viernes, 10 de julio de 2009

Una mañana de estepa

Mediana de Aragón (Zaragoza)



Cada amanecer en la estepa, tiene siempre una descarga diferente de color y formas. El juego de las nubes guardando un espacio para que asome el sol, nunca es el mismo, y el espacio horizontal infinito invita a disfrutar de su todavía pulcra lejanía.



A pesar de no estar en auge reproductor las aves que pueblan estas tierras tan difíciles,

no cesan con su voz, de inundar las abruptas y resecas lomas modeladas por el viento más que por el agua. El canto de los alaúdidos marca la diferencia sonora, aprovechando la carencia fanérica de sus plumajes ocráceos y pardos.

Alondras, collalbas, calandrias, cogujadas, terreras, y rocines, tienen establecido aquí su hábitat.



Balanceada por el viento esta rama de genista, arrastra y perfora la delicadísima capa de escasos nutrientes del suelo. Una estampa cruda de la sensibilidad propia del terreno.



Las características edáficas (relativo al suelo) y climáticas de este medio no facilitan la vida vegetal, lo que implica una gran especialización y adaptación biológica de las especies que, desarrollan sobre esta superficie su capacidad de supervivencia. Además de plantas como el albardín (Lygeum spartum), esparto (Stipa sp.), hay líquenes exclusivos como (Acarospora nodosa) y (Caloplaca fulgens) relegados a estas extremas condiciones.



En el ecosistema estepario, subsisten comunidades de medios salobres, pasando por un amplio abanico de situaciones vegetales entre las que se encuentran tamarizales, sisallares, ontinares, albadinales, romerales, o tomillares, favorecidos en gran medida por la acción transformadora del hombre en estas tierras.



Esta mole escarpada de arcilla roja, regala a nuestros ojos el colorido y la magia particular de este entorno tan diferente y castigado por la voracidad erosiva del cierzo y los cambios radicales de temperatura.



Las escasas oquedades disponibles, desatan verdaderas contiendas bélicas entre las aves arraigadas al lugar y, dispuestas a luchar por el derecho a la ocupación de esos espacios tan necesarios para cumplir con el ciclo reproductor.

Dentro del estirado hueco se aloja una hembra de cernícalo común, el pequeño halcón, tiene que vérselas con mochuelos, grajillas y chovas piquirrojas para conservar el puesto.

En 1979 un pito real nidificó en uno de estos taludes a dos metros de altura, y en 1988 un águila pescadora sobrevoló este recogido curso fluvial.



Y el milagro de la estepa se llama Ginel. Un recogido pero eficiente río capaz de abastecer con su caudal a una vega de unas 9000 hectáreas. Tiene una longitud de 11 km desde su nacimiento en la ermita de Santa María Magdalena, pasando por Mediana de Aragón y Rodén hasta desembocar en Fuentes de Ebro.



Se trata de una fuente artesiana, pozo, bajo una losa impermeable a través del cual, y por una diferencia de presión asciende el agua a la superficie. Tiene a su vez, una alimentación producida por pequeños manantiales que surgen en el contacto de arcillas rojas con los materiales yesíferos del relleno del valle.



Quizás, es la planta más representativa del marco estepario.

Como los cardos, el albardín (Lygeum spartum) no pierde su belleza estructural y fisonómica cuando se marchita.



El cardo yesquero (Echinops ritro) caprichoso en sus formas, también está en la estepa pero, en la zona cómoda, es decir, cerca del agua.



Ganga



Ortega

La ganga (Pterocles alchata), y la ortega (Pterocles orientalis), son dos de nuestros más bellos representantes de la llanura deforestada y convertida en falsa estepa.
Tienen un vuelo potente, acorde con su poderosa musculación pectoral, permitiéndoles recorrer velozmente largos tramos, y evadir en parte el sofocante calor establecido en estos lugares durante el estío.

No me cabe duda, del elogio merecido a este paisaje tan hostil y disciplinado de la estepa, donde la especialización se convierte en una dura prueba de supervivencia diaria para las criaturas que lo desafían.
Una auténtica belleza natural.

martes, 7 de julio de 2009

Mi mochuelo particular


Mochuelo (Athene noctua)


Esta rapaz nocturna, a pesar de su abundancia, es una especie a la que me gusta dedicarle horas de observación cuando no tengo ganas de caminar. Me siento en un lugar cómodo, a distancia prudencial y, a pasar el rato mirando como poco a poco, se va asomando al balcón de su oquedad el observador incansable.
Años atrás, este espacio fue utilizado como nido por las grajillas.



Abejaruco (Merops apiaster)

El año pasado, criaron varias parejas de abejarucos en el mismo talud que el mochuelo. Concretamente, entre el territorio de dos parejas de la mencionada rapaz, y tres jóvenes fueron devorados por ellos. Jóvenes que abandonaron el profundo espacio nidal quizá sin haber desarrollado completamente el plumaje, problema añadido a la inexperiencia de su corta edad. Los restos de sus alas y plumas, confirmaban el tributo pagado por ésta multicolor ave a las leyes de la cadena trófica.




