lunes, 3 de agosto de 2009

Agentes de la naturaleza



Este pasado sábado, de los cuatro interesantes reportajes de Informe Semanal, uno estaba dedicado a la tragedia de los incendios forestales. Algo tiene el bosque cuando arde que provoca en la gente tras el desgaste desolador de la impotencia, la rabia y el brote desenfrenado de las lágrimas.

El fuego, se lleva parte de la historia de los pueblos, y el fin del bosque, nos hace recapacitar sobre la soledad de nuestro futuro.


En el reportaje, reconocí a José Luís Lagares, a quién hacía tiempo, no veía. Era el agente forestal de la zona, persona encargada de velar por el espacio natural donde se encuentra una de las creaciones más fantásticas de la naturaleza: Los Órganos de Montoro (Teruel). Prominentes agujas calizas que apuntan al cielo, simulando un gigantesco órgano tubular pétreo.

Como decía; José Luís es batallador, entregado, y sobre todo, amante de la naturaleza, de su tierra y de su gente.


Lo comprobé por primera vez, en un debate de televisión acerca del problema de las grullas con los sembrados, exponía mediante férreos argumentos la defensa de estas aves viajeras. Su idea era: la protección y observación para disfrute público de La Laguna de Gallocanta, donde hacen escala.

Dejó contra las cuerdas y sin reacción alguna, al jefe del Servicio de Vida Silvestre de la Dirección General de Aragón (DGA), y al resto de los contertulios. Francamente, arrollador.


Entre otras tantas acciones defensoras del patrimonio natural, coincidí también con él, cerca de Ejulve, en la captura de unos furtivos cazadores de pajarillos en plena faena, tenían las redes puestas en una balsa de abrevar el ganado. Casualmente, uno de los guardias civiles del Seprona, era también un fascinado amante de las aves, y la detención tras la fuga de varios de ellos, convirtió la acción gracias a su convicción y perseverancia, en el triunfo de esta batalla contra la impunidad del furtivismo.

Gran cantidad de pajarillos de campo abierto, fueron felizmente liberados.


José Luís, ha recibido muchas amenazas de este tipo de gente, desconociendo sus reacciones futuras y creándole una cotidiana incertidumbre incómoda y estresante.

Al final de la jornada en el reportaje, la angustia de la tragedia le desmorona ligeramente. Las lágrimas, eran tan reales como la devastadora voracidad del fuego.


jueves, 30 de julio de 2009

Despensas del búho real (II)



Familia de lirones a la entrada de su cubil, ubicado a 150 centímetros de la base del roquedo.
En la entrada, yacían los restos sin cabeza de un joven de culebra bastarda, sospecho que en vida, con intención depredadora hacia los inquilinos.


