Mostrando entradas con la etiqueta Anecdotario faunístico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Anecdotario faunístico. Mostrar todas las entradas

jueves, 31 de octubre de 2019

DESESPERADOS




Voy a fotografiar a unos ejemplares de buitre leonado Gyps fulvus sin acercarme demasiado. Los he visto asentarse como si hubiesen hallado carroña. Son tres y se han posado sobre la uralita que hace de tejado en un viejo corral. Me pilla de camino y es una buena ocasión para fisgonear. 
A fin de no ahuyentarlos subo la empinada cuesta del monte y, de este modo, puedo tener una perspectiva mas cómoda para seguirlos.
Pensaba en unos pocos buitres. Pero, alzando la vista hacia el horizonte, percibo como se aproxima una caravana de estos necrófagos peregrinando decididamente hacia esta posible fuente de alimento. Desde lejos, todos los que llegan han visto de algún modo la señal de aterrizaje de otros congéneres en éste punto concreto, cuya indicación les advierte de la presencia de algún animal muerto. 
El tejado y los muros de la obra se van cubriendo de estos desesperados comensales en una mesa desprovista de alimento. Continúa la hilera de buitres transportando hambre. Mi vista no llega al interior para determinar qué tipo de restos hay. 
Alcanzada la concentración de estas planeadoras aves por las mas rezagadas, consideran por sí mismas la prospección baldía hasta el lugar de la decepción. Unas se quedan al aguardo, esperando al tiempo. Las demás prosiguen su singladura sujetas por el viento con su carga esperanzadora. 
Los primeros buitres comieron lo poco que había. 


Bajar al corral para consumir los escasos restos de carne hallados es labor de los mas atrevidos; los mas hambrientos.


Un grupo de desconfiados aguarda su turno desde la reseca loma de un cabezo adyacente.


Ejemplar adulto de buitre leonado.


Joven del año de buitre leonado.


Abandonando el lugar para continuar la ronda. Unos aletazos acercan a la rapaz hasta el ascensor térmico mas cercano.








En este caso, no se cumplió la profecía de algunos pastores que han presenciado como los buitres atacaban al rebaño devorándolo. Por fortuna, Jesús, el pastor de la imagen, también pudo llegar a casa sano y salvo.




Mediana de Aragón (Zaragoza) 26 de octubre 2019




martes, 22 de octubre de 2019

El éxtasis del mirlo




El mirlo Turdus merula es madrugador, habitante de las sombras interiores de los arbustos y maraña vegetal. Todo un especialista en esos medios penumbrosos. Gruñón cuando se le sorprende y poeta en los atardeceres montaraces, sujeto a su recital aflautado y melodioso. Sus grandes ojos ven con poca luz entre los zarzales y apretada vegetación en busca de sus presas predilectas; lombrices y todo tipo de invertebrados ocultos entre la hierba y la hojarasca. A veces, entra en una especie de locura desbordada sacudiendo las hojas despiadadamente, quedándose de muestra como un setter inglés. Espera con paciencia a que algún insecto oculto en el envés de las hojas intente ponerse a buen recaudo, o simplemente incorporarse después del torbellino provocado por él.





De la naturaleza salvaje a la doméstica urbe, con toda la confianza, este pajarillo se ha establecido en el medio antropógeno con enorme éxito. 
Descarado entre los paseantes, prosigue con su habitual técnica cazadora sin apenas inmutarse. En las ciudades se le puede observar a placer y ver sus costumbres mas inverosímiles.



Hace una mañana agradable en la ciudad que vio morir al gran pintor aragonés Francisco de Goya; Burdeos. En su jardín botánico los carboneros andan curioseando sobre las ramas a los visitantes, y los mirlos, campean entre los tallos de todo tipo de plantas, árboles y arbustos del lugar. El sol matinal muy agradable y nada picajoso asoma entre el follaje denso de la arboleda.



