Culebra lisa meridional (Coronella girondica). La mayoría de los ejemplares tienen como media los
Escamas dorsales.
Ayudada por la reseca vegetación, la culebra bastarda ha dejado su antigua piel.
No pudo ser. Es lo que tiene un post en suspense, y este sábado pasado lo comprobé. No he querido adulterar la realidad omitiendo por honestidad el desenlace final y definitivo del pequeño búho. Quería informaros entre otras cosas como ejemplo de lo acaecido, la dificultad de supervivencia que sufren incluso los poderosos durante esta fase vital tan delicada. La pequeña rapaz nocturna, sospecho que no pasó de la segunda noche. En el mismo lugar donde la deposité, unas pocas plumas agarradas a un reseco tomillo me dieron la pista inexorable. Lo demás, es una larga serie de hipótesis que ya no me interesan. Ahora, la muerte del pequeño búho, reforzará las posibilidades de éxito del segundo.
Desgraciadamente, la cadena trófica en el campo no siempre transcurre como una historia con final feliz, ni siquiera, para los que habitan el ático de la pirámide ecológica; y si así fuera, de ningún modo lo sería para sus víctimas. La muerte del pequeño búho supondrá un leve respiro a sus potenciales presas que, podrán recuperarse de esa presión cinegética ejercida sobre ellas por los búhos adultos al atender a un pollo menos. Ahora, los progenitores tendrán más tiempo con menos esfuerzo y más eficacia para dedicárselo.
Después de observar al primogénito, reconozco que está muy desarrollado, fuerte y receloso. Nada más verme a gran distancia se ocultó rápidamente. Buena señal y buenos reflejos.
Me comentan otros seguidores del búho real que, la inexistencia de la primavera causada por fríos y abundantes lluvias persistentes, han mermado notablemente el curso normal de la reproducción en prácticamente casi todas las criaturas silvestres. Por lo visto, también hay crisis en el mundo animal. El búho real, es uno de los mejores bioindicadores del estado poblacional de la caza en los territorios donde habita.
Dejó de ser casualidad al darme cuenta la tercera vez; cuando observé al halcón peregrino (Falco peregrinus) lanzarse a la captura de las veloces palomas bravías (Columba livia) después de haberlas ahuyentado a mi paso en uno de los rincones más agrestes y recónditos que conozco del río Huerva. No se inmutó ante mi presencia, sino todo lo contrario. Era para él, trascendental mi aparición, y de este modo, levantándole las palomas de las repisas, podía atacarlas encubierto por el alboroto y el desorden establecido. Así, le aumentaba las posibilidades de captura. Una extraña simbiosis, sin duda. La rapaz se aprovechaba de mi acción involuntaria y yo, de la espectacular secuencia ofrecida por un grandísimo volador.
Como decía: después de revolotear las palomas a media altura del cortado rocoso, apareció el peregrino. Las bravías seguidamente, se posaron. Comenzó la rapaz acelerando paulatinamente su vuelo con un profundo batir de alas, hasta situarse a mitad del cortado. Trazando una marcada y apresurada trayectoria horizontal pegado a la roca enlazó el lado derecho con el final, donde descansaban las columbiformes. Una vez alcanzado el punto de encuentro, se dejó ver, provocando la estampida de todas ellas. Aún se permitió adornar con un elegante rizo el ataque, para reventar teóricamente el compactado bando y confundir a sus componentes. Seleccionar y aislar al ejemplar más lento, peor volador o despistado, era su cometido. Tras localizarlo, el halcón encadenó una fugaz persecución que no alargó en exceso, debido sobre todo, a la potencia de vuelo y capacidad maniobrera de la que hizo gala la esquiva paloma.
Esta dinámica cinegética de lances infructuosos, se repitió hasta diez veces durante quince minutos.
El halcón peregrino jugó con el efecto súbito y continuado del ataque, tratando de evitar la cohesión del grupo de palomas y así confundirlas, facilitando por esta vía su posible captura. La fortaleza física de estas fitófagas, y una perfecta coordinación en el vuelo agrupado (similar al flocking de estorninos), hizo finalmente desistir de su empeño al más veloz de los halcones.
No siempre gana el cazador. Si así fuera, nuestro cielo carecería de esta emblemática y no menos espectacular voladora; la paloma bravía. Ésta, para evadirse de sus ataques, ha evolucionado paralelamente junto a este enemigo tan señalado mediante el desarrollo y fortaleza de su musculatura pectoral y su recio plumaje. En cierto modo, similar al del halcón peregrino para cazarla.
-Aquellas palomas que osan abandonar la protección de los pueblos o ciudades para unirse a grupos salvajes de palomas bravas, son las primeras víctimas del halcón peregrino. La falta de precisión en el vuelo unida a su baja fortaleza física, pasa a estas inocentes e inexpertas aves una severa factura.
El contenido craneal y los músculos pectorales son las partes habituales consumidas por los halcones.
Eso pensé el sábado por la mañana, cuando después de ver el día ventoso y desapacible, decidí visitar a las vaquillas. Está claro que, con el río Ebro de por medio.
Hacía dos semanas que las observé desde el mismo lugar, centrando mi mirada en tres animados zorros que deambulaban por el prado de la ribera. A su aire. Me chocaba la curiosidad con que se detenían en la orilla, fijándose detenidamente en los aparatosos coletazos de enormes carpas enfrentándose entre sí. Pensaba quizá que, el marcado impulso instintivo, les animara a saltar a por alguna de ellas pese a su gran tamaño. Pero sólo fue curiosidad.
Uno de los raposos, somnoliento, se tumbó al sol, y al paso de los bovinos, se incorporó tras ser marcado y advertido por sus cuernos. Al zorro, no le quedaba alternativa, sólo levantarse y hallar otro acomodo.
Casualmente, no llevaba cámara de fotos.
Pero como decía, este sábado si que tuve la idea de llevarla conmigo. Y, sentado frente a la finca, tomé unas relajantes fotografías de estos animales, que vistos en un espacio campestre y con verdes pastos, reflejan tranquilidad y contagian sosiego. Esta vez, sólo un zorro apareció fugaz en el escenario ribereño.
Recogido y preparado en un escondido abrigaño, tuve la fortuna de disfrutar de otras criaturas que quisieron participar como modelos de la naturaleza. La intención única, era la relajación.
Semanas después, desgraciadamente; no para mí, sino para las pobres reses, la saña y el desfogue de la multitud humana, las convertirán en el punto de mira de la crónica atracción de los pueblos que atesoran esta penosa tradición vaquillera.
Es una suerte presenciar las internadas de las gaviotas patiamarillas (Larus cachinnans) por el caudaloso curso del río Ebro.