La primera parte de este tema, dejó claramente de manifiesto la desconocida conducta del búho real referente a sus despensas, a pesar de ser la rapaz
con más horas de estudio dedicadas, sobre todo, a su alimentación.
Gracias a los análisis de egagrópilas de Antonio Donázar (CSIC), Valentín Pérez Mellado (1980), Olsson (1979), Bondel y Badan (1976), y Heimo Mikkola (1974) entre otros; los más fácilmente impresionables, hemos quedado prendados ante el poder depredador del gran búho real (Bubo bubo).
En la última entrega, veremos alguna de las presas recién capturadas por el rey de la noche y guardadas en despensas provisionales.
Ahora quiero comentar algo sobre el lirón careto (Eliomys quercinus) protagonista de esta segunda parte, y no os dejéis engañar por la cándida expresión de este bello y simpático roedor que lo es, pero con alguna oscura laguna francamente espeluznante.
Es este un habitante típico del ecosistema mediterráneo, con unas cualidades morfológicas deslumbrantes que le permiten desenvolverse hábilmente tanto por los bosques, como trepando por las rocas, sencillamente una agilidad comparable a la heredada por la ardilla. Un roedor situado entre los 45 y 120 gramos (peso este último, cercano al del estado letárgico). Este paréntesis, consta de un período de inactividad invernal de noviembre hasta abril y, otro estival o “estivación” entre julio y agosto. El segundo, cuando no tienen la obligación de criar a su prole.
Voy a centrarme en la materia concerniente a la alimentación, muy variada dada su dieta omnívora. Según Carlos Sanz (Periplo) en su artículo sobre el lirón careto; estudios realizados en La Estación Biológica de Doñana indicaron que más del 80 % de su dieta es de origen animal (59,4% insectos; 13,3% arañas, escorpiones y otros invertebrados; 3,4% cera y miel; 5,2% pequeños vertebrados), mientras que los vegetales suponían tan sólo el 18,6% de los alimentos consumidos.
Lo más impactante es el enorme porcentaje de consumo animal en un roedor.
Es entonces cuando comprendo la verdadera misión suicida del lirón careto. No es casualidad su cómica aparición posterior, precedida por el paso fugaz del búho real cuando este accede a su presa depositada la noche anterior y que, abandona asustado por el relámpago de la cámara.
Al ver la secuencia una y otra vez, empecé a encajar las piezas despejando mis dudas, comprendiendo que la casualidad de los lirones hallados en las cercanías de los posaderos de búho real no era pura coincidencia. Así se gestó en este documento insólito, mediante el azar, la dinámica oportunista de tan menudo parásito comensal del hombre y como no, del búho real.



Macho de búho real penetra en la oquedad donde depositó la mitad trasera de una liebre. No se ve, porque fue imposible montar el equipo con vistas a la presa. Tampoco veía conveniente cambiarla de lugar para no falsear la escena.
A diferencia de la hembra, su consorte salió a tal velocidad que la cámara no tuvo tiempo de activar el flash.


El círculo blanco, marca la ubicación de la vitualla, almacenada detrás de las piedras.
El lirón se acerca por la derecha, con prudencia.


Esta escena, habla por si sola. Como un perro de caza, el lirón marca la posición de la pieza. Si era habitual visitante de esta despensa, con la frecuencia de utilización de la misma por el búho, la familia de enmascarados habrá satisfecho sus necesidades holgadamente.


Una instantánea casual y descriptiva del terrible y crudo hábito depredador del lirón careto. Tal vez este ratón de campo buscando refugio dio con la boca del cubil del lirón, pues la oquedad estaba repleta de sus excrementos.
En la época de celo, los violentos enfrentamientos entre los machos para conseguir a las hembras, pueden acabar, dado su acentuado carnivorismo, en un cruento final de la contienda, devorando el vencedor al derrotado.
También tras el letargo, si el macho despierta antes que la hembra, esta puede ser atacada y muerta para saciar su hambre.

viernes, 10 de julio de 2009

Una mañana de estepa

Mediana de Aragón (Zaragoza)



Cada amanecer en la estepa, tiene siempre una descarga diferente de color y formas. El juego de las nubes guardando un espacio para que asome el sol, nunca es el mismo, y el espacio horizontal infinito invita a disfrutar de su todavía pulcra lejanía.



A pesar de no estar en auge reproductor las aves que pueblan estas tierras tan difíciles,

no cesan con su voz, de inundar las abruptas y resecas lomas modeladas por el viento más que por el agua. El canto de los alaúdidos marca la diferencia sonora, aprovechando la carencia fanérica de sus plumajes ocráceos y pardos.

Alondras, collalbas, calandrias, cogujadas, terreras, y rocines, tienen establecido aquí su hábitat.



Balanceada por el viento esta rama de genista, arrastra y perfora la delicadísima capa de escasos nutrientes del suelo. Una estampa cruda de la sensibilidad propia del terreno.



Las características edáficas (relativo al suelo) y climáticas de este medio no facilitan la vida vegetal, lo que implica una gran especialización y adaptación biológica de las especies que, desarrollan sobre esta superficie su capacidad de supervivencia. Además de plantas como el albardín (Lygeum spartum), esparto (Stipa sp.), hay líquenes exclusivos como (Acarospora nodosa) y (Caloplaca fulgens) relegados a estas extremas condiciones.



