Voy a fotografiar a unos ejemplares de buitre leonado Gyps fulvus sin acercarme demasiado. Los he visto asentarse como si hubiesen hallado carroña. Son tres y se han posado sobre la uralita que hace de tejado en un viejo corral. Me pilla de camino y es una buena ocasión para fisgonear.
A fin de no ahuyentarlos subo la empinada cuesta del monte y, de este modo, puedo tener una perspectiva mas cómoda para seguirlos.
Pensaba en unos pocos buitres. Pero, alzando la vista hacia el horizonte, percibo como se aproxima una caravana de estos necrófagos peregrinando decididamente hacia esta posible fuente de alimento. Desde lejos, todos los que llegan han visto de algún modo la señal de aterrizaje de otros congéneres en éste punto concreto, cuya indicación les advierte de la presencia de algún animal muerto.
El tejado y los muros de la obra se van cubriendo de estos desesperados comensales en una mesa desprovista de alimento. Continúa la hilera de buitres transportando hambre. Mi vista no llega al interior para determinar qué tipo de restos hay.
Alcanzada la concentración de estas planeadoras aves por las mas rezagadas, consideran por sí mismas la prospección baldía hasta el lugar de la decepción. Unas se quedan al aguardo, esperando al tiempo. Las demás prosiguen su singladura sujetas por el viento con su carga esperanzadora.
Los primeros buitres comieron lo poco que había.
Bajar al corral para consumir los escasos restos de carne hallados es labor de los mas atrevidos; los mas hambrientos.
Un grupo de desconfiados aguarda su turno desde la reseca loma de un cabezo adyacente.
Ejemplar adulto de buitre leonado.
Joven del año de buitre leonado.
Abandonando el lugar para continuar la ronda. Unos aletazos acercan a la rapaz hasta el ascensor térmico mas cercano.
En este caso, no se cumplió la profecía de algunos pastores que han presenciado como los buitres atacaban al rebaño devorándolo. Por fortuna, Jesús, el pastor de la imagen, también pudo llegar a casa sano y salvo.
Mediana de Aragón (Zaragoza) 26 de octubre 2019