Un mirlo intencionado aparece sobre el lomo revestido de musgo en una vieja tapia. Husmea apercibiéndose de la normalidad del escenario y baja con la seguridad de un experto taimado. Lo sigo con enorme interés, como si presintiera algo especial en su conducta. No le condiciona mi atención y va a lo suyo. Parece buscar un rincón que satisfaga una necesidad imperiosa. 
Dentro de un punto enmarcado de la jardinera se tumba moribundo, como clamando al cielo. Sin embargo, revive, disfruta del abrigo solar con una suerte de posturas agónicas pero complacientes. Intriga este comportamiento algo excéntrico, pero, deslumbrante. El sol obra el milagro de la vida.





"La luz solar es un factor muy importante para la vida de la mayoría de los seres vivos terrestres. Entre sus mayores beneficios está la síntesis de la vitamina D en la piel, indispensable para el metabolismo del calcio".

Burdeos, Francia 20 agosto 2019


domingo, 13 de octubre de 2019

Una corneja negra en París




No sé cómo hacen las palomas para comer o"aspirar" las migas de pan, galletas, etc. que la gente suele echarles. Todo, a palo seco. Tienen mucha habilidad y rapidez para consumir gran cantidad de alimento. No obstante, la corneja negra Corvus corone habitante de la ciudad de París y bien asentada, no necesita de la premura de sus vecinas las palomas. Tiene genio y poder para hacerse respetar cuando de comer se trata. 





Tenía la esperanza de poder observar en vivo la actuación de cualquier pajarillo que saciara mi curiosidad, tal y como describe Lefebvre en sus investigaciones acerca de la conducta de algunas aves respecto a su modo de alimentarse. 
De paseo por las calles de París, no dejaba de mirar a todas las aves urbanas. Así apareció la corneja; altanera, soberbia, casi con el caminar de un pura sangre árabe. Muy segura, vamos. Sin apresurarse, sabiendo que nadie le discutiría la galleta, pinzó una esquina y con el tiempo a su favor se acercó hasta el bloque del bordillo de la acera. Allí suele acumularse el agua de lluvia que no tragan las alcantarillas. Dejó caer el fragmento de galleta y lo removió en el agua con el pico. Cuando estuvo blando, a su gusto, lo ingirió. 





Louis Lefebvre es biólogo y psicólogo comparativo en la Universidad McGill de Montreal Canadá. Toda su carrera la ha dedicado a investigar la mente de los pájaros y determinar cómo medir su inteligencia. Fue, precisamente, quien inventó la primera escala para medir la inteligencia de las aves.
No es Lefebvre gran seguidor de las rarezas ornitológicas, prefiere la confianza de las aves urbanas por su cercanía para observar y extraer de ellas todo su potencial psicológico. La ciudad es un espacio ideal, además de un auténtico paraíso para contemplar aves haciendo cosas inteligentes y encantadoras. Para Lefebvre "la docilidad de las aves en este lugar facilita hacer experimentos".
Así lo vive en su ciudad de la isla de Barbados. Una isla del archipiélago de las Antillas Menores muy urbanizada por su explotación turística. Sus bosques y maleza han sido sustituidos por plantaciones de caña de azúcar.





Un laboratorio adicional para este científico es la terraza de piedra de su apartamento, donde zenaidas caribeñas Zenaida aurita y zanates caribeños Quiscalus lugubris prospectan atentos la oferta gastronómica. Estas aves conocen a Lefebvre "el tipo de las bolitas y el agua" como gusta describirse. No tienen nada mas que esperar impacientes rondando por la azotea a que les dé la comida y el agua. Lefebvre vierte agua sobre el suelo formando un adecuado charco, y después, unas bolitas duras de comida para perros en lugar seco. Los zanates prenden una bola con el pico y se dirigen al agua estancada para sumergirla y reblandecerla, luego, vuelan a otro lugar para ingerirla tranquilamente.

