jueves, 13 de diciembre de 2018

Milano real (Milvus milvus)



El vuelo del milano real, rapaz velera dentro de las rapaces de tamaño medio, también engancha la mirada del observador una vez descubre en el horizonte sus vaivenes prospectores. Cada observación me lleva a la memoria de mis archivos, donde siempre hay algo interesante para exponer en las entradas del blog.


Me remontaré a principios de marzo de 2016 cuando observaba a dos milanos reales patrullando un tramo de sotobosque junto al río. Había tres voluminosos nidos en las horquillas centrales de unos enormes álamos bastante separados entre sí, y esa era la función de estas rapaces, protegerlos de otros competidores. 



La observación de dos ejemplares con marcas alares amarillas y código alfanumérico llamó mi atención y, con tiempo disponible, traté de seguir su evolución tan arraigada a este tramo de arboleda a orillas del río Ebro. Los tres nidos en línea bastante separados e instalados en vetustos álamos eran la causa de disputa, en este caso, del solitario milano negro Milvus migrans y los dos milanos reales Milvus milvus. La trifulca la inició el macho de milano real, en un enfrentamiento espectacular de dos especies que dominan como ninguna las maniobras en vuelo. La corpulencia del milano real puso en fuga a su oponente, a pesar de la superior agilidad del milano negro recuperando mejor el espacio tras los ataques.



Ya en el invierno avanzado, preludio primaveral, la vida germinaba de nuevo con fuerza como cada año. Por el movimiento faunístico, se percibía la explosión de vida cuyas ondas se expandían por todos los recónditos espacios.
Aunque el interés de los milanos negros era el nido del primer árbol y el de los milanos reales el del medio, no permitían éstos últimos la presencia de ningún rival. Y, a medida que los migradores se iban multiplicando en el territorio, los agobiados milanos reales no daban abasto atacándolos. Día tras día y, prácticamente en todo momento, los enfrentamientos eran tan cotidianos como los atardeceres.



Aunque la pareja era joven, los pasos para consolidarse eran los correctos. El macho le ofrecía presas; entre ellas, un estornino pinto, una paloma, un conejo etc que la hembra aceptaba de buen grado. Sin embargo, de los intentos de cópula que pude presenciar, no cuajó ninguno. Tal vez, el macho lo lograra en otras ocasiones al margen de mi presencia. También el aporte de ramas al nido por ambas rapaces, era numeroso. El nido debió quedar bastante arreglado.

Hembra de águila calzada, dueña del nido en cuestión.

Curiosamente, hizo aparición la pareja de águilas calzadas Hieraaetus pennatus a mediados de marzo. La hembra se posó cerca del nido ubicado en el álamo del centro, arrancó una rama y la llevó a la plataforma. Aquí terminó la disputa del nido, ya que los milanos reales rehuyeron el enfrentamiento y eso favoreció a la pareja de milanos negros que pudo culminar tranquilamente la reparación del suyo sin ser acosados. 

Grupo de milanos negros, "la banda de las riberas del Ebro".

Tras desaparecer del escenario las rapaces sedentarias y realizar un trabajo en vano, favorable a las águilas calzadas, se ubicaron más alejados río abajo en otro tramo frondoso del bosque galería.
Los milanos negros se crecieron y emprendieron intensos duelos con la pareja de águilas calzadas al defender sus respectivas zonas de cría. A pesar de la fuerza y agresividad del águila calzada dominadora en los duelos, el gregarismo de los milanos negros ahuyentó más de una vez a la pequeña pero belicosa águila.
Finalmente, todas las rapaces criaron, que es lo más importante. La naturaleza es así de espontánea. Los milanos reales, jóvenes, a pesar de invertir un esfuerzo baldío en la reparación del nido del águila calzada, tomaron el camino más prudente; evitar el enfrentamiento con una rapaz mucho más fuerte.





sábado, 24 de noviembre de 2018

Otoño en el río Huerva con picogordos y pinzones reales.


Villanueva de Huerva

Efímero ha sido el resplandor del fuego otoñal de los álamos que cercan el río Huerva. Sin embargo, cómo llena las pupilas del observador este colorido tan especial e intenso que retorna cada estación de otoño.
Las lluvias desnudaron en una semana todo el abrigo dorado que lucía el sotobosque ribereño; por fortuna, me quedó presenciar el paso de picogordos y, también, pinzones reales infiltrados en un bando de pinzón común. 



