Cada amanecer en la estepa, tiene siempre una descarga diferente de color y formas. El juego de las nubes guardando un espacio para que asome el sol, nunca es el mismo, y el espacio horizontal infinito invita a disfrutar de su todavía pulcra lejanía.
A pesar de no estar en auge reproductor las aves que pueblan estas tierras tan difíciles,
no cesan con su voz, de inundar las abruptas y resecas lomas modeladas por el viento más que por el agua. El canto de los alaúdidos marca la diferencia sonora, aprovechando la carencia fanérica de sus plumajes ocráceos y pardos.
Alondras, collalbas, calandrias, cogujadas, terreras, y rocines, tienen establecido aquí su hábitat.
Balanceada por el viento esta rama de genista, arrastra y perfora la delicadísima capa de escasos nutrientes del suelo. Una estampa cruda de la sensibilidad propia del terreno.
Las características edáficas (relativo al suelo) y climáticas de este medio no facilitan la vida vegetal, lo que implica una gran especialización y adaptación biológica de las especies que, desarrollan sobre esta superficie su capacidad de supervivencia. Además de plantas como el albardín (Lygeum spartum), esparto (Stipa sp.), hay líquenes exclusivos como (Acarospora nodosa) y (Caloplaca fulgens) relegados a estas extremas condiciones.
En el ecosistema estepario, subsisten comunidades de medios salobres, pasando por un amplio abanico de situaciones vegetales entre las que se encuentran tamarizales, sisallares, ontinares, albadinales, romerales, o tomillares, favorecidos en gran medida por la acción transformadora del hombre en estas tierras.
Esta mole escarpada de arcilla roja, regala a nuestros ojos el colorido y la magia particular de este entorno tan diferente y castigado por la voracidad erosiva del cierzo y los cambios radicales de temperatura.
Las escasas oquedades disponibles, desatan verdaderas contiendas bélicas entre las aves arraigadas al lugar y, dispuestas a luchar por el derecho a la ocupación de esos espacios tan necesarios para cumplir con el ciclo reproductor.
Dentro del estirado hueco se aloja una hembra de cernícalo común, el pequeño halcón, tiene que vérselas con mochuelos, grajillas y chovas piquirrojas para conservar el puesto.
En 1979 un pito real nidificó en uno de estos taludes a dos metros de altura, y en 1988 un águila pescadora sobrevoló este recogido curso fluvial.
Y el milagro de la estepa se llama Ginel. Un recogido pero eficiente río capaz de abastecer con su caudal a una vega de unas 9000 hectáreas. Tiene una longitud de
Se trata de una fuente artesiana, pozo, bajo una losa impermeable a través del cual, y por una diferencia de presión asciende el agua a la superficie. Tiene a su vez, una alimentación producida por pequeños manantiales que surgen en el contacto de arcillas rojas con los materiales yesíferos del relleno del valle.
Quizás, es la planta más representativa del marco estepario.
Como los cardos, el albardín (Lygeum spartum) no pierde su belleza estructural y fisonómica cuando se marchita.
El cardo yesquero (Echinops ritro) caprichoso en sus formas, también está en la estepa pero, en la zona cómoda, es decir, cerca del agua.
Ganga
Ortega
La ganga (Pterocles alchata), y la ortega (Pterocles orientalis), son dos de nuestros más bellos representantes de la llanura deforestada y convertida en falsa estepa.
Tienen un vuelo potente, acorde con su poderosa musculación pectoral, permitiéndoles recorrer velozmente largos tramos, y evadir en parte el sofocante calor establecido en estos lugares durante el estío.
No me cabe duda, del elogio merecido a este paisaje tan hostil y disciplinado de la estepa, donde la especialización se convierte en una dura prueba de supervivencia diaria para las criaturas que lo desafían.
Una auténtica belleza natural.