En el ecosistema estepario, subsisten comunidades de medios salobres, pasando por un amplio abanico de situaciones vegetales entre las que se encuentran tamarizales, sisallares, ontinares, albadinales, romerales, o tomillares, favorecidos en gran medida por la acción transformadora del hombre en estas tierras.



Esta mole escarpada de arcilla roja, regala a nuestros ojos el colorido y la magia particular de este entorno tan diferente y castigado por la voracidad erosiva del cierzo y los cambios radicales de temperatura.



Las escasas oquedades disponibles, desatan verdaderas contiendas bélicas entre las aves arraigadas al lugar y, dispuestas a luchar por el derecho a la ocupación de esos espacios tan necesarios para cumplir con el ciclo reproductor.

Dentro del estirado hueco se aloja una hembra de cernícalo común, el pequeño halcón, tiene que vérselas con mochuelos, grajillas y chovas piquirrojas para conservar el puesto.

En 1979 un pito real nidificó en uno de estos taludes a dos metros de altura, y en 1988 un águila pescadora sobrevoló este recogido curso fluvial.



Y el milagro de la estepa se llama Ginel. Un recogido pero eficiente río capaz de abastecer con su caudal a una vega de unas 9000 hectáreas. Tiene una longitud de 11 km desde su nacimiento en la ermita de Santa María Magdalena, pasando por Mediana de Aragón y Rodén hasta desembocar en Fuentes de Ebro.



Se trata de una fuente artesiana, pozo, bajo una losa impermeable a través del cual, y por una diferencia de presión asciende el agua a la superficie. Tiene a su vez, una alimentación producida por pequeños manantiales que surgen en el contacto de arcillas rojas con los materiales yesíferos del relleno del valle.



Quizás, es la planta más representativa del marco estepario.

Como los cardos, el albardín (Lygeum spartum) no pierde su belleza estructural y fisonómica cuando se marchita.



El cardo yesquero (Echinops ritro) caprichoso en sus formas, también está en la estepa pero, en la zona cómoda, es decir, cerca del agua.



Ganga



Ortega

La ganga (Pterocles alchata), y la ortega (Pterocles orientalis), son dos de nuestros más bellos representantes de la llanura deforestada y convertida en falsa estepa.
Tienen un vuelo potente, acorde con su poderosa musculación pectoral, permitiéndoles recorrer velozmente largos tramos, y evadir en parte el sofocante calor establecido en estos lugares durante el estío.

No me cabe duda, del elogio merecido a este paisaje tan hostil y disciplinado de la estepa, donde la especialización se convierte en una dura prueba de supervivencia diaria para las criaturas que lo desafían.
Una auténtica belleza natural.

martes, 7 de julio de 2009

Mi mochuelo particular


Mochuelo (Athene noctua)


Esta rapaz nocturna, a pesar de su abundancia, es una especie a la que me gusta dedicarle horas de observación cuando no tengo ganas de caminar. Me siento en un lugar cómodo, a distancia prudencial y, a pasar el rato mirando como poco a poco, se va asomando al balcón de su oquedad el observador incansable.
Años atrás, este espacio fue utilizado como nido por las grajillas.



Abejaruco (Merops apiaster)

El año pasado, criaron varias parejas de abejarucos en el mismo talud que el mochuelo. Concretamente, entre el territorio de dos parejas de la mencionada rapaz, y tres jóvenes fueron devorados por ellos. Jóvenes que abandonaron el profundo espacio nidal quizá sin haber desarrollado completamente el plumaje, problema añadido a la inexperiencia de su corta edad. Los restos de sus alas y plumas, confirmaban el tributo pagado por ésta multicolor ave a las leyes de la cadena trófica.




