En las ocasiones que miro el correo o
simplemente el hecho de actualizar las vistas de determinadas páginas, compruebo
que prácticamente todas las personas que las visitáis admiráis la grandeza del
búho real. Gracias a vuestra presencia, puedo continuar sin miedo a convertir
el blog en un espacio monográfico y alternarlo con otras especies para variar,
aunque sea ligeramente.
Como ya dejé abierta la idea de
relatar el año de esta familia de búhos que crio en un lugar bastante
humanizado, os dejo a continuación un resumen de su historia esperando que os
deje una buena sensación.
La pareja de búho real Bubo bubo se
instaló en este territorio hace un par de años, utilizando un nido algo más
despejado que el del año pasado.
Un camino superior transitado por
algún vehículo y personas practicantes de senderismo, ciclismo y footing,
además de otro inferior menos utilizado, rodean su lugar de nidificación
situado en un pequeño talud protegido por arbolado. Y, a menos de cien metros
de distancia transcurre una ruidosa autovía y la línea de ferrocarril de
mercancías. Todo ello acompañado de un polígono empresarial. Un buen ejemplo de
humanización en su territorio.
En vista de las presas aportadas al
nido, nada abundantes en la ribera del rio Ebro, los progenitores debían de
capturarlas en el monte de secano sobrevolando, naturalmente, la autovía y la
ferrovía para acceder al mismo.
Conoceremos a los progenitores y su
descendencia, pero sobre todo, lo que ha sido de ella en el espacio territorial
paterno. Cuatro vástagos muy bien alimentados por las abundantes presas del
territorio de caza y por la habilidad predadora de los adultos que lo regentan.
Macho de
búho real posado en tamariz ¿Lo veis…?
¿Y ahora…?
Bueno, imitando su voz, ya que esta rapaz tan territorial no permite la
presencia de ningún otro ejemplar de su misma especie, podemos hacerla salir
provocándola ligeramente (sin mala intención, por supuesto).
Aquí está.
Parece como si hubiera escuchado la voz de otro macho y sale a asegurarse. No continúo
más, porque no quiero que todas las aves del lugar se le echen encima. Aquí hay
cernícalos, laguneros, ratoneros y milanos negros; se podría armar una gorda.
Aprovecho el desconcierto de la rapaz para las fotos. Si continuara con la
imitación, el búho real pegaría su plumaje al cuerpo, desplegaría su blanco
mechón gutural de plumas al ulular y no me quitaría la vista de encima
rodeándome mediante vuelos cortos. Aunque las aves le atacaran, él sólo estaría
pendiente de mí (como posible competidor). Así es su ardor territorial.
Estuvo unos minutos observándome pero, al no continuar la imitación de su canto, se ocultó de nuevo.
Esta es la hembra ocupando su nido. El hallazgo del nido fue casual. Me asomé al pequeño
soto con idea de fotografiar paseriformes y me encontré de bruces con ella.
Verla en la pantalla de repente, me aceleró el corazón.
Su estado de
ánimo se ve normal; alarma de intensidad media. La abertura media de los ojos
denota alerta, sin embargo, por su plumaje ventral con el flanco extendido
permanece relajada. Si el plumaje estuviera pegado al cuerpo y los ojos
totalmente abiertos sería señal inequívoca de alarma total.
Para
evitar el mínimo estrés a la rapaz nocturna ubiqué el observatorio (bien
escondido) en un lugar muy apartado, cerca de un camino no muy transitado. Y,
gracias a la utilidad del telescopio por sus prestaciones, pude ver por primera
vez a su descendencia. Como es natural, me recibe alertada; mirada fija y ojos
entreabiertos pero el plumaje ahuecado.
Apenas un
par de minutos bastan para que la atenta madre siga descansando. Solamente hace
falta evitar los movimientos bruscos, nada más.
Es
habitual que la vigilancia de sus pupilos la tenga en vilo por los peligros que
acechan. Nunca he visto que, tanto el macho como la hembra, superen los 20
segundos dormitando aún en el más absoluto silencio del paraje de
nidificación.
Sus oídos
siempre están atentos a cualquier sonido. En esta ocasión, no soy yo quien la
alerta, era una pareja con su perro transitando por el camino. Sobre su nido -como he comentado- existe otro camino a cinco escasos metros por donde circulan vehículos a motor como coches, motos y quads; tambien bicicletas,
corredores y senderistas. Si, así como os lo cuento. A pesar de todo, la pareja
sacó a toda su prole; cuatro criaturas.
Con cerca
de tres semanas los pollos ya se mueven bastante, y siendo cuatro, mucho más. A
partir de esta edad ya quedaron solos en el nido.
En el
momento de la foto, venía del observatorio bastante preocupado porque no había
visto a ninguno de ellos; siendo cuatro, era difícil de aceptar. Después de
acercarme, descubrí lo que podéis ver en la foto. El nido estaba ocupado por 10
conejos (círculo rojo grande), otros dos dispersos y los pollos acomodados en
otro lugar de la repisa (círculo amarillo) por falta de espacio. A partir de
este día los pollos ya no volvieron al rincón del nido original. Aquel día
tocaban a tres piezas por pollo, piezas que no terminaron del todo y que los
adultos tuvieron que desalojar del nido por su descomposición.
Conejos en
el nido.
Comprobación de los pollos en su deambular por la repisa para saber su estado.
Rara vez se puede sorprender a los pollos; siempre había uno vigilando las
espaldas del hermano.
Pollo de
unas cinco semanas de edad protegido por el hueco del talud y la maraña
vegetal. A pesar de la afluencia de gente por la parte superior los pollos
estaban bien seguros.
Bueno,
los primeros vuelos tuvieron como consecuencia posarse en lugares inadecuados
al estar a la vista de potenciales enemigos. Este concretamente, descubrió por
primera vez como las gastan los milanos negros Milvus migrans con las rapaces
nocturnas.
Eran tan
violentos los ataques que tuve que quedarme a su lado para evitarlos y darle
tiempo al cándido pollo para ocultarse.
Los
cuatro hermanos funcionaban en dos grupos. Cuando abandonaron definitivamente
la repisa buscaron sus propios posaderos para descansar durante el día. El otro
ejemplar (no se ve) reposa en el interior del tamariz de la izquierda.
Los otros
dos hermanos optaron por esta enorme raíz incrustada en el talud al lado del
posadero de su progenitor. Se aprecia bastante bien la diferencia de tamaño
entre el macho a la izquierda y la hembra a la derecha.
Este es el joven búho en el país de las maravillas. A este ejemplar tan
confiado alguna mala experiencia le hará recapacitar acerca de descansar en un
lugar tan desprotegido. Un adulto con rodaje jamás se expondría con tanto
descaro y, menos, dormitando con tanta complacencia.
Dejo un vídeo donde los pollos más jóvenes, siempre los últimos en ser cebados,
aguardan la llegada de sus progenitores con alimento.
Aunque la calidad no es buena, resulta bastante interesante.
Su comportamiento no se ve afectado en absoluto.
Se escucha el reclamo de los pollos y, ante la llegada del adulto (macho) éstos intensifican la voz. Cuando uno prende la presa, la protege del hermano emitiendo los chasquidos intimidatorios.