Picogordo Coccothraustes coccothraustes.


Aunque las poblaciones de picogordo ibéricas son sedentarias, reciben aportes invernales de individuos procedentes de otros países europeos como Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Holanda, etc.






Picogordos Coccothraustes coccothraustes junto a jilgueros Carduelis carduelis.




El mayor volumen de los picogordos frente a otros pájaros se aprecia enseguida una vez posados sobre las ramas de los árboles. 
Había aproximadamente, medio centenar.




Almez Celtis australis

Detalle de las rémiges desplegadas de un picogordo; como se aprecia en la imágen, son bastante cortas para el voluminoso fringílido.


Pinzón real Fringilla montifringilla.

Dependiendo del rigor invernal, cada año, hacia comienzos de octubre, grandes bandadas de pinzones reales emprenden un largo viaje hacia el sur desde sus territorios en el norte. Los pinzones reales van a invernar en Europa central y meridional, llegando en menor cuantía hasta la península ibérica.
No todos los años tengo la fortuna de verlos; en este caso, a pesar de ser una treintena de ejemplares mezclados con nuestros pinzones comunes, siempre resulta grato poder disfrutarlos. 


Bando de pinzón común Fringilla coelebs y pinzón real Fringilla montifringilla.

Bando de picogordos Coccothraustes coccothraustes, una semana después de perderse el follaje amarillo de los álamos.


Pinzón común Fringilla coelebs y herrerillo común Cyanistes caeruleus.    


sábado, 17 de noviembre de 2018

Sobre las cumbres calizas


Águila real, Aquila chrysaetos

Estoy concentrado en el vuelo sostenido del águila real. Planea como los buitres, sin embargo, no lo hace con mayor capacidad, sino con soberbia; afirmaría que asimilada por el poder ostentado sobre el resto de criaturas a lo largo del valle empantanado. Tiene la supremacía real para someter al resto de especies a su presión cinegética; hasta el búho real Bubo bubo, realeza de la noche, lo sabe y la teme.

El repiqueteo de unas piedras por el canchal me pone alerta. Es el ruido característico de algún mamífero caminando por la ladera que, al paso, con sigilo, las desplaza inevitablemente rompiendo su punto de equilibrio haciéndolas rodar. Pronto doy con él. Es un rebaño de cabra montés Capra pyrenaica hispanica caminando lentamente, cuyo frente dirige una hembra. Las más jóvenes sólo piensan en alcanzar el pasto que sacie su hambre, y los machos, también jóvenes, en un lugar tranquilo para descargar su fuerza contra el oponente y ganar la aceptación de las hembras para aparearse tras la victoria de la contienda. 
El ritual de combate lo llevan a rajatabla y, como puedo comprobar, con juego muy limpio. Ambos contendientes se dan tiempo, miden sus cornamentas, se elevan sobre sus extremidades posteriores y las chocan con fuerza provocando un gran estruendo, repetido por el eco debido al encajonamiento del lugar entre paredones calizos. Ahora, en época de celo, los ejemplares se dejan acercar más.



Bienvenida la estampa de esta especie que llena los montes del valle del río Huerva, antaño tan desolados y vacíos. Según los registros de los agentes de protección de la naturaleza, la expansión de la cabra montés llegó desde los Puertos de Beceite hasta este lugar allá por el año 2000; expandiéndose simultáneamente por el Sistema Ibérico hasta hoy. 


Excelente resumen documental en vídeo sobre el celo del macho montés; por el autor Javier Abrego García.

















