viernes, 5 de noviembre de 2010

Como de la noche, al día

Siempre que observo a una lechuza (Tyto alba), el sentido de su imagen desemboca en el recuerdo fiel de un pacto indeleble con los animales, acaecido años atrás.

Por aquel entonces, todavía era un chavalillo demasiado rural y algo bruto con los animales, como correspondía a los niños asilvestrados en aquellos tiempos de los años setenta, al estar exentos de otras diversiones que no fueran las de saquear nidos de pájaros en el campo. Pescabas, cogías cangrejos, ponías cepos o memorizabas todos los nidos que ibas descubriendo para envidia de los demás. Comentar el conocimiento de nidos de rapaces te daba un caché especial, con el que podías alardear sobradamente delante de tus amigos. Sé, que no era completamente ajeno a cierta pasión ejercida por todos los bichos que por el monte pululaban; sin embargo, tampoco era consciente del mal que les ocasionaba con mi conducta reprobable.

Un día ventoso de las casi siempre aguadas semanas santas y tras dos días consecutivos de llovizna intermitente e impertinente, coincidí en un refugio natural fruto de la erosión de un talud de tierra con un ave que conocía sobradamente, y que jamás vi con tanta emoción como en el momento señalado. Los latidos revolucionados me dejaron parado y con la respiración contenida, evité cualquier movimiento brusco que pudiera ahuyentar al ave agazapada y desbaratara por lo tanto aquel fantástico encuentro. Se trataba de una preciosa lechuza común, trémula y empapada. Su plumaje brillaba como la seda, y codiciaba mi mirada el color canela, gris y dorado de su dorso, junto al blanco puro de su zona ventral. Lucía tan agrisada, y canela incluso de cara, que parecía de la subespecie Tyto alba guttata de distribución europea. Todavía le quedaban filamentos del plumón de cría. Sus ojos, cien veces más sensibles que los del ser humano eran negros, negros como la profundidad de su mirada y, asistidos por unos oídos asimétricos ocultos entre el acorazonado disco facial compuesto de una pantalla de minúsculas plumas entrecruzadas; dichos oídos, estaban extraordinariamente capacitados para percibir cualquier sonido por muy bajo que éste fuera. El manto de plumas provistas de infinidad de filamentos con textura aterciopelada, le proporcionaban la insonoridad eficiente para sorprender a sus víctimas mediante un vuelo silencioso. Y, completaban el equipamiento excepcional sus extremidades posteriores, que eran largas y emplumadas hasta el nacimiento de los dedos, los cuales, terminaban en unas punzantes y perforadoras uñas mortales para sus presas y temibles para sus enemigos.

Toda esta serie de argumentos morfológicos extraídos de los libros de fauna, pasaban por mi cabeza cuando cogía a la desafortunada rapaz nocturna, compendio de todas las cualidades mencionadas. Por lo tanto, a partir de aquel momento mi concienciación fue instantánea, debido sobre todo a la atención urgente que el ave requería. Me impliqué y me responsabilicé definitivamente desde entonces eliminando de raíz aquellos deplorables hábitos anteriores.

Este recuerdo no pretende exponer solamente mi experiencia personal con una lechuza, sino algo mucho más importante; aprender de la lección imperecedera con que la vida me obsequió en ese preciso momento, para disponer a posteriori de lo estrictamente necesario.

