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sábado, 25 de abril de 2020

Algunos rastros del tejón (Meles meles)


Tejón en la nieve. Obra del ilustrador Manuel Sosa. 
Os dejo el enlace para que disfrutéis de su galería con obras originales y láminas excepcionales; https://www.manuelsosa.com/

Sigo rascando pequeñas historias vividas con nuestra querida fauna ibérica. He escogido esta del tejón por lo peculiar del encuentro, aderezada con fotografías archivadas sobre rastros habituales de este gran mustélido.


Es de madrugada, pero una madrugada cerrada, gélida, ligeramente alboreada por la escarcha. Gracias a los faros del coche adivino la presencia de un animal corriendo apresurado por el borde de la carretera. Por fortuna, es una carretera local sin apenas tránsito. No hay animal cuya carrera sea tan agitada como la del tejón Meles meles. Casi parece un elemento esférico que recuerda a los pompones sacudidos por las animadoras de ciertos deportes. He ralentizado la marcha, sé que el mustélido busca la bajada hacia el camino pedregoso que lleva a su madriguera y, quiero facilitársela. Baja precipitado la pendiente, hasta que la oscuridad de las sombras lo absorbe en su totalidad.
Seguramente, su campeo ha concluido y acude raudo a su cubil, que no es otro que el que os muestro en las imágenes de la entrada.
Su alimentación omnívora provoca visitas a huertas donde los horticultores critican los destrozos ocasionados. Al estar la vega prácticamente ocupada por parcelas de cultivo humano condenan a los tejones y a otros animales, a los que no quedan apenas espacios silvestres para nutrirse.

(Ejemplar atropellado)

Tiene una gran capacidad olfativa muy útil para descubrir las lombrices, caracoles y otros invertebrados de los que se alimenta; además de ranas, micromamíferos, carroña, raíces, bulbos, fruta, bayas, etc.

Uñas muy desarrolladas en las manos para excavar tanto en sus cubiles como en zonas apropiadas para hallar a sus presas bajo tierra.

Los tejones son animales plantígrados con cinco dedos provistos de largas y poderosas uñas. Detalle de las almohadillas que forman la palma de la mano.
Las extremidades posteriores no tienen uñas tan prominentes.

El peso de este mustélido (7 a 13 kg en verano, 16 a 24 kg en otoño) y su modo de pisar fuerte, deja detalles claros de sus huellas sobre superficies blandas. 
Con su modo de caminar, posiciona en la mayoría de los rastros el pie sobre el talón de la mano. Las uñas de las manos mas marcadas que la de los pies.

Esta pequeña rambla de escorrentías deja un pasillo muy utilizado por el tejón para transitar cómodamente desde su madriguera hasta la zona fluvial.


Para depositar sus excrementos, el tejón escarba un pequeño agujero que no tapa después. Es normal que estas letrinas sean utilizadas mas de una vez. Se hallan cerca de la tejonera o en sus zonas de tránsito.
Dependiendo de la alimentación, las heces pueden tomar diferentes tonalidades.

Las heces son cilíndricas y tienen superficie áspera y rugosa. Su contenido son restos de insectos, granos y bayas. 
En la imagen se aprecian las escamas ventrales de un pequeño reptil.



El aseo para los tejones como para la mayoría de los animales resulta de vital importancia y, por ello, dedican una buena parte de su tiempo al buen estado del pelaje.
En primavera, parte de su pelambre, sufre una caída anual ante la llegada del calor. En la imagen se aprecian mechones sobrantes de pelo, probablemente, arrancados por el tejón durante su acicalamiento.


El tejón, al extraer tierra del interior de las galerías arrastrándola con las zarpas, la lleva a una corta distancia dejando a la entrada un marcado surco, sobre todo, en zonas de tierra bajo árboles corpulentos. 
En el caso de la fotografía cuya tejonera se ubica bajo un cortado calizo, no ocurre así por la dureza del terreno. Comprobamos que la tierra tiene materia vegetal utilizada para la cámara de cría y descanso, desechada tras una limpieza o agrandamiento de alguna galería. 

Cuando es un zorro Vulpes vulpes quien realiza la misma labor, no arrastra nada mas que tierra. Además, su costumbre de lanzar con fuerza la tierra con las zarpas hacia el exterior, provoca que el montón de tierra forme un abanico.