"Más de veinticinco especies de aves remojan los alimentos que encuentran en la naturaleza por algún motivo, sea para eliminar la suciedad o sustancias tóxicas, para ablandar los duros o secos, o para alisar el pelaje o el plumaje de una presa difícil de tragar (se ha visto a un cuervo de Torres remojando un gorrión muerto). «Es un comportamiento de protoherramienta, una suerte de procesamiento de los alimentos», explica Lefebvre. Al remojarla, la bolita resulta más fácil de deglutir". 






Fuente:
El ingenio de los pájaros, Jennifer Ackerman

sábado, 31 de agosto de 2019

Nidos de golondrina común en cueva




Se me pasó el tiempo a la velocidad de la luz, y cuando quise reaccionar, los pollos ya volaban hace días. 
Estaba demasiado acostumbrado a los nidos de golondrina común Hirundo rustica dentro de casas abandonadas, y localizar tres en el interior de una cueva me sugirió la idea de observarlos desde fuera con el telescopio (complicado por la falta de luz). 
No pudo ser, simplemente tenía curiosidad por este tipo de emplazamiento, cuya especie debió de abandonar hace siglos a cambio de la bonanza humana gracias a la explotación de animales estabulados. Los insectos asociados a la ganadería, generaría una fuente asegurada de alimentación para estas aves, y su interior, el lugar idóneo para criar. 





Se ha pensado que la golondrina  común ocupaba grutas y acantilados en su origen, y fue modificando sus costumbres hasta adaptarse a la especie humana, siguiéndola en su civilización (Wicht 1.978). 

La escena de las golondrinas en la cueva fue como volver a sus orígenes, pero, sin renunciar a la presencia humana y sus cultivos. Patrullando en este caso las tablas de alfalfa cuyo ciclo productivo genera un cúmulo de humedad, propicia para los insectos de los que se alimentan. Todo esto, no lejos de un establo caballar.


Nido de golondrina en cueva. La adherencia a la piedra es extraordinaria. 


Había tres construcciones en el interior, que son las mostradas en estas tres imágenes seguidas.


El mimetismo de la construcción sorprende mucho.


Ejemplar con un fragmento de paja antes de mezclarlo con  barro para dar consistencia al nido.






miércoles, 7 de agosto de 2019

Un cormorán en el lago de Termas Pallarés




El sábado pasado 3 de agosto, necesitaba un poco de relax y, nada mejor que mi lago favorito en Alhama de Aragón (Zaragoza). Un lago termal cuyas aguas emanan a una temperatura de 32 grados, manteniéndose a 28º y renovándose cada 32 horas. Aguas bicarbonatadas cálcicas, litínico-magnéticas, variedad nitrogenadas y arsenicales, radioactivas. Oligometálicas. 
Indicadas para reumatismo articular y muscular; pseudo-reumatismos; catarros bronquiales y faringo-laríngeos,; ciática y neuralgias diversas.
Casi nada...pero, sale uno como nuevo del líquido elemento. Es un buen lugar para recomendar, así que, ya sabéis ¡animaos! Edad ilimitada.


El joven cormorán dedicaba gran parte del tiempo al arreglo y mantenimiento de su plumaje. Siempre, rodeado de gente.



Cuando superaba la pasarela de acceso al recinto alfombrado de verde húmedo, veo la silueta inconfundible del cormorán Phalacrocorax carbo. Un cormorán joven acicalándose. Todavía no hay mucha gente en el lago, sin embargo, al pasar a su lado, el ave ni se inmuta. Él es de allí, o por lo menos, pasará unos días en las cálidas aguas bien surtidas de peces, esos peces encargados de mordisquear las pieles muertas de los bañistas que, le servirán de alimento. La última vez que estuve, el año pasado, reconozco haber visto una cantidad mayor de peces. El personal encargado me comentó que, desde la aparición del cormorán en el lugar, su número había descendido notablemente. 



