domingo, 16 de marzo de 2014

13 HORAS FRENTE A UN NIDO DE BÚHO REAL

Es fácil resumir las 13 horas frente al nido de búho real sólo con ésta imagen; así de sencillo. Pero, para hacerlo, hay que disfrutarlas minuto a minuto. Es la grandeza de la observación paciente.
He trabajado esta semana en una guardería infantil, pintando de diferentes colores los paños de la fachada de ladrillo del exterior e interior del patio de recreo. Mientras pintaba abstraído, se abrió de repente una puerta de donde salió como el torrente librado de una presa un turbulento batallón de pequeñas criaturas humanas estridentes y jubilosas. La primera conexión, la mirada; ese noble gesto universal con el que interactuar con ellos y adivinar parte de sus inquietudes. Y, después de su tierna expresión de curiosidad… un ¡hola! individualizado, casi por turnos. Así, sucesivamente, me respondía uno tras otro. Como se agradece la sinceridad de los niños con esa máxima expresión de nobleza en su incisiva mirada, y cuánto se echa de menos esta educación en ciertos vecinos de la comunidad con los que te cruzas a diario.  Supongo que os preguntaréis, qué tiene que ver la introducción de unos simpáticos cachorros humanos con el búho real. Pues bien, a mí me viene a la mente algo primordial: la ingenua carita de un niño cuando duerme o cuando saluda, como reflejando en ella el no haber roto nunca un plato. Esto es (guardando las distancias) extrapolable a la de la hembra de búho real con los ojos cerrados mientras descansa segura en su oquedad nido con la misma estampa; tierna por el día, y un diablillo por la noche (cosas mías).


El 20 de febrero pasado, tal como sospechaba, después de haber escuchado al macho marcar el territorio desde su atalaya rocosa, pude oír un sonido ronco y tenue pero audible; era la contestación que emite la hembra cuando incuba o cuida de sus retoños.Al día siguiente, la localicé en una oquedad accesible y, desde una distancia de unos cien metros haciendo uso de los 60 aumentos del telescopio la vi echada en su cubil. Como acostumbra la especie, me recibe entreabriendo los ojos con un grado de cierto recelo. Basta con permanecer en el lugar sin ejecutar movimientos rudos y la rapaz entrará en un estado de seguridad y sosiego aceptando la ubicación fija del observador. No falla, cuando la distancia es la adecuada (cuanta más mejor) y utilizada asiduamente para todas las demás ocasiones desde el mismo punto, la rapaz se comportará con naturalidad. Si nos obcecamos en conseguir un lugar excesivamente cercano para ganar calidad de imagen, sólo veremos a un ave rígida, temerosa, que no moverá ni los párpados, y estará pendiente continuamente del observador sin otro menester. Por no hablar del riesgo que entraña esta conducta tan irresponsable.Han sido 13 horas frente al nido de búho real, divididas en cuatro días para observar detenidamente durante el paso de las mismas la influencia indirecta de otras especies perturbadoras de su descanso por ser enemigos potenciales, como también, posibles presas algunas de ellas.