Zorrera recién excavada. El fuerte olor a descomposición de restos animales que despide la guarida del zorro la diferencia de la del tejón, cuya alimentación es menos carnívora.



jueves, 29 de agosto de 2019

Cantadero de búho real



El protagonista de esta entrada es este búho real Bubo b. hipanus, cuyo posadero utiliza para el fin descrito a continuación.

Un puesto de mucha utilidad en esta especie es el cantadero. Desde este punto, el macho ululando, tratará de atraer a la hembra obsequiándola con parte de una presa convenientemente limpia para proceder a la cópula si es el momento oportuno. La hembra contesta y, habitualmente, es el macho el que acude a su encuentro. 
El macho ulula desde un lugar con buen eco para amplificar su voz y expandirla en rededor girando la cabeza a los lados, dejándose ver además, mediante su mechón gutural blanco tanto para ofrendar a la hembra como para advertir a otros machos de la propiedad del territorio. 
Cuando ha empezado la cría, el macho es muy cauteloso durante el aporte de alimento al nido y ulula algo mas apartado de éste emplazamiento (evidentemente, según mis observaciones personales).

Posadero estratégico sobre un altozano calizo que abarca ambos lados del barranco. Aumenta la efectividad de su voz, potenciándola y distribuyéndola en ambas direcciones.
Presa del momento: paloma bravía Columba livia, 23 febrero 2018

Mechón de conejo de la presa preparada en su día. Puede que hubiera algunos mas finos que el viento haya eliminado.
Presa del momento: conejo Oryctolagus cuniculus, 22 diciembre 2018


Recién llegada de sus cuarteles de invierno, esta codorniz, exhausta por el viaje, tuvo la mala suerte de cruzarse con el Gran Duque en campo abierto. Por la fecha, fácilmente serviría para alimentar a la hembra que incubaría en el nido.
Presa del momento: codorniz Coturnix coturnix, 10 febrero 2019


Otro escenario con los restos de mechones de conejo. Otra presa preparada para aportar a la hembra, probablemente incubando en el nido.
Presa del momento: conejo Oryctolagus cuniculus, 16 febrero 2019


El mismo escenario completamente agostado con los calores estivales y sin uso aparente por parte del macho de búho real.
27 agosto 2019




domingo, 9 de agosto de 2015

Otro nido de búho real (Bubo bubo)



Observar y observar; me gusta seguir las evoluciones de los animales en todas las ocasiones que se me presentan, sean mamíferos, reptiles, aves, insectos etc. durante su quehacer diario. El balance final de todos los seguimientos suele dividirse entre satisfactorios y decepcionantes. Las decepciones se originan por unas expectativas optimistas  y bien encauzadas que, al final, terminan de un modo completamente inesperado.


Vista al exterior desde un posadero de búho real.


Las plumas dispersas por el territorio del gran búho daban fe de las buenas expectativas de cría el año anterior en esta pareja y, así debió de ser, por otra parte, dada la abundancia de restos de presas.
Este año, puse algo más de interés para localizar el nido en esta zona que había olvidado temporalmente. Con ayuda del telescopio, descubrí a la hembra de búho real echada en una oquedad bastante ajustada. La rapaz no parecía excesivamente molesta con mi presencia permaneciendo con los penachos oblicuamente levantados. Su mirada fija, con los ojos entreabiertos, denotaba cierto recelo de carácter leve. Después de observarla detenidamente comprobé, por sus movimientos cuidadosos, que tenía pollos; no sabía cuántos pero, alguno había.


Marcado con un círculo, el diminuto espacio compartido por los pollos y elegido por la madre como nido. 


Imagen aumentada de la hembra con plumón. El macho se hallaba oculto en el pequeño habitáculo rocoso.

El lugar ofrecía una buena vista del nido y por fortuna, tenía mucha luz. El seguimiento fue muy interesante gracias a la buena ubicación del mismo.
A la semana siguiente, los pollos de unas tres semanas de edad se quedaban solos. Su progenitora ya no los acompañaría en ninguna de las visitas que repetí durante la cría; el motivo podría coincidir con el insuficiente espacio para los tres búhos. Tampoco hay que descartar la incordiante pesadez de los vástagos acosando a la progenitora debido a su curiosidad creciente; picoteándola o estimulándola para ser cebados.