El lago se va llenando de gente (no se satura) y lo miran, pensando que es un raro pato por lo dócil de su comportamiento.
Pregunto al encargado si tal vez el ave pueda estar herida, éste se acerca y el cormorán viendo su espacio de seguridad invadido se lanza al agua. No, no está herido y, nada y bucea con total normalidad. Buceo a su lado y apenas puedo ver como se aleja con sus palmeadas patas batiendo el agua a toda velocidad mientras una espesa nube de lodo revolviéndose a su paso niebla mi visión.
La naturaleza sigue envolviéndome con la morfología asombrosa de sus criaturas.

A la salida del agua, una camisa desechada de culebra de agua Natrix maura (piel vieja, renovada regularmente). No es rara la presencia de estos ofidios debido a la abundancia de peces de los que se alimenta en el lago.
Para los que tenéis aprensión a las culebras, éstas desaparecen del escenario cuando la gente está en el agua. Por lo tanto, no tendréis la ocasión de toparos con ellas.
De todos modos, dudo que tras la aparición del cormorán, siga existiendo el ofidio de la vieja camisa.
Lo dicho, un lugar especial lleno de naturaleza y relax. 


lunes, 8 de julio de 2019

La templanza del joven autillo




Son tan habituales los nidos de golondrina común Hirundo rustica en las construcciones humanas que, al ver una pareja de ellas adentrándose en una vieja cueva forrada de cantos rodados, me picó la curiosidad por ver la obra nidal de estas aves adherida a la piedra. Muchos años lleva esta zona en deshuso tratándose de una antigua explotación para extraer grava, antaño, tan habitual.



Mi sorpresa salta al ver, como si fuera una gárgola en un extremo de la entrada, a un joven autillo Otus scops que aguanta con valentía mi presencia, controlándome bien templado a través de la discreta abertura de sus párpados. No ha elegido madera para sacarle partido, ni siquiera un árbol a cien metros a la redonda con el que camuflarse. El joven, bien disciplinado, aguanta el tipo convertido en un pequeño fragmento más de hormigón. A dos metros de él, desando los pasos temeroso de romper su firmeza. Desde una prudente distancia, hago las fotos testimoniales al ave, aparentemente, menos tensa. 
Allí se queda el guardián de la caverna y, si logra esa tranquilidad necesaria, seguirá con su empeño hasta emprender, por primera vez, un viaje migratorio transahariano en compañía de multitud de congéneres con los que pasar el invierno. 

7 de Julio de 2019 


Frente a su posadero se extienden unas nutridas tablas de cultivo y ribazos donde capturar todo tipo de presas, sobre todo, insectos.



jueves, 27 de junio de 2019

Un nido con dos jóvenes buitres leonados (no eran hermanos)




Todas las mañanas, los buitres leonados repiten el mismo ritual en las rocosas cortaduras fluviales ibéricas. Cada lugar tiene su espacio dedicado al soleado matinal. Si es en invierno, ayuda a desentumecer el cuerpo helado por las bajas temperaturas nocturnas. Cómo acuden los pesados necrófagos anochecidos en la umbría húmeda hacia el sol revitalizador, aunque tengan que llegar hasta él mediante potentes aletazos sin el apoyo del viento.
En el cañón del río Mesa, existe un gran punto de concentración que observo desde mi ventana en el pueblo. Desde allí veo como la vieja cresta, resquebrajada su roca, alberga gran cantidad de buitres leonados acudiendo cada mañana a coger el mejor sitio. Los mas poderosos no piden permiso, simplemente, desalojan al que ocupa el puesto predilecto. Algunos lo batallan y, aún así, lo pierden.

Solárium estacional donde esporádicamente acuden estos necrófagos.