Coronarse con grandes cornamentas es sinónimo de muerte. De este modo absurdo, termina la mayor cantidad de cabras montesas sus aspiraciones en la naturaleza; con el disparo fulminante de un cazador aventajado.


lunes, 12 de noviembre de 2018

En el valle del río Mesa




Al comienzo de una excelente mañana, de momento calmada de fuerte viento, escogí un buen lugar para observar la actividad de los buitres leonados; especialistas en el ahorro de energía de largos desplazamientos mediante el planeo.
Para ello, tuve que esperar la larga sesión solar de estas necrófagas, útil para sintetizar la vitamina D. Además, el soleamiento con las alas abiertas se relaciona con la lucha contra ectoparásitos y el mantenimiento del plumaje; también, en condiciones meteorológicas adversas (lluvia y frío) para la termoregulación. 
El impresionante canal calizo que cerca al río Mesa, acoge en sus repisas, oquedades y anfractuosidades multitud de especies rupícolas que en él buscan cobijo y espacios para anidar. Los más visibles por su tamaño son los buitres leonados, cuya silueta destaca en cualquier altozano. 

Villa de Calmarza


Cuando la temperatura sea la adecuada para la formación de corrientes térmicas, los buitres comenzarán a abandonar los puntos de reunión donde toman el sol, y seguidamente, prospectarán desde el cielo el vasto territorio en busca de alimento.


Al chocar el viento contra laderas y cortados forma una fuerte corriente ascendente que eleva cómodamente a estas aves veleras; otro método añadido al de las térmicas, para ganar altura sin esfuerzo.




El cañón del río Mesa es uno de los ejemplos más bellos de arquitectura kárstica del territorio español.



El Villar, donde se concentran los almacenes y pajares. Antaño, en las eras, con la utilización de trillos provistos de cortantes piedras de pedernal y tirados por mulos, se machacaba la caña del cereal y las espigas para separarlas del grano. En los pajares se guardaba la herramienta y la paja.





Tumbado boca arriba, puedo estar horas mirando a estas grandes rapaces de vuelo parsimonioso surcar el cielo con sus amplias alas hasta que desaparecen.





Desde el páramo calmarceño puede observarse la cumbre del Moncayo, ahora como se aprecia, completamente nevada.


Joven buitre leonado del año en vuelo a la izquierda de un adulto. 
(Tompson, 1991) sugiere que, en líneas generales, un plumaje juvenil poco llamativo podría funcionar como una señal honesta que indica subordinación, lo cual puede evitar conflictos al joven ante la competencia por los recursos disponibles.




Poco a poco el espectáculo de las carroñeras tomando altura se va desvaneciendo. Cuando alcancen la altura necesaria, cada uno tomará su ruta más conveniente.





"La altura alcanzada en estos vuelos de remonte puede ser considerable. Pennycuick observó a todas las especies de buitres de su área de estudio volando a altitudes de hasta 4.000 metros. El ave que ostenta el récord de altitud en vuelo hasta ahora registrado, probablemente sea un buitre moteado Gyps rueppelli; el 29 de noviembre de 1973 un ejemplar de esta especie chocó con un avión en su ascensión, a más de 12.000 metros de altitud sobre Costa de Marfil."
El buitre moteado o de Rupell, es algo menor que el buitre leonado.



Chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax, córvido habitual que forma bandos cuya voz atruena todos los rincones del cañón rocoso.



Una rapaz que puede pasar fácilmente desapercibida por su tamaño es el esmerejón Falco columbarius. Esta rapaz proveniente del norte de Europa inverna en espacios abiertos como páramos, etc. Hembra en vuelo.


Con la temporada de caza, las escopetas atruenan el monte convirtiéndolo en un lugar inestable. Los cazadores que escudriñan todos los espacios, levantan en este caso, al somnoliento búho real Bubo bubo cuyo descanso se ve interrumpido. Conocedor de su territorio, pronto se reubica entre los pinos.


La escasa águila de Bonelli no tiene buena relación con los buitres leonados a los que ataca, en ocasiones, con enorme violencia. Una de las razones teóricas de estos ataques es la del robo de sus nidos por parte de las necrófagas que crían con antelación.





No sólo los álamos entonados de amarillo son testigos del efecto otoñal. Además, hasta que no se escucha desde lo alto el coro de las grullas no percibo emocionalmente la sensación del otoño.


Puedo ver las grullas desde cualquier punto de la geografía española, sin embargo, ningún lugar motiva más mi admiración que su presencia sobre los cielos del cañón del río Mesa; allí sus voces resuenan amplificadas entre los laberintos calizos de grandes dimensiones.















LOS BUITRES IBÉRICOS
biología y conservación
José Antonio Donázar