Progenitora en su posadero habitual sobre el nido. Siempre atenta; unas veces abiertos los ojos y, otras cerrados, dormitando relajada.

Cuando uno enchufa los prismáticos y el telescopio buscando acción, puede conectar con buenas secuencias. Tuve la fortuna de observar la salida del macho de búho real poco después de que una pareja de grajillas Corvus monédula recién llegada al roquedo advirtiera su presencia inmediatamente. Acto seguido, ambos córvidos fueron tras la rapaz de la noche obligándola, en un atardecer todavía luminoso, a ocultarse de nuevo en un grupo de tupidos arbustos. También, fue una buena secuencia presenciar como la hembra de búho real reclamaba a su pareja el alimento para los pequeños mientras éste último, priorizaba el marcaje territorial con su profunda voz.
Varias veces, la presencia frecuente de las cabras montesas con sus facultades trepadoras, estuvieron a punto de alcanzar el nido de los búhos buscando esos brotes tiernos a su alcance.

Del crecimiento de los pollos siempre es estimulante observar como van cambiando poco a poco asomándose para presenciar todo lo que acontece fuera de su mundo prisionero. He comprobado en los nidos con dos pollos - si son macho y hembra – que el primero es mas decidido a la hora de investigar el exterior. Cuando el macho falta del nido, la hembra queda inmóvil, agazapada, como atemorizada y, solamente volverá a levantarse cuando su hermano regrese de nuevo. También el macho es mas agresivo de cara al peligro, ello podría interpretarse como una manera de equiparar fuerzas a la hora de recibir la ceba, ya que el macho es bastante mas pequeño que la hembra como ocurre en el resto de las rapaces. 
Una semana antes de abandonar el  nido –no lo hicieron hasta estar completamente emplumados– descasaba la hembra en la entrada del diminuto hueco y el macho arrinconado en el interior. El macho asomó la cabeza sobre el dorso de su compañera de nido, y acto seguido, salió empujándola con genio y fuerza para atisbar el exterior. El joven búho estuvo muy atento a la actividad de los insectos voladores en las flores amarillas de una planta frente a él. Observó el paso de las cabras con detenimiento cuando atravesaban un canchal, llamando primero su atención el ruido de las piedras mientras caminaban.

Pasados siete días de ésta observación, el nido ya estaba vacío y, uno de los ejemplares, reposaba en la base de una sabina desde donde antes lo hacía su progenitora. Esta fue la última observación de los pollos, el siete de junio del año en curso.
Ciertamente, uno aprende muchas cosas mirando pacientemente a la vez que disfruta sin límites del comportamiento de la fauna. Paso muy buenos ratos pendiente de las travesuras y movimientos de los pequeños búhos en cualquiera de los nidos que tengo la fortuna de observar. Creo, también, que todo ello tiene mucho que ver con la escenificación de la vida desde el lugar de nacimiento en su periodo más delicado, cuando la curiosidad y las intenciones de los moradores son tan inocentes.


Plumas del joven macho; desarrolladas y con buena capacidad para el vuelo.

Siete semanas después, consideré oportuno averiguar cómo iba el desenlace de la familia dentro del territorio. La travesía trazada de ascenso por la loma del monte cercana al nido, caprichosa como el destino, me llevó hasta un montón de plumas, probablemente, pertenecían al macho joven. Bajo el cortado rocoso, en la línea vertical del nido, hallé las plumas del otro ejemplar, la hembra joven. Además del plumaje; los restos del esternón, el sinsacro, las garras y las mandíbulas sin el cráneo complementaban el hallazgo del segundo desafortunado pollo.


Lugar donde aparecen los restos de la hembra joven que son recogidos para analizar en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca en Zaragoza.

Como se desmorona la ilusión en cuestión de segundos y como uno regresa de nuevo al mundo de la naturaleza con su equilibrio consecuente y radical. Sólo pude determinar el final del segundo pollo de búho real que, sin duda, había sido devorado después de muerto, seguramente, por un buitre leonado; las muestras de bocados en la quilla del esternón eran inequívocas. Cuando un buitre devora un ave grande no se molesta como el águila real en desplumarla, por ello,  no aparecen los cañones de las plumas quebrados.


Mandíbula superior e inferior de la hembra joven. 


