Los mustélidos son carnívoros extraordinariamente juguetones porque parece probado que, durante la infancia y la juventud de estos animales -tremendamente agresivos y perfectamente dotados para dar muerte a sus víctimas- los juegos permiten un contacto entre los distintos miembros de las familias, que van inhibiendo su agresividad natural, como una válvula de escape a su violencia potencial.
No tenemos nada que objetar a tales consideraciones etológicas mientras no se incluya en ellas al más hermoso, inteligente y lúcido de los mustélidos: La nutria. Porque durante los muchos años que he convivido con nutrias, durante las interminables horas que he dedicado a su observación y a su filmación, las he visto poner en práctica sistemas de juego que pueden, no tener nada que ver con la inhibición de la agresividad y tratarse, más bien, de la materialización de un infinito torrente de recursos psíquicos -me atrevería a decir que imaginativos- que la nutria parece obligada a liberar con los más insólitos, ingeniosos y divertidos juegos.
Una bonita hembra española, llamada Lola por los miembros de mi equipo, vivía en un pozo cristalino del río Dulce. Su juego favorito consistía en sumergirse verticalmente, coger una piedra con sus recias zarpas, subir a la superficie con toda celeridad, colocar la piedra sobre el dorso de sus corto hocico, extender violentamente el cuello para lanzar la piedra hacia el cielo, seguir su trayectoria con la vista, esperar que el proyectil cayera nuevamente al agua para lanzarse entonces en una rapidísima inmersión y recuperarla antes de que tocara fondo. La nutria pasaba mañanas enteras entregada a este fascinante ejercicio, que no era más que uno de los infinitos recursos de Lola, de Teo -el macho que la acompañaba- o de cualquiera de las muchas nutrias que he conocido.
Los toboganes, los juegos del escondite, el "que te cojo" el "waterpolo" con madera flotante o cualquier otra actividad por asombrosa que parezca pueden entretener a las nutrias durante sus interminables sesiones de juego.
Félix Rodríguez de la Fuente
Cuaderno de Campo nº 49, pequeños carnívoros (II)
En recuerdo del equipo de El Hombre y la Tierra.