 
Está experimentalmente demostrado que la lechuza común depende básicamente del oído para concretar con éxito sus lances de caza. Esta rapaz es capaz de capturar un ratón con los ojos tapados, dependiendo únicamente del oído para orientarse.

viernes, 29 de octubre de 2010

Una gineta (Genetta genetta)



He visto alguna vez ginetas en cautividad, pero no tienen ni el encanto ni la frescura de los ejemplares libres. De hábitos nocturnos, es raro sorprenderlas durante el día si no es levantándolas casualmente de algún encame. Seguramente, recordaréis los programas de la serie de Félix Rodríguez de La Fuente El Hombre y La Tierra, el capítulo dedicado a “la bella matadora”, donde esta especie poseedora de una prodigiosa morfología, mostraba el portento de una agilidad sin límites por la aparente facilidad con la que daba alcance a sus presas entre el ramaje desnudo de las copas de los árboles, saltando incluso, de árbol en árbol. Las uñas semirretráctiles se aferraban a la madera como estiletes, y su abultada cola, le servía de timón durante los vertiginosos saltos. Esta especie de gato alargado, paticorto, de afilado morro y pelaje tachonado, posee una poblada y llamativa cola caprichosamente anillada que luce un contrastado negro y gris amarillento, así como en el resto de su cuerpo. Es el regalo que supuestamente nos hizo el Islam, uno de los mejores, traído por los árabes a nuestro país, quizá, para la caza de ratones en sus deslumbrantes y solariegas mezquitas y palacios. Pero cabe pensar que, tal vez, fueran presa de la hermosura de este vivérrido, y deslumbrados por su atractiva librea lo integraran en los diáfanos patios de rumorosas fuentes otorgándole la nobleza del halcón, para que la bella gineta ornamentara con su vitalidad los arcos de herradura, lacerías y arabescos, en definitiva, todos los interiores mágicos de las más fantásticas creaciones arquitectónicas de la mano del hombre artesano.


La primera vez que tuve la fortuna de ver a la escurridiza gineta, salió de un enebro al pie de un cortado rocoso de unos quince metros de altura, subió por la roca como una exhalación, dejándome estupefacto la estela de su tupida y blanquinegra cola durante el ejercicio prodigioso de su capacidad trepadora. Desapareció con la brevedad e intensidad que deja una estrella fugaz



Las pupilas verticales sobre un fondo pardo oscuro, delatan la visión nocturna de este mamífero carnívoro presente en toda la península ibérica.

sábado, 23 de octubre de 2010

Nacimiento del río Pitarque.


- Las majestuosas fachadas pétreas que encajonan al cristalino río Pitarque acompañan al paseante protegiéndolo del viento y el sol, apoyadas como no, por la exuberante vegetación.


Pitarque es un pueblo de la comarca del Maestrazgo (Teruel), situado a una altitud de 999 metros. Al pueblo se accede a través de la carretera TE-V-8042. El recorrido hacia el nacimiento del río es un enriquecedor paseo de 4 kilómetros por una senda muy agradable, que comienza desde el pueblo que lleva su mismo nombre. La duración es de unas tres horas ida y vuelta, dependiendo del tiempo dedicado al disfrute de la ruta. Remontando el camino en la margen izquierda del río, topamos con la ermita de la Virgen de la Peña, muy recogida y lugar de descanso. En la vegetación de ribera cabe destacar el espeso bosque galería de chopos, sauces y fresnos; a medida que ascendemos encontramos avellanos, arces, quejigos y servales; finalmente, carrasca con boj coronados por la presencia de pino negral en espacios de mayor altitud. Este magnífico cañón fluviokárstico se estrecha considerablemente a medida que alcanzamos la surgencia del río Pitarque, de aguas limpias e increíblemente transparentes. Hay una importante población de buitre leonado y cabra montés; también con suerte, se puede sorprender a la nutria, al mirlo acuático y otros animales habituales de esta zona mediterránea que, vosotr@s tenéis que descubrir si caéis por aquí.



- Las caprichosas formas de la roca caliza, ambientan y alimentan la mirada atónita de los amantes del arte y belleza de la espectacular arquitectura de la naturaleza.




- El cauce artificial de riego que parte desde el azud próximo al nacimiento del río, deja caer sus aguas a causa de su deterioro, complaciendo con su juego de luces a este tramo de la senda.



- Espacio acuático de rápidos, apropiado para el mirlo de agua y los escasos cangrejos de río autóctonos.