Sólo el escándalo del cuervo atacando al águila real parece captar su atención
El día 21 de febrero sólo estuve una hora para analizar la adecuada distancia y comprobar que la hembra la aceptaba sin recelo. Esa misma hora presencié el ciclo nupcial completo del halcón peregrino (Falco peregrinus). El macho capturó, creo, una paloma zurita y la entregó a la hembra. En el encajonado cañón calizo el alboroto de los peregrinos era tremendo, por ello, seguidamente, miré por el telescopio la reacción de la hembra de búho real incubando que procesaba los sonidos con su fino oído; nada, la reina estaba completamente relajada y eso, a pesar del escandaloso griterío. Ni siquiera los halcones repararon en mi presencia.
El 7 de marzo escogí cuatro horas continuas de la tarde. A las 16´17 horas pasó un bando de unas 130 grullas (Grus grus) vocingleras que tampoco incomodaron a la rapaz, como tampoco lo hicieron los cuervos (Corvus corax) ni los dos zorros frente al cortado, uno de ellos, por cierto, atacado por sarna sarcóptica: la enfermedad es causada por un ácaro altamente infeccioso que se mete justo debajo de la superficie de la piel del animal. En fin, el 8 y el 9 del mismo mes en horario matinal, ni el halcón peregrino atacando a los cuervos, ni las chovas atacando al halcón peregrino, como tampoco el vuelo estruendoso de los buitres leonados accediendo al nido hicieron mella en el descanso de la hembra de búho real. Solamente el ataque de un macho de cuervo muy enojado a un águila real adulta de paso consiguió acaparar algo más su atención, por lo visto, el grado de voz era mas fuerte de lo habitual.La oquedad nido está bastante baja, es profunda y discreta, lo que le proporciona un lugar seguro ante posibles hostigadores. He comprobado que, por lo menos en estas fechas, no le da el sol a ese rincón en todo el día y eso no anima a muchas especies a deambular por esa zona fría de umbría. Todas las especies mencionadas buscaban el sol.
El territorio de esta pareja de búhos es bastante pobre en presas potenciales de las que se alimenta normalmente, por lo tanto, recurren a todo tipo de víctimas accesibles del entorno, presas variadas e interesantes por su escasa frecuencia. Iré comentándoos, si suceden, acontecimientos curiosos de esta pareja de búhos reales desde este incomparable marco natural de impresionantes moles calizas.
El mismo nido abandonado tras la cría en 2010
Entre las presas mas llamativas figuraba esta extremidad posterior de graduña (Martes foina)
Búho real en su posadero. La fotografía se hizo con el telescopio y la rapaz mostraba por la abertura de sus párpados una alarma de intensidad creciente. No abandonará el escondite por miedo a sus enemigos, por lo tanto, la observación de un ave estresada no lleva a ninguna parte. Lo mejor es abandonar o alejarse.

domingo, 16 de febrero de 2014

BEM-TE-VI Pitangus sulphuratus

GREAT KISKADEE Pitangus sulphuratus. The common name in Portuguese comes from the characteristic call: “bem-te-vi”.


No le resulta complicado llamar la atención cuando se exhibe en su territorio.

Recupero algunas aves fotografiadas del viaje a Brasil que quedaron guardadas en el archivo. En este caso el bem-te-vi, un pájaro con antifaz negro, de pecho y vientre amarillo que me recordó por su color y belicosidad contra otras aves de su entorno a la oropéndola. He visto oropéndolas atacar, saliendo de la fronda arbórea como flechas, a córvidos como cornejas y grajillas que simplemente pasaban por su territorio; así es también este guerrero con sus vecinos, tremendamente irascible.El bem-te-vi en Brasil y benteveo en Argentina, es un paseriforme de 23 cm de longitud perteneciente a la familia de los tiránidos. Frecuenta espacios abiertos, con arbolado y zonas acuáticas. Muy habitual en medios antropógenos aprovechando los lugares de parques y jardines. Se distribuye desde el sur de Estados Unidos y Centroamérica hasta el norte de Argentina. Es un atrapamoscas muy conocido, poseedor de una potente voz que le dio precisamente el curioso nombre onomatopéyico de bem-te-vi y benteveo en sus respectivos países.Aunque su alimentación es básicamente insectívora, su robusto pico le permite cazar presas de mayor porte como crías de otras aves, ranas, lagartijas y roedores.
Construye un nido esférico en lo alto de los árboles, con pequeñas ramas y utilizando plumas y materiales suaves donde depositará de cuatro a cinco huevos que solo la hembra incubará durante 15 o 17 días. Los pollos son alimentados por ambos progenitores y abandonan el nido al cabo de un mes aproximadamente. 
BENTEVIZINHO DE PENACHO VERMELO Myiozetetes similis

 
SOCIAL FLYCATCHER Myiozetetes similis
En el momento de la foto y sin moverse de su apoyo, el atrapamoscas capturó una abeja con una agilidad espectacular.

