Hembra de mochuelo Athene noctua vigilando a sus pollos jóvenes que aguardan dentro del nido.
Por un pedregoso camino que nace
en la periferia del pueblo de la Cartuja, cercano a Zaragoza, se atraviesan
fincas particulares valladas donde se aprecian los restos de la prosperidad
constructora pasada. En los terrenos se amontonan herramientas de sondeo,
material de construcción donde campean entre ellos jaurías de perros, cabras
domésticas, burritos y algún caballo. Hay unas terreras de bastante altura como
un gran escalón natural que hace de mirador frente al caudaloso río Ebro.
También, como no, hallamos los vertidos incontrolados fruto de la falta de
civismo. Al pie de una pequeña oquedad del terraplén hay una vetusta puerta de
corral tachonada de cabezudos clavos oxidados y cincelados en la madera
carcomida. Y, es allí, sobre ella, donde los jóvenes mochuelos esperan curiosos
la llegada de su hora; el abandono definitivo del nido. La madre vigila desde
lo alto la seguridad de su descendencia y, seguramente, no esté con ellos en el
interior por la insoportable algarabía que se forma bajo la constante petición
de ceba. Desde lo alto del talud, la madre
centinela, no deja ni un rincón sin prospectar con su mirada.
A menos de noventa metros del
nido de la anterior progenitora, por el
mismo camino, me topo con la segunda. Vigila a sus criaturas también desde la
cercanía, manteniendo sólo el contacto visual. La vieja oquedad que sirvió de
cobijo a una familia de grajillas utilizada hace años, protege muy bien a otros pequeños, éstos, de grandes ojos y con muchas ganas de curiosear el mundo exterior.
De la imagen de esta madre, con porte
soberbio, me encanta la marcada trayectoria de sus calzas y el relieve de su
musculación, inadvertibles por las plumas ventrales en la mayoría de las
fotografías dedicadas a esta rapaz nocturna ¿Verdad que tiene cierta complexión
de rapaz poderosa?
Que lindos son los mochuelos, se parecen mucho a los que tenemos aquí e incluso en algo semeja la nidificación. Muy buen registro lograste
ResponderEliminarSaludos
Tienen la misma inclinación para utilizar reductos de nidificación; salvo que uno lo hace en oquedades a ras del suelo y el otro en taludes verticales o construcciones ruinosas etc.
EliminarSaludos
Como siempre, un relato precioso, que te transporta a ese lugar y te imaginas que eres tú el que divisas a estas preciosas aves y las observas, al mismo tiempo que ellas te observan a ti, con esa mirada hipnotizadora. Tienes razón, la segunda, con esas calzas, tiene un porte señorial.
ResponderEliminarSaludos
Además lo tengo muy cerca de casa, no tengo nada más que unos minutos de viaje. Hoy he estado siguiendo a los volantones y cada uno se ha agenciado su oquedad. Alguno vuela ajustadillo.
EliminarSaludos.
São meus companheiros constantes no Parque das Águas... graciosos, preciosos, deliciosos... são uns bichinhos inteligentes, atentos... que linda entrada e encantadora história pessoal.
ResponderEliminarQue graça de fotografias, amigo querido! Obrigada. ;)
Beijo.
Son muy agradecidos de ver por su quietud. Cuando se respeta una distancia prudente, uno puede estar largo rato deleitándose con sus posturas y acicalamiento; a veces, incluso alguna riña con algún vecino incordiante.
EliminarMe alegra que como yo tengas unos vecinos tan allegados a los míos; disfrútalos siempre que puedas...
Un abrazo...
Son aves no muy grandes, pero dan sensación de poderío y misterio, con esos ojos tan penetrantes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Son muy entrañables y, tal vez junto a la lechuza, una de las primeras nocturnas que conseguimos ver por primera vez en nuestra lista.
EliminarSaludos.
Esta nocturna me enamora, el viernes tuve uno bien cerca pero se ahuyentó en cuanto vio mi intención de fotografiarle.
ResponderEliminarUn saludo.
Es que tendría reservada la exclusiva con alguna fotógrafa.
EliminarSaludos.
Los mochuelos son muy especiales, desde luego y tenerlos de vecinos es ya todo un lujo.
ResponderEliminarUn saludo
También es una de las aves con la que te embelesas a vista de telescopio durante largo rato cuando la tienes a tiro.
EliminarSaludos.
Sí que tiene porte robusto el simpático mochuelo. Me llama mucho la atención la manera en que las estrigiformes tienen unos tarsos y garras más potentes que las rapaces diurnas de su mismo tamaño, suelo pensar que es por matar rápido y con el menos ruido posible en medio la noche, que nunca se sabe qué puede albergar la oscuridad...
ResponderEliminar¡Saludos!
Bueno, no sé hasta que punto pueden ser mas potentes pero, de las nocturnas he probado la incisión de las uñas de sus garras y, penetran en la carne con una facilidad pasmosa. Aún no he olvidado aquel búho real que me perforó la muñeca cuando lo iba a trasladar al centro de recuperación. Culpa mía.
EliminarSaludos.
No por ser pequeños dejan de ser poderosos. Son bien bonitos los mochuelos. Saludos Javier.
ResponderEliminarMuy matón (con los insectos, sobre todo).
ResponderEliminarAbrazos.
Me fascinan tus historias y tus fotos. Qué suerte poder disfrutar así de la naturaleza.
ResponderEliminarGracias Tawaki. A veces, tratar de exponer lo que vives para que la gente le encuentre sentido y lo disfrute se me hace bastante complicado. Pero, me llena muchísimo si son del agrado de la gente.
ResponderEliminarSaludos.