Me vais a permitir hacer un pequeño inciso entre la fauna
brasileña para incorporar un encuentro reciente con este animal tan especial.
Seguramente para mi amigo Carlos, el paréntesis sea de agradecer, pues ya me reprochó
la insistencia sobre las continuas entradas de la fauna del país suramericano.
Hace unos días, recibí una llamada comunicándome la captura de una gineta (Genetta genetta). La intención de su receptor tras hacerse cargo de ella, era de liberarla lejos del lugar de origen como efecto disuasorio ¿Por qué?...pues sencillamente, porque había matado unas cuantas gallinas en un cercado apartado del pueblo donde el dueño las guardaba, por lo visto, en un espacio bastante abordable para este implacable vivérrido.
La gineta, cuando llegué, permanecía depositada en el
interior de un terrario, cómoda y a buen recaudo por su incondicional cuidador.
Las gracias típicas de asombro por una criatura audaz de este tipo no se hicieron
esperar… ¿Has acariciado su suave lomo? No, pero prueba tú si quieres…Las
bromas, reflejaban nuestra desmesurada admiración, animadas por el compendio de
cualidades de éste portentoso y despiadado cazador. En efecto, ganas de
acariciarla no nos faltaban a ninguno de los dos, pero, la velocidad relámpago
del carnívoro apenas nos daría tiempo para otra cosa que no fuera la de sentir
su dentición arcaica, aunque no por ello, menos efectiva, capaz de taladrar
nuestra carne de un certero mordisco.
Es una pena y, me duele, cada vez que alguien pierde alguno
de sus animales de granja habiendo invertido parte de su tiempo y dinero. Los
carnívoros apenas tienen, cada día que pasa, presas que consumir y, la
facilidad para asaltar despensas humanas, hacen de ellas un bocado tentador
para los predadores oportunistas de lo asequible. Y, como exponía Félix Rodríguez de
La Fuente en
el capítulo del lobo; “y el hombre, defiende su carne”…Es la lucha eterna del
hombre por salvaguardar sus intereses contra otros competidores; el problema
es, que todos sus intereses ocupan la totalidad del planeta.
Esta gineta concretamente, por razones que debo omitir,
salvó su vida, pero también debo decir que muchas otras son liquidadas al caer en
trampas ideadas para tal efecto. Al trampeo, le sigue la muerte de su incauta
víctima en la totalidad de las provincias españolas que, todavía, hacen uso de
ésta despreciable modalidad de alimañeros.
En el momento de liberarla, ninguno de los dos optamos por
utilizar la cámara, teníamos el convencimiento de quedarnos sin ninguna de las
dos posibilidades si apostábamos por la fotografía. A veces, la observación
directa, sí asegura un momento irrepetible con total garantía pero,
concentrarse con la máquina y sus parámetros de control no garantizan una buena
foto y, lo peor, puede dar al traste con una gran secuencia vista.
Cuando el transportador estaba en el lugar adecuado, lo orientamos hacia un espacio abierto próximo al río, aprovechando la cobertura protectora del soto. Se abrió la ajustada rejilla y dudó la gineta apenas décimas de segundo, seguidamente, se impulsó sobre la tierra con sus retráctiles garras para salir literalmente volando. Brincó primero la abundante maraña arbustiva del cauce del río, lo cruzó a nado veloz y hábilmente fruto de su fortaleza física, abandonando el agua con agilidad por unas ramas secas colgantes de zarza sujetas a un talud vertical hasta desaparecer finalmente entre la espesura del arbolado.
Una vez terminó todo, nos miramos atónitos, sabiendo de lo
que este animal era capaz físicamente pero, sin imaginar cómo.
El origen incierto con el que se especula la procedencia de
la gineta, tiene tres vertientes; dos de ellas por colaboración humana: pudo
ser introducida por los fenicios, comerciantes especializados y grandes
conocedores del Mediterráneo; y por los musulmanes, cuando invadieron nuestro
país en el siglo VIII pudieron utilizarlas como bellas cazadoras en sus palacios.
Sea como fuere, queda la otra opción interpretada como la más lógica: la
existencia en el mioceno de una conexión entre África y la Península Ibérica que permitiría el acceso a la gineta; sin embargo, no se han
encontrado evidencias fósiles que lo confirmen. Ojala fuera ésta última la hipótesis
real, puesto que, de momento, sólo tendrían la presión de los alimañeros de los
cotos de caza; de lo contrario, se añadiría también la del comando exterminador
de especies invasoras.
Suerte gineta.