Con sus vecinos los cernícalos comunes, no tiene ningún problema y, en ocasiones, cuando hay concentraciones de insectos voladores sean coleópteros o lepidópteros nocturnos, ambos se organizan para no estorbarse y sacar el máximo partido a este momento de abundancia.
Hay que ver, lo que recompensa un largo espacio de relajación y atención.





Simplemente observando...


sábado, 4 de julio de 2009

El monasterio de la naturaleza


A medida que el interior se desploma, se habilitan mediante mamparas de obra en piedra y yeso,
los espacios útiles como el presbiterio, con el efecto de poder utilizarlo como capilla.
La necesidad con la carencia, agudiza el ingenio.

Fernando, nos había comentado a Carlos y a mí, la ubicación de un nido abandonado de golondrina dáurica que, estaba adherido al techo del interior de un cobertizo. Una formidable obra de barro típica de esta especie, de la que apenas quedaba la huella del perímetro nidal construido cuando dimos con él.


Era una cita interesante por su rareza en este óptimo paraje, y como hábitat, apropiado.

La golondrina dáurica tiene las mismas medidas que su pariente más próximo la golondrina común, de la que se diferencia en vuelo, sobre todo, por el color crema del obispillo que posee la primera.

El nido concluido, es una verdadera atracción de la arquitectura aviar. Consta de una cámara circular provista de un largo túnel de acceso, todo ello, pegado al techo y en lugares cerrados con escasa luz.


Muros de mampostería.


Nos habló de unas ruinas perdidas a orillas de un pantano, una referencia estratégica para facilitar su localización.

La travesía, una vez abandonada la carretera, era bastante abrupta y desasistida. Si se desconocía su emplazamiento no era fácil llegar al lugar.

Este recogido y abrupto entorno de naturaleza salvaje, tenía un tramo tan inhóspito que, apenas había gente que lo hubiera recorrido, tanto por el monte, como por el río.


Vano en ladrillo de tres arquivoltas.

Debió de corresponder al habitáculo de las dependencias monásticas.


Siguiendo las indicaciones, las ruinas aparecieron como una exhalación al bordear una enmarañada revuelta. La imagen primera fue impactante, quedé atónito, desconcertado, apenas tenía reacción ante la obra tan sencilla entregada al regazo del olvido.

Un monasterio, una construcción austera rodeada de amplio espacio natural y belleza contrastada. Un placer para los sentidos.

Sus moradores no, no eran fantasmas, sino, el roquero solitario, los gorriones chillones, los mirlos, aviones roqueros… Ellos eran, los encargados de darle voz y vida.



Me relataron también, la impactante secuencia del búho real ululando sobre el promontorio rocoso pegado a las ruinas, visto y escuchado durante una noche de acampada.

Qué estampa tan bucólica.



El monasterio está situado a orillas del río Huerva, en la provincia de Zaragoza, junto al castillo de Alcañicejo. Presenta este último, una triste exposición ruinosa mucho más deteriorada.

Fue edificado durante el siglo XIII para la cabecera sur, y en fechas más avanzadas para el resto. Se hizo para albergar una comunidad de monjes del cister. En su día, fue el primer monasterio cisterciense de Aragón, conquistado por Alfonso I El Batallador, y por cuyas estancias pasó el Cid Campeador.

En 2002, fue declarado, Bien del Patrimonio Cultural de Aragón. Es uno de los templos románicos más desconocidos de esta tierra.



Sin duda, un terreno edificado y tallado artesanalmente por el hombre, utilizado en el medievo de la religión y las cruzadas y, devuelto a su original propietaria, la naturaleza. Engalanándola para siempre con el arte y siglos de esplendor, a pesar de su decadencia estructural.



Columnas y capiteles soportando la carga de la nervadura. En el interior de sillares y, exterior en ladrillo.


Ventanal realizado en ladrillo y paramentos, en mampostería rejuntada y enlucida.
Detalle de la moldura contorneando el ventanal.


Puerta compuesta por seis arquivoltas de ladrillo, abocinada y decorada con una línea de imposta en piedra arenísca, en parte expoliada.

miércoles, 1 de julio de 2009

viernes, 26 de junio de 2009

Despensas del búho real ( I )




No hay duda de la pasión indiscreta que siento por el búho real. Reconozco, sentir como muchos naturalistas, una predilección señalada hacia una especie en particular, aún disfrutando conjuntamente de todas las demás.
Ya comenté en la entrada (búhos reales y buitres leonados jóvenes) los desplazamientos de los jóvenes búhos por el territorio paterno.
Les he visto abandonar sus escondites al crepúsculo, caminar y calar sobre objetos múltiples interpretándolos como futuras presas. Han desafiado al fuerte viento experimentando con su frágil cuerpo y, lo han moldeado con forma aerodinámica para sacar todo el rendimiento de estabilidad al medio aéreo.