- El primer desnivel del agua nada más abandonar la oscuridad de las entrañas de la montaña.



- Y, el nacimiento. La vida y el palpitar de un río que, como muchos, son despreciados con el arrojo de basuras de todo tipo a medida que atraviesan las poblaciones humanas.



- Buitre leonado (Gyps fulvus)


- Alimoche (Neophron percnopterus)

domingo, 17 de octubre de 2010

PPSOE y su cultura


El toro, sujeto en cultura por el PSOE.

(Diario Público y el gratuito 20Minutos, son antitaurinos)


Las espinas de una rosa, la pica, las banderillas, la espada y la puntilla, de la mano hipócrita. Las dos caras de la rosa.

lunes, 11 de octubre de 2010

Ortegas (Pterocles orientalis)



La calma de la mañana se refleja por el amanecer sin prisas de un tímido sol, que comienza a iluminar un nuevo día fuera de la época de cría de muchas aves. Los aláudidos, fringílidos y otras aves que ya no están, concluyeron con sus voces territoriales, reemplazadas ahora por la brevedad de los reclamos dispersos por un páramo salpicado de romeros, tomillos, aliagas y sabinas que dejan de manifiesto, la monotonía vegetal de este desabrigado paisaje. Una hora después de amanecer, comienzo a escuchar las voces emblemáticas del páramo, son las de los bandos de ortegas, que avanzan aceleradas cortando el aire con el agitado aleteo de su audible y veloz vuelo cuando me sobrepasan fugaces. Van directas seguramente a sus abrevaderos habituales, a los que se desplazan desde distancias que pueden superar los cincuenta km. El agua, es muy necesaria para ellas y sus pollos, puesto que suplementa la escasez hídrica que obtienen de semillas y brotes vegetales de los que se alimentan por estos terrenos tan secos.

En España las poblaciones son sedentarias, aunque si efectúan movimientos trashumantes. Llegado el invierno, se concentran en bandos que pueden alcanzar los 50 ejemplares. Los pastizales secos, eriales y cultivos de secano (preferentemente los de cereal y en barbecho), reúnen las preferencias habitables para esta especie.


Comportamiento en el bebedero


Hay una gran tensión palpable entre los ejemplares que van llegando a beber; una vez posadas las ortegas, emiten una suave voz líquida y apaciguadora. Al coincidir varios individuos presentándose en parejas o en reducido número, se forman grupos apartados de la orilla esperando un turno prudente para acceder al agua. Tal vez sacien su sed, no las aves que llegaron primero, sino las que parecen estar más sedientas y desesperadas. Digo esto, porque hay ortegas que abandonan la balsa incluso sin llegar a beber, puede que, por un exceso de recelo capaz de hacerles aguantar hasta otra próxima ocasión que no dejarán escapar. Esta situación en la que domina cierto nerviosismo, proporciona posiblemente una vigilancia rotativa. Tan sólo les basta unos segundos para saciarse y, súbitamente, impulsadas con su musculatura pectoral excepcional, levantan el vuelo casi en vertical, emitiendo su particular reclamo con más fuerza si cabe, como estallando por la presión nerviosa acumulada después de soportar la tensa permanencia en un lugar de alto riesgo como son las balsas.




- Un macho de ortega con el plumaje del cuello algo estropeado acude cautelosa a la orilla.



- Las ortegas más decididas van acercándose lentamente a por su ración de agua







- La inmersión del plumaje ventral mientras bebe, provoca una sensación de alivio en la ortega. Aunque disponen de una coraza antitérmica en el vientre capaz de aislarles de suelos tórridos (soportan hasta 60 grados de temperatura canicular), dicha acción les resulta muy placentera.