Con sus vecinos los cernícalos comunes, no tiene ningún problema y, en ocasiones, cuando hay concentraciones de insectos voladores sean coleópteros o lepidópteros nocturnos, ambos se organizan para no estorbarse y sacar el máximo partido a este momento de abundancia.
Hay que ver, lo que recompensa un largo espacio de relajación y atención.





Simplemente observando...


sábado, 4 de julio de 2009

El monasterio de la naturaleza


A medida que el interior se desploma, se habilitan mediante mamparas de obra en piedra y yeso,
los espacios útiles como el presbiterio, con el efecto de poder utilizarlo como capilla.
La necesidad con la carencia, agudiza el ingenio.

Fernando, nos había comentado a Carlos y a mí, la ubicación de un nido abandonado de golondrina dáurica que, estaba adherido al techo del interior de un cobertizo. Una formidable obra de barro típica de esta especie, de la que apenas quedaba la huella del perímetro nidal construido cuando dimos con él.


Era una cita interesante por su rareza en este óptimo paraje, y como hábitat, apropiado.

La golondrina dáurica tiene las mismas medidas que su pariente más próximo la golondrina común, de la que se diferencia en vuelo, sobre todo, por el color crema del obispillo que posee la primera.

El nido concluido, es una verdadera atracción de la arquitectura aviar. Consta de una cámara circular provista de un largo túnel de acceso, todo ello, pegado al techo y en lugares cerrados con escasa luz.


Muros de mampostería.


Nos habló de unas ruinas perdidas a orillas de un pantano, una referencia estratégica para facilitar su localización.

La travesía, una vez abandonada la carretera, era bastante abrupta y desasistida. Si se desconocía su emplazamiento no era fácil llegar al lugar.

Este recogido y abrupto entorno de naturaleza salvaje, tenía un tramo tan inhóspito que, apenas había gente que lo hubiera recorrido, tanto por el monte, como por el río.


Vano en ladrillo de tres arquivoltas.

Debió de corresponder al habitáculo de las dependencias monásticas.


Siguiendo las indicaciones, las ruinas aparecieron como una exhalación al bordear una enmarañada revuelta. La imagen primera fue impactante, quedé atónito, desconcertado, apenas tenía reacción ante la obra tan sencilla entregada al regazo del olvido.

Un monasterio, una construcción austera rodeada de amplio espacio natural y belleza contrastada. Un placer para los sentidos.

Sus moradores no, no eran fantasmas, sino, el roquero solitario, los gorriones chillones, los mirlos, aviones roqueros… Ellos eran, los encargados de darle voz y vida.



Me relataron también, la impactante secuencia del búho real ululando sobre el promontorio rocoso pegado a las ruinas, visto y escuchado durante una noche de acampada.

Qué estampa tan bucólica.



El monasterio está situado a orillas del río Huerva, en la provincia de Zaragoza, junto al castillo de Alcañicejo. Presenta este último, una triste exposición ruinosa mucho más deteriorada.

Fue edificado durante el siglo XIII para la cabecera sur, y en fechas más avanzadas para el resto. Se hizo para albergar una comunidad de monjes del cister. En su día, fue el primer monasterio cisterciense de Aragón, conquistado por Alfonso I El Batallador, y por cuyas estancias pasó el Cid Campeador.

En 2002, fue declarado, Bien del Patrimonio Cultural de Aragón. Es uno de los templos románicos más desconocidos de esta tierra.



Sin duda, un terreno edificado y tallado artesanalmente por el hombre, utilizado en el medievo de la religión y las cruzadas y, devuelto a su original propietaria, la naturaleza. Engalanándola para siempre con el arte y siglos de esplendor, a pesar de su decadencia estructural.



Columnas y capiteles soportando la carga de la nervadura. En el interior de sillares y, exterior en ladrillo.


Ventanal realizado en ladrillo y paramentos, en mampostería rejuntada y enlucida.
Detalle de la moldura contorneando el ventanal.


Puerta compuesta por seis arquivoltas de ladrillo, abocinada y decorada con una línea de imposta en piedra arenísca, en parte expoliada.

miércoles, 1 de julio de 2009