor a la vez que consigue alimento, sumando una enorme rentabilidad entre biomasa y futuras reservas.
Con un telescopio de 60 aumentos, seguía las evoluciones de este nido de águila real. Al desaparecer la rapaz del nido, encontré el huevo abandonado y las plumas de búho real entre las ramas.
Comprendo perfectamente, la estrategia indecorosa de privacidad en los cotos de caza. De este modo, eluden la entrada de ornitólogos, permitiéndose actuar impunemente.
Los guardas, conocen al dedillo todos los nidos de alimañas, llamadas así en su argot de incultura heredada del franquismo.
Un cazador, me comentó la observación "in situ" de un águila real alimentándose de los restos de un búho real. Su dato era fiable, tan sólo, comprobé la edad de la rapaz nocturna. En efecto, se trataba de un jóven; sin embargo, nada podía demostrar que el búho hubiese sido capturado, y no carroñeado.