Y después del blanco, el negro; aunque en principio, el
negro, iba antes que el blanco. Otra vez, como siempre, los milanos se fueron,
desaparecieron con su sello discreto tan característico hace unos días. Apenas
unas concentraciones en el soto levantaron mi sospecha como prueba de su
presunto viaje de vuelta. Otra vuelta, otro año más u otro año menos, según se
mire para unos o para otros. El caso es, que de nuevo, los milanos negros se
fueron. Les preparé la última comilona del año, sabiendo que haría falta la
presencia de otra especie para animarlos a bajar. Esa es, como siempre, la intrigante
espera en el escondite ¿quién será el primer catador?...en este caso, una
hembra de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) preciosa, como sus ojos
ambarinos.
En un lugar diferente, como hago cada vez que monto el hyde,
deposité despojos de carne para realizar algunas fotos, preferentemente de
milanos negros (Milvus migrans). Simplemente, con disfrutar de la presencia de laguneros
y milanos o de lo que sea, me considero satisfecho. El momento de espera no fue
tedioso al aparecer temprano el lagunero, dando paso su presencia, a la bajada
de los desconfiados milanos negros. La variedad de especies en estos casos es
siempre limitada, conocida de sobras pero, con el aliciente de alguna sorpresa
en el comportamiento de cualquiera de ellas. Destacaría la belleza y variedad
de los plumajes juveniles de los milanos negros, así como su comportamiento
tranquilo ante la comida, sobre todo, con la dominancia del lagunero que, en
una ocasión, tuvo que estirar la garra para que ninguno se acercara más de la
cuenta. Uno de los jóvenes era tan novel que tenía fijación con el pico de los
demás comensales, como esperando ser cebado por cualquiera de ellos.
Antes de emprender el vuelo, satisfechos por la oportunidad
de comer, me sorprendió su mirada fija hacia los restos de carne; quién sabe si por memorizar la localización o, el reparo por
abandonarla….
Poses intimidatorias de la lagunera. No fue muy severa
con los pipiolos.
Mirando los despojos después de saciarse. Tiene las plumas tan bien ordenadas que me recuerda a los
dibujos de Olegario del Junco.
Limpieza del pico contra la rama seca. Poco le falta a este ejemplar para alcanzar el bello
plateado de la cabeza.
Que pena no poder averiguar de su propio pico cuál es la razón de
esa última mirada a la carne que se queda después de la satisfacción de
llenar el buche.