jueves, 19 de febrero de 2015

Me recordó al río Ebro...

Ardea alba

Pero en realidad, era el río Paraíba do Sul en el estado de Río de Janeiro (Brasil). Este río recorre otros estados como Minas Gerais y Sao Paulo. Tiene una longitud de 1120 km y desemboca en el Océano Atlántico.
El río Ebro (España) es algo mas corto 930 km, pero con un cauce similar. Nace en la región cántabra atravesando Castilla y León, La Rioja, País Vasco, Navarra, Aragón y, desemboca en Cataluña formando un extraordinario estuario ante el Mar Mediterráneo que recoge sus aguas.
Ambos ríos tienen una gran riqueza ornitológica, por ello, al paso de la corriente mansa del Paraíba fijé mi atención en cuatro de las ardeidas compartidas por sus riberas. Estas garzas, tienen una asentada representación a lo largo de sus cauces y las recordé en conjunto al estar presentes a ambos lados del Atlántico.
Nunca se repiten las escenas campestres cuando uno observa detenidamente a las aves que, de una manera u otra, aciertan a pasar delante de uno. Está claro que, cada una tiene su carácter y, las hay más dóciles y más ariscas. En este caso estuve bastante afortunado, las bellas garzas aceptaron bien mi presencia y las pude contemplar durante largo rato. Deslumbran estas zancudas con su caminar parsimonioso. Su mirada, siempre permanece atenta al agua donde halla sus escurridizas presas, alternándola con la función de vigilancia. Tomaba nota disfrutando de cada detalle anatómico, fijándome, cómo no, en las diminutas pupilas de sus ojos girando levemente para controlar su entorno. 
El tiempo pasa rápido para una mirada absorta, aunque atenta frente a estas aves gráciles y de vistoso plumaje dotadas de gran capacidad de pesca y caza, ya que están facultadas para alimentarse de peces, cangrejos, culebras, roedores, insectos, invertebrados acuáticos, etc.

Estas fotografías ofrecidas como documentación, imitan de algún modo, la radiante belleza de estas aves tan destacables. 

Ardea alba garça-branca-grande (Brasil); garceta grande (España); Great Egret (England). Altura 90 cm.











Egretta thula garça-branca-pequena (Brasil); garceta común (España); Snowy Egret (England). Altura 57 cm.



Los dedos amarillos, característicos, ayudan a identificar a esta mediana garza

Nycticorax nycticorax savacu (Brasil); martinete (España); Black Crowned Heron (England). Altura 60 cm.



El aguardo nocturno en una atalaya es una característica habitual de la conducta predadora del martinete

Bubulcus ibis garça-vaqueira (Brasil); garcilla bueyera (España); Cattle Egret
(England). Altura 48 a 53 cm.




Estampa típica de la garcilla bueyera campeando con el ganado


jueves, 29 de enero de 2015

Jabalíes (Sus scrofa scrofa)

Zampullín chico Tachybaptus ruficollis en plumaje de invierno

Grupo de cercetas comunes Anas crecca

Observaba en la laguna un bando de cercetas Anas crecca emborronadas por la niebla apagándose poco a poco al alejarse, después, fijé mi interés en un precioso zampullín chico Tachybaptus ruficollis en plumaje de invierno que nadaba cerca del observatorio. Apenas se escuchaban reclamos de aves y, entre ellos, el silbido tenue de las minúsculas cercetas. El carrizal y la neblina sumaban un conjunto de ocres y grises acaparando todo el humedal. Superando el silencio, un estruendo creciente se abría camino entre el carrizo. Era un sonido continuado, el de  un animal grande. El zampullín desapareció y las cercetas volaron a otro lugar mas alejado. Sospechaba lo que venía pero, quería aguardar la sorpresa con la cámara dispuesta para captar el momento. La luz era muy escasa y la niebla mantenía traslúcido el escenario. Lo suponía, un jabalí tras otro con la madre en cabeza aparecieron en fila atajando esta parte de la laguna a nado. Apunté y disparé. Con la pésima luz logré inmortalizar a tres de ellos, los demás quedarán en el olvido. Ninguno pudo escapar al tiroteo de la cámara; por supuesto, sin sufrir bajas. Lo mejor de la escena fue que los suidos continuaron su viaje en familia.
 



Me viene a la mente, como no, la inmisericordia de ciertos cazadores que no tendrían reparo en matarlos provistos de rifles de repetición, aprovechándose del momento delicado de los jabalíes al nadar lentamente con la dificultad añadida del agua y el fango. El cazador va siempre acompañado del arma letal y el perro que le orienta en busca de las presuntas víctimas. El matador no tiene nada mas que disparar sin importarle la insultante superioridad de todo tipo de ventajas a su favor. Por eso sé, que si la caseta fuese utilizada por estos amantes de la naturaleza, como se hacen llamar, hubiese sido el lugar ideal para acabar con la familia de jabalíes a balazos mientras apuradamente alcanzaban la otra orilla de la laguna. La conducta de esta caza carece de ética, sólo se basa en matar, apretar el gatillo y sentir el caprichoso poder de aniquilar, aunque sea de manera tan patética ante animales vendidos frente a la adversidad. 
El paisaje del amante de la caza es un cementerio, de lo que sea. Creo que allí es donde mas a gusto se encuentra, rodeado de naturaleza para exterminar. Si dejáramos el monte a su entera disposición todo acabaría siendo un erial o una granja de animales marcados y destinados al degüello. Si una becada está escondida, agazapada y, tiene temple de acero, no le sirve de nada, el perro la levanta y el cazador la abate. Con los ciervos lo mismo, una rehala (perros de montería) los intercepta y el valiente matador sólo tiene que disparar, seguramente, querrá uno de los mejores ejemplares que podría aportar una descendencia óptima en generaciones venideras. Sólo vale la foto, la horterada típica y chulesca para la posteridad compartida con otros aficionados de esta mediocridad aniquiladora. Un acto sin mérito alguno.

Se mata al lobo por que ataca al ganado doméstico. Pero, además, se desprecia su labor como mejor regulador de grandes fitófagos, capaz de equilibrar la cabaña salvaje al consumir los ejemplares peor dotados. Ataja la creciente población de jabalíes que tantos destrozos dicen que causan. Ciertamente, eso importa poco con tal de poder ejecutar a todo bicho viviente. Sin el concurso del lobo todo va en detrimento de los ejemplares mas sanos de la caza mayor, futuros trofeos del montero. Las generaciones futuras de ciervos, gamos, cabras etc… irán heredando probablemente enfermedades y anomalías genéticas de los mas débiles, desechados por los susodichos cazadores al carecer de la plasticidad y soberbia del macho mejor armado.
Mucho tienen que cambiar para alegar su “extraño” amor por los animales y la naturaleza; mucho. Cazar, no debiera ser fusilar.
Por cierto, la naturaleza no necesita lecciones de equilibrio ecológico, y menos, de este tipo de “ecologistas" 

Hozando el barro los jabalíes consiguen prepararse baños de barro como el de la imagen, para revolcarse y mitigar el efecto de los parásitos en la piel.

 Huellas de la basta pelambre del jabalí impresas en el barro poco húmedo. 

Debido a la utilización continuada de los ásperos troncos de pino para rascar su filamentosa pelambre y afilar los prominentes incisivos acuchillando la corteza, los jabalíes, consiguen desgastar la corteza y acabar con la vida del árbol.  

Ejemplar de pino carrasco Pinus halepensis seco por la continuada fricción de los jabalíes en su tronco.