El nombre brasileño de bentevizinho como su diminutivo indica, posee con 16 cm de longitud un tamaño menor que el de su pariente el ben-te-vi. Esta especie también pertenece a la familia Tyranidae, con rasgos descriptivos de coloración y morfología similares y sin dimorfismo sexual. El bentevizinho habita los bosques dispersos de baja densidad y perímetros boscosos, plantaciones y zonas pantanosas. También está presente en los parques y jardines. Está extendido desde el noroeste de México hasta el noroeste de Perú, el sur de Brasil y el noroeste de Argentina.
Se alimenta de insectos, que caza al vuelo y de presas similares obtenidas entre las rocas y escarbando en la tierra; también de pequeños invertebrados acuáticos, y ocasionalmente peces de pequeño tamaño. Come además frutos que recolecta de árboles y arbustos ornamentales de parques urbanos y jardines.
El nido suele construirlo sobre un arbusto, árbol o edificio; está hecho de ramas y paja con una entrada lateral. Buscan la cercanía de nidos de avispas, abejas y hormigas o, de otros congéneres para poder protegerse. La hembra pone de 2 o 4 huevos de color blanco cremoso, moteados de pardo y de morado sobre la extremidad más gruesa. La incubación la realiza sólo la hembra y dura unos quince días. Los pichones son alimentados por ambos padres y abandonan el nido al cabo de 20 a 22 días.



martes, 11 de febrero de 2014

LA RATONERA Buteo buteo

Common buzzard Buteo buteo
 La espera dentro de un habitáculo oscuro sin otro punto de vista que el visor de la cámara se hace francamente tedioso, sobre todo, si no hay ni un alma que acierte a pasar delante del objetivo. Para una persona como yo la paciencia en estos casos es bastante limitada, no así, fuera de espacios cerrados donde puedo aguantar durante horas mirando al mismo punto. Comento esto, algo desanimado, por la impaciencia que me caracteriza cuando me encierro en un hyde y no hay movimiento alrededor del cebo. 
Hasta que las cornejas no se presentan graznando, las rapaces, que conocen sobradamente su comportamiento, no se apuntan al festín. Aunque son competidores oportunistas saben que con más ojos vigilantes la seguridad en el lugar se incrementa, por ello, córvidos y rapaces marcan una establecida tregua para colaborar, dentro de un orden, a la hora de repartirse los restos de comida. Los córvidos, usualmente son los primeros en llegar, regentan territorios mas recogidos y localizan mejor los restos de cualquier animal -no precisan del estímulo que los active ante el movimiento de su presa como ocurre en las rapaces- ello es interpretado infaliblemente por ratoneros, milanos negros, reales y aguiluchos laguneros sobre todo. La cuestión es que perdí la paciencia, y cuando quise recoger el equipo, las cornejas advirtieron mi presencia y no pude dar marcha atrás; ya no bajaron. Había cerca una pareja de ratoneros alborotando en vuelo como es habitual en las rapaces emparejadas, inundando su territorio con acrobacias demostrativas de su destreza voladora y, la escuchaba con atención. El macho acertó a posarse en una de las ramas del campo fotográfico pero, el motor del enfoque lo ahuyentó. Seguidamente lo hizo la hembra, posándose en el mismo punto; también se percató del enfoque y salió volando, por fortuna, el único disparo quedó guardado en la tarjeta de la cámara. A través del visor, durante ésas milésimas de segundo, la pupila del ratonero atravesó con fijación el objetivo de la cámara conectando con la mía. Es lo mejor que me llevé aquel día; la preciosa mirada de la hembra de ratonero y su deslumbrante collar.


sábado, 8 de febrero de 2014

PATO HAVELDA Clangula byemalis

Long-tailed Duck Clangula byemalis Swimming in a tank of water.
Entre semana Fernando me dijo que todavía, después de algo más de dos meses desde su primer avistamiento, continuaba viéndose el pato havelda. Aprovechamos la nula afluencia de gente precisamente en horas laborales para no agobiar al ave. El primer plumaje había cambiado notablemente y la belleza del mismo se hacía patente. Su hábitat de cría se encuentra entre las lagunas de la tundra y, de éste espécimen, no tengo clara su procedencia. El havelda, pato buceador, busca su alimento en aguas claras y halla condiciones adecuadas en muchas partes del Báltico. Su principal alimento son cangrejos y diversas especies de bivalvos.
Depósitos de agua (Zaragoza) 






Goodbye...


martes, 28 de enero de 2014

Domingo Trujillo quería ver el búho real

Dibujos a lápiz de búho real (Bubo bubo)