Esternón del mismo ejemplar, picoteado por rapaz de gran tamaño.

Los agentes sanitarios de la comunidad intervienen para hacer su parte. Los buitres se comen la carroña; las bacterias y las larvas de mosca se alimentan con ella y la descomponen. Los escarabajos necrófagos meten restos bajo tierra, el suelo se enriquece y queda sentado el fundamento para un nuevo ciclo vital sobre una superficie purificada.
Así se desarrolla la comunidad viviente en la naturaleza; las plantas extraen elementos del aire y del agua, así como energía solar, y construyen con ellos materia viva; los herbívoros se mantienen cerca de su fuente estacionaria de alimentación, convirtiendo energía en carne y cediendo ésta a los carnívoros.
Del desarrollo de este singular ciclo biológico, volverán, de nuevo, otros maravillosos pollos de búho real.


Garras del infortunado pollo.




lunes, 29 de septiembre de 2014

No es fácil ser búho real (parte 3 y última)

Las garras de búho real son temibles, armas para matar y defenderse muy efectivas pero, hay algo mas importante para esta rapaz de la noche dotada de un extraordinario equipo de supervivencia; acertar para acumular experiencia, precisamente, lo que le faltó a este ejemplar.

Sólo quien haya visto un duelo entre el águila real Aquila chrysaetos y el búho real Bubo bubo, grandes competidores, comprenderá el odio recíproco motivado por la necesitad de las mismas presas. Basta observar a un búho real descansando en su encame o incubando en su nido para comprobar como eriza las plumas del dorso al paso de un águila real, no así con los buitres. No es habitual que un águila real capture búhos reales pero, es menos raro de lo que parece, sobre todo, ejemplares jóvenes por carecer de experiencia.
Arriba del todo, en la columna situada en el lado derecho, está el vídeo del ataque de un águila real a un búho real, ambos machos, al parecer, muy experimentados. Se ve perfectamente como el búho real resuelve favorablemente el ataque del águila real haciéndole frente. Podría ser el encabezamiento de esta historia, aunque con otro final muy distinto.

Detalle de la P10 (primaria nº 10 del ave) con el borde desflecado que se halla en el perfil de ataque del ala para evitar turbulencias.

LA MUERTE  7- 9- 2014

No tenía prevista esta última entrada sobre el búho real pero, las circunstancias de un desgraciado hallazgo, me hicieron cambiar de idea. La ocasión se presentó con la máxima frescura, nunca mejor dicho, para el análisis de un escenario tan reciente.
Desde  la retorcida,  polvorienta y pedregosa costera el punto mas alto del camino coincide con la abertura de un pintoresco barranco calizo donde tiene su territorio una pareja de búhos reales. He hablado otras veces de este lugar que, a su vez, está dentro de otro de águila real.
El día 7 de septiembre del año actual desde lo alto del lugar mencionado, me alertó una voluminosa mancha de plumas al pie de una sabina negral, las cuales, identifiqué como pertenecientes a un búho real. Comprobé todos los datos existentes para anotar cada uno de ellos con el fin de engarzar todas las fichas del entramado y emprender la conclusión más veraz posible del evento. Os lo relato a pie de foto para una mejor comprensión.

 
Panorámica del numeroso cúmulo de plumas bastante visible desde lejos.

Punto de acción nº 1; en este lugar desplumó al búho real su predador, consumiendo in situ el contenido craneal, algo habitual en las aves de presa ya que apareció la mandíbula inferior con algún fragmento óseo entre las plumas. El exceso de plumas, tal vez, movidas por el viento, pudo incomodar al águila real y cambiar ésta al punto de acción nº 2 mas despejado para consumir su caza, por lo visto, en un atardecer muy tranquilo.

Plumas rectrices y plumones infracaudales del búho real. Este sería el punto de acción  nº 2, después de finalizar la limpieza de su presa en el punto de acción nº1 para evitar las molestas plumas y comer cómodamente.  En el centro de la imagen se aprecia una consistente mancha de sangre marcando el lugar donde el águila real sujetó a su presa mientras se alimentaba de ella.

Vista general del lugar de despiece en el punto de acción nº 2. El águila real tuvo que estar bastante tranquila, sin molestias; se tomó el tiempo necesario para desplumar a su presa completamente. Pocas sobras debieron quedar para los oportunistas.