Al margen de éstos espacios de reunión, existen otros periódicos, en los que las rapaces se encaprichan del lugar y se establecen cómodamente. El problema aflora cuando en el susodicho lugar hay enclavado un nido. Con exhaustiva vigilancia, la pareja establecida en él ahuyenta a los congéneres del perímetro; algunos se apartan y, a veces, se van. Sin embargo, vienen más atraídos por el grupo, desconocedores de la propiedad nidal. Esto acarrea en los progenitores un desgaste generado por estrés, dada la presencia continuada de otros buitres reunidos en sociedad.

En este emplazamiento el sol está de más. Apenas un estilizado arbusto da sombra para cinco buitres en un día de calor exagerado.

Observación de campo:

13´00 a 13´15 horas, 22 de agosto de 2007 Barranco del Mortero (Teruel)

Hay una gran cueva que llama mi atención antes de la bifurcación del final del barranco, contando como principio, un corral de ganado ovino en lo alto del mismo. En su interior veo un solitario joven de buitre leonado Gyps fulvus completamente emplumado cuando son las 10´00 horas de la mañana.
A la vuelta del trayecto prospector de los posaderos de búho real Bubo bubo, y otras aves, descubro la misma covacha ocupada por 10 ejemplares de buitre leonado posados en su interior, pero, en una repisa o grada algo superior del nido de la pareja regente de esta parcela.
El progenitor del joven no permite que otros congéneres se acerquen a los límites establecidos donde se ubica el nido, expulsándolos amenazadoramente; cuello estirado y plumaje dorsal erizado.


En los buitres, a pesar de ser una especie tan estudiada, todavía quedan sorpresas por descubrir acerca de su conducta social.

Lo curioso del caso es observar a otro ejemplar joven algo mas desarrollado, pidiendo con insistencia a la vez que el verdadero descendiente, ser cebado. El adulto accede a alimentarlo regurgitando algo de contenido, sin embargo, no parece estar satisfecho e insiste, a lo que el adulto presionado por la codicia del menor opta por propinarle un picotazo, dando por finalizado el acto solidario que ejercía sobre él. El joven, a continuación, se aparta rápidamente hasta el extremo derecho de la cueva y posteriormente asciende junto al resto de adultos al fondo y extremo izquierdo. El vástago se posiciona en el lugar original del nido y, aunque pide alimento, la ceba ha concluido retirándose el progenitor al extremo izquierdo de la repisa de cría a reposar sin dejar de montar la guardia.





El joven intruso al cabo de varios minutos, emprende el vuelo hacia el lado derecho donde a unos 60 metros horizontales se encuentra la ubicación de su verdadero nido.
He quedado completamente perplejo ante la conducta picaresca del joven y el acto solidario del adulto. Increíble, de todos modos, el comportamiento de este ejemplar.
La enorme sonrisa de satisfacción dibujada en mi rostro ante la presencia de un nido de buitre leonado con dos pollos, como gran exclusiva, se desvaneció al regresar el joven a su morada de origen. 



Joven buitre leonado del año en vuelo.



De todos modos, una reseña hallada en el libro Los Buitres Ibéricos de José Antonio Donázar desvela un hecho similar en otra especie de buitre. Añadiendo esta observación, se aporta otra versión de cierto paralelismo. La conclusión hipotética de este hecho, depende del punto de vista de cada cual. 

"No se conocen casos de existencia de dos pollos volantones en el mismo nido. Sin embargo, este hecho puede presentarse excepcionalmente; Vernon y Piper (1986) observan dos pollos de buitre de El Cabo Gyps coprotheres en el mismo nido, descartando, quizá de forma apresurada, que se trate de parasitismo intraespecífico. La frecuencia de las puestas de dos huevos parece ser muy baja o nula".

Sobre hallazgos de nidos de buitre leonado con dos huevos:

https://sebulcor.com/2019/02/otro-nido-de-buitre-leonado-con-dos.html





Adulto de buitre leonado en lo alto de una aguja pétrea mientras unos recentales de cabra montés deambulan a sus pies.