Conocí a Domingo por mediación de otros compañeros pajareros. Aparte de una gran pasión por las aves, traía desde su Canarias natal y casi como novedad, el empeño de localizar el mayor número de especies posible de murciélagos en la geografía aragonesa. Entonces, esta rama zoológica, apenas movía el interés de “cuatro” estudiosos en la península. Cuando coincidimos en mas salidas al campo, él me comentó, sabiendo que yo era un acérrimo seguidor del búho real, si era posible acompañarme durante alguna observación controlada con la intención de verlo a placer. Aquel año de 1985, tan sólo hacía unos meses que lo había visto por primera vez, sin embargo, tras 17 observaciones entre salidas y entradas tanto al atardecer como al amanecer, pensé que algo conocía de la trayectoria del búho real hacia su cazadero.
Hice un cálculo rápido de mis observaciones de acampada por aquellas tablas de labor abandonadas, donde los manzanos, lucían la necrosis de sus ramas moribundas y la inexistente atención del hortelano los arrastraba hacia la muerte. Recostado y oculto al lado del río, al pie de aquellos bosquetes galería de enormes olmos frondosos, antes del estrago de la grafiosis, miraba con atención la salida del búho real rumbo a su cazadero. Mirando el cortado calizo frontalmente, la rapaz siempre desaparecía por mi lado izquierdo, hacia el páramo, y no veía nada más por que los cortados me lo impedían. Era el único dato disponible para hacer una espera en condiciones.

Barranco del río Huerva (Zaragoza) 2 de agosto de 1985

Una vez en marcha, Domingo me insistía una y otra vez sobre las posibilidades de ver al búho real, contestándole que, en la zona donde nos íbamos a ubicar por las ocasiones presenciadas desde el fondo del barranco, estaba seguro de que lo veríamos pasar sobre el campo elegido. Sin problemas.
Atravesando laderas de romero, punzantes aliagas, sabinas y enebros alcanzamos el altivo punto clave. El calor era notable. A nuestras espaldas quedaba el cauce del río y la huerta abandonada, quizá, por el difícil acceso con maquinaria, antaño abordada y laboreada con mulos. Y, a nuestros pies, se expandía un enorme campo segado de cereal con bastante luminosidad, la superficie por donde debía pasar el ansiado búho real. Nos ocultamos en lo más alto. Pegado a mi espalda había un enebro de algo más de metro y medio, frente a mí estaba Domingo y, tras él, una frondosa sabina negral. Ambos arbustos quedaban en línea guardando el perfil de la loma, proporcionándonos una pantalla protectora. Pasaba el tiempo y, no era sólo Domingo quien se impacientaba, puesto que mis coordenadas y mi supuesta experiencia, aunque joven, quedaba en entredicho. Mi orgullo se resentía a medida que la penumbra cerraba poco a poco las escasas posibilidades de luz. Sin embargo, no paraba de cavilar, convencido de haber presenciado el habitual recorrido de la gran estrigiforme en la misma dirección varias veces. No me podía fallar. Llegó un momento en el que rendidos ante la evidencia, bajamos la guardia y empezamos a comentar vivencias sucumbiendo a la monotonía del aguardo. A las 21´38 horas apenas quedaba luz y, entonces, se rompió el silencio, un súbito encontronazo con la copa del enebro a mis espaldas me puso la carne de gallina. A continuación, puede ver dos enormes garras colgando y unas enormes alas agitadas con fuerza por el cuerpo del búho real que pasó muy justo sobre nuestras cabezas cuando mas distraídos estábamos. Acto seguido, mientras la rapaz se alejaba en cuestión de segundos comprobé como la cara de Domingo quedó desencajada, puesto que él, vio a la rapaz de frente y se llevó la peor parte del susto. Después de lo ocurrido, con voz apresurada y entrecortada, me comentaba que su corazón, muy revolucionado en ése momento, estaba a punto de estallar. Le entendí perfectamente, no era para menos después de semejante aparición inesperada.

La causa de la coincidencia.