Punto de acción nº 3 en el interior de una sabina negral Juniperus phoenica; posiblemente una garduña Martes foina ocultó los restos de la presa, quizá, para consumirlos bajo la protección de la sabina y guardar las sobras.

Aspecto de los restos dejados por águila real y garduña. La primera consumiría músculos pectorales y muslos; el resto, que aparece como recortado por molares (las costillas y partes blandas del esternón no aparecen), sería obra de la garduña.

Rémiges primarias y secundarias de búho real arrancadas por ave rapaz de gran tamaño.

Detalle señalado por flechas de las marcas dejadas por el pico del águila real al arrancar las plumas del ala del búho real desde su base (son pinzadas por el pico del mismo modo con que sujetamos el tallo con los dedos  para arrancar una flor; los cañones quedan doblados y quebrados).

 
Vista del ala derecha donde aparecen mudando la P6 y P7 del ejemplar de segundo otoño.

Reconstrucción en abanico de las rectrices del macho de búho real depredado; todas ellas juveniles salvo la R6 (rectriz exterior derecha).

Excremento reciente de garduña; prueba indudable de su presencia en el lugar de los hechos. Cuando se deshidratan las heces pierden cerca de dos tercios de su tamaño, complicando mas su localización. 

Plano (probable) de los tres principales movimientos de la presa.

Al día siguiente 8- 9- 2014, aparecí espoleado por la curiosidad para compilar más detalles sobre los restos de la presa oculta bajo la sabina. Sólo encontré, aparte de lo que se ve en la imagen, las garras, el esternón, algunos huesos largos y las rémiges primarias en un entorno bastante reducido. Esto confirma la autoría del consumo de la presa ocasionada por un pequeño carnívoro. La flecha señala la mancha de sangre del punto nº 2.

Plano: probable desenlace entre un águila real, un búho real y una garduña.
Del punto nº 2 al punto nº 3 y nº 4 actúa el águila real; del punto nº 4 al nº 5 la garduña.

En verde: nº 1 (posadero con dos excrementos frescos) el búho real pudo salir del interior de la sabina al atardecer, no muy tarde, para marcar el territorio.

En verde:  nº 2 (bloque rocoso) con deyecciones de la rapaz nocturna donde pudo posarse para ulular. Pudieron solaparse los momentos de actividad del búho real con el de recogimiento del águila real hacia su territorio, produciéndose el encuentro y la captura en el estrecho perímetro marcado de este espacio. 

La flecha larga y blanca señala el ataque del águila real (desde cualquier dirección) a ese punto concreto, más o menos.

En rojo: nº 3 (desplumadero) en este lugar desplumó el predador a su presa, consumiendo solamente la masa encefálica.

En rojo: nº 4 (despedazadero) las molestas plumas arrancadas al búho hicieron desplazarse al águila real a este lugar mas despejado y limpio, desde donde terminó de limpiar la presa despojándola de las rectrices, únicas plumas que le quedaban. Los puntos tan cercanos entre sí y, el desplume total, denotan que el águila tuvo una tarde sin molestias mientras comía.

En amarillo: nº 5 (presa oculta en sabina) desde el lugar señalado en rojo nº 4 hasta el nº 5,  figura la trayectoria por la cual arrastró la garduña los restos dejados por el águila real hacia la sabina como despensa provisional.

Los zorros son mamíferos prospectores incansables pero, detectan mejor las emisiones de carne en descomposición; sin embargo, a la garduña le atrae mucho el olor de la sangre, muy efectivo para descubrir carne fresca. 

Imagen del archivo Google.

Por último, para reflejar una idea del poder del águila real dejo esta elocuente y escalofriante fotografía. Tengo muy pocas dudas acerca del duelo entre estas dos grandes rapaces, cuya peor parte se la llevó el búho real. 
El pueblo Kirguís, nómada de la región China, fue pionero en la caza del lobo con águila real. Una hembra de águila real pesa algo mas de 6 kilos frente a un lobo que puede alcanzar los 60 kgr. No siempre se decanta la victoria de parte de la gran rapaz pero, da una idea de la fuerza indiscutible de un ave muy poderosa. 

ENTRADAS ANTERIORES:

No es fácil ser búho real (parte 1)

No es fácil ser búho real (parte 2)