- No todas las aves pueden succionar o bombear el agua (como hacemos los humanos), teniendo que levantar y echar hacia atrás la cabeza para que el pico, bascule y vacíe el agua recogida en su conducto digestivo. Sin embargo, como las columbiformes; las pteróclidas (ortegas y gangas), también han resuelto evolutivamente este problema mediante la contracción progresiva de un extremo a otro del esófago, para hacer avanzar el líquido contenido (Peristalsis), sin levantar la cabeza.










- Las ortegas más desconfiadas, aguardan su momento y aprovechan para acicalarse o dormitar leves segundos. Siempre hay miradas alerta. Chorla, churra etcétera, son apodos onomatopéyicos con que los lugareños las conocen, apropiados por su característica voz, un audible y específico “Churrr”. Si se las escucha de cerca, se puede oír incluso, el sonido de retorno, cuando inspiran de nuevo llenando sus pulmones de aire.

En El Libro Rojo de los Vertebrados de España 1992, está catalogada como vulnerable.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Gritad chovas, gritad



Ver amanecer entre los erguidos riscos calcáreos mientras se respira el aroma montaraz de la vegetación mediterránea, no sería lo mismo sin el bullicio y la algarabía de estos córvidos, cuyas voces, se multiplican por el eco incesante de las vertientes rocosas y encañonadas de nuestras serranías. Son la voz indiscutible de estos espacios. Por idéntico orden, fuera de la época de cría tanto en el amanecer como en el anochecer, siempre alborotando, inician el agrupamiento en busca de zonas adecuadas de campeo, hasta su regreso al final del día cuando el bando se desarticula ubicándose cada pareja en su respectivos dormitorios roqueros. Como en el resto de la familia de los córvidos, la chova piquirroja (Phyrrocorax phyrrocorax) tiene en común una marcada adaptación gregaria en la que se incluye la defensa a ultranza de los miembros de la comunidad. La cohesión de los bandos, sobre todo en vuelo, es la mejor manera de prevenir los ataques de sus enemigos. Una rapaz, sólo se atrevería a picar contra un ejemplar aislado calculando la maniobra de choque o captura tras un veloz vuelo, evitaría así el impacto contra algún componente del grupo que pudiera invadir su radio de acción. Ya se encargan las negras aves de achicar espacios graznando con fuerza ante cualquier peligro.

Pero no es el canto una herramienta de las aves para inspiración de poetas precisamente. Su utilidad principal es la de proclamar el dominio de un territorio, tanto para atraer hembras como para alejar competidores; además de alertar de la presencia de predadores y mantener contacto canoro entre miembros de la bandada, etc.


Recuerdo hace unos años en plena estepa de redondeadas lomas yesíferas, ver caminar a dos chovas piquirrojas entre una maraña de albardines, romeros y tomillos. Campeaban separadas unos treinta metros la una de la otra, y cada tres segundos, reclamaba una y contestaba la otra. Así estuvieron durante veinte minutos, intercambiando constantemente mensajes tranquilizadores de voz breve. Las observaba desde un altozano, cada una por su ruta, entre ellas no podían verse debido a la espesa cobertura vegetal, por eso conectaban con un fugaz reclamo, o voz de contacto. Cuando llegaron a un punto despejado de encuentro, la comunicación acústica se reemplazó por la visual y las voces ya, apenas fueron necesarias.



- Beber por la caña del largo pico es tarea complicada para un ave con una herramienta tan especializada, con la que atrapa sobre todo, a gran cantidad de insectos que son la base de su alimentación.


- La parada en el abrevadero es un momento delicado, ya que las aves han de alternar con atención la compleja maniobra de beber y vigilar a posibles enemigos acechando.