Semanas más tarde al cambiar de observatorio para dominar ampliamente el territorio del gran duque, descubrí que en el lugar donde nos ubicamos, aquel enebro, era el cantadero del macho de búho real. Ésa fue la razón por la que pudimos verlo mejor de lo esperado, gracias a la fidelidad de estas rapaces a su posadero predilecto. Lo vi durante algunos años mas ulular desde dicho enebro, incluso, después de ser abrasado por un incendio años más tarde. El búho real continuó utilizando sus ramas tiznadas aun estando seco. Jamás lo sospeché pero, con ironía le dije a Domingo, sonriendo, -ves, te dije que lo verías bien-. 





viernes, 3 de enero de 2014

El esmerejón (Falco columbarius): una rapaz discreta




Las atalayas preferidas del esmerejón están siempre en lugares bajos
Para definir la fuerza de esta portentosa rapaz o, microrapaz, dado el minúsculo tamaño del macho, tendríamos que alinearla con el sprint del guepardo por su capacidad de generar velocidad pura mediante el creciente esfuerzo físico de su batir de alas, y no mediante picados veloces de máxima nota dejándose caer como hace el halcón peregrino, considerado el animal más veloz del planeta. Quien haya visto al esmerejón perseguir o cazar a una presa sabrá que el concepto de velocidad pura viene avalado por su enorme fortaleza muscular al desplazarse, capaz de acelerar con potentes brazadas hasta conseguir su objetivo. Domina como nadie el vuelo a baja altura.
Quiero que disculpéis la mala calidad de las imágenes de este pequeño cazador invernal venido de la tundra y captadas en un día gris; aunque bien merecen la pena por lo curioso del momento en que se hicieron, ya que secaba las plumas de la cola abriéndola en abanico.
Los que hicieron el servicio militar, entenderán la angustia que suponía vivir un año alejado de sus actividades cotidianas, lejos del contacto familiar y de los amigos; a pesar de conseguir otros nuevos, también entrañables.
Para los que además de ver fotos os atrevéis a leer las entradas, os dejo una observación asombrosa por su espectacularidad, precisamente, dentro del cuartel militar. No la olvidaré jamás.
 Hoyo de Manzanares (Madrid) 3 enero de 1985
Me tocó junto a otros compañeros la última guardia de mi quinta en el cuartel. Todavía está fresca en mi mente la visión bulliciosa y agitada de mi reemplazo por su “licenciatura militar” con “La Blanca” en sus manos, seguidos atentamente desde la barrera de la entrada principal por donde accedían los altos mandos. No puedo describir la agonía devorándome por dentro al ver a todos vestidos de calle y, yo, con dos horas por delante de guardia y de mili.
Me gustaba mirar el enorme edificio de mando custodiado por unas enormes píceas, y la amplia explanada del patio de armas. Pasaba las horas vigilando y observando las especies de aves que por allí se desplazaban. Los gorriones siempre estaban conmigo a todas horas, pululando con libertad para entrar y salir del recinto. Los gorriones revoloteaban precavidos entre las ramas y el suelo donde trataban de hallar alimento. La tensión era tan alta cuando salían al exterior de la protectora fronda vegetal que, bastaba con que uno de ellos abandonara asustado el lugar sin causa justificada para que el resto lo siguiera sin contemplaciones; así, durante todas sus salidas cotidianas. No importaba si era o no falsa alarma, lo importante era estar atentos para salir volando. Aquella vez, reventó de nuevo el grupo pero, con tintes más dramáticos. Aquí sólo contaba el azar, escogiendo cada uno el escondite que su instinto en décimas de segundo le permitió asimilar; lo primordial era desaparecer del escenario. Fue un macho al que vi mas desesperado y, por consiguiente, el ejemplar que optó por la peor salida. No se ocultó de inmediato y prefirió escapar rápidamente sorteando los enormes árboles del edificio de mando ganando mi posición al pasar delante de la barrera de entrada al cuartel. Su expresión era dramática cuando me sobrepasó a dos metros de distancia seguido por una pequeña rapaz que le ganaba terreno por segundos. Era el esmerejón, frío como el filo cortante de su pico y sus garras, atento, acechante y paciente para aprovechar y optimizar el esfuerzo de su lance mortal. En una carrera que duró segundos, el macho de esmerejón atajando en un ajustado giro, golpeó fuerte con sus garras al desventurado gorrión aturdiéndolo y, mientras caía en barrena sin control, fue capturado súbitamente antes de llegar al suelo. Con el gorrión en sus garras el pequeño halcón gris se alejó a ras del terreno.
Cuando me quise dar cuenta, ya estaba vestido con la ropa de civil y la mili cumplida.  

Intermitentemente, la rapaz extendía las rectrices para potenciar su secaje