Recuerdo la redondeada cima de un pequeño y escarpado cerro, coronado por varias sabinas rastreras dispersas. El cierzo soplaba desesperadamente, y el juego del pequeño búho era: dejar al viento embestirle mientras ascendía vertiginosamente para, descender después suavemente la rapaz, hasta la sabina. Se posaba y la sujetaba con firmeza, sin soltarla, como una cometa, y de nuevo a volar. Desconectaba con la rama soltándola súbitamente, lo que le proporcionaba un impulso extra.
Este fue su juego de aprendizaje durante largos minutos disfrutando, no me cabe la menor duda.

El búho real, tiene por costumbre ocultar el excedente de presas en época de cría cuando estas, rebasan el cupo necesario aportable al nido. Esta vez, la oportunidad era única.
El posadero D”, (una sabina rastrera ahuecada en su interior), albergaba media liebre depositada por el búho real. El arbusto situado al borde del cortado de unos “20 metros de altura”, presentaba el lugar ideal para entrar y salir con seguridad el ave, al comienzo o final de su jornada de caza.

Cuando terminaba la instalación de la T 90, a la que encomendé el trabajo fotográfico, salió la hembra de búho de un lugar cercano. Era cerca de las 21´00 horas y le correspondía salir en busca de alimento. Emitió unos chasquidos de protesta al verme en la zona de su despensa y el resto... viene a continuación por medio de diapositivas escaneadas a formato digital. Reconozco que la calidad es baja, pero el documento para mí, no tiene precio.



Cuarto trasero de gazapo oculto por otra hembra de búho real en un territorio distinto.
El ejemplo de marcaje con deyección al lado del resto de presa, es el mismo.



21 -06 -1992 Cortados del valle medio del río Huerva.
Hembra de búho real accede al lugar donde situó su presa. La parte anterior habrá sido consumida por ella previamente.
El círculo blanco, indica la posición de los cuartos traseros de la liebre y, el amarillo, un detalle a tener en cuenta; es un excremento de la rapaz nocturna señalando la proximidad de la carne.
Como este ejemplo, conservo varios archivados en la carpeta de; “Ahí están”.

Vicenzo Penteriani y María del Mar Delgado (CSIC ), en septiembre de 2008, descubrieron el significado territorial de las blancas heces expuestas en puntos culminantes por estas rapaces, como aviso de su ocupación a congéneres rivales. Pero no comentan nada al respecto sobre, la señalización de presas estratégicamente ocultas para consumo posterior. Su afortunado estudio, da pie a esta curiosa hipótesis creo, que bien encaminada.



En esta imagen, parece calcular mirando como referencia “la blanca deyección”, donde reposan los restos de la presa.
Con la sensibilidad de las plumas filiformes a ambos lados del pico, va palpando como los gatos con su bigote táctil el cerrado perímetro, donde hallará seguidamente
el ansiado bocado.



La hembra, alcanza la presa.
Si los pollos no volaran, les llevaría la carne al nido.
La colaboración de la hembra en la captura de presas mayores para avituallar a los pollos cada vez más grandes, es fundamental.

También el macho utiliza esta técnica durante la incubación de la hembra, o cuando los pollos son más pequeños, pero su labor en este caso es, la de controlar los límites de su territorio.



El joven volantón siguiendo la estela de su progenitora, aprende los pasos que encierran esta costumbre previsora de su especie, guardándola en su memoria genética.



Los pasos son los mismos. Aterrizaje, atención a la marca y localización del alimento.



La elocuencia de la imagen lo dice todo. A pesar de la impertinencia del flash, la carne de la liebre fue consumida en su totalidad.



El 6 -02 -1993, observé a la hembra medio agachada en su vistosa oquedad de nidificación de amplias dimensiones y sin arbusto de entrada. La desazón me invadió al comprobar el mal aspecto físico que la rapaz presentaba, tenía el plumaje ahuecado.

Una semana después, vi la oquedad vacía y traté de localizarla. Tras capturarla al final de un débil y corto vuelo, fue trasladada al centro universitario de veterinaria, donde murió a causa de un envenenamiento veinte días más tarde.


martes, 23 de junio de 2009

COLLADOS DEL RÍO ASÓN



Es uno de los valles más agrestes, majestuosos y recónditos de Cantabria. Destaca por sus imponentes macizos calizos, en cuyo interior, albergan una extraordinaria riqueza espeleológica, así como monumentales bosques de hayas, robles, y encinas, los más destacados de la zona oriental de Cantabria.


El río Asón, en el nacimiento de los collados de su mismo nombre, se deja caer en una espectacular línea acuosa desde 90 metros de altura, en pleno corazón del Parque Natural.


Disfrutemos en silencio y con todos los sentidos alerta, para envolvernos en este acogedor paisaje, agreste, altivo y sugerente