- En ocasiones, también utilizan el interior de casas abandonadas para criar; este joven nos muestra la suya. A diferencia de los adultos, en los jóvenes el pico es más corto y de color más apagado, como las patas que son de un tono anaranjado sucio.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Carricerín cejudo (Acrocephalus paludícola)



El pasado mes de agosto, tuve la oportunidad de observar a este pequeño pájaro en la estación de anillamiento de La Laguna de Gallocanta, dirigida por el ornitólogo y anillador oficial Carlos Pérez, contaba además, con el apoyo inestimable de Carmina Franco, tutelando ella, a un aplicado grupo de voluntarios. Hacía tiempo que a Carlos le rondaba la idea de tantear la laguna en busca de tan esquiva especie, al haber comprobado en su día un rincón adecuado con la vegetación idónea. Mediante el uso de redes japonesas estratégicamente colocadas, capturó algún espécimen durante veranos pasados con la colaboración del ornitólogo Fernando Tallada. Este año, mejor planificado, fueron diecisiete las capturas; dos de ellas, con anillas francesas. No deja de ser un gran acontecimiento para este humedal, paraíso de las grullas viajeras, contar con la presencia además del ave de pequeño tamaño más amenazada de Europa.


El carricerín cejudo es insectívoro, y habita zonas encharcadas de agua dulce con vegetación helofítica: carrizos (Phagmites Australis) y juncos (scirpus spp) entre otras. Este espacio, se da en La Laguna de Gallocanta gracias a los aportes de arroyos de agua dulce que se funden con la salobre estancada. Su área de distribución es bastante desconocida, contando con importantes poblaciones en el este de Europa en países como Bielorrusia, Ucrania y Polonia, que albergan el 90 por ciento de su población mundial (12000 a 15000 machos cantores). Es migrante transahariano y sus vías de desplazamiento pasan por los países del centro-norte de Europa. Sus cuarteles de invernada se pierden en una extensa superficie al sur del desierto del Sahara por Senegal y Malí. Existen dos marcadas rutas migratorias en nuestro país; una por el litoral atlántico y otra por el arco mediterráneo. El valle del Ebro parece ser una tercera ruta que conecta las dos anteriores; todas, dan salida por el Estrecho de Gibraltar hacia África.


En el Libro Rojo de las Aves de España figura como vulnerable y, globalmente amenazada por La UINC (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Urge por lo tanto, proteger y conservar convenientemente todos nuestros humedales, para que esta especie incremente sus lugares de recalado alimentándose convenientemente durante su larga peregrinación.




- Cada anilla colocada al pájaro capturado, va acompañada de unos datos biométricos tomados para su historial y comparativa posterior en caso de recaptura: sexado, edad, fase de la muda, peso, desarrollo del músculo pectoral y acumulación de grasa corporal.



- Este paseriforme de la familia Sylviidae, es un insectívoro de 12 a 13 cm de longitud. Su rasgo más distintivo es la pálida lista sobre el píleo, que divide el oscuro capirote. El plumaje de ambos sexos es similar. En la migración postnupcial, los adultos se diferencian de los jóvenes por tener el plumaje más gastado; el iris es marrón claro o rojizo en los adultos, y marrón oscuro en los jóvenes.



- La acumulación de grasa para estas aves es importantísima en periodos migratorios, pues de ella obtienen suficientes reservas para afrontar sus largos viajes. La grasa, se acumula en distintas partes del cuerpo contrastando su color pálido con el rojizo de la musculación pectoral, claro que, si ésta no se halla cubierta completamente por la grasa almacenada. Este ejemplar recapturado tras nueve días, había incrementado su peso en 4 gramos.



- El carricerín cejudo parece ser una especie que transita regularmente por la península ibérica, tanto en la migración prenupcial como en la postnupcial.




- Ejemplar juvenil de carricerín cejudo. La muda completa de los jóvenes (postjuvenil), tiene lugar en los cuarteles de invernada; en los adultos (postnupcial), se completa comenzando en el lugar de cría y terminando en las áreas de invernada.


- Carlos Pérez aleccionando y señalando con reiteración los pasos más importantes a seguir en la manipulación de los pajarillos. La atención de los futuros ornitólogos es ejemplar.

Las Cuerlas (Zaragoza) 21- 8- 2010